Santiago Alcoba |
Santiago
Alcoba es catedrático de Lengua Española de
Universidad Autónoma de Barcelona, y espontáneamente, ha enviado el siguiente artículo
donde se retoman las cuestiones tratadas por Daniel Varacalli Costas en su entrada
del 20 de junio pasado, quien a su vez retoma lo discutido oportunamente por Jorge
Aulicino (29 de enero de 2010) y Fernando Sorrentino (30 de enero de 2010) a propósito del título de la célebre novela de J.D. Salinger. Por sus dimensiones, el artículo se ofrece en dos partes. He aquí la primera.
El saco de El
cazador oculto
por El guardián
entre el centeno (I)
Me advierte Andrés Ehrenhaus[1]
(¡gracias!) de la reciente publicación en el sitio del Club de Traductores Literarios de Buenos Aires de una entrada de Daniel Varacalli Costas[2]
sobre la titulación en español de la obra de J. D. Salinger, The Catcher in the Rye, publicada como El cazador oculto en las versiones
argentinas de Manuel Méndez de Andes, en 1961, y de Pedro B. Rey, en 1998; y
publicada como El guardián entre el
centeno en las versiones españolas de Carmen Criado para Alianza, en 1978,
y en 2006, en edición revisada.
El motivo de estas páginas es el texto de Daniel Varacalli que desarrolla
una argumentación que me hace pensar en Oona O’Neill, la bellísima hija de
Eugene O’Neill, y en la conclusión, que comparto, del comentario que le dedica
Jorge Aulicino[3]. Porque
yo añadiría a Phoebe-Oona a la hipótesis de sueño de Aulicino. No entraré aquí
en las consideraciones de Daniel Varacelli. Prefiero la hipótesis de Aulicino
basada en la metáfora literaria del inglés ‘catcher’ y del español ‘cazador’:
«Si uno lee un poco en castellano, un poco en inglés, no tiene dudas de
que HoldenCaulfield no está en la vida en general atrapando mariposas o
escarabajos, y mucho menos, papando moscas. En ningún caso, además, está en
posición de guardián. No vigila nada en lo absoluto.»[4]
Pero la hipótesis de la argumentación que voy a desarrollar me la sugirió
Fernando Sorrentino[5] cuando
considera un hallazgo el título argentino de El cazador oculto en la primera versión en español del texto de
Salinger, de Méndez de Andes para Fabril, en 1961, con los argumentos, que yo
comparto, de Rodolfo Rabanal, basados en el sentido de las funciones del cátcher (metafórico):
«El guardián es el arquero —como lo llamamos nosotros en el fútbol— o,
para ser más claro, el jugador que en el béisbol corre para atrapar la pelota;
si ese jugador se encuentra, de manera figurada, en un campo casi idéntico a un
trigal, estará evidentemente oculto y fuera del alcance del bateador. En suma,
«cazaría» la pelota desde una guarida y se comportaría como un cazador oculto.
Ésa es la idea que inspiró el título de Salinger, sólo que en inglés, y en los
Estados Unidos, bastaba con la literalidad para establecer la metáfora. Pero en
la versión en español era preciso imaginar el propósito de Salinger y dar exactamente
la idea que el autor buscaba. En efecto, eso se hizo, y de manera brillante en
la traducción argentina.»[6]
Con estas consideraciones de Fernando Sorrentino, avisado por Andrés
Ehrenhaus, pude desarrollar un largo epígrafe para un curso MOOC de la UAB para
la plataforma COURSERA, Corrección,
estilo y variaciones de la lengua española, donde se aducen algunos
argumentos estrictamente lingüísticos, que reitero y amplío aquí, sobre la
titulación de El cazador oculto de
las versiones argentinas de la obra de Salinger.[7]
En concreto, usaré algunos argumentos de autoridad, para cuyas citas, quizás
algo largas, pero imprescindibles para que sean autosignificativas, pido la
comprensión del lector. Como las referencias son fácilmente localizables en la
red, con el buscador habitual, y como ni el sitio ni el texto exigen las
condiciones de formato y rigor estrictamente académico, ahorro notas y
referencias al pie, para más comodidad de lectura. Las citas y sus dueños están
bien identificados con el procedimiento tipográfico habitual.
