jueves, 17 de abril de 2014

El Salon du Livre de París 2014 (2)

Paula Klein
El 25 de marzo pasado, Paula Klein, investigadora asociada a la Bibliothèque Nationale de Francia, publicó una crónica desde París, en el blog de la librería y editorial Eterna Cadencia. Allí cuenta lo que pasó en las mesas “Literatura emergente” y “Los escritores argentinos en la coyuntura internacional” en las que participaron los escritores Miguel Vitagliano, Selva Almada, Lucía Puenzo, Pía López, Martín Kohan, Samantha Schweblin y Leandro Ávalos Blacha.

Literatura argentina anti for export


Entre el 21 y el 24 de marzo las letras argentinas recibieron todos los honores en el Salón del libro de París. Una Babel de lectores ávidos de entender por qué esta literatura está hoy en el centro de la escena literaria internacional inundó el stand de la Argentina ubicado en el inmenso predio de la Porte de Versailles. Las actividades previstas por el centenario de Cortázar, los homenajes y mesas de discusión en torno a la obra de Gelman, Borges y Saer atrajeron, como era de esperarse, una cantidad considerable de lectores. Pero también resultó significativo el interés que la literatura que los franceses llaman “del extremo contemporáneo”, suscitó entre los visitantes del Salón. Varias mesas redondas se propusieron reflexionar acerca de las causas de la creciente proyección internacional de las letras argentinas.

Los escritores invitados al Salón recordaron, en varias ocasiones, la crisis que atravesó la industria editorial argentina en los años 90 como una de las paradójicas causas de la riqueza y la variedad que se refleja en los catálogos de las pequeñas y medianas editoriales argentinas.

Samanta Schweblin (Premio Juan Rulfo por La pesada valija de Benavides, 2010) describió así la particular configuración que dio lugar al boom de editoriales independientes tras la crisis de 2001. De una parte –afirmaba Schweblin– “había una demanda creciente de parte de los lectores por el encarecimiento de los libros importados”, prácticamente inaccesibles después de la devaluación. La crisis veía nacer, por otra parte, la primera camada de flamantes egresados de la carrera de edición. Verdes, quizás. Pero voluntariosos.

La aparición de unas 150 editoriales independientes forma hoy parte del saldo positivo de la crisis. Adriana Hidalgo, Eterna Cadencia, Caja Negra, Mar Dulce, Eloísa Cartonera, Entropía, Pánico el Pánico, son sólo algunas de las incontables editoriales que eligen publicar autores que los grupos más grandes rechazan.

Al mismo tiempo, el diálogo entre escritores, editores y lectores dejó en claro que el auge de las editoriales argentinas independientes (“¿independientes de qué?” preguntaba, con ánimo discutidor, un asistente a la mesa sobre los escritores argentinos en la coyuntura internacional) durante los últimos 15 años no es una excepción local. Las crisis económicas parecen generar, al menos en Francia, un caldo de cultivo particularmente favorable para el surgimiento de pequeñas editoriales.

En una entrevista reciente, Leonora Djament, editora de Eterna Cadencia, mencionaba un cierto desaliento al constatar que, hasta hace apenas unos años, las editoriales extranjeras buscaban un canon o una literatura for export, imaginándose cierto exotismo argentino o latinoamericano muy alejado de la literatura que publican las editoriales independientes. La situación empezó a cambiar en los últimos años, en parte gracias a ciertas editoriales extranjeras que se interesan por una literatura con un imaginario menos estereotipado de lo que sería la Argentina.

En Francia, es el caso de Stock, L. Levi o Ed. Métailié, sólo algunas de las numerosas y jóvenes editoriales que privilegian la publicación de autores nóveles y, al mismo tiempo, proponen nutridos catálogos con traducciones de literatura hispanoamericana contemporánea.

