martes, 4 de diciembre de 2018

Armando Roa Vial traduce a John Berryman


El poeta chileno Armando Roa Vial ha demostrado ser uno de los más consecuentes traductores trasandinos de literatura en lengua inglesa. Suma ahora a su ya vasta obra una antología del poeta estadounidense John Berryman, que motivó la charla con Javier García, publicada por el diario La Tercera, de Chile, el 25 de octubre pasado.

 

“John Berryman testimonia los chascarros

y la infinita torpeza de los seres humanos”

 

El poeta chileno publica la antología Paisaje de invierno, selección de versos del autor estadounidense de los Dream Songs, quien se suicidó en 1972, a los 57 años. El nuevo volumen se presentará el martes 30 de octubre, en el MAVI.

Navega por canciones de The Beatles, los versos de Ezra Pound, pasando por versos de poetas medievales anglosajones a autores de la generación Beat. Armando Roa Vial (52) es abogado de profesión, pero lleva dos décadas dedicado a la traducción de poetas de lengua inglesa. Es más, por estos días, prepara la traducción de parte de la obra de un sobreviviente de los Beat, Michael McClure (86). También es autor de una reconocida obra poética, que le ha valido, entre otros galardones, el Premio Pablo Neruda 2002, con títulos como Zarabanda de la muerte oscura y Hotel Celine.

Traductor de textos de Kenneth Rexroth, Ezra Pound, Shakespeare y el ejemplar medieval Beowulf, Roa Vial ahora vuelve a librerías con una antología de la producción de John Berryman (1914-1972), uno de los mejores poetas norteamericanos de la segunda mitad del siglo XX.

El volumen Paisaje de invierno, impreso por Descontexto Editores, con el apoyo de Juan Carlos Villavicencio, será presentado el próximo martes 30 de octubre, a las 19 h., en el MAVI (Museo de Artes Visuales). El traductor y autor de Ejercicios de filiación, que imparte un taller sobre la crisis del lenguaje a partir de Wittgenstein y hace clases en la Universidad Católica de Valparaíso, estará acompañado el martes del poeta y Premio Nacional, Oscar Hahn, y del académico y comunicador, Cristián Warnken.

Acá, conversamos con Armando Roa Vial sobre la traducción en Chile y claro sobre Berryman, el poeta suicida, que creó un personaje llamado Henry que atraviesa su poesía, y que se lanzó desde el puente de la avenida Washington en Minneapolis, Minnesota, en 1972, a los 57 años.

¿Cómo fue tu primer acercamiento a la traducción?
–Los primeros textos que yo traduje fueron canciones de los Beatles. A ellos les debo harto mi amor por la traducción, de su música me interesaba también saber qué decían las canciones. Y bueno, siempre he tenido una devoción especial por la literatura en lengua inglesa. El tratar de leer esas obras, en sus fuentes originales, fue un estímulo para mejorar el inglés y desarrollar el ejercicio de traducción, que para mí también es un ejercicio de lectura privilegiada. Un traductor es un lector más microscópico. Lo más probable que los primeros poetas que traduje fueron textos de William B. Yeats y William Carlos Williams. Después Ezra Pound.

Da la impresión que la tradición de traducción, en Chile, se asocia primero al francés…
–Si uno analiza el trabajo de traducción en el país, en el siglo XIX y el XX, el francés y la tradición alemana es más fuerte. Eso comienza a cambiar, a partir de la década del 50, con Nicanor Parra, Armando Uribe, que se acercan al ejercicio de traducción. También influye, a diferencia de países como Argentina o México, que la traducción no tiene una fortaleza y solo se vea como un trabajo derivativo o una labor de segunda mano.

¿Cómo ves el actual panorama de la traducción en el país?
–Hay mayor acceso a otras fuentes literarias. En el caso de Chile, yo creo que se está reformulando el concepto de traducción. Se está viendo como un proceso creativo. Sobre todo la conciencia de la literatura como una actividad dialógica, la presencia muy fuerte de la intertextualidad, ha facilitado la conciencia de la traducción. Ahí está el gesto de Nicanor Parra con el Rey Lear que es una traducción-apropiación.

Tú también hablas de la traducción como “un ejercicio de reescritura”, ¿no?
–El mantener una fidelidad, palabra por palabra, en una traducción, es imposible. Los lenguajes tienen tonos, colores, sonidos distintos, y en ese sentido la traducción es una instancia donde uno puede, con grados variables de fidelidad, desarrollar un ejercicio más de lector, desde una sensibilidad distinta. Tratando de incorporar los hallazgos que puedan revitalizar, en las traducciones, nuestro idioma.

¿Cómo nació la idea de hacer esta antología de John Berryman?
–Berryman es un poeta al que siempre le he tenido mucha estima. Hay diversas razones, que hacen que uno se acerque a su poesía. Es una obra testimonial, autobiográfica, a pesar de lo cual usa máscaras, bueno la más famosa es Henry. Uno tiene la sensación de que en esta poesía se trasuntan las grandes problemáticas de sentido de los seres cotidianos, en un contexto en que las creencias están en una suerte de crepúsculo. Entonces hay un acercamiento existencial al problema del sentido de la vida, que tiene una fuerza muy particular, muy distinta a poetas de su generación. Y su experiencia es ciertamente trágica, marcada por el suicidio y los fracasos afectivos. Un poeta que testimonia a través de su obra las fisuras del yo. El uso que tiene del lenguaje es muy fascinante. Berryman trabaja desde un lenguaje clásico shakesperiano hasta el argot y el lenguaje coloquial. Sus juegos sonoros lo acercan al blues y el rap.

¿Qué significaban para Berryman los Dream Songs dentro de su producción poética y fue muy compleja para ti su traducción?
–Berryman es de las obras que me ha costado más traducir. Por varias razones: tratar de mantener ciertas estructuras rítmicas complejas y los neologismos. La polisemia en Berryman adquiere grados insospechados. También es un poeta que tiene un gran sentido del humor. En la cultura americana se han escrito grandes épicas de la tribu como el Canto a mí mismo, de Walt Whitman, los Cantos de Pound, pero faltaba una gran épica del individuo concreto común y corriente. Y los Dream Songs es una suerte de épica del mundo privado del individuo con sus luces y sus sombras. En los Dream Songs, Berryman testimonia los chascarros y la infinita torpeza de los seres humanos.

Se habla de la falta de fe de Berryman, pero la religión, Cristo y la Biblia, están presentes en su literatura…
–Él crece en un hogar católico y claro hay un acontecimiento que marca su vida, cuando a los 12 años, tras el suicidio del padre, encuentra él su cadáver. El pierde la fe, pero siempre merodeará esos temas sobre el sentido. De hecho tenía un gran interés por la teología y la historia de las religiones. Toda su poesía es una búsqueda y se alimenta mucho de Kierkegaard, que era como una figura tutelar para él. Dos años antes de morir, él tiene un proceso de reconversión, en su último libro está presente la figura del Dios salvador que viene a ayudar a quien saltará al vacío.

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