Condiciones previas. Antes de entrar en harina, daré por supuestas
estas condiciones: 1º, argumentaré desde la lingüística y no desde la traductología;
2º, el título de una obra traducida lo sugiere el traductor, pero lo confirma e
impone el editor, y más si estamos ante una retraducción («Mi experiencia
es que nunca se me ha dejado elegir el título de ninguna novela que haya
traducido, siempre me lo han dado traducido ya. Hay casos en los que el
traductor puede opinar o dar opciones, pero siempre la decisión final la tiene
el editor.» Dice la traductora
Natalia Navarro[8]); 3º, en
una retraducción, por aprovechamiento económico y de la difusión previa, parece
lógico suponer que se confirme el título de la versión anterior; 4º, si se
cambia el título de la retraducción, operación menos económica, se deberá a una
corrección o a otros motivos, confesados o inconfesables, pero de gran peso
para el editor.
La presa es El cazador oculto.
De entrada, podemos ponernos de acuerdo en que el foco de la cuestión está en El cazador oculto, que salió primero,
que interpreta la metáfora-metonimia del catcher
con la metáfora-metonimia del cazador,
y que, si no traduce el término catcher
(Sorrentino), lo interpreta poéticamente (Aulicino) en parecidos ecos
literarios. Por tanto, ceñiré mi razonamiento al cazador de Méndez de Andes y al fundamento de lengua, que justifica
la elección, para demostrar que el término satisface con creces las condiciones
de travesía literaria en la nueva lengua, sin necesidad de corrección o de
suplantación por abordaje, no ya de la traductora de las versiones españolas,
sino del editor de la capital, que hizo la encomienda.
El hilo discursivo será sencillo: después de fijar algunas suposiciones
previas, voy a centrarme en el estudio de los cambios de título en las
retraducciones, en español, y en la obra de Salinger que nos ocupa, con tantas
versiones: cuatro en español, dos en francés, dos en italiano, dos en catalán, dos
en portugués, una en la variante brasileña de la lengua portuguesa, y una en
gallego; por no fijarnos más que en las lenguas de la familia. Desde esta
mirada sobre el paisaje me centraré en las sanciones del diccionario y del uso,
para poner de manifiesto el ingenioso hallazgo de interpretación y de creación
literaria que supone la titulación con el término decazador,que satisface de la mejor manera, cumplida y ajustadamente
en nuestra lengua, los ecos del ingléscatcher
de Salinger.
Sobre los cambios de título dice Guillermo Schavelzon, y yo suscribo:
«Existen libros que circulan
desde hace décadas en América Latina devenidos en clásicos, que cuando años
después son publicados en España, aparecen con cambios en títulos que ya
estaban muy establecidos. Cuando lo veo, siempre me pregunto ¿habrá razones
filológicas fundamentales que aconsejen el cambio? ¿Se trata de diferenciarse,
de una búsqueda de originalidad? ¿Es un proceso de españolización
imprescindible, o hay cierto menoscabo por lo que se hizo “en la periferia” de
la lengua?»[9]
Aquí aventuramos una respuesta para estas preguntas de Schavelzon.
Porque el mismo autor añade: «Es cierto que con el paso del tiempo algunos libros
necesitan nuevas traducciones, pero otra cosa es modificar títulos muy
establecidos.» En el mismo sitio,
como muestras de su razonamiento, Schavelzon examina de manera elocuente los
casos de Allá lejos y hace tiempo vs.
