El peruano Mario
Montalbetti (Callao, 1953) es poeta y lingüista, graduado en el MIT, de Massachusetts. Fundador, con el mítico escritor y taductor Mirko Lauer y Abelardo Oquendo, de la revista Hueso Húmero, en 2014 publicó Cualquier hombre es una isla, una recopilación de ensayos sobre la literatura, la imagen,
la alteridad y el saber. Su último libro de poemas es Simio meditando (ante una lata oxidada de
aceite de oliva) (2016)
“¡Atacad, mis valientes!”
Mi
primer enfrentamiento con una traducción canónica se dio en una sala de cine
cuando escuché a Gerónimo gritarle a sus huestes “¡Atacad, mis valientes!”, antes de lanzarse contra un regimiento de caballería estadounidense. Lo que más
me impactó no fue la improbabilidad de que un jefe apache se haya expresado de
esa manera (tal vez a un peninsular no le hubiera chocado tanto), sino la
realización de que la unidad de la lengua no puede ser ni fin ni objeto de los
lenguajes. Ni el mismísimo Dios la deseó y procedió a derrumbar la Torre que
pretendía alcanzarla. Que tácitamente o no la ACETT ignore traducciones a
variedades no canónicas del español es una tontería y una ceguera (o sordera)
aviesas. Pero mientras exista una Academia de la lengua (y no de las
lenguas) me temo que esta práctica continuará. No que las lenguas necesiten
Academias, pero si las hay, al menos que no babelicen.
Agrego
cuatro ejemplos aún no mejorados por el canon de España:
a) La traducción de Julio Cortázar de Las
memorias de Adriano de Margueritte Yourcenar (uno de los pocos casos en los que casi
se podría argumentar que la traducción es mejor que el original)
b) La traducción del mexicano José Luis Rivas del Omeros, de Derek Walcott.
c)
La traducción del peruano Jorge Capriatta de los sonetos de Shakespeare.
d) La traducción de la mexicana Pura López Colomé de la obra reunida de Seamus Heaney.
No hay comentarios:
Publicar un comentario