Luis Alemany
publicó el siguiente artículo en El Mundo,
de Madrid, el pasado 20 de diciembre. En él se detalla el resultado de las
últimas elecciones de la RAE y se traza un perfil del nuevo presidente. A ver.
"La Academia es una cuestión de Estado"
El nuevo presidente de la RAE, Santiago Muñoz
Machado, ha exaltado la importancia de la Academia en pleno siglo XXI: "Es una cuestión
de Estado". "Los
famosos problemas de carácter económico (de la RAE) solo requieren un poco de
atención del Gobierno, que nos va a prestar, estoy seguro. Hay que tratar de
que la Academia mantenga el prestigio y sea una institución de referencia en el
mundo: que pueda funcionar con normalidad y tranquilidad es una cuestión de
Estado", señaló Muñoz Machado a la conclusión del pleno en el que ha sido
elegido como director.
En este sentido,
adelantó que una de sus primeras medidas económicas será la de la
"confirmación de la totalidad" del personal de la institución.
"Un buen administrador tiene que verificar si todo el personal es
imprescindible, pero yo no tengo ninguna razón para pensar que se puede
prescindir de alguien. El número del personal de la institución depende de sus
recursos económicos y ese tiene que ser el primer trabajo, conseguir esos
recursos", ha añadido, tras matizar que, si hay una
"restructuración", será "excepcional y limitada".
Preguntado
sobre el desarrollo del pleno, aseguró que fue una votación tranquila. "La
Academia, pese a lo que dicen los medios de comunicación, es un colegio la mar
de cordial. Nos llevamos todos bien, cada uno tiene su punto de vista y a veces
chocamos, pero lo resolvemos con mucha educación y los incidentes se subsanan
con cordialidad", ha asegurado, tras destacar que la primera felicitación
por su cargo ha venido de Juan Luis Cebrián, el otro académico candidato junto
a José Antonio Pascual.
La Real
Academia Española ha elegido al nuevo director para el próximo mandato de
cuatro años: el jurista Santiago Muñoz Machado sucederá a Darío Villanueva tras
un periodo electoral nunca visto en la RAE. Por primera vez en décadas, las
elecciones no han contado con un candidato de consenso y han estado marcadas
por semanas de tensión. Por primera vez desde los años 80, un académico que no
es lingüista dirigirá la casa. El nuevo director
logró 22 votos en la primera votación; su rival, Juan Luis Cebrián, 13. Sólo fue necesaria una ronda.
Santiago Muñoz Machado
Santiago Muñoz Machado
(Pozoblanco, 1949) no se va a parecer a ningún director de la RAE y no sólo por
su carrera académica y profesional, como jurista y consultor en asuntos
administrativos. También en el estilo marcará las distancias. No es probable
que el nuevo jefe de la Academia, severo en el trato
profesional y casi distante ("lo que cualquiera
espera de un académico y de un catedrático" según periodistas que lo
conocen desde hace años), continúe con el hábito de amabilidad y tuteo de
colegio de curas que instauró Víctor García de la Concha y que se ha mantenido
durante los años de José Manuel Blecua y Darío Villanueva. Difícilmente hará
Muñoz Machado más simpática a la Academia, tantas veces acosada por la revuelta
contra las élites de los últimos años.
La paradoja es
que el nuevo director, tan imponente al trato, ha alcanzado el éxito y la
relevancia con un discurso
inconformista y casi transgresor para su clase
socio-cultural. Esa visibilidad empezó a ser cierta en 2012, en el corazón de
la última crisis financiera. Ese año, Santiago Muñoz Machado publicó un ensayo
llamado Informe sobre España (Crítica), que convirtió a
su autor, un catedrático de prestigio pero anónimo hasta entonces para el
público político, en algo parecido a un líder político en ciernes.
Muy en
resumen: la tesis de Informe sobre España era que la Constitución
Española de 1978 es un instrumento muy valioso pero que ha quedado desactualizado por culpa del mal trabajo del Tribunal Constitucional al
interpretarla y renovarla. La consecuencia: si la democracia española no era
(es) capaz de responder a las demandas de los ciudadanos, los ciudadanos
responderán con su desapego y desafío. Aquel mensaje estuvo en las librerías en
2012. Dos años después, Podemos empezó su escalada. En este otoño de Vox, no
será fácil refutar su interpretación.
En síntesis,
Muñoz Machado es en política algo así como un reformista bastante radical
dentro de las filas de quienes defienden el régimen de 1978. El más documentado
de todos, el más respetado a pesar de que sus tesis no son cómodas para casi
nadie. A los 69 años, se convertirá en director de la RAE, "pero si fuese
más joven y hubiera tenido más apetito, no habría sido ninguna extravagancia
que hubiese sido una
especie de Macron español, que hubiese llevado ese liderazgo
natural a la política".
Cataluña y las demás españas, su segundo libro político en la
década de la gran crisis, podría haberlo puesto en la órbita de la
socialdemocracia. Muñoz Machado, cercano en algún momento a Carme Chacón y su
grupo, podría haber sido el más federalista
del PSOE o el más antinacionalista del PSC. Pero el PSOE ya no tiene tanta habilidad para atraer el talento
intelectual como en los mejores tiempos.
Desde esa
segunda línea política, Muñoz Machado ha dedicado los últimos años al trabajo
académico, no necesariamente vinculado a su especialidad, el Derecho
Administrativo. Su Diccionario de español jurídico, fruto de un convenio
entre el Consejo General del Poder Judicial y la RAE, le ganó el prestigio de
buen jefe entre sus colegas académicos. El más reciente, Historia
del español en América (Crítica), llevó su buena fama un poco
más allá. Este mismo año, Muñoz Machado recibió el Premio Nacional de Ensayo.
Aquel libro
hablaba de la manera en que el idioma español había sido una herramienta para
la implantación de las repúblicas latinoamericanas en el siglo XIX y de su
convivencia, relativamente amable, con los idiomas indígenas americanos. La
tentación era ver en aquel texto un desagravio historiográfico del Imperio
Español, al estilo de los libros de María Elvira Roca. Y algo de eso había, pero
no sólo eso. Había, también, una toma de conciencia del gigantesco valor del
idioma español, su nuevo campo de batalla.
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