Allá lejos y tiempo atrás, que
despacha con la autoridad de Alberto Manguel: «Allá lejos y hace tiempo está tan establecido como título como Caperucita roja (y no
“El capuchón escarlata” u otras tonterías así).»
Augusto Monterroso se refiere a títulos consagrados como La importancia de llamarse Ernesto, La piel
de nuestros dientes, Otra vuelta de tuerca, o El sonido y la furia, para argumentar con contundencia y
autorización lingüística y lexicográfica diferentes problemas de
interpretación, pero sin solución, una vez que la obra ya tiene un título
asentado en español.[10]
Es distinto el caso de La
metamorfosis, de raíz latina, que defiende su última traductora, Isabel
Hernández, según el título asentado en la lengua, frente al título de La transformación, de raíz griega, que
defiende Jordi Llovet, basándose en distintas referencias del texto, «aunque no
llegue a cuajar nunca por culpa de Ortega y Gasset o de Fernando Vela», según
concluye el mismo Jordi Llovet, editor de las Obras completas de Kafka. Un título asentado y con tradición no se
cambia.[11]
Con el Ulises de James Joyce
la intervención no está en el título, claro, está en las versiones, y como no
soy del ramo, citaré la autoridad de Juan José Saer, porque cuando se refiere a
los hechos del Ulises en las
distintas versiones, argentina y españolas, da la impresión de estar
refiriéndose a las versiones de Salinger que nos ocupan.
Del Ulises hay cuatro
versiones y un saqueo ignominioso “producto de una vulgar operación comerciar”,
dice J. J. Saer. La primera versión es la argentina de José Salas Subirat
(Buenos Aires, Rueda, 1945); la segunda es la española de José María Valverde
(Barcelona, Lumen, 1976); la tercera es la también española de María Luisa
Benegas y Francisco García Tortosa (Madrid, Cátedra, 1999), y la cuarta es otra
versión argentina de Marcelo Zabaloy (con la colaboración de Edgardo Russo,
para El cuenco de Plata, Buenos Aires, 2015). De las dos primeras dice J. J.
Saer:
«Aunque el hecho de haber sido el primero en algo no debe darle a la
hazaña realizada más mérito del que posee intrínsecamente, es cierto que quien
la lleva a cabo se expone a dos peligros que a menudo son las caras de la misma
moneda: la crítica prejuiciosa y el saqueo. Tal ha sido el destino —que
algunos, hay que reconocerlo, se empeñan desde hace algún tiempo en corregir—
del extraordinario trabajo de Salas Subirat. Sería inadmisible que quien se
abocase a una segunda traducción de Ulises al castellano pretendiese
ignorar que existe ya la primera y tal parece haber sido la actitud del
profesor Valverde, quien en las 46 páginas de su prólogo, rinde un elogio
(justificado) a la versión del Retrato por Dámaso Alonso, pero no dice
una palabra de la traducción de Salas Subirat, aunque cuando se comparan las
dos versiones se entiende a menudo que las opciones de Valverde tienen como
único justificativo la obsesión de no parecerse a la traducción anterior.»[12]
Un profesor de prestigio hace una obra de referencia para una editorial
prestigiosa, pero por la consideración de J. J. Saer en una actitud que la
sabiduría popular enuncia con el dicho de que “No hay mayor desprecio que no
hacer aprecio”. Esta operación con el Ulises
recuerda sobremanera el caso de El
guardián entre el centeno, de 1978, con la mejor traductora de la villa y
una colección de referencia, pero, sin duda, en una operación de marrajo
avispado que disimula inventado un nuevo título para El cazador oculto, con la misma “obsesión de no parecerse a la
traducción anterior”, que diría J. J. Saer.
