El escritor británico Harry Freedman se especializa en historia de religión y cultura y es autor de The Murderous History of Bible Translations (Bloomsbury, 2016). El 25 de mayo de 2019, en BBC History Magazine publicó el siguiente artículo, que nos fue gentilmente enviado por Jorge Aulicino.
Este último sumó el siguiente texto, de su propia pluma, que resulta pertinente: “La lengua es poder. Roma no perseguía a los traductores porque creyera que la palabra de la Biblia era literalmente la voz de Dios y por lo tanto no se podía decir de otro modo que como fuera escrita. Roma no podía argumentar de esa manera porque la Biblia ya había sido traducida al latín y era esa traducción, la famosa Vulgata, la que usaba y leía Roma. Los papas no daban misa en hebreo antiguo o arameo, ni siquiera en griego. La lengua oficial de la Iglesia era el latín, una lengua heredada, dicho sea de paso, de un imperio, el cual había perseguido a los cristianos y de cuya lengua se había apropiado la Iglesia. Pero ahora, el latín era la lengua de Dios, porque era la de los papas, la que sonaba en los conventos y la que se escribía en los scriptorium. Si cada país iba a decir la palabra de Dios del modo que mejor le pareciese, cada país podía reivindicar su propia iglesia, como en efecto sucedió en el norte de Europa y en Inglaterra, más bien por hartazgo de las persecuciones de la Inquisición que por otra cosa. La Reforma no fue tanto producto de un pensamiento heterodoxo cuanto de la enorme corrupción de Roma, el pago de indulgencias por las grandes fortunas, la exhibición de esa riqueza en el boato de las ceremonias y la violencia salvaje con que la Iglesia respondía al mínimo desvío del dogma. Mientras los traductores de la Biblia morían en la hoguera en los siglos XVI y XVII, exactamente en 1600, Giordano Bruno fue quemado en la plaza Campo dei Fiori por no retractarse acerca de ocho ideas, de las cuales una era que los mundos son infinitos. La intolerancia para nosotros increíble de Roma frente a toda manifestación de pensamiento propio o de interpretación de la Biblia se entiende si se piensa en lo que significaba tener el poder sobre los bienes y las almas, las conductas y cada acto de la vida de millones de personas ya no sólo en Europa, sino en los nuevos territorios de América y en el Asia. Decimos corrupción, pero en realidad era solo poder. Y la salida de madre de la Iglesia la conocía ya Dante Alighieri, para quien la donación de Constantino (los estados pontificios) fue el origen de todo el mal. Entre otras cosas, la Commedia es un panfleto contra la corrupción, es decir, contra el poder monstruoso de la Iglesia. Afortunadamente, para la literatura, no solo fue un panfleto, sino una obra literaria de muchas manos y sentidos.
La sangrienta historia de las primeras traducciones de la Biblia
John Wycliffe |
John Wycliffe (circa 1330-1384) era un destacado pensador inglés en el siglo XIV.
Teólogo de profesión, fue llamado para asesorar al Parlamento en sus negociaciones con Roma.
En ese tiempo, la iglesia era todopoderosa, y cuanto más contacto tenía Wycliffe con Roma, más indignado se sentía. El papado -pensaba- apestaba a corrupción e interés propio. Y él estaba decidido a hacer algo al respecto.
Wycliffe comenzó a publicar folletos argumentando que, en lugar de buscar riqueza y poder, la iglesia debería preocuparse por los pobres.
En una ocasión, describió al Papa como "el anticristo, el orgulloso sacerdote mundano de Roma y el más maldito de los esquiladores".
En 1377, el obispo de Londres exigió que Wycliffe compareciera ante su corte para explicar las "asombrosas cosas que habían brotado de su boca".
La audiencia fue una farsa.
Comenzó con una pelea violenta sobre si Wycliffe debería sentarse o no. Juan de Gaunt, hijo del rey y aliado de Wycliffe, insistió en que los acusados permanecieran sentados; el obispo le exigió que se pusiera de pie.
Cuando el Papa se enteró del fiasco, emitió una bula papal [una carta o documento papal oficial] en el que acusó a Wycliffe de "vomitar de la mazmorra sucia de su corazón las más perversas y condenables herejías".
