Natural de Curitiba, en el sur de Brasil, Paulo Leminski (1944-1989) fue uno de los poetas brasileños más importantes de los últimos cuarenta años. Digamos que él empieza donde terminan los hermanos De Campos, y concluye dejando una serie de puertas abiertas que muchos artistas de su país transitaron después que él. Hijo de un emigrante polaco y de una madre mestiza, estudió todo lo que se podía estudiar –teología, filosofía y literatura clásica, cultura japonesa, judo, budismo zen, etc.–, y con ese aprendizaje sistemáticamente inconcluso llevó a cabo una obra que incluye, además de la poesía, novelas, ensayos, críticas y traducciones (de, entre otros, John Fante, Lawrence Ferlinghetti, Yukio Mishima, James Joyce, Alfred Jarry, Samuel Beckett, etc.). Pese a haber gozado de alguna prédica en la lengua castellana –fundamentalmente a partir de las antologías de su obra realizadas por Rodolfo Mata en México, Mario Cámara en Buenos Aires y Aníbal Cristobo en Barcelona–, acaso por su sesgo experimental, no tiene la visibilidad que merece. A esa serie de libros se suma ahora Parezca y Desaparezca. Antología poética, un volumen traducido y prologado por el poeta Alejandro Güerri para la casa argentina Añosluz Editora, d.
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