Francisco Álvez Francese publicó en La diaria, de Montevideo, el siguiente artículo a propósito de las jornadas sobre la traducción literaria y la crítica en la prensa, que tuvo lugar en Uruguay los pasados 6 y 7 de noviembre (cfr. entrada del 1 de noviembre eneste blog), con la presencia de traductores, críticos y editores argentinos y uruguayos.
Desestabilizar la lengua:
jornada de traducción
literaria,
prácticas editoriales y
crítica en la prensa
Aunque la traducción literaria tiene una larga
tradición en Uruguay (ya en la década del 30 del siglo XIX, por ejemplo,
Luciano Lira incluyó en El Parnaso
Oriental versiones de algunas odas de Horacio realizadas por
Francisco Acuña de Figueroa), lo cierto es que la reflexión teórica sobre la
práctica traductora en general ha sido muy escasa, casi limitada a comentarios
sobre la calidad en notas críticas o menciones a sus dificultades en prólogos.
Aunque últimamente pareciera
haber un nuevo impulso en ese sentido, sobre todo con la aparición de algunos
libros, como pueden ser La casa de polvo
sumeria (2011), de Circe Maia, y Un
huésped en casa (2013), de Teresa Amy, que, escritos por poetas que
traducen y con una fuerte impronta personal, indagan los alcances, los
problemas y las posibilidades de la traducción. Así, a estos libros los
acompañan otros como Ella sí (2014)
o Ganas y letras (2017), de Amir
Hamed, que tocan la cuestión de la(s) lengua(s), lo que también hacen varios
ensayos personales, como los reunidos por el argentino Jorge Fondebrider en el
volumen Poetas que traducen poesía (2015),
en el que se encuentran los uruguayos Maia, Roberto Echavarren (cuyo libro Las noches rusas, de 2011, también puede
pensarse como un monumental ensayo sobre la traducción) y Roberto Mascaró. Si
este es el caso de los creadores, además, no es menos importante notar la
creciente presencia de este tema entre críticos y académicos, sobre todo
gracias a eventos especializados en la literatura comparada como el coloquio
Montevideana, que en 2018 tuvo su décima edición.
Ese año, sin ir más lejos,
Leticia Hornos y Rosario Lázaro Igoa coordinaron el curso extracurricular
“Traducción literaria en Uruguay: por un abordaje crítico de traducciones y
traductores” en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, en el
que, con la colaboración del brasileño Walter Carlos Costa (fundador del
Posgrado en Estudios de la Traducción de la Universidade Federal de Santa
Catarina), se reunió a traductores, investigadores e interesados con el fin de
estudiar algunos casos de traducción en una amplia selección que abarcó todos
los géneros literarios: narrativa (Con el
vaqueiro Mariano, de João Guimarães Rosa, traducido por Washington
Benavides y Eduardo Milán), poesía (“Requiem para una amiga”, de Rainer Maria
Rilke, en la versión de Mercedes Rein), teatro (el primer acto de Dos nobles de la misma sangre, de William
Shakespeare, en traducción de Hamed) y, saliéndose de las fronteras nacionales,
cómic (la versión de Agustina Blanco y Leopoldo Kulesz de Asterix y los Godos, de René Goscinny y Albert
Uderzo) y ensayo (con la traducción de Jorge Schwartz de “Transluciferación
mefistofaústica. Contribución a la semiótica de la traducción poética”, de
Haroldo de Campos).
Cuando se las consulta sobre
esta experiencia, Hornos y Lázaro Igoa comentan que una de las conclusiones a
las que llegaron fue, precisamente, la necesidad de seguir trabajando en esta
área. Y con esto en mente, en 2019 volvieron a juntarse para coordinar la
charla informativa “Ayuda a la traducción”, que será mañana a las 18:30 en el
Goethe-Institut con la presencia de los especialistas Micaela van Muylem, Fabio
Lima y Sinéad Mac Aodha, y el evento “Jornada de traducción literaria,
prácticas editoriales y crítica en la prensa”, que tendrá lugar el viernes de 9.00 a
18.00 en el Centro Cultural de España y contará con la
participación de expertos uruguayos y argentinos.
