Oscar Jalil publicó la siguiente nota en la Rolling Stone (edición
argentina), de abril de este año. Según la bajada, “Antes, todos los títulos
eran castellanizados con un criterio dudoso”. Sin embargo, todo indica que no
había criterio alguno.
Por favor, yo: pequeñas anécdotas sobre la mala
traducción en la música
En agosto de 1963, llegó a
las disquerías porteñas un simple de Los Grillos editado por la filial local de
EMI con los tracks "Para ti" y "Gracias nena", que no
vendió casi nada. Unos meses después, EMI editó otro single de Los Grillos, con
las canciones "Amame" y "Por favor yo", pero las cosas ya
habían cambiado: la fiebre ya había empezado a levantar temperatura. Los
Grillos eran Los Beatles y esos dos tracks, eran "Love Me Do" y
"Please Please Me". En EMI no sólo habían obviado una traducción
cercana para la nueva banda inglesa sino que habían abusado de una imaginación
afiebrada y, sobre esa base de malas traducciones y la necesidad de adaptar al
castellano sin siquiera considerar el sentido original de un título, surgió una
auténtica saga del espanto que llegó hasta la década del 80 e incluye tantos
desaciertos como jugadas de autocensura en tiempos de dictadura y traducciones
desopilantes que convirtieron a muchos vinilos en piezas valiosísimas dentro
del mercado del coleccionismo.
"A principios
de la década del 60 existía la cultura de minimizar las letras y a los grupos
nuevos como The Beatles. Mucha gente suponía que todo esto respondía a una moda
pasajera", explica Daniel Lewi, uno de los autores de A, B, C, D, Paul, John, George
y Ringo, un libro que
repasa con minuciosidad quirúrgica las primeras ediciones nacionales de todos
los discos de los Fab Four. "En la investigación no me queda claro si la
gente que traducía era porque no sabía inglés o por una extraña razón inventaba
nombres." El ejemplo clásico de una traducción infame es "Please
Please Me", que aquí adquirió un nuevo sentido a través de "Por
favor, yo", perdiendo el filo sexual del juego de palabras de Lennon.
Por esos días, Ben
Molar era la figura clave en materia de difusión de la música popular argentina
y responsable de lanzar al mercado nombres como los de Mercedes Sosa, Palito
Ortega o las Trillizas de Oro, entre muchos otros. Molar, que en realidad se
llama Moisés Smolarchik Brenner y tiene 99 años, también abusó de las adaptaciones
y traducciones ligeras desde su trabajo en diferentes sellos discográficos:
Little Richard, por ejemplo, fue rebautizado Ricardito y The Who fueron
editados bajo el nombre Los Búhos. "En realidad no era que traducía mal,
él adaptaba la canción para que luego la interpretara alguno de las voces del
Club del Clan", explica Lewi. "Blackbird" fue de las más
terribles: en castellano sería "Mirlo", pero acá se editó con el
título "Míralo".
Alfredo Rosso,
pionero del periodismo de rock en Argentina y melómano consumado, a mediados de
los 70 trabajó en el sello Music Hall y desde diferentes puestos conoció la
cocina de las traducciones surrealistas y más de una vez vivió de cerca los
efectos de la censura. "Era muy común que los discos en los 60 salieran con
un comentario, como sucedía con los primeros álbumes de Los Beatles y Los
Rolling Stones. Eso lo hacía un traductor, pero cuando se dejó de realizar ese
trabajo nadie iba a molestar a un profesional para que le tradujera diez
títulos de canciones, entonces comenzaron a hacerlo los propios encargados del
departamento internacional ayudados de un diccionario. Ahí empezaron los
problemas", explica Rosso. "Hay traducciones como Mean Business del grupo The Firm, la banda que
formaron Paul Rodgers y Jimmy Page de mediados de los 80. «Mean» quiere decir
«malvado» en una de sus acepciones y la canción podía traducirse como «Un
negocio sucio» o «Un negocio malvado», pero ellos lo tradujeron «Significa
negocio». Terrible."
De la simple
inexactitud de una traducción a los terribles niveles de censura y autocensura
que vivió la industria del disco durante la última dictadura militar, hubo
momentos en los que se llegó al disparate. "Hot Legs", una canción
clásica de Rod Stewart desde 1977, aquí pasó a llamarse "Piernas
sugestivas". "Al día de hoy, es tan absurdo que no lo podes creer. Ya
me gustaría encontrar, deben ser muy viejitos estos tipos, pero habría que
decirles «Discúlpeme, pero usted, además de ser cruel ¿cómo podía ser tan
pelotudo?»", dice Rosso.
A partir de 1976,
comenzó a regir una especie de abecedario de palabras prohibidas promovido por
una comisión de censura previa del gobierno de facto, entre las que figuraban
por ejemplo "aguja" y "cocaína". "Por eso cuando salió
«Needles And Pins», un cover que interpretaban los Ramones aquí no se le pudo
poner «Agujas y alfileres», que es el título original, además la letra dice que
cuando el flaco ve a la chica siente que se le clavan agujas y alfileres. Hubo
que ponerles «Espinas y alfileres». ¡Increíble!"
La lista es
interminable: "Cocaine", por ejemplo, en la versión de Eric Clapton
sufrió una serie de mutaciones hasta que finalmente desapareció de la edición
nacional de Slowhand ("le pusieron como si fuera en fonética
"Kokein" con doble k, a ver si pasaba y no pasó, por supuesto, lo
sacaron"). Y en 1978, mientras el proceso celebraba el Mundial en
Argentina con "We Are The Champions" como banda de sonido de los
festejos, prohibía del mismo disco de Queen (News of The World) una
la canción "Lay Down Make Love", censurada por su alto contenido
erótico.
El artículo del señor Jalil está plagado de inexactitudes; dudo que Lewi haya llamado "simple" a un disco de 78 r.p.m, por ejemplo.
ResponderEliminarTambién se debe señalar que "Míralo" no es un error en la traducción de "Blackbird", sino un error de tipeo. En el libro, en su primera edición publicada por Ediciones Lumiere (hay una segunda edición o reimpresión que distribuye Musimundo, si no me equivoco), en la página 130 se ve claramente que en el interior del doble blanco dice "Míralo", pero en la p. 132, donde está la etiqueta del disco de vinilo, dice "Mirlo".
Hace un par de años, basándome sobre todo en ese libro, escribí un artículo extenso en el que analizaba los errores mencionados y otros más.
Más allá de la responsabilidad de Ben Molar (solo por los primeros temas), el artículo no se refiere a la ley 14.241 y similares que obligaban a anunciar los temas difundidos "en idioma nacional" y otras leyes que disponían que los discos extranjeros reimpresos en la Argentina debían tener traducidos los nombres de los temas y otros textos. Estas leyes no fueron exclusivas argentinas; en España llevó a aberraciones, en algunos sellos, como "Ludovico van.." o "Luis de...", o "Wolfgango Amadeo", "Juan Sebastián". Por lo menos no convirtieron a los de Liverpool en Juan, Pablo, Jorgito y Ricardito.
Eliezer Nowodworski
Aun recuerdo el terrible "Significa Sr. Mostaza" en Abbey Road !
ResponderEliminar