Por cierto, ¡qué parecidas condiciones! José Salas Subirat, “escritor
autodidacta argentino, autor de dosnovelas, libros sobre seguros y de autoayuda”
dice la enciclopedia de la red; y Manuel Méndez de Andes, empleado bancario y
colaborador y traductor para la revista Para
ti, según Carina Andrea Salice, sobrina
nieta, y Silvia Colmenero de Méndez de Andes, por una pista de Fernando
Sorrentino. El caso de Marcelo Zabaloy, ex jugador de rugby e instalador de
redes, confirma esta manera de hacer: dedica diez años a traducir al castellano
rioplatense la cuarta versión del Ulises
a la que se refiere László Erdélyi en una entrevista: «La crítica la ha
recibido bien en Uruguay y en Argentina; este cronista pudo comprobar que la
versión fluye, de principio a fin, a diferencia de la versión de Valverde,
llena del ibérico vosotros y mucho
más académica. »[13]
Frente a la versión argentina de Méndez de Andes, la española es una
magnífica versión de Carmen Criado en la variante peninsular de la lengua, que
se pretende distinta desde el título hasta el imprimido.
Pero si El cazador oculto no es un título con solera, sí que es muy atinado
por distintos motivos que aduciremos a continuación. Por eso es crucial el
asunto del título.
Como primer argumento externo de que el cambio de título en las versiones
españolas respecto de las argentinas no es un asunto trivial, ni pretende
corregir una interpretación, ni se propone corregir un error como los apuntados
por Monterroso, ni es una cuestión exegética como la de La metamorfosis, veamos lo que ocurre en las sucesivas versiones de
la obra de Salinger en las lenguas de la familia. Ordeno las referencias por
orden de publicación de la primera versión en cada lengua.
En francés tenemos dos versiones con el mismo título, L’attrape-cœurs, la primera, de Jean
Baptiste Rossi, más literaria, según los teóricos (París, Robert Lafont, 1953),
y la segunda, de AnnieSaumont (Robert Lafont, 1986), más oral, según Isabelle Génin.[14]
En octubre de 1961 sale la primera versión en español de Argentina con
el título de El cazador oculto, de
Manuel Méndez de Andes (en Fabril). Le sigue la segunda versión, en español
peninsular, que el editor titula El
guardián entre el centeno, de Carmen Criado (en Alianza, 1978). Continúa la
tercera versión, en cuidado español argentino de Pedro B. Rey, con el título
original de El cazador oculto, encargada
por Gigliola Zacchin de Duhalde (Sudamericana Joven, Buenos Aires, 1998). Por
último, la cuarta versión, en cuidadísimo español peninsular y con algunas
intervenciones lingüísticas que hacen más literaria la obra, se publica una
versión revisada por la misma Carmen Criado, con el título, ya generalizado, de
El guardián entre el centeno
(Alianza, Madrid, 2006).
En noviembre de 1961 se publica la primera versión italiana con el
título de Il Giovane Holden, de
Adriana Motti, en Einaudi, que publica una segunda versión, con el mismo
título, obra de Matteo Colombo, en 2014.
En catalán también tenemos dos versiones: la primera, temprana, en
1965, para Club Editor, se tituló L’ingenu
seductor. Su autor, Xavier Benguerel, quizás conociera la versión de Méndez
de Andes, pues recién regresaba del exilio chileno. El motivo de este título se
apunta en la Nota de los editores
(otra prueba de que son los responsables de la titulación), que explica la
publicación: «En la impossibilitat de traduir literalment el títol original, que és un
vers aïllat de Robert Burns (com s'explica a la mateixa novel·la) que en català
no tindria sentit, ens hem decidit pel de L'ingenu
seductor de la mateixa manera que el traductor francès decidí el de L'attrape-cœurs.» En la segunda versión en catalán, en 1990, de Ernest
Riera y Josep M. Fonalleras, el editor, Empuries, calca el exitoso título de
las versiones españolas, El vigilant en
el camp de ségol, con una evidente intención de aprovechar el eco del
título de Alianza (El guardián entre el
centeno), que quizá se ofrezca en las librerías en la mesa de al lado.
