El pasado 10 de diciembre, Sandra Aguilar publicó en el diario Página 12 un artículo sobre una nueva traducción de la escritora y teórica feminista francesa Monique Wittig (1935-2003). En la bajada se lee: “Recientemente fue publicado y traducido al castellano rioplatense El Cuerpo Lesbiano, de Monique Wittig, por la editorial feminista Hekht. Conversamos con su traductora y editora Natalia Ortiz Maldonado acerca de este libro y la apuesta wittigiana de la editorial a mediano plazo, ya que próximamente contaremos con textos como Virgilio No y el Obrar Literario, ejemplares inéditos en nuestro idioma”.
Los oficios de las lenguas
–Podemos pensar la traducción como parte de un y intento crítico, de una apuesta cultural (que es decir política). En ese sentido ¿Qué las impulsó a vos y a Marilina Winik (coeditora) a volver a traducir la obra de Monique Wittig (Guerrilleras en 2019 y El Cuerpo Lesbiano en 2021)? ¿Por qué esa intervención cultural?
–El catálogo de una editorial es un dragón de papel donde cada libro es una escama y cada escama es una apuesta. Y cada libro, además, es un entrecruzamiento de fuerzas, de las fuerzas que habitan el discurso que porta, de las fuerzas que habitan en sus comunidades de lectura y también de las fuerzas de la industria cultural, que es un monstruo ambiguo y difícil. Cada texto que editamos en estos 8 años lleva todas esas tensiones consigo. Nuestra pequeña apuesta tiene que ver con escuchar y hacer circular voces inquietantes, que sean capaces de desestabilización, pero también de dar cobijo en un mundo que es un bosque en llamas.
Wittig es una revolucionaria y pagó caro el correrse de los discursos instituidos de su época, especialmente de los feministas y ortodoxos, masculinistas en su modo de escribir y de pensar. Decidimos editarla después de haber sido sacudidas por su rayo, cuando nos dimos cuenta de que las versiones disponibles estaban censuradas (el caso de Guerrilleras) y que era necesario leer toda su obra hoy, porque se había cancelado lo más cuir y emancipador de su planteo, también lo más poético o, como dice de ella Donna Haraway, “su imaginería política”. En ella encontramos un mundo subversivo, un mestizaje absoluto, la propuesta de la abolición de todos los géneros en todos los planos donde eso sea posible. Pero además, una de las cosas más inquietantes de Wittig, se produce durante la lectura de su obra literaria, porque es una creación que va realizando en sí misma la subversión, párrafo a párrafo. Entre su poética y su política no hay distinciones, como señala val flores. Wittig no nos dice qué hacer (la vieja estrategia masculinista), sino que nos muestra cómo lo hace ella, sin dejar de invitarnos en ningún renglón.
En una maravillosa ficción especulativa, Donna Haraway imagina un futuro donde una alianza interesepecies logra sanar y hacer florecer al planeta. En esas comunidades futuras existen algunxs que tienen una tarea muy importante: ser palabrerxs de lxs muertxs. Para sanar al mundo es necesario que no se olviden las quemas de brujas, las catástrofes ni a quienes vivieron y murieron antes que nosotrxs. Por eso también editamos a Wittig, para tender puentes de memoria entre generaciones, para ser un poco palabreras de lxs muertxs.
Traducir: el contacto de las lenguas
–Creo que en El Cuerpo Lesbiano lograste esa intensidad del lenguaje de la que habla Úrsula Le Guin en su traducción del Tao Te King, intensidad que por momentos nos perfora como un rayo de dolor o de placer, una onda expansiva que recorre cada una de las fibras que componen un cuerpo. Sobre el ejercicio de traducir en sí me gustaría saber cómo fue esa convivencia con la respiración de ella a medida que encontrabas las palabras en nuestro idioma.
–Cada lenguaje es infinito e inabarcable, cada palabra porta ecos, memorias y sensaciones de la comunidad que lo habla. Y también está, como dice Virginia Woolf, el hecho altamente misterioso de que las palabras no son entidades separadas sino que forman parte unas de otras, se pertenecen. Cada lenguaje es un cuerpo viviente. Traducir es poner en contacto dos lenguas, hacer que se toquen dos materialidades infinitas. Hay una traición ahí, una traición que se comete con deliberación, porque si no se traiciona, si se cree que solo se trata de pasar algo de un lugar a otro, herimos de muerte a los dos vivientes.
La poética, decía Úrsula Le Guin, busca la verdad persiguiendo cierta intensidad del lenguaje. Traducir el canto amoroso más extenso del siglo XX, El Cuerpo Lesbiano, fue una operación extremadamente corporal. No bastaba con realizar la operación técnica, que nunca es suficiente, donde una palabra encuentra otra más o menos equivalente. Fue necesario leer cada párrafo muchas veces, en voz alta, in-corporarlo, para sentir que se había logrado producir un animal narrativo singular, diferente del primero y, sin embargo, el único que parecía posible en castellano rioplatense.
