Inmaculada Cerón con traducción de Shakespeare. FOTO: Paco Fuentes |
El 11 de marzo pasado, El País, de Madrid, publicó una nota,
firmada por Margot Molina, donde se
revela que “Una investigadora demuestra que el autor de Sangre y arena y sus socios de la editorial Prometeo plagiaron
traducciones para abaratar el coste de sus ediciones”. La investigadora en
cuestión es Inmaculada Serón, también
responsable del hallazgo del Hamlet
de León Felipe, ya comentado en este blog. La “técnica traductoril” tiene una
larga trayectoria en España. De hecho, fue adoptada después por editoriales
como Bruguera y Edhasa cuando se hicieron de los fondos argentinos de varias
otras casas (entre ellas Sudamericana), y vaya a saber uno cuántas más.
Blasco Ibáñez plagió como traductor
obras de Shakespeare y Aristófanes
Vicente Blasco Ibáñez creó un
seúdónimo bajo el cual plagió traducciones de obras de clásicos como
Shakespeare y Aristófanes. La revelación la ha hecho Inmaculada Serón (Alhaurín
el Grande, 1978), profesora de Traducción Especializada en la Universidad Pablo
de Olavide, de Sevilla, tras una investigación de cuatro años.
El trabajo de
Serón ha partido de numerosas cartas del autor de Sangre y arena, desde París, a sus socios de la
editorial valenciana Prometeo. Una labor detectivesca que la ha llevado a
concluir que el traductor que aparece en esas dos colecciones, R. Martínez
Lafuente, no era más que un nombre inventado por el novelista para ocultar el
plagio de las traducciones, principalmente de la colección española Nacente,
publicada a finales del siglo XIX. Pero no solo copiaron traducciones del autor
de Macbeth, sino también de 11 comedias de
Aristófanes que Prometeo sacó en tres tomos en 1916 firmadas por el misterioso
personaje.
"Estoy
preparando los ‘Dramas completos de Shakespeare con prólogo de Victor Hugo’.
Solo existen en castellano colecciones de dramas escogidos. Todas las ediciones
son incompletas, lo mismo caras que baratas (…). La primera edición española
completa será la nuestra (…). Shakespeare escribió 36 y nosotros publicaremos
todos (...). Esta será una obra que se venderá siempre: algo que acredita a una
casa. Debemos dar golpes así”. Vicente Blasco Ibáñez escribía
estas palabras desde París el 3 de mayo de 1916 a Francisco Sempere y
Fernando Llorca, sus socios en Prometeo. Y dieron el golpe, en todos los
sentidos. Entre 1917 y 1918, Prometeo publicó Shakespeare.
Obras completas.Doce tomos que contienen 35 de las 37 obras del
dramaturgo inglés traducidas por R. Martínez Lafuente, alguien a quien los
investigadores han dedicado muchas horas de estudio sin saber nada de él.
“Hay que ver lo
que representa dar todo Shakespeare en tan poco precio y con obras desconocidas
en su mayoría. Yo, tomando de unas ediciones y otras (sobre todo valiéndome de
una edición antigua), tengo 33 dramas en español y corregidos. Solo habrá que
traducir tres a última hora, en el último tomo”, continúa la misiva de Blasco
Ibáñez, desvelando así el misterio que siempre ha rodeado a Martínez Lafuente
[A pesar de que su título es Obras completas, al autor de Cañas y barrole faltó por incluir Titus
Andronicus y la obra poética]. Esta carta es una de las casi 400 que su autor
envió a sus socios y que aparecen enEpistolario
de Vicente Blasco Ibáñez-Francisco Sempere (1901-1917),publicado
por la
Generalitat Valenciana en 1999.
“La de Nacente es
la primera colección amplia de dramas de Shakespeare que aparece en español
pero, en su mayoría, las obras no están traducidas del inglés, sino del
francés", asegura Serón. "Blasco Ibáñez utilizó 32 obras de esta
colección, que no está completa. Le faltaban tres: La primera parte del rey Enrique VI, Mucho ruido para nada y Cuento de invierno. Las
dos primeras probablemente las tradujo Llorca del francés y las revisó el
novelista; mientras que para la última usaron la traducción de José Arnaldo
Márquez que salió en 1884 en la Biblioteca Arte y Letras”.