La traducción ¿en el margen?
¿Qué lugar ocupa la traducción
literaria en el catálogo de las editoriales uruguayas? ¿Ocurre lo mismo con las
editoriales independientes? ¿Qué se traduce, cómo se comercializa, quiénes son
los profesionales involucrados en el proceso? ¿Cuál es la respuesta de la
prensa cultural local a las traducciones publicadas? Estas son algunas de las
preguntas que guiarán la actividad y que Lázaro Igoa resume como claves para
comprender las distintas aristas del tema.
A través de estas cuestiones,
la idea es, según la organizadora, instaurar “un espacio permanente de diálogo
entre traductores, editores, periodistas y académicos”, rasgo tal vez notorio
en el apoyo recibido por Educación Permanente de la Universidad de la
República, la revista Lento y la
Criatura editora (que, significativamente, no publica traducciones). Siguiendo
esta voluntad de articular áreas (academia, prensa, mundo editorial), los
invitados van, por nombrar a unos pocos, desde la docente argentina Griselda
Mársico, del Seminario Permanente de Estudios de Traducción, a Diego D’Onofrio,
director de la editorial La Bestia Equilátera, y desde María José Santacreu,
directora de Cinemateca y ex editora de la sección cultural del semanario Brecha a la traductora Lil Sclavo.
Por más que, al repasar
catálogos, diarios y revistas, sea claro que el lugar de la traducción en
Uruguay dista de ser central, cuando le pregunto a Lázaro Igoa sobre la
“marginalidad” de la traducción literaria local, su respuesta es categórica:
“La traducción no tiene un lugar marginal en el Uruguay; lo marginal es el
lugar que ocupa en cuanto asunto de crítica especializada, investigación,
reflexión y reconocimiento de sus actores. Leemos traducciones, pero no son
hechas acá”. Aunque no cree que sea “algo sólo nacional”, advierte que “ser una
plaza editorial tan pequeña no ayuda” y que en Uruguay “hoy casi no se traduce
literatura, cuando sabemos que la Generación del 45, por ejemplo, fue muy
activa en la traducción de autores extranjeros y en el diálogo establecido con
otras tradiciones”.
En efecto, alcanza ver los
índices de revistas como Entregas de La
Licorne (1947-1961), Número (1949-1964)
o revisar ejemplares al azar de Marcha (1939-1974)
para comprobar (como sucede cuando se mira publicaciones periódicas anteriores
como, por ejemplo, La Cruz del Sur –1924-1931–
o, incluso, posteriores, como Posdata –1994-2000–),
para comprobar el gran número de versiones de obras de autores extranjeros que
se encontraban en sus páginas, publicadas en un momento en el que la traducción
también servía como forma de introducción, al público uruguayo, de un autor
todavía no masivo. Así, aunque hay esfuerzos recientes por sistematizar estos
esfuerzos (cabe mencionar la tesis de maestría de Hornos, por ejemplo, dedicada
a la recepción de Franz Kafka en Uruguay), lo cierto es que, como sostiene
Lázaro Igoa, “en términos académicos, el hecho de que solamente en 2006 haya
habido, desde la Facultad de Derecho y de Humanidades, un posgrado en
Traducción Literaria que nunca se reeditó, habla de la importancia marginal que
tiene la disciplina en nuestra universidad”, aun cuando “a nivel privado hay
algunas iniciativas”.
Abrir el diálogo
Traductora de autores como
Mário de Andrade y autora de artículos sobre las versiones, en español, de
narradores como Machado de Assis o poetas como Haroldo de Campos, cuando se le
pregunta a Lázaro Igoa sobre la poca presencia de literatura brasileña en el
mercado uruguayo responde que “tal vez esa dificultad tenga que ver con la
escala de nuestra plaza editorial y con una tradición de darle la espalda a
todo lo brasileño”, que “no se reduce a una cuestión de lengua...”.
