Segundo
texto de María José Furió, sobre el
mismo tema que ayer. Esta vez se trata de una columna publicada por El Trujamán
el 16 de diciembre del año pasado.
Alegorías de la traducción (2):
El cuerpo esclavo como texto
La literatura
de la esclavitud no busca un orden lógico, dado que la voz de los esclavos
rebelados no puede encontrarse en archivos y documentos, «emerge de un limbo
entre ficción y autenticidad, y más precisamente como literatura».
El silencio
en los archivos occidentales contrasta con lo que Chamoiseau llama «presencias
vociferantes» [présences
hurlantes] en las
Antillas, el eco de la experiencia de los ancestros esclavizados. «La
esclavitud es un exilio y como tal el esclavo tiene la obligación de olvidar su
lenguaje, rituales y creencias, tiene prohibido un punto de vista subjetivo
básicamente porque se le convierte en un objeto». El silenciamiento del
esclavo, forzado de múltiples maneras ya desde su embarque, prosigue con
castigos tan elocuentes en términos simbólicos como cortarle la lengua al
rebelde, al que habla fuera de turno. Las violaciones, las amputaciones, el
desmembramiento, todo alude a la fragmentación de la identidad individual y a
la imposición del lenguaje del colono, del poder.
El viaje
—como la traducción— es el paso de una orilla a otra, donde la identidad del
cuerpo cambia, sufre diferentes alteraciones para convertirse en un ser, un
texto, diferente. La travesía y el barco negrero inspiran las metáforas del
crisol, la matriz, el útero, la gestación y el parto que alumbra a un ser
nuevo.
Una cuestión
clave es quién es el traductor en esta aventura. En principio, los negros
ladinos, que conocían los dialectos hablados por los cautivos, traducían sus
palabras, transmitían las órdenes de los capitanes, mercaderes y también de los
cirujanos de a bordo. El cirujano, por su parte, era el responsable
de la salud del esclavo. Se trataba de someter al cautivo pero sin malograr la
ganancia, por lo que los castigos tenían una función ejemplarizante. El
cirujano y sus ayudantes determinaban el valor del esclavo y la función que
podía desempeñar cada cual —viajaban también mujeres y niños.
Wawn adopta
varias teorías de la traducción para sustentar su tesis. Quizá la mejor
desarrollada sea la Teoría interpretativa o Teoría del
sentido, de Seleskovitch y Lederer, donde equipara las tres fases de la
operación de traducir con la «translación» de los esclavos desde su identidad
libre a su identidad cautiva, y las resistencias diversas. En una primera fase
se «capta el sentido» del texto y el tema; así se examinaba el cuerpo del
cautivo tasándolo según su potencial interés dentro del sistema de la trata. El
mal traductor, como el cirujano de a bordo, se apropia del texto y desvirtúa su
identidad original, transformándolo en una «pieza de Indias». La segunda fase,
la desverbalización, es posible porque se considera el mensaje del texto como
una invariante no verbal, de modo que el sentido subyace en abstracto bajo las
palabras. Este «despiece» del armazón lingüístico permite al mal traductor
alterar mucho o del todo el sentido del texto. Así el cuerpo del cautivo ve
abstraído su significado original en su entorno nativo, sometido a su destino
en la plantación, lugar de «exilios culturales». En la última fase, la
reexpresión, el traductor usa su saber lingüístico y experiencia para hallar
equivalencias en otro idioma. El cirujano en el puerto decide el valor
mercantil de los esclavos y su destino.
Las variadas
resistencias a la sumisión son el tema de las narrativas créole, una lengua mestiza formada por la amalgama
de dialectos africanos, restos de las lenguas nativas caribeñas anteriores a la
colonización europea, y naturalmente de los idiomas europeos y dialectos de los
colonos.
Wawn destaca
la figura del conteur en la obra de Glissant. En un entorno
de colisión de culturas y de jerarquías racistas de poder, el conteur criollo crea un lenguaje propio,
rítmico, profuso en onomatopeyas y aliteraciones, que juega con la sintaxis del
francés o del inglés. Un habla rica en influencias amerindias, africanas,
europeas que se transmitió oralmente, siendo uno de los instrumentos de
resistencia más poderosos contra las narrativas opresoras de las naciones
colonizadoras al difundir una memoria, un coraje y una historia común a su
auditorio.
El origen
mestizo de su lenguaje define la narrativa créole, y plantea obstáculos y retos al traductor contemporáneo, una
dificultad ya señalada por traductores de otros territorios poscoloniales como
el portugués de Brasil. Los textos mestizos son por ello poco rentables dentro
de una cultura como la española, apenas familiarizada con las culturas
emergentes afrocaribeñas y reticente a aceptar lecturas que discutan su
centralidad cultural.
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