De las ediciones en portugués, la primera versión, de 1967, en variante
brasileña, debida a Álvaro Alencar, Antônio Rocha, Jório Dauster y Jorio Dauster,
se publica, en edición de autor, con el título de O Apanhador no Campo de
Centeio, con evidentes ecos interpretativos y sentido afín al del catcher de Salinger y el cazador de Méndez de Andes. Las otras
dos versiones, portuguesas, eligen títulos ‘imaginativos’: Uma Agulha no
Palheiro, de Joao Palma, en 1967; y À Espera no Centeio, de José
Lima, en 2005.
La primera edición en gallego, de Xosé Ramón Fernández Rodríguez,
aparece en 1999, pero la definitiva (actualizada a la normativa de 2003, según
se advierte en los créditos) se publica en 2006 con el título de O vixia no centeo, que, como la segunda
en catalán, se relaciona con el título español en la referencia de guardián, vigilant, vixia. Nada que ver
con el cazador, apanhador o catcher, como veremos.
En resumen, en el cuadro adjunto se puede ver el panorama de las
diferentes vesiones de TheCatcher in
theRye en algunas lenguas de la familia:
LENGUA
|
AÑO
|
SALINGER, J. D., TheCatcher in theRye
|
Inglés
|
1951
|
Salinger, J. D., TheCatcher in theRye, Little, Brown and Co., Nueva
York, 1951.
|
Español argentino
|
1961
|
El cazador oculto, trad. Manuel Méndez de Andes, Compañía General
Fabril Editora, Buenos Aires, 1961.
|
Español argentino
|
1998
|
El cazador oculto, trad. Pedro B. Rey, Sudamericana Joven, Buenos
Aires, 1998.
|
Español peninsular
|
1978
|
El guardián entre el centeno, trad. Carmen Criado, Alianza, Madrid, 1978
|
Español peninsular
|
2006
|
El guardián entre el centeno, trad. rev. Carmen Criado, Alianza, Madrid,
2006.
|
Francés
|
1953
|
L’attrape-cœurs, trad.
Jean-BaptisteRossi, Robert Lafont, París, 1953.
|
Francés
|
1986
|
L’attrape-cœurs, trad.
AnnieSaumont, Robert Laffont, París, 1986.
|
Catalán
|
1965
|
L’ingenu seductor, trad. Xavier Benguerel, Club Editor, Barcelona,
1965
|
Catalán
|
1990
|
El vigilant en el camp de sègol, trad. Ernest Riera y Josep Maria
Fonalleras, Ampúries, Barcelona, 1990.
|
Gallego
|
1999
|
O vixia no centeno, trad. X. R.
Fernández, Xerais, Vigo, 1999.
|
Italiano
|
1961
|
IlGiovaneHolden, trad. Adriana
Motti, Einaudi
|
italiano
|
2014
|
IlGiovaneHolden, trad. Matteo Colombo, Einaudi
|
Portugués brasileño
|
1967
|
O Apanhador no
Campo de Centeio, trad. Álvaro
Alencar, Antônio Rocha, JórioDauster y JorioDauster, en edición de autor, 4ª
ed. 1967
|
Portugués
|
1967
|
UmaAgulha no
Palheiro, trad. João
Palma-Ferreira, Lisboa: Edição Livros do Brasil, 1967
|
Portugués
|
2005
|
À Espera no Centeio, trad. José Lima Algés, Portugal: Difel, 2005
|
De la relación anterior de diferentes títulos de las versiones de
Salinger en las lenguas de la familia, entre otras consideraciones, se puede
apreciar, primero, la fuerza de El
guardián entre el centeno, que se impone a las versiones de sus vecinas
peninsulares El vigilant en el camp de
segol, en la segunda versión del catalán en 1990, y O vixía no centeo,
en la versión en gallego de 1999-2006; y segundo, la resistencia numantina de
Gigliola Zecchin, que publica en 1998 una magnífica versión de Pedro B. Rey con
el título original deEl cazadoroculto,
más argentina, más oral, como corresponde a la lengua del protagonista HoldenCaulfield
en el original.
