El 21 de mayo pasado, Guillermo Piro, en su columna del diario Perfil, publicó el siguiente artículo sobre el bibliotecario Abdel Kader Haidara y su cruzada por
salvar valiosos manuscritos antiguos de los extremistas islámicos.
Los bibliotecarios de Tombuctú
En Estados Unidos acaba de salir el libro The Bad-Ass Librarians of Timbuktu and Their
Race to Save the World’s Most Precious Manuscripts –algo así como Los valientes bibliotecarios de Tombuctú y
su empresa por salvar los manuscritos más preciosos del mundo–, en el que
el periodista Joshua Hammer cuenta la historia del bibliotecario malí Abdel
Kader Haidara. En 2012, junto con sus colegas, salvó 350 mil manuscritos
antiguos de las fuerzas de Al Qaeda que habían conquistado la ciudad. Se trata
de uno de los raros casos en que objetos históricos y culturales son puestos a
salvo de extremistas islámicos que los habrían destruido.
En un artículo publicado en The Wall Street Journal, Hammer cuenta la breve historia de Haidara. Comienza en los años 80, cuando el entonces joven bibliotecario viajó por el desierto del Sahara para recuperar y poner a salvo miles de textos antiguos de la tradición islámica de Mali. Hasta 1993, Haidara trabajó en el Instituto Ahmed Baba de Tombuctú, un importante archivo fundado en 1973 por la Unesco.
En abril de 2012, volviendo de un viaje de trabajo, Haidara encontró a Tombuctú bajo el control de extremistas islámicos ligados a Al Qaeda. Temiendo que los miles de manuscritos raros conservados en las bibliotecas y archivos de la ciudad fuesen destruidos, Haidara organizó una operación de salvataje ayudado por parientes y colegas. Los manuscritos se remontaban a los siglos XV y XVI, cuando la ciudad era un importante centro comercial y hospedaba a más de 150 universidades. El volumen de más valor era una edición del Corán de pequeñas dimensiones que data del siglo XII. Las páginas están hechas con piel de pescado y algunas letras del texto, totalmente escrito en color azul, están decoradas con gotas de oro. Haimara tenía razón: en enero de 2013 los milicianos de Al Qaeda prendieron fuego al Instituto Ahmed Baba, que conservaba entre 60 y 100 mil manuscritos en contenedores climatizados para evitar que se deterioraran. Mientras tanto, Haidara había conseguido poner muchos en un lugar seguro. Algunos meses antes había ganado una beca de estudio de la Fundación Ford de 10 mil euros para ir a estudiar inglés a Oxford, y utilizó el dinero para sacar los manuscritos de Tombuctú. Organizó así el transporte de manuscritos desde Tombuctú hasta la capital de Mali, Bamako, más al este y fuera del control de Al Qaeda. Haidara y sus ayudantes compraron cajas de madera, utilizaron barriles de nafta como contenedores e hicieron un recorrido en etapas llevando la carga en mulas. La travesía duró ocho meses, viajando de noche, evitando tanto a los yihadistas como a los soldados del ejército de Mali.
Hoy
Haidara tiene 51 años, vive en Bamako y quisiera llevar de vuelta los
manuscritos a Tombuctú, pero la situación en el norte de Mali todavía es
demasiado inestable para atreverse a tanto
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