Silvio Raffo, traductor
italiano, desentierra la poesía de Alfred
Douglas, el amante de Oscar Wilde (ambos en la foto),
y Guillermo Piro saca conclusiones,
en su columna del diario Perfil, del
13 de octubre pasado.
Cómo ser un gran
poeta
y que nadie lo
sepa
Esta
costumbre tan argentina de desenterrar escritores olvidados (muchos prefieren
agregar “injustamente” a la palabra olvidados, pero creo que todos los
escritores son siempre justamente olvidados y justamente se les da una segunda
oportunidad) es una práctica también frecuentada en Italia. Silvio Raffo, el
más conocido y eficaz traductor italiano de los poemas de Emily Dickinson,
acaba de darle una segunda oportunidad a lord Alfred Douglas, el poeta conocido
por haber sido en su juventud el amante de Oscar Wilde.
El
lugar común dice que Wilde perdió la cabeza víctima de una pasión desquiciada.
Al menos de la lectura de Bosie, la biografía escrita por Douglas Murray, lo
que se desprende es que el biografiado era un cretino, alguien con cierta
inclinación a complicarlo todo. Es decir alguien no muy distinto a cualquier
persona con la que podemos cruzarnos a diario, que a diferencia de cualquier
persona era un poeta abominable e inexplicablemente enamoró a uno de los
mejores escritores irlandeses del siglo XIX. Aun concordando someramente con
esa descripción, Raffo difiere en algo: Bosie escribía muy bien. Se dirá que en
eso tampoco se diferencia mucho de cualquier persona, pero Raffo recuerda que
Wilde decía que era el mejor de los jóvenes poetas ingleses de su tiempo,
afirmación que podría estar contaminada por el afecto, si no fuera porque
alguien tan desalmado como Bernard Shaw lo definió como el mejor compositor de
sonetos después de Shakespeare. Entrevistado por Matteo Fais para la revista
online Pangea a propósito de la salida de L’amore che non osa, una antología de
poesías preparada y traducida por Raffo, este insiste: “No podemos evaluar el
trabajo de un escritor pensando en su vida. Lo que resulta increíble es que su
obra haya pasado absolutamente en silencio porque pesaba sobre él la etiqueta
de serpiente. La obra de lord Douglas en realidad es exquisita y revela un gran
conocimiento y una pericia métrica que no tiene nada que envidiarles a poetas
mucho más célebres”.
A
Bosie –que sobrevivió a Wilde 45 años, contrajo matrimonio con Olive Custance,
una poeta lesbiana con la que tuvo un hijo esquizofrénico– le tocó vivir una
situación similar a la de Wilde, a quien se le prohibió ver a sus propios hijos
por considerárselo de una moral reprobable. A Bosie nunca lo abandonó el
fantasma de Wilde y vivió todo el resto de su vida luchando contra un
inconsciente deseo de expiación, mereciendo todos los castigos a los que se lo
sometió: derrochó la fortuna de su madre, no pudo terminar nada desde el punto
de vista literario y se hizo encerrar seis meses en prisión por haber difamado
a Churchill, acusándolo de haber formado parte de una conjura para asesinar a
Herbert Kitchener, el secretario de Estado británico para la guerra, muerto en
alta mar y cuyo cuerpo nunca fue recuperado. Douglas, al igual que Wilde, decía
que nunca se recuperó de la experiencia carcelaria, y al igual que Wilde,
estando en prisión escribió un poema con el que pretendía burlarse de De
Profundis. El suyo se titula In Excelsis, y para muchos es lo mejor que
escribió.
Bosie
era racista, fue el primer traductor al inglés de Los protocolos de los Sabios
de Sion. Pero volviendo a sus poesías: ¿por qué no se lo trata mejor?, ¿por qué
tan poca gloria? Raffo responde: “Todos odian a Bosie. Cuando se pronuncia su
nombre, la expresión es de asco. Por eso nadie leyó sus poesías. Pero ese no es
un comportamiento crítico válido. Bosie es más hábil que Wilde a la hora de
dejarse llevar por sus delirios. Es más macabro, más exquisitamente decadente
que Wilde. Al menos en poesía.”
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