Christian Kupchik |
El pasado 14 de junio, Mónica López Ocón publicó en el periódico Tiempo Argentino la siguiente entrevista con Christian Kupchik. En la bajada de la nota se lee: “Escritor, editor y especialista en literatura de
viajes, es también el fundador de Leteo, una editorial que va a contrapelo
de las modas que indican qué y cómo escribir. Entre sus últimas publicaciones
figura 35 sonetos ingleses de Fernando Pessoa, un libro casi desconocido escrito en
inglés isabelino.”.
“Editar es una forma de resistir a la estupidez”
Entre las múltiples cualidades que tiene Christian
Kupchik figura su capacidad para transformar la burocrática escritura de un curriculum –el suyo– en un género
literario fascinante.
Nació en Buenos Aires, pero su espíritu nómade lo
llevó a vivir en París, Barcelona, Estocolmo y Montevideo. Apasionado de los
viajes, nunca permitió que el turista, aquél que viaja para comprobar que
realmente existe el lugar que vio en los folletos, desplazara en él al viajero,
aquél que viaja sin red, sin otra guía que el asombro. Hace unos meses volvió
de Vietnam y todavía una parte de él está allí.
Estudió Psicología en la Universidad de Buenos
Aires y también en París V (Vincennes). Más tarde estudió Filología nórdica en
la Universidad de Estocolmo.
Publicó poesía, relatos y ensayos. Hace las mejores
entrevistas del mundo como bien lo demuestra las que compiló en Todos
estos años de gente. Encuentros con escritores notables. Tradujo, entre
otros autores, a Tomas Tranströmer, Premio Nobel de Literatura 2011.
Como no podía ser de otro modo, es especialista en
literatura de viajes y escribe prólogos tan increíbles que hacen que uno
recuerde más el prólogo que el libro prologado.
Le gustan las estampillas que Donald Evans pintaba
a mano a través de las cuales fundaba países que sólo existían en sus sellos
postales.
Es coeditor junto con Salvador Gargiulo de Siwa, una
increíble revista-libro de literatura geográfica con una estética del siglo
XIX. “Con Salvador siempre decimos –acota– que ser anacrónico es una forma
estar a la vanguardia.”
También fundó una editorial, Leteo, en los momentos
más críticos de la Argentina. Entre sus últimos libros publicados por el sello
figura 35 sonetos ingleses de Fernando Pessoa, un texto casi
desconocido del poeta portugués escrito en un inglés isabelino, una joya rara.
–¿Cómo fue fundar una editorial en 2016, luego
de que el macrismo asumió el gobierno y el país comenzaba a vivir tiempos
durísimo?
–Creo que la fundación de Leteo tuvo que ver
precisamente con eso, con el momento sumamente complicado que atravesaba el
país y era difícil ver lo que nos señalaba nuestra vicepresidenta, una luz al
final del túnel. En ese momento no había luces ni en el final, ni en el medio,
ni tampoco en tu casa. Sólo había tenido un intento editorial anterior, que fue
cuando con Américo Cristófalo fundamos Paradiso, un sello que todavía continúa
y que yo dejé cuando me fui a vivir a Montevideo. Siempre me interesó la tarea
editorial. En la Argentina contamos con una riquísima tradición de editores.
Por suerte, tuve la oportunidad de colaborar en los últimos tiempos de su vida
con uno de los que más admiro en el mundo editorial: Boris Spivakov. Pero si
nos remontamos más atrás vamos a ver, por ejemplo a Jacobo Muchnik de Fabril.
Siempre me gustó el trabajo de hacer públicas ciertas perlas, de hacer una
suerte de arqueología literaria. Cuando comencé Leteo junto a Jorge Consiglio
el proyecto estaba muy acotado a la realidad del momento. Al principio
distribuíamos nosotros mismos los libros. Luego, la propia dinámica de los
libros nos llevó a dar un salto para que llegaran a un arco le lectores más
grande. Jorge me planteó que eso exigía una mayor inversión de tiempo, de dinero,
lo que es verdad, y que él quería seguir dedicado a su propia literatura, de
modo que continué solo, somos tan amigos como siempre y el continúa siendo una
parte vital de Leteo. Yo asumí un riesgo muy grande que tuve que
consensuar con mi familia. Para mí editar es una forma de resistencia a la
estupidez que nos rodeaba, a la falta de una sensibilidad social. Levanto las
banderas de los viejos valores de los republicanos españoles que aquí fundaron
un sello como Losada. Cada proyecto de libro me ayudó a pasar los años del
macrismo, aunque no desde lo económico. Para mí significó seguir pelendo por un
mundo más justo a partir de reproducir la belleza que otros han escrito.
Nuestro propósito era rescatar libros que no solo tuvieran que ver con nuestros
gustos estéticos y literarios sino que fueran lo que otro gran editor italiano,
Roberto Calasso, llama “libros únicos”.
–¿Qué es un libro único?
–Un libro a cuyo autor le ha pasado algo y ese algo
misterioso el editor quiere que también le suceda al lector. Es algo místico,
un poco secreto. Además, en el libro único no solo es importante el contenido,
sino también el continente. Es importante la calidad de las traducciones y el
material literario que pueda enriquecer y darle a esa obra otra perspectiva. Al
principio hicimos ediciones muy chiquitas pero muy cuidadas. En un momento en
que para las autoridades culturales la cultura era un mal menor y todo era una
especie de fastfood, queríamos plantear el desafío de volver a la vieja
tradición de los libros ilustrados, libros que exijan tiempo y reflexión.
