María
José Furió nos
viene acostumbrando a muy buenos textos. En la oportunidad, uno, aparecido en
El Trujamán del 22 de junio pasado, a propósito de la Casa del Traductor de
Arles
Talleres
de traducción: traductores durante un día
Desde hace años, la Casa del Traductor de Arles,
Francia, desarrolla un trabajo de acercamiento a la ciudad donde tiene su sede
en forma de actividades culturales gratuitas. Entre todas ellas, los talleres
de traducción «Traductor durante un día» han obtenido una excelente respuesta.
Están abiertos a todos los ciudadanos que deseen participar, no requiere
conocer el idioma de partida —alemán, italiano, español, portugués— ni al autor
traducido. El programa de este año incluye a Andrea Camilleri y Franz Kafka. El
taller de español girará en torno a Nada es crucial, del excelente
narrador sevillano Pablo Gutiérrez.
En marzo tuvo lugar el taller de italiano, dirigido
por Dominique Vittoz, traductora multipremiada del siciliano Camilleri. Su
experiencia como profesora universitaria se detectaba en la soltura con que se
manejaba entre un grupo mixto compuesto por veinte personas de entre
veintitantos y setenta años, a los que animaba a presentarse e indicar su grado
de conocimiento de italiano. Coincidían todas las posibilidades: desde quien no
sabía una palabra hasta un par de nativos, residentes en Arles o cerca;
también, varios estudiantes de italiano, un par de señoras de edad que lo
cursaron en su adolescencia y otros con rudimentos fruto de un interés particular.
El nexo común era la afición a la lectura y la curiosidad por la experiencia de
traducir.
El taller se estructura en tres partes: la
presentación del texto, el trabajo en grupos o individual y la puesta en común,
con la discusión correspondiente para obtener un texto si no definitivo sí
aceptable. La traductora entrega dos juegos de textos: el fragmento en italiano
de Il birraio di Preston [L’Opéra di Vigàta en francés], novela de
1995, y un par de páginas con un listado de palabras en dialecto siciliano y
expresiones italianas o dialectales con su correspondencia en francés. Acto
seguido, lee y traduce en voz alta en francés estándar el sentido del original
de Camilleri. El fragmento elegido lo tenía todo para interesar al gran
público: una viuda de buen ver conoce en la iglesia, a la que acude religiosamente todos
los días, a un apuesto marinero… tuerto. La intriga gira en torno a darle cita
al galán cuando un pariente que ejerce de carabina no la deja sola ni a sol ni
a sombra.
A disposición de los traductores, Vittoz puso
diccionarios de regionalismos, otro de expresiones ilustradas, eróticas, etc.,
que nuestros diletantes no llegaron a utilizar. ¿En qué consiste entonces la
experiencia?
De entrada, se trata de que los arlesianos y
habitantes de la región que lo deseen conozcan por dentro el Espacio Van Gogh y
el Colegio de Traductores —el aspecto severo del edificio tiene algo de
monasterio cerrado sobre sí mismo, si exceptuamos el florido jardín abierto
todo el año—. Luego, dar a conocer los rudimentos del trabajo en otro idioma y
los interrogantes, desafíos, obstáculos y soluciones que plantea traducir al
francés un texto literario concreto. El trabajo en grupos permite aliar
distintos grados de conocimiento del italiano —y, naturalmente, también del
propio idioma—, de formación académica y hasta bagaje profesional o de otro
tipo. Añaden un ingrediente interesante los registros de lengua, jergas y
vocabulario propios de cada generación.
El éxito de esta experiencia descansa en la
dinámica generada por la «virginidad» profesional de los traductores durante un
día. Se enfrentan a un texto sin ninguna de las coacciones, vicios, rodeos o
atajos que acotan la tarea del profesional. Salvo el periodo de tiempo cerrado
—el taller dura dos horas y media—, tienen entera libertad para poner en juego
sus conocimientos del idioma, su inventiva y versatilidad lingüística,
descubrir la intriga y retos que entraña ser fiel a un texto dialectal, qué
opciones ofrece su idioma para reflejar la posición excéntrica de un dialecto,
cuál sería el equivalente francés del siciliano. Mientras Vittoz debe su
prestigio a la recreación del lenguaje de Camilleri mediante una combinación de
vocablos de hablas locales y arcaísmos procedentes del francés antiguo, los
traductores aficionados no utilizaron los diccionarios de regionalismos quizá
porque no pasaron a esa fase de la traducción en que uno comprende que no hay
una transposición exacta de un idioma a otro y que debe recrear el sentido. Lo
creativo de estos talleres está, sobre todo, en confrontar la profesionalidad
de una traductora avezada con el entusiasmo y la curiosidad de adultos que
ignoran los gajes del oficio. Seguramente, estos polos opuestos marcan el punto
de coincidencia del máximo entusiasmo: el de quienes han de descubrir la tarea
de traducir sin presiones profesionales y el de la experta que ha adquirido con
su práctica la libertad de rebasar y expandir las fronteras del idioma.
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