Luis García
Montero,
poeta y actual director del Instituto Cervantes, pasó por Montevideo para participar
de la presentación en el Centro Cultural de España de la publicación facsímil Gacetas
Gauchescas, de Hilario
Ascasubi, con investigación a cargo de Pablo
Rocca y Hernán Viera. En
la oportunidad, fue entrevistado por María
de los Ángeles González, quien publicó en El Cultural, de El País,
de Montevideo, lo dicho en ese encuentro, que tuvo lugar el pasado 27 de
septiembre. De la larga entrevista, ofrecemos la parte oficial.
Dos
preguntas
—¿Cuál es la relación del Instituto Cervantes con los países de
habla hispana?
—Nuestro idioma tiene 480 millones de hablantes
nativos y casi 600 en general. En España vivimos el 8 % de los hablantes. Así
que la comunidad es mucho más amplia que las fronteras de ningún país. Creo que
hay razones para buscar respuestas comunes para afirmar desde la memoria
panhispánica respuestas a los retos de la globalización. Se trata de seguir el
camino que abrió Andrés Bello en el siglo XIX. Creo que la apuesta debe ser
convertir el español en una lengua de cultura seductora por sus valores humanos
y sus compromisos con la libertad democrática. Una apuesta de futuro frente a
culturas que hoy se presentan mucho más pragmáticas, economicistas o
totalitarias. La diversidad nos enriquece. Nadie es el dueño del idioma, no se habla
mejor en Castilla que en Andalucía, o en Colombia que en Ecuador o Montevideo.
Se habla de manera distinta un idioma que mantiene una sólida unidad
comunicativa, precisamente porque la diversidad es riqueza de un patrimonio
común. A mí me ofende la política de la administración Trump que quiere
avergonzar bajo el lema “solo inglés” a los niños que hablan español en un
colegio o a los hispanos que usan su lengua materna en la cola de un
supermercado. El trabajo del Instituto Cervantes, por ejemplo, es negarse a las
intenciones de convertir al español en una lengua de pobres de manera
despectiva. Además de afirmar la dignidad de la pobreza, debemos convencernos
de las realidades culturales y las posibilidades científicas de la comunidad
hispánica.
—¿Cómo puede apoyarse el hispanismo en los países de habla
hispana?
—Esa es otra tarea también importante para España. El
Cervantes no pretende ocupar espacios de enseñanza del español en Uruguay
porque lo lógico es que aquí se enseñe el español como se habla en Uruguay.
Pero en el diálogo entre la comunidad y las diversas singularidades, me parece
interesante que las autoridades españolas apoyen el estudio de la literatura
peninsular y faciliten el trabajo a los hispanistas interesados. Una de las
tareas del Cervantes es apoyar el trabajo de los hispanistas, de los alemanes,
los marroquíes, los ingleses, los chinos… Ahí caben las literaturas de todos
los idiomas. El Ministerio de Cultura de España y muchas fundaciones existentes
deberían apoyar a los profesores de cualquier parte del mundo, y por supuesto
Hispanoamérica, que tengan la generosidad de dedicarse a estudiar la literatura
española.
Lo de que el español -o castellano- es una lengua de pobres es una afirmación que he oído varias veces en boca de catalanes.
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