Inmaculada Serón se topó con este
embrollo por casualidad mientras escribía su tesis sobre las traducciones al
español de la obra Twelfth night, de
Shakespeare. Un trabajo que le ha llevado también a localizar una versión
inédita de Hamlet que hizo el poeta León Felipe (véase EL PAÍS del 21 de febrero). La
investigadora —que ha sido invitada a la Universidad de Namur (Bélgica) para trabajar con
Dirk Delabastita, un nombre de referencia en las traducciones del dramaturgo
inglés— publicó en 2010 el resultado de su exhaustivo trabajo sobre Martínez
Lafuente en 1611. Revista de Historia de la Traducción, una
publicación digital de la Universidad Autónoma de Barcelona. Y, a pesar de
la importancia de sus conclusiones, el estudio no ha trascendido los círculos
académicos hasta ahora. En su trabajo, la profesora e investigadora coteja las
traducciones de Nacente con las de Prometeo para evidenciar todas sus
coincidencias; pero, además, revela que los valencianos utilizaron las
traducciones en francés de François Guizot (1821) para copiar de ahí notas y
completar el texto cuando la edición española aparecía incompleta.
“Esa edición
española está llena de disparates. A veces dice todo lo contrario de lo que dijo
Shakespeare. Otras veces su lenguaje es horriblemente ramplón. Además desfigura
todas las sabrosas crudezas que dice Shakespeare como hijo de puta, etc., o
suprime los pasajes descarados”, escribía Blasco Ibáñez a su yerno desde París
el 10 de julio de 1917. Novelista, periodista, político, editor, guionista,
viajero y masón, Blasco Ibáñez se refería siempre en sus misivas a “arreglar”
las obras, un eufemismo para decir que revisaba traducciones anteriores:
actualizaba algunas palabras, las completaba cuando era necesario e introducía
notas.
El autor de Sangre y arena, y también activo político
republicano, estaba empeñado en hacer ediciones baratas asequibles a las clases
populares. Además de todas las obras del polifacético novelista, publicaron
obras de los autores clásicos.
“Es imposible que
existan tantas coincidencias entre dos traducciones sin que una se haya copiado
de la otra. Del traductor no sabemos nada, excepto sus apellidos y la inicial
de su nombre, R., que una investigadora atribuyó a Rafael y así se le llama a
partir de 1984, y también que tradujo las comedias de Aristófanes que editó
Prometeo en 1916. Ni una búsqueda en los catálogos bibliográficos ni un rastreo
exhaustivo de prensa histórica han arrojado más datos. En los anuncios que
aparecían en la prensa de la época solo figuran sus apellidos, mientras que en
otros anuncios la editorial incluía más datos del traductor”, explica Serón,
quien también ha consultado en la Fundación Centro de Estudios Blasco Ibáñez y en la Casa-Museo Blasco
Ibáñez. Además de peinar el listín telefónico valenciano tratando de encontrar
algún descendiente del supuesto traductor, ha acudido a las redes sociales para
dar con este prolífico traductor. Todo ello sin éxito.
“Las cartas a las
que se refiere el artículo [de Serón] son auténticas, y son las que guardó
Sempere, responsable de la editorial Prometeo hasta su muerte”, confirma Ángel
López García, secretario de la Fundación Centro de Estudios Vicente Blasco
Ibáñez. “Martínez Lafuente no es una persona real, sino el seudónimo que
utilizaban en Prometeo para justificar las traducciones. Estas eran obra,
fundamentalmente, de Blasco Ibáñez y, en menor medida, de Llorca”, añade el
secretario, eludiendo hablar del plagio que queda demostrado con el contenido
de las misivas.
“Las cartas las
tenía guardadas una tía abuela de mi esposa, que es bisnieta de Sempere.
Nosotros supimos de su existencia en los noventa y también apareció un guion
inédito de Flor de mayo. Todo está publicado y depositado en la Biblioteca Valenciana.
Mi labor fue de mera recopilación, no ahondé en los contenidos porque no soy
especialista en Blasco Ibáñez”, comenta el catedrático de Literatura Española
de la Universidad CEU
Cardenal Herrera de Valencia, Miguel Herráez, autor del epistolario.
No hay comentarios:
Publicar un comentario