Desertar: la transformación de los modos de vida
–Ya había advertido Teresa de Lauretis que la escritura de Wittig había abierto un espacio conceptual que fue cancelado en diferentes momentos históricos (80/90’s) por varios feminismos, en el presente pareciera reiterarse la operación política cancelatoria de su pensamiento. Por eso me gustaría que profundizaras esta idea de ¿qué es lesbiana para esta autora? y ¿Qué modo de la existencia propone en el Cuerpo Lesbiano y qué resonancias encontrás en la actualidad?
–Wittig es muy explícita en su crítica feroz tanto del biologicismo como del psicoanálisis y el marxismo tradicional, en la medida que sostienen la idea de una diferencia sexual esencial. Es por eso que revisita muchos de sus principales tópicos, el cuerpo pero también la falta, la raza, la clase y el yo. ¿Cómo sería un mundo que no se organizara según las diferencias sexuales y su sistema de jerarquización y violencia? ¿Cómo sería si creemos que la raza, el género y la clase son modulaciones de un mismo modo de poder? ¿Cómo sería si nadie fuese esencialmente nada en particular? ¿Qué políticas nos llevan hacia ese mundo?
El cuerpo lesbiano no es un cuerpo en sentido biológico, puede tener vulvas, penes o esporas, es una superficie extensa de límites difusos que puede devenir animales, diosas, vegetales, minerales. Pero tampoco es Un cuerpo, es un encuentro de cuerpos y sensibilidades.
Hay un modo de vida cisheteronormado, capitalista, que involucra cierta idea de la propiedad privada, de éxito, de competencia, el extractivismo de recursos corporales, emocionales, naturales y financieros. En ese modo de vida, ser una mujer es estar física y simbólicamente disponible para otrxs (para cuidar, ser deseada, sacrificarse, etc.) en relaciones profundamente asimétricas. La propuesta wittiguiana no es que las mujeres ocupen el lugar de los varones o lo compartan en partes iguales, sino hacer estallar todos los dispositivos de poder de ese tipo de sociedad. Nos propone dejar de ser mujeres.
Lesbianas son quienes desertan del lugar de subordinación, quienes dejan de organizar su deseo vital en relación con el par hombre/mujer, un cuerpo lesbiano puede ser también un cuerpo travesti, cuir, insumiso, a la manera de Susy Shock. Por eso tiene mucho sentido aquello que De Lauretis decía sobre Wittig: no se trata de pensar una identidad fija a partir de ciertas prácticas aisladas, sino de la infinita y difícil tarea de transformar las maneras en que vivimos, queremos, trabajamos, comemos, hablamos...
El cuerpo lesbiano no responde ni a la erotización ni a la afectividad capitalista, es un tropo imaginante distinto. No circunscribe el erotismo solo a ciertas zonas (pene, vagina, ano, senos), ni sigue el guion del cazador y la presa, el registro fijo de lo activo y lo pasivo, sino que habilita movimientos y potencias diferentes.
El yo capitalista es hipercompetitivo, un yo cazador-empresario que está en la vida social como una selva en la que debe ser vencer y ser reconocido como héroe (con likes, fama, dinero). El yo capitalista especula, mide sus actos según costos y beneficios, para él no se trata de amistad o amor sino de alianzas, acuerdos, estrategias, intereses. El y/o lesbiano es un y/o sin medida, abierto, capaz de entrega. Contrariamente a lo que podría suponerse, el yo capitalista es más frágil que el lesbiano, porque está agotado por la competencia, tiranizado por las imágenes, vergonzoso de su fragilidad, temeroso de sus pasiones.
–Quisiera retomar esta afirmación “El cuerpo lesbiano no responde ni a la erotización ni a la afectividad capitalista, es un tropo imaginante distinto”, además en el prólogo afirmás que es “un tratado sobre erótica, uno que desestabiliza el modo heteronormado de la sexualidad” me preguntaba entonces ¿Cómo es ese tropo? y ¿qué lugar habrá para la desmesura radical sensible, para el Y/o en la sociedad de redes? ¿Qué encuentros amorosos son posibles hoy en el modo de existencia neoliberal?
–El cuerpo lesbiano es un tropo, una imagen creante, un catalizador para la imaginación y el cuerpo político, donde el erotismo no se refiere a un intercambio calculado de placeres o afectos (te doy/me das), sino a una entrega festiva, regenerante y generosa. Las superficies corporales, los sentidos y las emociones dejan de organizarse según el código hegemónico, que performa “empresarixs de sí mismxs” que se miden y regulan como productos en un mercado (de likes, de trabajos, de reconocimiento).
Lo sabemos bien, en las sociedades de redes las comunidades devienen guetos en disputa, y las personas yoes individuales que compiten en mercados diversos, con lógicas de consumo veloces y crueles. Quizá sea por eso que este libro de Wittig hoy puede operar como una invitación a la deserción, que es un proceso infinito y no un acting para redes. Invitación a suspender la temporalidad veloz en los encuentros, a detenerse en lo que puede un contacto, a observar todo lo que ocurre cuando nos damos a un silencio, un espasmo, una cicatriz.
Si este libro se desmarca de los códigos heteronormados no es solo porque los cuerpos que en él se encuentran sean lesbianos, sino porque no es un catálogo de lo que se debe hacer, no es un protocolo ni una cartografía de lo sensible. Es el acá y ahora de una erótica del devenir otrxs con/en otrxs, que requiere una política y una lengua comunes, nuevas.
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