Publicada el pasado 29
de septiembre, en la revista Viva,
del diario Clarín, la siguiente nota
de Ayelén Iñigo se ocupa de Guillermo Bravo, el editor, agente y
librero argentino radicado en China desde 2012, al que, el año pasado, ya había
entrevistado para La Voz del Interior.
Bravo, quien en agosto de 2015 pasó por el Club
de Traductores Literarios de Buenos Aires (ver entrada correspondiente siguiendo el nombre en la columna de la derecha), es hoy un referente de la
literatura latinoamericana en Beijing.
Guillermo Bravo, el "puente literario"
que une China con la Argentina
Es difícil ser una figurita conocida en China, pero
Guillermo Bravo lo es. En la inmensidad de Pekín –con sus más de 20 millones de
habitantes–, este argentino logró
convertirse en un referente para casi todo latinoamericano
que ponga un pie en esa ciudad. Guillermo llegó a la capital china en 2012,
cuando todavía no eran tantos los extranjeros que se aventuraban a vivir allí.
“Tené cuidado”, le decían sus familiares, asustados ante la inmensidad y lo
desconocido de un país tan lejano. Pero cual Quijote, este cordobés amante de la literatura decidió
quedarse. Comenzó dando clases de literatura latinoamericana en la universidad
y en 2017 fundó Mil Gotas, la primera librería hispanoamericana en toda China.
Ubicada en el cuarto piso del Instituto Cervantes de Pekín, Mil
Gotas se transformó rápidamente en un oasis donde los
latinoamericanos pueden encontrar en China algo parecido a un hogar y donde los
chinos se sienten más cerca de América Latina a pesar de los 19.000 kilómetros
que nos separan. Entre sus estantes hay
volúmenes –en mandarín y en español– de autores como César Aira, Jorge Luis
Borges, García Márquez, Ricardo Piglia, Fogwill o Roberto Fontanarrosa.
“La idea de la librería
empezó como una necesidad mía de conseguir libros en español. Al principio traía libros de mis
viajes y los compartía con mis amigos. Después empecé a vender en Internet y
como funcionó bien, abrí un espacio físico”, cuenta Bravo, que hoy en día ya
tiene dos nuevas sucursales de Mil Gotas, una en la ciudad de Shanghai y
otra en Chongqing, en el suroeste de China.
Guillermo nació en la localidad cordobesa de Pilar. Sus primeros años de
juventud transcurrieron trabajando en el negocio de su abuelo, dedicado a la venta de materiales de construcción.
Ahí, mientras atendía a los clientes o cargaba bolsas de ladrillo, tuvo sus primeras charlas de literatura con su padre, un
psicólogo amante de los libros.
“La relación con mi padre era a través de la
literatura. El me hablaba desde un lugar muy suyo, muy poco académico”,
recuerda Guillermo. “Me acuerdo que hablaba a veces en broma con frases del Quijote como ‘No
es menester’. Una vez le dolía una muela y me dijo ‘Me
duele más de lo que es menester’. Y nos reíamos porque los dos pensábamos en el
Quijote. Mis padres estaban separados y cada vez que
él me visitaba, una
o dos veces por semana, me traía un libro y yo
tenía que dibujar lo que había leído.”
A sus 18 años se mudó a Córdoba
capital para estudiar Letras,
pero su padre le dijo que estudiara todo menos eso, porque si terminaba siendo
profesor iba a odiar la literatura. Eligió entonces Arquitectura, aunque
rápidamente se dio cuenta de que no era lo suyo y se anotó en Letras. Después de algunos años de estudio decidió que ya era momento de comenzar
a conocer el mundo, y en 2004, con 23 años, se mudó a París. En la capital francesa vio nacer su carrera como
profesor de Lengua, escribió sus primeros libros y se embarcó en diversos proyectos
literarios, como la fundación de La Guepe, una editorial cartonera
de lujo con la que introdujo distintos autores latinoamericanos al público
francés.
“Al principio me gustaba mucho Francia,
pero en un momento empecé a sentir que quería algo más. Junté plata y me fui cuatro meses a Pekín en
2008, donde estuve escribiendo. Me gustaba China y sentía que
Francia no era lo suficientemente diferente. Me fui cuatro meses justo antes de
las Olimpíadas y me encantó; no me quería volver y hasta pensé en quedarme”,
rememora.
Su deseo se cumplió finalmente en 2012, cuando le ofrecieron ser profesor de Literatura en dos universidades de la capital china:
Capital Normal University y Pekin University, donde actualmente sigue
enseñando. “Ahí doy clases de Literatura, pero de una forma especial. Es un pantallazo general para que los chinos
tengan una idea de quién es Jorge Luis Borges, por ejemplo. Un
recorrido para empezar a comprender la literatura latinoamericana”, explica.
–¿Qué es lo que más les atrae a los chinos de
nuestra literatura?
