Taibo o el
amedrentamiento
Christopher Domínguez Michael |
Una
vez más, como hace seis años, el FCE, una de las pocas cartas de nobleza
intelectual que México le puede ofrecer al mundo, ha sido tomado como rehén de
la transición presidencial. Comenzaba la breve restauración del PRI, cuando a
nuestra máxima casa editorial se le quiso usar como caja de resonancia
periodística para el nuevo presidente. Hoy, cuando estamos frente a otra cosa,
un Orden Nuevo cuya paradoja es borrar todo cuanto sea moderno para devolvernos
a lo antiguo, ha sido nombrado para dirigir el FCE un militante ajeno al
espíritu de la principal editorial de la lengua.
Desde
su nombramiento, frente a las cámaras y con los micrófonos abiertos, el
entonces presidente electo lo ultimó a comprometerse con el régimen, habida
cuenta del desacuerdo expresado por Ignacio Paco Taibo II con la alianza de Morena
con cierta derecha, las cosas empezaron mal. Tras reflexionar algunas horas,
quien fuera empresario cultural creador de la Semana Negra de su natal Gijón,
aceptó dirigir el FCE.
Semanas
más tarde, los inadvertentes vencedores del 1 de julio, cayeron en cuenta que
Taibo II era inelegible para el puesto debido a una ley xenófoba, contraria al
espíritu de nuestra Constitución, donde se tiene por ciudadanos de segunda clase
a quienes eligieron ser mexicanos, lo cual tiene más mérito que serlo gracias
al azar. Es una lástima que el Senado se haya apresurado a modificar una ley a
la medida de Taibo II, pues ordenanzas de esa naturaleza, en la UNAM, tuvieron
como consecuencia que un José Gaos, un Marcos Moshinsky o un Alejandro Rossi,
nunca pudiera dirigir, como lo merecían, sus respectivas facultades
universitarias, por el pecado original de no haber nacido en México.
Y
estando en la sastrería el traje a la medida, Taibo II, en la FIL, demostró su
gratitud ufanándose procazmente de su poder e insultando a los que lo
consideramos la persona menos adecuada, por su intemperancia y fanatismo, para
dirigir el FCE. En el Senado, algunas senadoras lograron retrasar, durante
pocos días, el dictamen que modificaba la ley, pero al final será director,
como sea (o con el apoyo de los diputados), quien debería estar en la escuela
de formación política de sus camaradas, pero no en una editorial que de dejar
de ser ecuménica, lo perderá todo.
La
manera como Taibo II se jactó de su victoria no fue un exabrupto. En él, como
en sus maestros leninistas, el insulto es el recurso más fácil para ejercer el
amedrentamiento: su trayectoria pública en llamados a emular la violencia
revolucionaria de sus héroes. Lo dicho en Guadalajara no tiene perdón. Lo
descalifica moralmente para dirigir el FCE y es un escupitajo en el rostro de
Daniel Cosío Villegas, Arnaldo Orfila, José Luis Martínez, Jaime García Terrés,
Joaquín Díaz-Canedo o Consuelo Sáizar. Esta última, por cierto, se cuenta entre
los funcionarios que más obra material han dejado en los últimos sexenios.
Todos ellos han sido como directores del FCE, tributarios de una tradición
humanista aborrecida por Taibo II.
Taibo
II se quejaba de que en Vuelta o Letras Libres lo ignorábamos. Tenía
razón. En junio de 2011, le dediqué un largo ensayo a Todo Belascoarán, la suma de su saga novelística. Justo o injusto,
el mío es quizá el único ensayo profesional que se haya escrito sobre él en
México, no exento, por cierto, de alabanzas por la manera en que sus primeras
novelas refrescaron nuestra narrativa y refundaron el género policíaco, junto
con Manuel Vázquez Montalbán, en el dominio del español. Pero con el
antiintelectualista Taibo II no hay diálogo posible. Es una de las personas
peor educadas de México –en todos los sentidos de la palabra educación– y su
mirada es sólo la del ojo clínico que escudriña al “enemigo de clase”.
En
funciones de comisario, Taibo II llegó al FCE “a tomar el control del aparato”,
como él se refiere, en su terminología estalinista, a lo que para otros ha sido
un honor. Sus campañas por la promoción de la lectura –su único galardón como “editor”–
se deben, me temo, a la culpa que sufre por ser el más exitoso, en el
extranjero, de los novelistas mexicanos. Vive, meritoriamente, de la mano libre
del mercado y es fama que sus regalías le permiten pedir sólo un dólar de
adelanto.
En
aquel ensayo de Letras Libres –está
en línea– concluía yo que Paco Ignacio Taibo II era un niño “viejo y atrofiado”
rogando por el regreso de los tigres malayos de Sandokán para vengar a las
víctimas de Díaz Ordaz en el 68. Pero el energúmeno, rebosante en testosterona,
que se acabó de adueñar de aquel infante no vacilará en hacer del catálogo del
FCE, su alma, un aparato de agitación y propaganda.