Lo interesante de este último acto de resistencia por parte de
GigliolaZecchin es que provoca la reacción del bajel de Alianza, que publica en
2006 una segunda versión de la variante peninsular, con magníficas invenciones,
más literaria, donde la lengua de HoldenCaulfield, entre otros aspectos, se
hace menos reiterativa, menos oral, lejos de la oralidad del original, con
propuesta de versión definitiva, que impone el título de El guardián entre el centeno para todos los lectores de habla
hispana, y que, entre otras aportaciones, que justifican sobradamente la
revisión, sustituye el sistemático y monocorde “uno” de sentido “cualquiera”
impersonal, reiterativo en el original y en las tres versiones anteriores, por
las variaciones del “tú”, “te”, segunda persona del verbo, etc., más variado,
que enriquece la expresión, sin la agobiante reiteración de la lengua de Holden
Caulfield en el original, que se torna más variada, más literaria, menos de
joven adolescente rebelde del Nueva York de los años 40, y de familia bien.
Sin entrar en las condiciones de la traducción, que yo no puedo hacer,
hay que reconocer la extraordinaria labor lingüística y de creación en la
segunda versión de Carmen Criado, de 2006, que, a pesar de que el resultado
literario sea opinable, ha hecho que a partir de 1978 no hubiera más ediciones
de El cazador oculto. Así, la versión
de Pedro B. Rey de 1998 no se explica más que como un breve acto de resistencia
heroica que, desde los anaqueles de las librerías de lance, se ha convertido en
una magnífica fuente de datos para el estudio y argumentación empírica de
algunos aspectos sobresalientes de la variante argentina de la lengua: una mina
de datos, una joya de Pedro B. Rey a cuya libertad expresiva y de creación
lingüística debió contribuir el encargo y el respaldo de Gigliola Zecchin. En
este sentido, quizás se le puedan aplicar las palabras de J. J. Saer cuando se
refiere a la versión del Ulises de J.
Salas Subirats, para Rueda, en 1945: «el río turbulento de la
prosa joyceana, al ser traducido al castellano por un hombre de Buenos Aires,
arrastraba consigo la materia viviente del habla que ningún otro autor -aparte
quizá de Roberto Arlt- había sido capaz de utilizar con tanta inventiva,
exactitud y libertad. » Los
especialistas dirán.
(continúa mañana)
[11] Hernández, I., y J. Llovet: http://cultura.elpais.com/cultura/2015/04/22/babelia/1429701387_466414.html
[12]Saer, J.J.: http://elpais.com/diario/2004/06/12/babelia/1086997822_850215.html
[13]LászlóErdélyi, en http://www.elpais.com.uy/cultural/instalador-que-tradujo-ulises-marcelo-zabaloy.htmlrecoge de Marcelo Zabaloy el largo proceso de
traducción y las discusiones con el editor Edgardo Russo y otras muchas
colaboraciones e intervenciones de Pablo Hernández, y de Eugenio Conchez,
Teresa Arijón y AnneGastchet, especialistas en la obra. “Para enero de 2015
Conchez había encontrado más de 150 páginas donde había cosas para mejorar y
corregir”, resume LászlóErdélyi.
[14] GÉNIN, Isabelle, «TheCatcher in theRye et
L’attrape-cœurs: oralité, cohérence et incohérence», Palimpsestes, 23 (2010),
pp. 87-110; http://palimpsestes.revues.org/478, consultado el 18 de marzo de 2015.
estudie a traves del curso pero aparte en mi tiempo fuera del curso todavia estoy pensando en la variacion la manera de hablar comparando los estilos segun el tiempo en cada traduccion del original
ResponderEliminarEsta es una gran oportunidad para mi de profundizar mi comprension de espanol. Sobre todo porque, yo como maestra durante la epoca de COVID 19, me quedo en casa. Moira
ResponderEliminarNuestra lengua es muy compleja, por lo que es necesario mantenerse siempre a expectativas de cursos como este, es bueno actualisarse y aprender cada día algo nuevo.