Wycliffe fue acusado de herejía y puesto bajo arresto domiciliario y más tarde se vio obligado a retirarse de su puesto como Maestro del Colegio Balliol, Oxford.
La Biblia para la emancipación
Wycliffe creía firmemente que la Biblia debería estar disponible para todos. Veía la alfabetización como la clave para la emancipación de los pobres.
Aunque partes de la Biblia se habían traducido previamente al inglés, todavía no había una traducción completa.
La gente común, que ni hablaba latín ni podía leer, solo podía aprender del clero. Y gran parte de lo que creían saber, ideas como el fuego del infierno y el purgatorio, ni siquiera formaban parte de las Escrituras.
Así que, con la ayuda de sus asistentes, Wycliffe produjo una Biblia en inglés, durante un período de 13 años a partir de 1382.
Era inevitable que esto produjera una reacción violenta: en 1391, antes de que se completara la traducción de la Biblia, se presentó un proyecto de ley ante el Parlamento para prohibir la Biblia en inglés y encarcelar a cualquiera que poseyera una copia.
El proyecto de ley no fue aprobado, John de Gaunt se encargó de eso en el parlamento, pero la iglesia reanudó su persecución contra Wycliffe, a pesar de que había muerto hacía 7 años, en 1384.
Sin otras alternativas, lo mejor que podían hacer era quemar sus huesos [en 1427], así fuera sólo para asegurarse de que su lugar de descanso no fuera venerado.
El Arzobispo de Canterbury explicó que Wycliffe había sido "ese desgraciado pestilente, de condenable memoria, sí, el precursor y discípulo del anticristo que, como complemento de su maldad, inventó una nueva traducción de las Escrituras a su lengua materna".
Jan Hus
Inspirado por los escritos de Wycliffe, que ahora circulaban en Europa, Hus usó su púlpito para hacer campaña en favor de una reforma administrativa y contra la corrupción de la iglesia.
Al igual que Wycliffe, Hus creía que la reforma social sólo podía lograrse mediante la alfabetización.
Darle a la gente una Biblia escrita en el idioma checo, en lugar del latín, era un imperativo.
Hus reunió a un equipo de eruditos y en 1416 apareció la primera Biblia checa.
Fue un desafío directo para aquellos a quienes llamó "los discípulos del anticristo" y la consecuencia era previsible: Hus fue arrestado por herejía.
El juicio de Jan Hus, que tuvo lugar en la ciudad de Constanza, es uno de los más espectaculares de la historia.
Fue más parecido a un carnaval: casi todos los peces gordos de Europa asistieron.
Llegó un arzobispo con 600 caballos; 700 prostitutas ofrecieron sus servicios; 500 personas se ahogaron en el lago; y el Papa se cayó de su carruaje y aterrizó en un montón de nieve.
El ambiente era tan estimulante que la eventual convicción de Hus y su brutal ejecución debieron parecer un anticlímax.
El condenado fue quemado en la hoguera.
Su muerte galvanizó a sus partidarios en la revuelta. Sacerdotes e iglesias fueron atacados, las autoridades tomaron represalias. En pocos años, Bohemia entró en guerra civil.
Todo porque Jan Hus tuvo el descaro de traducir la Biblia.
William Tyndale
William Tyndale |
En lo que respecta a la Biblia en inglés, el traductor de más alto perfil que perdió la vida por ese crimen fue William Tyndale.
Corría el siglo XVI y Enrique VIII estaba en el trono.
La traducción de Wycliffe aún estaba prohibida y, aunque las copias de los manuscritos estaban disponibles en el mercado negro, eran difíciles de encontrar y costosas de adquirir. La mayoría de las personas todavía no tenía ni idea de lo que realmente decía la Biblia.
Pero la impresión en papel se estaba convirtiendo en algo más común, y Tyndale pensó que era el momento adecuado para una traducción accesible y actualizada.
Sabía que podía crear una. Todo lo que necesitaba era la financiación y la bendición de la iglesia.
No obstante, rápidamente se dio cuenta de que nadie en Londres estaba dispuesto ayudarlo. Ni siquiera su amigo, el obispo de Londres, Cuthbert Tunstall. La política de la iglesia se aseguró de eso.