Christopher
Domínguez y el fantasma
de Paco Ignacio Taibo II
de Paco Ignacio Taibo II
Un fantasma recorre la mente –y los comentarios–
de Christopher Domínguez Michael, el fantasma de Paco Ignacio Taibo II. Para
Christopher, como en el anterior sexenio, el Fondo de Cultura Económica es un
rehén de la transición presidencial. Hace seis años como “caja de resonancia
periodística para el nuevo presidente”, ¿lo logró con José Ramón Carreño
Carlón? Por los resultados, no.
Domínguez Michael asegura que es una
paradoja del Orden Nuevo borrar cuanto sea “moderno para devolvernos a lo
antiguo”. ¿A qué antigüedad se refiere Christopher? ¿A la antigüedad de su
fundador Daniel Cosío Villegas? ¿A los grandes momentos, ya antiguos, de
Arnaldo Orfila o de José Luis Martínez o de Jaime García Terrés?
¿Por qué Domínguez Michael asegura que
Paco Ignacio, ese militante, es ajeno al espíritu del FCE? A ver, Christopher,
defínenos el “espíritu” del Fondo? Ya sabemos que para ti PITII es la persona
“menos adecuada, por su intemperancia y fanatismo”, para dirigir el FCE. No sé
qué tenga que ver la moderación personal con la función de dirigir al Fondo.
Tampoco sé a lo que se refiera el colaborador de Letras Libres sobre el
fanatismo del próximo director de nuestra casa editorial. Un fanático
difícilmente trabaja con otros diferentes en su manera de ver el mundo. Paco
Ignacio y José Emilio Pacheco (a quien Domínguez Michael nunca calificó, aunque
no estoy seguro, de padecer o disfrutar la intemperancia y el fanatismo)
publicaron hace 25 años México, historia de un pueblo. Cuadernos mexicanos.
¿Dónde el fanatismo?
¿Qué el Fondo dejará de ser ecuménico por
la llegada de Paco Ignacio? ¡Por favor! ¿PITII debe de estar en la escuela de
formación política de sus camaradas y sólo dedicarse a eso? Christopher y sus
fobias. Un crítico literario no hace a un buen crítico social y político. Por
cierto, ¿cuál es la “tradición humanista” que aborrece Taibo II?
Clasista,
Christopher Domínguez Michael se ufana de que , justo o injusto, “el mío es
quizá el único ensayo profesional que se haya escrito sobre él en México…”. No,
pues sí: Yo, el Supremo Christopher. Por cierto, PITII es “una de las personas
peor educadas de México –en todos los sentidos de la palabra educación– y su
mirada es sólo la del ojo clínico que escudriña al ‘enemigo de clase”’. ¿Habla
Christopher de Taibo II o de sí mismo? Por lo de la mirada, porque sabemos que
Christopher Domínguez Michael es una de las personas mejor educadas del país. Ahora
sí que el crítico se voló la barda y su ojo clínico ni siquiera se volvió
cínico. Resulta que decenas de millones de mexicanos tienen, en todos los
sentidos, mejor educación que Paco Ignacio.
A la fina
mojigatería de Domínguez Michael le enfadan las leperadas de Taibo II, pero,
pulcro y exquisito como es, él también lo insulta y lo descalifica por ser
“comisario”, un niño “viejo y atrofiado”, “energúmeno, rebosante en
testosterona” que no vacilará en hacer “del catálogo del FCE, su alma, un
aparato de agitación y propaganda”.
O sea que Christopher ya sugiere que habrá
una profunda purga en el catálogo del Fondo, en el extenso, hermoso, ecuménico
y humanista catálogo del Fondo, para que queden en él –pasado y futuro– sólo
libros provocativos de agitación y de propaganda. Elitista, el colaborador de
El Universal enseña el cobre: las campañas de la lectura son el único
“galardón” como editor de Paco Ignacio.
Sí, esas campañas
como en Iztapalapa (¿conoce el lugar Christopher?) donde acudieron más de 15
mil personas. Esos tianguis y mercados de libros donde se han regalado más de
medio millón de ejemplares, esas campañas donde se han publicado más de 147
títulos, según consignó hace dos años el periódico El País.
Entrado en celos,
Domínguez Michael le pega a ser psiquiatra o psicólogo y cree que esas campañas
“por la promoción de la lectura… se deben, me temo, a la culpa que sufre por
ser el más exitoso, en el extranjero, de los novelistas mexicanos. Vive,
meritoriamente, de la mano libre del mercado y es fama que sus regalías le
permiten pedir sólo un dólar por adelanto”.
Más pobreza en los
argumentos de quien se jacta de ser un profesional de la crítica no podría
haber. Ni modo, Christopher, todos sabemos que denostar no es criticar. Pronto
tendrás una segunda oportunidad, espero lo hagas con un mejor talante, sin caer
en la intemperancia y en el fanatismo.
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