–Creo que encuentran otra manera de ver o
de vivir la vida, un mundo nuevo y una cultura diferente que
les parece apasionada y colorida. Me acuerdo de un lector chino que vino a la librería, acongojado, a
contarme que había leído una escena de Vargas Llosa en
la cual una pareja hacía el amor por varias horas,
que luego estrujaban las sábanas y caían litros de sudor. Me
contó este lector que desde entonces cada vez que se acostaba con una chica iba
a estrujar la sábana y no salía ni una gota. Entonces decía: “Eso me pasa por no ser latinoamericano”.
–¿Cómo es el perfil del chino lector?
–Está el lector general,
que lo que quiere es García Márquez o Isabel Allende. Y después está el lector sofisticado, que va a buscar un poco más, que ahora
está leyendo mucho a Roberto Bolaño,
que representa en China la nueva literatura. A Borges también
lo leen mucho los chinos. A estos lectores yo los
llamo “la nueva burguesía”. Jóvenes de unos 30 años ya sin apremios económicos,
que estudiaron en el exterior, saben lenguas y tienen más tiempo para el ocio.
Son los que yo veo en los Starbucks de Pekín, esos son nuestros lectores.
–Hace ya ocho años que vivís en China. ¿Qué
cambios viste?
–Desde 2008 estoy en contacto con China y hubo
cambios grandes, hasta en la manera de caminar, de comer, hasta de relacionarse
entre ellos. Incluso hay
muchísimos chinos que estudian español. Todo está cambiando y también
cambió mucho la imagen de China en el extranjero. Antes el extranjero pensaba que en Pekín iban a estar comiendo perros en
la calle y ahora piensan que hay computadoras volando por la ciudad. No
es ninguna de las dos cosas. Yo creo que China todavía no está en esa liga que
la gente imagina que está. Hay la misma desinformación pero al revés. Es cierto que hay partes de Pekín que te
sorprenden por la tecnología, pero todavía falta mucho, sigue siendo un
país subdesarrollado en varios aspectos.
–¿Hoy hay más latinoamericanos viviendo en
China?
–Se están acercando mucho, pero veo que les falta la paciencia necesaria para hacer
negocios en China. Una vez fui a una charla de emprendedores
latinoamericanos y lo primero que dijeron fue: “Si quieren hacer algo en China
ármense de paciencia, piensen en 10 o 20 años”. Hay muy pocos emprendedores latinoamericanos que estén dispuestos a
pensar así. China ha tenido una experiencia muy traumática con
Occidente, por lo cual se protegen mucho y además son el mercado más grande del
mundo. Lo cuidan y no se lo van a dar a cualquiera.
Un puente
literario
Aunque Guillermo Bravo no vive en Argentina hace
más de diez años, siempre vuelve. En sus viajes, comenzó a notar que hacía falta aquí un acercamiento a escritores y
autores chinos. Por eso, en 2019 fundó junto a tres socias
la primera editorial argentina especializada en literatura china (llamada
también Mil Gotas), con la que acaban de publicar en nuestro país
su primer libro, Tándem Animales, una antología que reúne a cuentistas chinos y latinoamericanos, en los
que se entrecruzan nombres como Samanta Schweblin, A Yi, Washington Cucurto o
Lu Min.
–¿Cómo surgió la idea de la editorial?
–Los cuatro que hacemos la
editorial vivimos alguna vez en China y vimos que era necesario mostrar una nueva China, lo que nosotros vivimos y
lo que vimos. Veíamos en Argentina una veta para eso. Nos pareció que era
necesaria una mirada independiente, fresca y nueva.
–¿Cuál es el perfil de los escritores chinos actuales?
–Hace poco un poeta chino de 25 años me
dijo: “Somos los primeros poetas hombres chinos que cambiamos pañales, que
cuidamos a nuestros hijos”. Eso queremos mostrar, los
cambios de generaciones.
Ahí hay una nueva China, una forma diferente de relacionarse con la pareja y la familia y eso se nota en la escritura, un nuevo modo de
relacionarte con el mundo.
–Somos países muy distantes, ¿pero hay una
cercanía en la literatura?
–Sí, acá también pasa lo mismo. Bioy
Casares o García Márquez no cambiaron pañales. Acá también la generación
de 20 o 30 años son los primeros que se ocupan de sus hijos y que tienen otra relación
con su pareja.
Argentina está un pasito adelante. En China la palabra feminista todavía no es
positiva. Pero China siempre ha hecho otro camino. Nosotros pensamos que hay
un solo camino y ellos llegan por otras vías. El aborto allá es
legal hace mucho y sin embargo el machismo es más fuerte. En la editorial
queremos publicar muchas mujeres porque las mujeres son las que están en la vanguardia del pensamiento en
China. Ellas están viendo el mundo de una manera mucho más
sutil.
–¿Pensás en vivir allá para siempre?
–Me
imagino al menos dos o tres años más, por todo lo que estoy haciendo ahora. No sé si me quedaría para siempre porque es difícil sentirse parte de la
sociedad. Yo creo que llegué a comprenderlos mucho, pero
siempre hay cierta lejanía. Eso es doloroso: estar en un país, quererlo y
siempre sentir que hay una capa que no vas a atravesar
No hay comentarios:
Publicar un comentario