El texto que sigue, especialmente escrito para este blog, es una crónica de lo realizado por Mariana Windingland, traductora del noruego al castellano, durante la residencia de traducción que, gracias a NORLA (Norwegian Literature Abroad), pudo lleva a cabo en la capital de Noruega.
A principios de agosto me
postulé para participar de la decimotercera residencia de traducción respaldada
por NORLA en Oslo y en apenas siete días recibí la confirmación: me otorgaban la
beca. Tres semanas más tarde, me encontraba alojada en el antiguo hotel
Bondeheimen, que literalmente significa “el hogar de los agricultores”, ubicado
en pleno centro de Oslo, junto a tres colegas oriundos de Turquía, República
Checa y Países Bajos. El lugar es un reducto de protección del nynorsk
(neo-noruego) y sus habitaciones y pasillos están repletos de citas de autores
que han publicado en la lengua que apenas un 10% de la población que vive en el
interior del país. Las dependencias de NORLA están situadas a unas diez cuadras
del hotel, y el itinerario para llegar allí es de lo más atractivo que tiene la
ciudad. Se pasa obligadamente por el Nationaltheatret (Teatro Nacional
de Arte Dramático), la sede central de la Universidad de Oslo, el Palacio Real,
el Ministerio de Relaciones Exteriores, el Instituto Nobel, el Museo Ibsen y la
Biblioteca Nacional, entre otros emblemas del patrimonio arquitectónico de la
ciudad. Las oficinas que nos albergaron durante todo septiembre colindan con la
Biblioteca Nacional, y en otros pisos del mismo edificio se encuentran distintas
agencias de cultura de la nación, por lo que las áreas comunes del lugar
representan una arena más que interesante para conocer profesionales de
distintos ámbitos.
Dos proyectos de
traducción me llevaron a esta instancia de formación continua: una obra inédita
en español de Henrik Ibsen, a quien no hace falta presentar, y la última pieza,
publicada en 2022, de Arne Lygre, considerado por la crítica internacional como
“el nuevo Ibsen”.
La obra de Ibsen, de
1851, es un breve libreto de ópera puesto en escena tan sólo cuatro veces desde
su publicación. Sobre ese texto investigué en el Instituto Ibsen de la Facultad
de Humanidades, situado en el campus en Blindern. Las bibliotecarias y demás
investigadores que conocí allí se sorprendían al enterarse de que el dramaturgo
es el tercer clásico más representado en Buenos Aires después de García Lorca y
Shakespeare y me proveyeron de cuanta información y material bibliográfico
necesitara. Nunca antes me había sentido tan bien recibida por la academia.
Además, surgió la oportunidad de encontrarme con dos traductores con gran
experiencia en la obra ibseniana. Por un lado, conocí a Cristina Gómez Baggethun,
hija de Kirsti Baggethun, que son las más prolíficas traductoras del noruego en
España. Cristina publicó en 2019 con Nørdica las obras fundamentales Ibsen,
algo que era totalmente necesario, haciendo un trabajo impecable. Por otro
lado, también me nutrí de los saberes inconmensurables de Erik Skuggevik,
traductor y académico noruego que pasó casi toda su vida en Inglaterra,
profesor en Surrey y Westminster y que publicó a Ibsen en los Penguin
Classics en los últimos años. La gentileza que tuvieron ambos en recibirme
y orientarme en la obra del padre de la dramaturgia noruega, así como la
humildad y amabilidad que manifestaron, son realmente destacables.