ResponderEliminarEs mi mayor motivación aprender de temas que nutren y fortalecen mi profesión y mis capacidades intelectuales, de la mano de maestros que ofrecen sus conocimientos e investigaciones a nuestro servicio. Gracias
ResponderEliminarEs un artículo muy interesante que nos lleva a reflexionar en cosas que rara vez pensamos, como por ejemplo, ¿el por qué se hace una traducción diferente del título de un libro o incluso una película? Y definitivamente, luego de leer este artículo al respecto, me he fijado en que esto puede deberse a diversos factores, como por ejemplo la ubicación geográfica del lugar en el que se realiza la traducción de la obra, lo cual está relacionado con la cultura y la forma de hablar; por otro lado puede simplemente ser un error interpretativo del traductor; o en otros casos puede deberse a la época en la que se realiza la traducción, y esto último me hace caer en cuenta que el idioma no es una cuestión estática, sino que evoluciona, o simplemente se transforma y cada época requiere que se vayan realizando las diversas adaptaciones a todo lo que el idioma mismo encierra.
ResponderEliminarOtro punto de reflexión que me suscita el artículo, es referente al ejemplo de "Caperucita roja", cuando el profesor Santiago Alcoba, habla de lo descabellado que sería el modificar un título ya establecido por uno como por ejemplo, “El capuchón escarlata”, algo que me llevó a pensar, en cuantas veces no habré leído la misma obra, una y otra vez, solo que con diferente título y con alguno que otro cambio como nombres de los personajes y lugares. En otras palabras, me pregunto ¿en que medida cambiar o modificar el nombre de una obra original, se presta para alguna especie de plagio?
Yo también vengo del curso de corrección y estilo.
ResponderEliminarA mi entender, lo que desea el joven Caulfield, o al menos con lo que fantasea, es convertirse en alguien que protege...estoy seguro de que no hace falta que les recuerde la frase pero para que quede claro lo que digo:
"Muchas veces me imagino que hay un montón de niños jugando en un campo de centeno. Miles de niños. Y están solos, quiero decir que no hay nadie mayor vigilandolos. Sólo yo. Estoy al borde de un precipicio y mi trabajo consiste en evitar que los niños caigan a él. En cuanto empiezan a correr sin mirar adónde van, yo salgo de donde esté y los cojo. Eso es lo que me gustaría hacer todo el tiempo. Vigilarlos. Yo sería el guardián entre el centeno..."
Aunque podemos pensar que "cazar" tiene sentido, en este contexto no lo tiene. el chaval no pretende "cazar" a los niños, sino protegerles de caer. él es el que vigila, el que guarda el borde del precipicio y el que protege a los niños. No es un cazador. es un guardián.
Por supuesto, se supone que debemos partir del original y allí dice "catcher" pero esto (encajar, atrapar...quizás mejor "interceptar"), tiene sentido en inglés, no en español. Al cruzar el Charco, la imagen de un "cazador oculto" es la de una persona que practica la caza y que está oculta; alguien agazapado a punto de disparar sobre una presa. En absoluto la definición que hace el chico de lo que para él es un "catcher in the rye".
Saludos.
Schavelzon cuestiona cuando un autor modifica un título de una obra haciendo analogía como una forma de introducir un pensamiento ya trabajado. Él cree respetuosamente en la intencionalidad del autor. Reinventar un "Título" o suscribirse dando un sentido dicotómico o por dudas la intencionalidad del autor, no parece agradar a todo el mundo.
ResponderEliminarSaludos,
Excelente discusión que nos hace comprender lo complejo que es nuestro idioma según el país en el que vivimos o en el que hayamos crecido.
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