El clima religioso parecía menos opresivo en Alemania.
Lutero ya había traducido la Biblia al alemán; la Reforma protestante se estaba acelerando y Tyndale creyó que tendría más chance de realizar su proyecto allá. Así que viajó a Colonia y comenzó a imprimir.
Esto resultó ser un error. Colonia todavía estaba bajo el control de un arzobispo leal a Roma.
Cuando estaba en medio de la impresión del evangelio de Mateo se enteró que estaban a punto de allanar la imprenta. Agarró sus papeles y huyó.
Esa historia se repetiría varias veces. Tyndale pasó los años siguientes esquivando espías ingleses y agentes romanos.
Pero logró completar su Biblia y las copias pronto inundaron Inglaterra, ilegalmente, por supuesto.
El proyecto estaba completo, pero Tyndale era un hombre marcado... y no era el único.
El cardenal Wolsey estaba realizando una campaña contra la Biblia de Tyndale. Nadie relacionado con Tyndale o su traducción estaba a salvo.
Thomas Hitton, un sacerdote que había conocido a Tyndale en Europa, confesó haber contrabandeado dos copias de la Biblia a Inglaterra. Fue acusado de herejía y quemado vivo.
Thomas Bilney, un abogado cuya conexión con Tyndale era tangencial a lo sumo, también fue arrojado a las llamas en 1531.
Richard Bayfield, un monje que había sido uno de los primeros partidarios de Tyndale, fue torturado incesantemente antes de ser atado a la estaca. Y un grupo de estudiantes en Oxford fueron dejados en un calabozo que se usaba para almacenar pescado salado hasta que se pudrieron.
El final de Tyndale no fue menos trágico.
Fue traicionado en 1535 por Henry Phillips, un joven aristócrata disoluto que había robado el dinero de su padre y lo había perdido en apuestas.
Tyndale estaba escondido en Amberes, bajo la protección casi diplomática de la comunidad mercantil inglesa. Phillips se hizo amigo de Tyndale y lo invitó a cenar. Cuando salieron juntos de la casa del comerciante inglés, Phillips le hizo señas a un par de matones que atraparon de Tyndale.
Fue el último momento libre de su vida.
Tyndale fue acusado de herejía en agosto de 1536 y quemado en la hoguera unas semanas después.
En Amberes, la ciudad donde Tyndale creía que estaba a salvo, Jacob van Liesveldt produjo una Biblia en holandés.
Como tantas traducciones del siglo XVI, su acto fue tanto político como religioso.
Su Biblia fue ilustrada con grabados en madera: en la quinta edición, representó a Satanás con la apariencia de un monje católico, con pies de cabra y un rosario.
Fue un paso demasiado lejos.
Van Liesveldt fue arrestado, acusado de herejía y condenado a muerte.
Una era asesina
El siglo XVI fue, de lejos, la época más sangrienta para los traductores de la Biblia.
Pero las traducciones de la Biblia siempre han generado emociones fuertes y continúan haciéndolo.
En 1960, la Reserva de la Fuerza Aérea de Estados Unidos advirtió a los reclutas contra el uso de la Versión Estándar Revisada recientemente publicada porque, según afirmaron, 30 personas en su comité de traducción habían sido "afiliadas a los frentes comunistas".
En 1961, el estadounidense T.S. Eliot, uno de los principales poetas del siglo XX, se opuso a la Nueva Biblia en inglés y escribió que "asombra en su combinación de lo vulgar, lo trivial y lo pedante".
Y los traductores de la Biblia todavía están siendo asesinados. No necesariamente por el hecho de traducir la Biblia, sino por ser una de las cosas que hacen los misioneros cristianos.
En 1993, Edmund Fabian fue asesinado en Papua Nueva Guinea, por un hombre local que lo había estado ayudando a traducir la Biblia.
En marzo de 2016, cuatro traductores de la Biblia que trabajaban para una organización evangélica estadounidense fueron asesinados por militantes en un lugar no revelado en el Medio Oriente.
Traducir la Biblia puede parecer una actividad inofensiva, pero la historia muestra que es cualquier cosa menos eso.
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