–¿Qué sentido tienen los agentes literarios?
–En muchos casos, el sentido de la existencia de los agentes literarios es el mismo que la de los asesores de seguros, las inmobiliarias, los visitadores médicos, los gestores previsionales, entre otros: un engranaje gris en una maquinaria de movimiento pesado. ¿Son imprescindibles? Creo que, como en todas esas otras profesiones, no. Uno puede hacer contratar un seguro, comprar una propiedad, recetar un medicamento (siendo médico, claro) o tramitar una jubilación sin un intermediario/a, pero se supone que existen para, a cambio de una porción de la torta, “facilitar” las cosas. Se supone que, los más conocedores y hábiles, saben acercar partes, tender puentes, facilitar negocios, ofrecer oportunidades. Hay otros, claro, que me parecen más interesantes, pero, como en todo, son los menos. Están, por ejemplo, los y las que trabajan con los textos antes de mandárselo a un editor (en nuestro medio, este es un trabajo más de talleristas que de agentes, pero en otros países no) y los que saben darle alguna impronta creativa e interesante al asunto.
–¿En qué consiste la tan mentada fidelidad entre autores y editores?
–Ya me casé una vez, hace muchos años, y todavía somos felices. No estoy de acuerdo con mantener tantos matrimonios. Prefiero los contratos comerciales, con plazos y cláusulas. El “hasta que la muerte nos separe” me parece demasiado en este caso.
–Considerando que a los autores les corresponde entre el 10% y el 8% del precio de tapa de los libros que publican, y a los traductores entre el 4% y el 1%, cómo se justifica que a las librerías les toque entre el 40% y el 35% y a las distribuidoras entre el 30% y el 25%, reservándose el resto a las editoriales. ¿Se puede sostener esa proporción? ¿Por qué sí o por qué no?
–La cadena comercial del libro está cosida con hilo de algodón frágil. ¿Hay industria? ¿Hay mercado? ¿A quién le toca construir o darle forma a ese universo/ industria/ mercado? ¿A todos? ¿A ninguno? Ya escuchamos hablar de la muerte del autor, de la muerte de las librerías, de la desaparición de los distribuidores, de la crisis del papel, del reemplazo digital como sucedió con la música, de la muerte del soporte… El “mercado” del libro es diverso y siempre siempre atractvo y genial. El otro día leí, por ejemplo, que las declaraciones juradas de réditos de Joe Biden habían crecido exponencialmente cuando empezó a publicar libros. Sí, puede sonar raro, un gran método para “blanquear” (sobre todo tratándose de un senador del Estado de Delaware, cuasi paraíso fiscal), pero si miramos número por número, es creíble. Y ahí podemos hacer todas las cuentas que queramos y los números van a ser mágicos, literatura pura. Bueno, eso es lo que son esas cifras de la pregunta: literatura pura.
–¿Qué pasa con las traducciones cuando los autores cambian de editorial y se decide usar una traducción nueva?
–Por lo general, esas traducciones se vuelven un mito.O nada. Para bien o para mal, no pasa nada.
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