Ni tan jóvenes ni tan emergentes
Abriendo el debate de la mesa sobre “Literatura Emergente”, Miguel Vitagliano -autor de Tratado sobre las manos (2013) y profesor de teoría literaria-, invitaba a cuestionar ciertas ideas preconcebidas en torno a la categoría de lo “emergente”. Sin estar necesariamente ligado a una tendencia literaria ni a un corte generacional (alguien mencionaba, para el caso, la literatura de Aurora Venturini), el fenómeno debía plantearse -según el autor- en términos de ciertos “cortes temporales, de ciertos momentos en los que los autores adoptan una determinada posición”. Una posición que provoca una ruptura respecto de la tradición o de las corrientes literarias dominantes.

Luego de un repaso de ciertas tendencias en alza en la narrativa argentina contemporánea, algunas líneas dominantes comenzaron a esbozarse en el horizonte parisino. Se discutió, por ejemplo, el caso de cierta literatura que apuesta por topografías alejadas del costumbrismo urbano: novelas de countries (Claudia Piñeiro), textos que plantean recorridos por los barrios porteños (Daniel Link) o por el conurbano (Leandro Ávalos, Washigton Cucurto, Gabriela Cabezón Cámara, Leonardo Oyola), relatos que transcurren en pueblos y ciudades del interior (Selva Almada, Hernán Ronsino, Federico Falco) y que apuestan a darle una vuelta de tuerca a la tradición de la literatura rural.

Se habló igualmente de la gran experimentación con los géneros: del policial, pasando por los géneros íntimos hasta las novelas de zombies, de escrituras que apuestan a la experimentación lingüística y a la búsqueda de fuentes orales (María Pía López), de una literatura que se propone una revisión crítica de la tradición literaria y de los mitos nacionales. Respecto del relato fantástico, se destacó la irrupción en un plano más realista de la narración del elemento fantástico bajo la forma de lo extraño cotidiano o de lo siniestro (Sergio Bizzio, Samanta Schweblin, Lucía Puenzo).

Las llamadas “narrativas de la memoria”, estuvieron también presentes en los debates. Se discutió, entre otros procedimientos, la articulación entre documentación y pura invención a la hora de dar cuenta de hechos de nuestro pasado reciente. Pienso, por ejemplo, en la discusión en torno al tratamiento literario de hechos históricos a partir de ciertos “mitos” que pueblan nuestro imaginario nacional –tema que surgió a partir de una de las preguntas formuladas por Annick Louis, especialista en literatura argentina, en torno al tratamiento del “mito del tesoro” de los exiliados nazis en la Patagonia, tal como éste aparece en Wakolda (2011) de Lucía Puenzo.

Otro de los casos mencionados fue la utilización por parte del escritor de ciertos motivos que forman parte de nuestro imaginario nacional y que pueden funcionar como disparadores de una reflexión histórica “en clave” por parte de los lectores. Así, por ejemplo, caracterizaba Martín Kohan la referencia al combate Firpo-Dempsey que aparece en su novela Bahía Blanca (2012), cifrando el mito de aquel glorioso destino nacional que se ve continuamente frustrado por fuerzas misteriosas y omnipotentes.

La Internacional Argentina
Interrogados, finalmente, sobre las dificultades de lectura que puede experimentar un lector extranjero no familiarizado con el universo referencial de las novelas, los escritores coincidían en que la pertenencia a una determinada tradición literaria, histórica o política no hace sino contribuir a la diversidad de las lecturas.

Ciertamente, un lector del Facundo traducido al árabe no leerá el mismo texto que nosotros pero acaso su lectura capte algo que al lector local se le escapa.

Hacia el final de la mesa en la que se abordaban estas cuestiones, un lector francés arremetió contra el título de la última novela de Kohan: “¿Por qué decidió ponerle Bahía Blanca? Ningún extranjero va a entender”. Con humor, el autor le responde que, posiblemente, ese malentendido inicial haga de él un mejor lector de la novela de lo que podría ser un lector oriundo de Bahía Blanca. Es más –agrega-, “posiblemente el de Bahía Blanca sea el peor lector, estafado como podrá sentirse al descubrir que la ciudad de Bahia Blanca no se parece en nada a su ciudad real”. En un brote de infinita sabiduría, la mujer sentada al lado del impertinente lector francés (y que casualmente era de Bahía Blanca) se limitó a señalar que a ella le había gustado la novela.

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