Juan Carlos Talavera entrevistó a Tomás Granados Salinas, editor del sello editorial Grano de Sal. La
conversación, que tuvo como excusa la publicación de Libros, una historia sobre el libro impreso, se publicó en
Excelsior, de México, el pasado 3 de enero.
Historia mínima del libro
“El Estado como editor de
libros es un mal necesario. Sin embargo, lo mejor sería que el Estado realizara
acciones para favorecer la participación de instituciones académicas y de la iniciativa
privada”, aseguró el editor Tomás Granados Salinas, director del sello Grano de
Sal y autor de Libros, donde compila
una historia mínima sobre el libro impreso, desde el amoxcalli o biblioteca
prehispánica, hasta las ferias del libro de nuestro tiempo.
“Lo ideal es que el Estado deje de ser editor y realice acciones para
favorecer la iniciativa privada e instituciones académicas que cumplan con la
función que hoy nadie más hace. Lo ideal es que el Estado invirtiera en una
suerte de infraestructura para fortalecer la publicación y la circulación”,
detalló a Excélsior.
Y aunque algunas de sus librerías Educal funcionan de esta manera, ya que
son una inversión donde se pierden recursos que ofrecen un punto de venta en
cierta población donde no hay otra, “yo creo que ese punto de venta podría
generar una pequeña comunidad lectora y el triunfo de esa política pública
sería que la librería cerrara porque ya hay un inversionista privado que
decidió abrir una librería. Lo ideal es que la acción del estado se dé donde
nadie más hace, pero encauzada a producir condiciones que otros pudieran
tomar... y luego desaparecer”.
Otra acción gubernamental que se podría considerar, añadió, es el subsidio
en el envío de ejemplares por correo, a través de mensajería, “de tal suerte
que esa acción beneficie a las librerías de Chiapas, a las que les resultaría
barato recibir los ejemplares en el lugar donde se necesitan”.
¿Se debería revisar el modelo de producción de los libros de texto
gratuito a nivel primaria? “Creo que debería suceder lo mismo que ya ocurre con
los de nivel secundaria, donde el Estado crea las condiciones para que sean
gratuitos para los alumnos, los cuales ya no son editados por el Estado. La
política debería ser hacia dejar de ser cada vez más editor, favoreciendo las
condiciones para que haya otros editores”.
¿Por qué? “Quizá la acción gubernamental no tiene que ser publicar y abrir
librerías en Chiapas, sino encontrar ese engrane donde haya un tercero al que
se beneficie. Pero en fin, esa es una opinión mía. Lo que queda claro en Libros, desde el capítulo de los códices
hasta el Estado editor, es que la incidencia del Estado en la situación del
libro en México es total... es el protagonista”.
¿Es una herencia prehispánica? “Los códices eran obras hechas, la mayor
parte, por autoridades pero eran para registros estatales y religiosos. Más
tarde el estado novohispano participó en la censura del libro, después promovió
las leyes en defensa del derecho de autor. En suma, el Estado ha sido esencial
y ha acompañado la historia del libro”.
¿Consideras que el Estado como traductor de obras literarias hace lo
suficiente mediante su Programa de Apoyo a la Traducción (Protrad)? “Considero
que no se hace lo suficiente en materia de traducción. Y aquí hay un tema que tiene
que ver con la política pública respecto de la lengua, no sólo de la industria
editorial, sino cuál es el papel del español de México en el mundo. Uno puede
limitarse a que sea nuestro y a defenderlo del inglés. La pregunta es: ¿por qué
no convertir nuestro español en moneda corriente? ¿Por qué el español mexicano
no vuelve a ser el canal, como lo fue entre los años 30 y 50, donde las
traducciones de obras esenciales se hicieron en el español mexicano? Ahí
tenemos otro campo de oportunidad”.
OPTIMISMO RENOVADO
Libros forma parte de la serie
Historia Ilustrada de México, coordinada por el historiador Enrique Florescano,
aunque la idea original nació hace casi un lustro, cuando Granados Salinas
pensó este libro para la serie Biblioteca Mexicana, que coordina Florescano.
El volumen consta de cinco capítulos: Viejos libros de aquí y de allá;
Cosa muy útil y conveniente; Cajones, portales, mesas, sitios electrónicos y
stands; De la censura a las regalías; y El Estado editor, acompañado por una
nota introductoria, una breve presentación e ilustraciones, grabados y
fotografías poco conocidas.
¿Cuál es el planteamiento central de Libros?,
se le preguntó a Granados Salinas. “El planteamiento del libro es: un editor de
hoy trata de dar respuestas históricas a ciertos problemas que tienen una
explicación de siglos. Pero mi conclusión, como autor, es que el libro podría
servir para renovar nuestro optimismo por el futuro”.
¿Cómo renovar el optimismo en un país con pocos lectores? “Todo
diagnóstico que se haga de la industria actual del libro habla de crisis.
Tenemos pocos lectores, poco dinero, los libros son caros y no hay suficientes
puntos de venta. Uno puede arrancar con ese diagnóstico desolador y quedarse
abatido, pero quisiera que este libro nos mostrara las transformaciones en
beneficio del libro a lo largo de siglos porque estos cambios no han ocurrido
rápido. Hoy podemos preguntar: ¿Estamos bien ahora? No, pero estamos mejor que
nunca”.
¿Qué nos hace falta? “Veo un terreno para el optimismo. Uno puede ver las
cifras y decir que esto es imposible y que la tarea nos rebasa a todos. Pero
tenemos un gran margen de maniobra en el que se puede ir ganando paulatinamente
decenas de miles de lectores”.
En esta recuperación sobre la historia del libro, Granados se sorprendió
en dos momentos. Primero al descubrir una imagen de la librería Murguía, que
data de principios del siglo XX, donde se observa un diseño similar al de una
botica, donde los lectores porfirianos compraban sus ejemplares.
“Esa fotografía es muy bonita porque nos muestra la librería como una
botica, con su mostrador y los libros en las paredes, donde uno tenía que
llegar a pedir su libro como cuando uno iba a la farmacia para que le hicieran
su producto químico. Esa imagen habla sobre la transformación de la librería en
los últimos 100 años”.
Otra anécdota que aparece en este volumen, destacó, es la de un impresor
español del siglo XVI que tras mandar muchos libros a la Nueva España y
descubrir que no vendía lo que él quería, le preguntó a su representante qué
libros eran los que se venden juntos. “Digamos que esa anécdota es el
precedente de lo que hace un librero de nuestro tiempo, una práctica de los
editores que asisten a las actuales ferias del libro”.
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