En ese sentido, destaca que en
Argentina “hay otro contacto con la literatura brasileña, porque existe una
academia que la estudia, editoriales que la traducen, una crítica que se ocupa
de ella. Si observás los números de las becas de la Biblioteca Nacional de
Brasil, Argentina es el país que, después de España, más ha traducido a Brasil
con estos fondos. Ahora bien, no sé por qué esas obras no llegan a nuestro lado
del charco. Tenés el catálogo de Corregidor, El Cuenco de Plata, Manantial,
Adriana Hidalgo, Beatriz Viterbo, Eterna Cadencia, que entre todas hacen un
panorama de clásicos y contemporáneos bastante notable”, mientras que en
Uruguay “el contacto con Brasil se reduce a iniciativas puntuales, como el
trabajo de Pablo Rocca, el catálogo de Banda Oriental, la colección Boca a Boca
de Yaugurú, el trabajo de la revista Pontis,
y alguna que otra cosa más”.
A la vez, el problema de la
traducción y de las lenguas es cada vez más central en un mundo que parece
tender hacia la adopción del globish (por
la contracción de global + English) como lengua franca. La reflexión,
entonces, que a menudo se posiciona entre privilegiar el texto de partida o el
de llegada, se vuelve cada vez más importante. Sobre esto, Lázaro Igoa responde
que comparte la idea de Haroldo de Campos “de que el texto traducido siempre
instaura un diálogo con la tradición literaria en la que se inserta”, aunque no
cree que él “proponga el énfasis en el texto de llegada, sino en la posibilidad
de que dialogue con el reservorio existente de literatura vernácula, a veces de
manera violenta”.
Siguiendo en las ideas del
brasileño, Lázaro Igoa se detiene en el concepto de “transcreación”, que define
como “una búsqueda por la ‘lengua pura’ de Walter Benjamin, que adopta
diferentes operaciones según las demandas del texto a traducir”. Así, la
investigadora marca sus preferencias: “Prefiero tomar de De Campos el concebir
a la traducción como operación crítica, como una forma de incidir en la
tradición vernácula, de poner a disposición y crear un diálogo con lo ya
existente. Me interesa esa traducción que desestabiliza, que crea afinidades y
que renueva lo vigente. Eso inspiró, por ejemplo, mi traducción de las crónicas
de Mário de Andrade que integran el libro Crónicas
de melancolía eufórica (Alter, 2016). Estos textos desestabilizan la
noción más generalizada del género crónica que tenemos en el Río de la Plata,
dialogan con cierto Felisberto Hernández, así como traen, en su historicidad y
nuevo conjunto, un archivo mediado e intervenido al presente de la producción
periodística uruguaya”.
De este modo, entonces, la traducción no es meramente una forma de acercar a un público un autor de lengua extranjera, sino que se presenta como un gesto crítico que busca hacer participar a ese autor en una tradición en la que no estaba inscripto y, de esa manera, ampliar su alcance y, al mismo tiempo, poner en cuestión los límites de las llamadas “literaturas nacionales”. Y es en ese sentido que la traducción se muestra en su centralidad, no como actividad secundaria y servil a la lengua de partida, sino como práctica del lenguaje en sí misma.
De este modo, entonces, la traducción no es meramente una forma de acercar a un público un autor de lengua extranjera, sino que se presenta como un gesto crítico que busca hacer participar a ese autor en una tradición en la que no estaba inscripto y, de esa manera, ampliar su alcance y, al mismo tiempo, poner en cuestión los límites de las llamadas “literaturas nacionales”. Y es en ese sentido que la traducción se muestra en su centralidad, no como actividad secundaria y servil a la lengua de partida, sino como práctica del lenguaje en sí misma.
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