Con respecto a la obra
contemporánea, estrenada exitosamente en febrero, me fue posible presenciar
ensayos en Det Norske Teatret, teatro oficial donde todas las puestas
son en nynorsk. Allí entrevisté a actores y actrices ytuve oportunidad
de ver la reposición de la pieza que más público convocó en Oslo en 2022: Tid
for glede (Tiempo de alegría), y cuyo
autor me solicitó traducir al español aunque hablo bokmål, el idioma de
mayor uso y extensión en el país, literalmente “la lengua de los libros” y no
la lengua del manuscrito en cuestión. A pesar de numerosos intercambios epistolares
con Lygre, no logramos encontrarnos, ya que durante mi estadía en la capital
nórdica él estaba en París, donde se estrenaba la misma obra en el teatro Odéon
bajo la dirección de Stéphane Braunschweig, quien ya ha dirigido cinco de sus piezas
en varias capitales europeas. A pesar del mencionado desencuentro, en mi paso
por el Dramaten de Estocolmo (Teatro Nacional de Arte Dramático), tuve
la fortuna de encontrarme con el renombrado director francés e intercambiar
unas palabras sobre la obra de Lygre, que se estrenó en la capital sueca hace
apenas un mes. Allí, gracias a las gestiones de NORLA,me reuní en el Ministerio
de Cultura con las directoras del programa Swedish Literature Exchange
Program, quienes reconocieron mis facultades para traducir literatura sueca
contemporánea e inmediatamente me incorporaron a su lista de traductores acreditados.
Ahora sólo falta que alguien quiera publicarme.
Durante la residencia
tuve además la valiosísima posibilidad de compartir e intercambiar experiencias
con colegas, aun cuando nuestras lenguas de destino pertenecen a distintas
familias lingüísticas. Por ejemplo, de numerosas charlas con Jitka Jindriskovaacerca
de una misma obra noruega que ambas tradujimos, ella al checo y yo al español, surgieron
los contenidos teóricos que luego desarrollaríamos en el seminario mensual de
traducción literaria que organiza NORLA. En esta oportunidad, fuimos
disertantes y no meras oyentes. Desde luego, en esas semanas seguimos una
nutrida agenda de reuniones con editores, agentes, escritores y traductores
literarios noruegos. Y como si esto fuera poco, Aschehoug, una de las
editoriales más antiguas del país, celebraba su 150° aniversario, por lo que
todas las noches a lo largo del mes había algún evento al que asistir. En su
magnífica Aschehougs Villa en el barrio Frogner, donde viví varios años,
pudimos escuchar, entre otros, a Maja Lunde, Jostein Gaarder e Ivo de
Figueiredo, figuras centrales del panorama literario local.
Más allá de los ejes
centrales de mi residencia, por supuesto aproveché la ocasión para entrevistar
a otros investigadores y escritores,visitar los ateliers de las
escritoras e ilustradoras que ya he traducido y darme una vuelta por Forlaget
Press de la mano de Thomas Reinertsen Berg, a quien estoy traduciendo en este momento
para una editorial argentina. Berg recibió el Brage Prisen, el premio
literario más prestigioso del país, por su primera publicación en 2017.
La verdad es que no me
puedo quejar: esta la segunda vez desde 2014 que el castellano es parte de este
programa patrocinado por el Ministerio de Relaciones Exteriores del Reino de
Noruega(la anterior fue una colega de España). Las lenguas más seleccionadas
han sido el alemán, el ruso y el checo, en ese orden, por lo que me alegra
enormemente ser la primera residente de América latina (por el castellano, ya
que hubo dos traductores brasileros antes). Sin dudas estas políticas públicas son
imprescindibles. Debemos sostenerlas cada quién desde su lugar, como lo hace en
nuestro Programa Sur Diego Lorenzo, que ha sabido mantener el esquema de
subsidiosde manera intachable en un país cuya economía está siempre al borde
del colapso. En un mundo donde las editoriales no se arriesgan a publicar
autores que escriben en lenguas periféricas, aun cuando estén traducidos a más
de treinta idiomas como es el caso de muchos escritores noruegos, sinpolítica
públicano habría casi posibilidad de circulación de literatura de lenguas poco extendidas.Por
eso celebro y apoyo incondicionalmente cada programa de gobierno que auspicia
nuestra labor.
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