En varias oportunidades, este blog ha reflejado polémicas a propósito de las distintas traducciones, realizadas a uno y otro lado del Atlántico, de la obra del escritor estadounidense J.D. Salinger. Pueden consultarse retrospectivamente, recurriendo al índice onomástico ubicado en la parte inferior de la columna de la derecha. Sumamos una nueva, a partir del siguiente artículo de Julia Garzón Funes, traductora e íntérprete en inglés, además de escritora.
Disquisiciones
sobre la traducción de títulos o
¿alguien
vio alguna vez un pez plátano?
La escritura es esto: la ciencia
de los goces del lenguaje,
su kamasutra (de esta ciencia no
hay más que un tratado:
la escritura misma).
Roland Barthes (1)
He seguido con atención los comentarios
publicados por el Club de Traductores Literarios sobre las versiones al
castellano o español de los libros de Jerome David Salinger.
Las obras de
Salinger no pierden interés aunque pasen los años. Siempre me sorprendió su
elegancia al jugar con la ambigüedad de frases y palabras. Demuestra ser
especialmente eficiente en esconder mensajes en los títulos de sus cuentos; por
ejemplo, en “A Perfect Day for
Bananafish” (2), del que me voy a ocupar en estas líneas, título que,
por otra parte, cierra magistralmente el tema del cuento.
Debido al celo
con que protegía su intimidad, no me sorprende que haya dicho:
…for reasons I'm
not at liberty to disclose, I've disguised myself so cunningly that even the
cleverest reader will fail to recognize me.
(... por razones
que no puedo revelar, me he escondido tan astutamente que ni aun el más
inteligente de mis lectores podrá reconocerme).
A pesar de lo que dice Salinger y, en
razón de mi oficio de traductora, debo penetrar en las estructuras del lenguaje
utilizado por el escritor en el idioma de origen, para poder volcarlo al idioma
de destino (en mi caso el castellano) tratando de que no se escurran entre los
márgenes de los dos idiomas las sutilezas y mensajes del escritor, autor del
original.
Es sabido que,
en ocasiones, los traductores trabajamos contra reloj y que no siempre los
honorarios son ajustados a la dura labor de trasladar ideas, pensamientos o
conceptos de un idioma a otro, inquietud que suele impedirnos ser más precisos
o, quizás, más creativos. También, a veces, la idea brillante simplemente no
viene a nuestra mente o llega cuando ya la traducción está publicada, siendo
que los tiempos del trabajo creador no son los perentorios de las editoriales.
Aconsejaba mi profesor de traducción,
Mr. Patrick O. Dudgeon que era conveniente traducir literalmente para después
seguir adelante sin perder la impronta del idioma de origen.
En el cuento “A Perfect Day for Bananafish” o, en una de las primeras
traducciones: “Un día perfecto para el
pez banana” (39, Seymour, el protagonista de la historia,
internado en un hospital por padecer del síndrome de guerra postraumático, ha
sido dado de alta y está de luna de miel con Muriel, en una playa junto al mar.
Ella, en la habitación del hotel, se pinta las uñas con displicencia mientras
habla por teléfono con su madre; quien se muestra muy preocupada por su hija a
quien siente amenazada por la enfermedad mental de Seymour.
En ese momento, Seymour está en la playa
con Sybil, una niña a quien su madre dejó sola para irse al bar del hotel a
tomar un Martini con una amiga. Aquí está presente la recurrente fragilidad en
las niñas y las mujeres de Salinger sobre las que existe un “impending danger” (peligro latente y
sutil), revelador de un drama secreto y real. También los personajes hombres
parecen mostrar similares cicatrices (Holden Caulfield).
El veterano de guerra le cuenta una
historia a la niña sobre un pez banana. Se trata de un pez que entra nadando en
un pozo a comer bananas y después no puede salir y se muere. Llama la atención
que haya elegido a Sybil (4), con ese sugestivo nombre, para ser la depositaria
de lo que va a ocurrir ese mismo día.
Debo decir, además, que el pez banana o
“bananafish” existe, no es una invención de Salinger. (5) Obviamente, utilizó
el nombre de ese pez porque le resultó perfecto para dar el toque final a su
cuento, como veremos más adelante.
Este inocente cuento que el protagonista
le cuenta a Sybil, parece ser una metáfora de la imposibilidad de salir del
pozo depresivo en que él ha caído y del que no puede salir, a pesar de haber
completado su tratamiento en un hospital para veteranos de la última Guerra mundial.
Pero en
realidad, en este momento, más que en la obra de Salinger, estoy interesada en
la traducción del título al castellano que una vez fue traducido como “Un día perfecto para el pez banana” y
en otra editorial: “Un día perfecto
para el pez plátano” (6).
La palabra `banana’ existe tanto en
castellano como en inglés. También encontramos en inglés la palabra `plantain´,
en castellano `plátano´, pero Salinger usa en su título el vocablo `banana´. La
banana nace de una planta denominada banano, pero el plátano crece en una
planta distinta. En consecuencia, hay una gran diferencia entre la banana y el
plátano, por lo menos en toda América. La banana que, a veces, llaman banano,
como la planta de la que nace, es usualmente utilizada en postres y también se
puede comer cruda. Por otra parte, el plátano, también llamado hartón, crudo
resulta indigesto y debe cocinarse. Para complicar los usos y costumbres que
denotan las palabras, hay muchas variedades de estos frutos que tienen también
distintos nombres en los países de Sudamérica, como por ejemplo, cambur,
topocho, guineo o bocadilla. Además, la palabra plátano es usada en España para
lo que en toda América se conoce como banana. Y, como decía Borges, no existen
los sinónimos, si hay dos palabras es porque nombran cosas distintas.
Pero lo que más importa en este caso es
que Salinger eligió el bananafish o
“pez banana” deliberadamente, demostrando su habilidad para esconder el
verdadero mensaje con juegos de palabras. No es de extrañar que, probablemente,
su destreza en ocultar significados haya sido el resultado de haber pertenecido
al servicio de contraespionaje durante la última Guerra Mundial. De la misma
manera, también protegió su vida privada y su intimidad férreamente.
Uno llega a pensar que quizás ocultaba
dolorosos secretos de sus actividades durante la guerra y también recuerdos que
trataba de olvidar con prácticas hinduistas, o porque, quizás, todavía seguía
siendo un agente secreto. Ese es otro de los misterios en su vida.
Y volviendo a “Un día perfecto para el pez banana”, Seymour entra a la
habitación del hotel donde duerme Muriel y, en forma sorpresiva y brutal, se
suicida de un tiro. Como el pez del cuento que entra en un pozo para comer
bananas y luego no puede salir y muere, él tampoco logra salir de su pozo
depresivo, harto de horror y pena.
Pero ese día, en verdad, era un día
perfecto para tomar un cóctel refrescante, especialmente apropiado para la
playa, que, en América, no se prepara con plátano sino con banana, por las
diferencias antes citadas. Era “A Perfect Day for Bananafish /A Perfect Day
for Banana Fizz”. Claramente,
Salinger juega con los sonidos sibilantes fish/fizz,
el primero sordo y el segundo sonoro, con las indudables
consecuencias semánticas. Quizás por eso eligió el bananafish o pez banana y no otro.
Para traducir correctamente este juego
de palabras al castellano, lleno de sentido, tendríamos que encontrar otro pez
y otro trago; cosa que sería indudablemente una genialidad. Pero, estas son las
elecciones que debe hacer un traductor en las que siempre se pierde algo.
Obviamente, es muy difícil encontrar un
equivalente para ese juego de palabras y, si lo encontráramos, tendríamos que
inventar otra metáfora, que podría considerarse una traición, pero prefiero
pensar que es imposible lograr ser matemáticamente fiel al original. En tal
caso, incurriríamos en el error al que nos lleva la traducción literal, muchas
veces inentendible, y otras tantas, meramente risible.
Sin dejar de lado el secreto placer que
produce el descubrimiento de estas ambigüedades, estos juegos entre sonidos y
palabras iluminan distintos aspectos del sentido y abren una ventana entre lo siniestro
y lo vital.
