Diana Maffía
es doctora en filosofía (UBA), docente de grado y posgrado en UBA y en otras Universidades
nacionales e internacionales, además de Investigadora del Instituto
Interdisciplinario de Estudios de Género (UBA). Fundadora de la Red Argentina
de Género, Ciencia y Tecnología (1994 al presente) y de la Asociación Argentina
de Mujeres en Filosofía (1987-1991), dirigió proyectos de investigación, tesis
de doctorado y maestría. Por otra parte, publicó varios libros y es autora de
numerosos artículos. Se desempeñó como Defensora Adjunta del Pueblo (1998-2003)
y como Diputada, ambas en CABA (2007-2011), siendo distinguida cada año con el
premio “El Parlamentario” por su labor legislativa. Desde 2012 dirige el
Observatorio de Género en la Justicia dependiente del Consejo de la
Magistratura de CABA. El pasado 9 de marzo, publicó la siguiente
columna en el diario Perfil.
El lenguaje inclusivo y la
"ideología de género"
En la sección
Ideas del domingo 3, Patricia Nigro escribió una interesante nota titulada
“Diez motivos por los que no conviene usar (todavía) el lenguaje inclusivo”.
Los decálogos tienen siempre un encanto particular, parece que allí se
encerraran todas las verdades. No puedo aquí analizar cada motivo, pero quiero
decir que coincido en algo fundamental: el uso generalizado de la “e” no es la
única manera ni la más virtuosa para incluir a los múltiples sujetos hablados
por la lengua. Solo que no llamo “lenguaje inclusivo” únicamente a ese uso, por
cierto muy reciente, sino al esfuerzo que el feminismo reclama y realiza desde
hace más de cuatro décadas para impugnar el uso del masculino como excluyente
en algunos casos y universal en otros, dejando al contexto y a la guillotina
resolver las ambigüedades (lo de la guillotina lo conté en otra ocasión a
propósito de Olympia de Gouges). El “todavía” del título de la nota sugiere que
tengamos paciencia, que no forcemos los cambios, que se van a ir dando
naturalmente desde la sociedad hacia las academias acompañando los cambios de
la realidad. Pero los cambios en la realidad no se dan naturalmente, porque los
lugares sociales y la ampliación de derechos no son naturales sino políticos. Y
por eso el feminismo plantea como parte de su práctica para cambiar la cultura
patriarcal una política del lenguaje y del nombrar.
Las mujeres,
desde niñas, debemos aprender las condiciones pragmáticas de uso del “todos”,
del “niños”, del “hombres” para saber cuándo nos incluye y cuándo no. Esa
herramienta no la da la gramática. Imaginemos ahora la infancia de alguien que
no se identifica ni con “niño” ni con “niña” y no encuentra palabra para
nombrarse... El lenguaje merece pensarse desde una perspectiva atenta a esta
inclusividad. Si se acepta esta necesidad, discutamos entonces las herramientas
apropiadas. Al final de su nota, Nigro da un excelente repertorio de
herramientas que no requieren usar la “e” ni otros mecanismos rechazados por no
lingüísticos (como la @) o por ilegibles (como la x). Buenos recursos para
incluir el femenino, pero algunos insuficientes para la diversidad de género.
Al
hablar precisamente de la inclusión de la diversidad, Nigro habla de ideología
de género. ¿Dónde residiría esa “ideología” cuyo avance pervierte el idioma? Lo
que hoy se llama “ideología de género” y se impugna desde ciertas posiciones
que se presumen no ideológicas es la disociación entre el sexo biológico, el
género subjetivo, el rol de género, la orientación sexual y las prácticas
sexuales, entre otras características difíciles de aceptar desde el binarismo.
Pero esta ruptura del binarismo tiene su raíz precisamente en los cuerpos. Esta
diversidad se considera amenazante para un alineamiento de los cuerpos, las
identidades y los deseos, y de una práctica de la sexualidad que conduzca a la
reproducción, normativa regida por “la naturaleza” según se pretende. Desde
este estallido ideológico en la conceptualización de las sexualidades se apura
un cambio radical en el lenguaje que al nombrar no indique ninguna restricción
específica sobre la asignación de sentido a las corporalidades diversas. Nigro
en cambio recomienda comprensión y respeto, pero sostiene que “todos estos
casos no requieren de ningún lenguaje inclusivo”.
Los
genitales no siempre son binarios, los cromosomas no siempre son binarios, los
cuerpos y géneros admiten enorme diversidad de expresiones. Y entonces el
lenguaje sí importa, la atribución de género marcado o no marcado sí importa,
hacer visible lo que no era nombrado es muy relevante, y si la columna
vertebral de la gramática solo admite binarismos, deberá ser cambiada.
agrego solo una dificultad... se tiende al apocope, por ej. info por informacion, peli por pelicula... decir todos y todas no es algo que hoy se considere no por prejuicio sino por apocope. En realidad incorporar el es obedece mas al apocope que a rehusarse a decir niño y niña hoy
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