Jonio González es un poeta
argentino radicado en Barcelona desde 1983. Allí trabajó en el departamento de
producción de varias editoriales hasta su reciente jubilación. En paralelo,
tradujo incansablemente. Muchos de esos textos aparecieron en su Facebook, pero
también en el blog Otra iglesia es imposible, de Jorge Aulicino. Ahora, de manera absolutamente gratuita, fueron
publicados por Ediciones en Danza, con prólogo de Aulicino, y pueden leerse
siguiendo este link:
Un prolífico traductor "aficionado"
Con
motivo de la aparición del primer volumen de su monumental empresa, el
Administrador entrevistó a González. El texto resultante puede leerse a
continuación.
–¿Cómo se armó esta antología?
–Por
acumulación. Esta antología es la historia de mis lecturas, de la atracción que
han ejercido sobre mí ciertos textos y autores. Respecto de los textos, esa
transformación de la lectura en traducción (aunque toda lectura es una
traducción) tiene que ver con el intento (no con el logro) de llegar hasta el
fondo, de averiguar si estaba acertado al adjudicarle un significado
determinado.
–¿Por qué
esos autores y no otros?
–Llevo
traducidos unos ciento cincuenta poetas norteamericanos (lo que no significa
que conozca la obra de todos ellos, ni mucho menos). Creo que en volumen (por
decirlo de algún modo) la poesía de Norteamérica quizá sea la más importante de
la segunda mitad del siglo XX, como la francesa lo fue de la primera mitad.
Suelen darse esos fenómenos en que surgen en determinadas épocas y en ciertos
países muchos poetas de talento; en Latinoamérica tuvimos el caso de Perú, en
Europa tenemos desde hace un tiempo el de Polonia, etc. De esa admiración y esa
búsqueda cuyo fruto son esos esos doscientos poetas, elegí, por un lado, a los
que más cerca sentía de mí, y por otro a aquellos que en mi opinión merecían
ser más frecuentados, o sencillamente conocidos.
–¿Qué te
determinó a que se publique digitalmente antes que en papel?
–La
decisión de publicar digitalmente los dos volúmenes de esta antología tiene que
ver con la crisis actual incentivada por el coronavirus, por la dificultad de
gestionar los derechos de tantos poetas y, en mi caso, porque creo que el
futuro de la difusión de la poesía está ligado, en buena medida, a los medios
digitales.
–¿Puede considerarse un aficionado y no un
traductor hecho y derecho quien traduce a tantos poetas como vos
–He
trabajado muchos años revisando textos y traducciones para y en varias
editoriales. He tenido la inmensa suerte de no tener que traducir por
obligación. Sí, me considero un traductor aficionado en la medida en que “afición”
significa tanto amor hacia una persona o cosa como empeño. Mi amor, en ese
sentido, es hacia los poetas (debo admitir que algunos más que otros, y unos
pocos, que no he incluido en la antología, en absoluto) y sus textos. Y el
empeño, en generar en el lector la curiosidad y la búsqueda de otros textos y
otras (mejores) traducciones.
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