– 35 sonetos
ingleses de Fernando Pessoa
es un libro único por antonomasia. Se trata de poemas escritos en un inglés de
la época isabelina casi desconocidos en español. ¿No es así?
–Sí, Pessoa los publica originalmente en 1918 en
Lisboa, en una edición muy chiquita que no incluía la totalidad de los poemas,
sino unos 20 y luego publicó el resto y también Antinous que
es otro de los títulos que escribió en inglés. Pessoa creció en Durban,
Sudáfrica, y toda su escolarización fue en inglés. Se aficionó muchísimos a los
llamados metaphysical poets, poetas metafísicos. Los sonetos eran
una rareza cuando los publicó en Lisboa porque estaban escritos en un inglés
isabelino, un inglés que no se hablaba hacía cinco siglos. Incluso cuando manda
algunos pocos ejemplares a Londres, los propios británicos no podían creer que
existiera un portugués desconocido que escribía en la lengua de Shakespeare
respetando el ritmo y la métrica, como si los poemas hubieran sido escritos en el
siglo XVI o XVII.
–¿Y cómo llegan a vos estos sonetos?
–Los descubrí en un viaje que hice a Portugal hace
mucho tiempo atrás y quedé absolutamente fascinado. Pessoa los publicó en
inglés y jamás los tradujo al portugués, idioma en el que fueron publicados por
primera vez a título póstumo por un grupo de amigos de Pessoa en 1954. Creo que
en esa oportunidad solo fueron publicados 14 y no se respetó ni la rima ni la
métrica. La primera traducción que intenta adaptar la lengua isabelina al
portugués es de 1974. Es decir que pasan unos 60 años hasta que esos poemas
logran ser traducidos al portugués. De él conocemos sus heterónimos, pero estos
poemas son una rareza.
–También tuvo un heterónimo inglés, ¿no es así?
–Sí, Alexander Search. De hecho, cuando regresa a
Lisboa desde Sudáfrica se hace una tarjeta con el nombre de ese heterónimo.
Durante mucho tiempo quise concretar el proyecto de hacer una traducción de
esos sonetos ingleses porque, más allá de la curiosidad de que hayan sido
escritos en esa lengua y respeten la normativa de la poesía isabelina, son muy
buenos poemas. Tienen fuerza, densidad, profundidad y rescatan el espíritu
metafísico de la época que Pessoa no tuvo nunca en su poesía ni en la de sus
heterónimos. Yo mismo hice algunos intentos de traducción de esos sonetos en
los que fracasé estrepitosamente. Hasta que, hace unos años en un congreso un
amigo español de la Universidad de Sevilla, José Manuel Camacho, me cuenta que
conoce a un señor que estaba trabajando en la traducción de estos poemas.
Cuando Leteo fue una realidad, quise armar una colección de poesía en la que el
primer título fuera este libro de Pessoa. Le escribí a Camacho y le pedí la
dirección de este señor que me había mencionado, Esteban Torre. Lo contacté sin
saber nada de él y me contestó que estaría encantado de publicar su traducción.
La única condición que me puso es que la edición fuera bilingüe, con el poema
en su lengua original y la traducción al español, cosa en la que yo ya había
pensado. Torre nació en 1934, es decir que es una persona bastante mayor. Es un
médico cirujano especializado en la métrica de la poesía española y ha ganado
diversos premios por sus trabajos sobre el tema. Además de traducir la obra,
hizo el prólogo del libro. No me alcanzan las palabras de agradecimiento hacia
a él porque le dedicó a esto buena parte de su vida. Además, me di el gusto de
complementar el libro con datos accesorios. Por ejemplo, hay varios apéndices:
está presente la teoría de Pessoa sobre los heterónimos; testimonios referidos
a Pessoa, desde el de Albino, el camarero que lo atendía en el bar A brasileira
do Chiado, hasta el de Octavio Paz o Antonio Tabucchi; una cronología que
abarca toda su vida y que, además, está profusamente ilustrada con imágenes
poco conocidas; un mapa de Lisboa que marca todos los lugares en que Pessoa
estuvo presente. Creo que todos estos elementos enriquecen la obra y ayudan a
darle otra perspectiva. Eso es lo que intento hacer en cada libro desde nuestro
primer rescate que es un librito de aforismos sobre arte y poesía de Jean
Cocteau que para sorpresa de todos se transformó en nuestro pequeño bestseller.
–También apareció otro libro de Pedro
Rey, Trieste. Un cuento.
–Sí, Pedro tiene un gran proyecto que llamó un poco
caprichosamente La lira argentina. Cada uno de sus cuentos puede leerse
de manera independiente, pero guardan una coherencia entre sí. El primer
libro, Katsikas, contaba con cinco cuentos, y este que está
compuesto por uno solo, que es casi una nouvelle. Me estimula mucho ir
publicando este proyecto porque me parece que aporta nuevos discursos. Como
editor me gusta correr el eje de los que se supone que hay que escribir y leer
hoy en día.
–¿Y qué se supone que hay que escribir y leer hoy?
–Creo que todavía hay un resto de literatura del yo
y también una suerte de realismo sucio.
–¿Leteo vaa a sacar algún otro título este
año?
–Sí, una novela desconocida en castellano de
Raymond Queneau que va a tener un prólogo y un posfacio de reconocidas figuras
del medio y una entrevista que le hizo Marguerite Duras en 1959 cuando él
publica Zazie en el metro y vamos a cerrar el libro, si
conseguimos los derechos, con una nota corta pero maravillosa, una especie de
perfil de Queneau hecho por un personaje absolutamente inesperado: Juan Gelman.
Me parece que ofrecer estas cosas es poner el libro en otro lugar, darle otro
espacio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario