Adriano Celentano y su característica fineza |
Como se leerá a continuación, la mente de Guillermo Piro nunca descansa. Así lo
demuestra la columna que publicó en el diario Perfil del 20 de diciembre pasado. En ella habla del súbito
descubrimiento de algo que siempre estuvo ahí sin que lo hayamos advertido.
También sucede cuando uno traduce.
Una oda a Onán
Hace siete años que tengo un jean DPSR
–las siglas provienen de Denim People’s Republic–. Es una marca de jeans
coreana, los –a mi juicio, lo que es siempre un poco improbable– mejores jeans
del mundo. Tengo ese jean desde hace siete años. No hace siete días o siete
meses: siete años; y recién ayer descubrí la existencia de un pequeño bolsillo
que me había pasado desapercibido. Cuando en 1800 Levy Strauss inventó el jean
no existian aún los relojes pulsera, todos eran de bolsillo. Ese pequeño
bolsillo fue pensado para llevar el reloj de bolsillo, colgando de la
respectiva cadena o leontina. El jean del que hablo a simple vista carece de
ese pequeño bolsillo, pero lo tiene, desplazado, en posición vertical. Cuento
esto porque ayer también descubrí otra cosa que me pasó desapercibida no siete
años, sino casi cuarenta.
En 1968
Adriano Celentano grabó una canción escrita por Luciano Beretta y Miki Del
Prete. La canción se titula Una carezza in un pugno, y acabo de darme cuenta de
que se trata de una oda a la masturbación. Quien habla en la canción lo hace a
una muchacha que ya no está con él. Esté donde ella esté, sigue siendo suya,
asegura, y cuando llega la medianoche él aferra la almohada entre los brazos y
busca su cara, “que aparecerá espléndida en la sombra”. Para él equivale a
tocar una estrella con la mano. Pero hay un problema. Si en ese momento ella
está pensando en otro hombre, su mano, donde ella hasta hace un instante
brillaba, se convierte en un puño cerrado. La solución que encuentra quien
habla es la siguiente: si ella verdaderamente lo quiere aún, él le sugiere que
entre las 12 y las 12.30 de la noche piense en él, para que de ese modo del
puño cerrado nazca una caricia.
Las
analogías son tan obvias que voy a prescindir de las interpretaciones. Aquello
de lo que la canción habla es evidente, pero ése no es el asunto. Me pregunto
ahora cuántas cosas que doy por sabidas y aprendidas y comprendidas no siguen
ocultando secretos, bolsillos ocultos, interpretaciones cuyo mimetismo depende
de la pátina con que las cubrimos, de los signos que no leemos, de las cosas que
pretendemos saber y en realidad ignoramos. ¿No será eso ahora que lo pienso? Es
por eso que releemos libros y le asignamos al crecimiento –en un sentido amplio
e impreciso– cualquier nueva interpretación que nos había pasado desapercibida.
El libro –el jean, la canción de Celentano– está ahí y siempre es igual a sí
mismo. No sé de qué depende, pero el tema consiste en mirar, en un sentido
amplio, lo que tenemos delante, sin esperar encontrar nada más que aquello que
lo que tenemos delante nos muestra.
O a lo
mejor está bien que todo ocurra así, y lo que queda es aceptar que el arte
consiste en la iluminación en cuotas, en mostrar y diferir a intervalos, en
demostrar que quien se obsesiona y mantiene la obsesión al final termina viendo
con claridad
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