El pasado 3 de octubre, Adriana Lorusso publicó en la revista Noticias –donde es editora de cultura– una breve entrevista con J. M. Coetzee, a propósito de su última novela, publicada primero en castellano antes que en inglés. Según la bajada, “El escritor sudafricano ya publicó tres libros en castellano, en Buenos Aires, antes que en el mundo”.
Breve entrevista con el Nobel y una novela casi argentina
Él, Witold, es un pianista polaco que viaja por el mundo interpretando a Chopin. Ella, Beatriz, es una mujer de mediana edad, rica, miembro de una sociedad de beneficencia. Su encuentro en Barcelona será el comienzo de un romance, cruzado por los malentendidos y las traducciones incorrectas. Un amor maduro, hecho de distancia y reticencia, de entregas y rechazos que resulta mucho más profundo de lo que sus protagonistas hubieran podido imaginar. En El Polaco, el premio Nobel sudafricano, John Maxwell Coetzee, construye una historia deliciosa sobre la seducción y los relatos paralelos que se cruzan en un encuentro amoroso. Una narración ligera, con gran sentido del humor, pero tan profunda como para dejar plantada en los lectores la pregunta sobre la ficción y la verdad de los sentimientos que nos atraviesan.
La gran curiosidad de esta novela es que sale al mundo, por primera vez, en español; editada por un sello local, El Hilo de Ariadna. Y no es el primer título de Coetzee que ve la luz entre nosotros. “Mis tres libros más recientes han sido publicados en la antes que en el mundo de habla inglesa –explica vía mail a Noticias el escritor–. A través de este esquema de publicación, así como por mi asociación con la Universidad de San Martín (adonde estuvo a cargo de la Cátedra Coetzee, Literaturas del Sur), he ganado un número de lectores fieles y perceptivos en la Argentina, que conocen muy bien mi trabajo”.
Nacido en Ciudad del Cabo en 1940, Coetzee se crió entre Sudáfrica y los Estados Unidos. En los dos países fue profesor de Literatura, actividad que hoy continua ejerciendo en Australia, su país de residencia.
–¿Le preocupa lo que la traducción hace de sus libros?
–Hay teóricos que afirman que la traducción siempre es inadecuada, que el texto traducido siempre tiene un deficit comparado con el original. En mi opinión, este presunto déficit varía de un caso a otro. El déficit puede ser más grande, por ejemplo, en la poesía; pero en el tipo de prosa que yo escribo creo que la diferencia entre el original y la traducción, en manos de un buen traductor, puede ser más pequeña o directamente no existir. Hay muchos idiomas en los que trabajo muy cerca de mis traductores y creo que las versiones que producen no son, de ningún modo, inferiores al original.
–Beatriz en El Polaco es seducida por el deseo de Witold. El retrato de su reticencia es central en la novela. ¿Podemos leer allí una reflexión sobre cómo nos contamos el amor?
–Como todos sabemos, nuestras vidas eróticas nunca son simples. Los sentimientos de Beatriz hacia el hombre que se enamoró de ella son complejos, eso es lo que el libro intenta explorar.
–¿Qué tienen de usted Beatriz y Witold?
–Al crear una obra de ficción, muchas veces el autor puede aprovechar su experiencia del mundo. Algunas características de los personajes que habitan la ficción pueden ser tomadas o aún robadas de personas cuyos caminos han cruzado los del autor. En definitiva, las energías que animan a esos personajes vienen de adentro del escritor.
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