Es probable que también sea posible una
interpretación fálica del título “Un
día perfecto para el pez plátano” (7), como puede inferirse de algunas
ilustraciones del cuento, aunque yo prefiero la imagen del pez amarillo y
regordete que vi en internet. De todas maneras, la imagen fálica, a la vez
demasiado machista, me parece menos profunda y sutil que la visión de un pez
amarillo, redondo y simpático, más apropiada para un cuento infantil, junto con
el oculto mensaje de un buen día en la playa tomando un fresco y dulce “banana
fizz”, en lugar del amargo disparo de un tiro.
Y retomando el tema de las dificultades
de la traducción en los títulos de Salinger al castellano / español, y de las
dificultades a sortear, con el objeto de encontrar una versión unificadora del
idioma al que se traduce, no puedo dejar de resaltar la diversidad de usos y
costumbres entre bebidas y comidas que separan a toda América de la madre
patria; como dijo don Felipe de Borbón, cuando todavía era Príncipe de Asturias,
citado por Carlos Fuentes: “La grandeza del mundo hispánico es inseparable de
la diversidad cultural de sus componentes”.
Por estas razones, dudo de que se pueda
lograr una variedad del castellano/español que resulte en un idioma entendible
por todo el mundo de habla hispana y que, en tal caso, terminaría siendo
descremado o light y sin la sal de la
vida, por lo menos en lo que respecta al habla y a la traducción literaria. La
traducción técnica, científica o jurídica presenta otros problemas. Y dejaremos
para otra vez las dificultades del lenguaje, en constante evolución con sus
indomables variedades.
Creo también
que, debido al intento de globalizar los usos del idioma castellano/español,
especialmente cuando se refiere a lo literario, estamos contribuyendo a
cercenar sutilezas de significado que hacen a nuestra identidad multicultural,
y nos permiten disfrutar de otras maneras del decir que nos producen un
innegable placer.
El tema es difícil de resolver, porque
lo que sí queda cuestionada, como vengo diciendo, es la existencia de lo que se
dio en llamar español neutro, que quizás transcurra entre los inconmensurables
márgenes de la fantasía.(8)
NOTAS
1
R. Barthes, (2008) El placer del texto y la lección inaugural, Buenos
Aires, Siglo XXI Editores, p. 14.
2 J.D Salinger, (1953) Nine
Stories, A Signet Book, Boston, Little, Brown and Company.
4Sybil
Nombre de origen griego que significa: profetisa, oráculo. La sibila es un
personaje de la mitología griega y romana. Es una mujer que dispone de poderes
para la profecía, inspirados por el dios Apolo.
5
El pez banana o “bananafish” puede verse en un sitio de internet con ese
nombre, pequeño y regordete. Es el Thalassoma
lutescens vive en los arrecifes de coral, tiene tonos café y amarillo, crece hasta un
tamaño similar a una banana y por extraño que suene vive en racimos. Hay
también otros tipos de pez banana. Del sitio Upsocl.com.
También
en Wikipedia y en la Fish Base. Consultado el 16 de abril de 2019.
6
J.D. Salinger, (1970 ) Nueve Cuentos, Traducción Marcelo Berri,
Editorial Octaedro.
7
J.D.Salinger, (2007) Un día perfecto para el pez plátano, Barcelona.
8J.
D. Salinger, Blog del Club de Traductores Literarios.
9 Shields, David. Salerno,
Shane. Calvo, Javier, trad. Salinger
(2014), Ciudad
Autónoma de Buenos Aires, Argentina, Seix Barral, Primera Edición.
10 Diccionario de la Rae: La
palabra español neutro no está en el Diccionario. Tampoco existe ese
término en la Edición del Tricentenario del Diccionario de la lengua española.
El
gran diccionario de los argentinos, Tº 13, p.h 1652 neutro 7) “Que utiliza
rasgos léxicos, morfológicos, gramaticales o fonétios que no reflejan
procedencia geográfica ni pertenencia a una variedad lingüística. Español
neutro no registrado”.
----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
No hay comentarios:
Publicar un comentario