Hace cuatro año, en la ciudad de Córdoba, en una mesa del VIII Congreso de la Lengua, el Administrador de este blog puso en duda la legitimidad de llamar “español” a la lengua que hablan unos quinientos millones de personas, según las estadísticas del Instituto Cervantes (ver, en este blog, la entrada correspondiente al 3 de mayo de 2019, donde se puede consultar el video completo). Las repercusiones no se hicieron esperar. Tampoco las descalificaciones: los diarios españoles levantaron la cuestión diciendo que había sido saldada y que la polémica sobre la utilización de la palabra “castellano” para nombrar al “español” era cosa del pasado. Sin embargo, en otra mesa del IX Congreso de la Lengua, que se desarrolló en Cádiz, en los últimos días de marzo de este año, Martín Caparrós y Juan Villoro, dos pesos pesados, dijeron más o menos lo mismo, pero con otras palabras, posiblemente para disgusto de los académicos. Según la bajada del artículo que publicó Isabel Laguna en InfoBAE, el pasado 28 de marzo, “En la mesa ‘El español, lengua común: Mestizaje e interculturalidad en la comunidad hispanohablante’ se reflexionó sobre si es válido seguir llamando así a una lengua que es hablada por más de veinte países.”
Congreso de la Lengua: Martín Caparrós
propuso un nIuevo nombre para el idioma español
¿Debería el español, un idioma que se habla en veinte
países, buscar otro nombre? El escritor argentino Martín
Caparrós pidió este martes en el IX Congreso Internacional de la
Lengua abrir este debate y propuso “ñamericano” como nuevo
nombre de esta lengua.
El escritor mexicano Juan Villoro también
consideró necesario este debate, porque, en su opinión, llamar español a un
idioma en el que la quinta parte de sus hablantes son mexicanos es “un
arcaísmo”. Para él, el idioma, “en rigor”, debería llamarse “hispanoamericano”.
Ambos escritores hicieron estas propuestas en la
mesa “El español, lengua común: Mestizaje e interculturalidad en la
comunidad hispanohablante”, donde participaron junto con el escritor
peruano Alonso Cueto, la española Carme Riera y el ensayista
español Ángel López García.
Para Martín Caparrós, “es hora de buscar un nombre
común” a este idioma, para que no sea el de uno de los veinte países en los que
se habla. “Vale la pena buscarle el nombre a esto que hablamos”, dijo, y se le
ocurre “ñamericano”, que preserva la originalidad de la virgulilla de la
ñ, resultado, explicó, de la “pereza” de los monjes por escribir dos veces la
n.
El autor del ensayo Ñamérica cree que la
palabra “español”, que cuando la inventaron los fenicios significaba “tierra de
conejos”, es “sin duda peliaguda”. España es hoy un país “colmado de españoles
que quieren, o no, serlo”, afirmó.
El concepto de “español” está “en liza” especialmente en
el campo de la lengua, señaló el autor argentino, para recordar cómo siempre
pensó que lo que hablaba él o lo que escribía Lope de Vega era “castellano”.
“Decir español nos habría sonado al producto de un país
llamado España”, dijo, y consideró que “sería lógico que 450 millones no
quieran pensar que hablan la lengua de otro”.
Según Martín Caparros, buscar otro nombre sería
enriquecer una lengua que se ha formado “con la respiración de muchas lenguas y
que no se atribuye a ningún reino”.
Para Juan Villoro, el mestizaje de la lengua
española avanzó tanto que dejó atrás épocas en las que pareciera que el español
“solo se hablaba de una manera” y en las que el conserje de un hotel de Madrid
no entendía cuando un cliente peruano le llamaba para decir “disculpe, el caño
de la tina se ha malogrado: necesito un plomero”.
O que, como recordó Alonso Cueto, en el doblaje de
las películas se escuchara a John Wayne, en una cantina en un “western”,
pidiendo al camarero, “Chato, dame un corto”.
El tráfico de
las palabras
Alonso Cueto celebró que ahora el “tráfico de
palabras” entre uno y otro lado del Atlántico es “más nutrido que nunca”,
gracias “al camino” que marcaron editores como Carlos Barral, que
publicaron en España novelas de escritores como Mario Vargas
Llosa o Juan Rulfo. La “polinización” de la lengua se extendió
también a través del turismo, el comercio, la inmigración o la televisión.
“La idea de la pureza de la lengua es inútil y
anacrónica”, sostuvo el escritor, para quien palabras inglesas como ‘chip’ se
quedarán en la lengua como antes se quedaron términos árabes como ‘acequia’.
“Seremos siempre orgullosamente impuros”, añadió, tras
afirmar que el español es “un organismo vivo” que tiene “la sala de máquinas”
de su renovación en el habla coloquial”
No obstante, consideró “terrible” constatar que “hemos
perdido riqueza” en un mundo en el que un emoticono sustituye a palabras como
“te felicito o te quiero”.
Lengua mestiza
Esta pérdida de riqueza se produce en un idioma que se
usa en países como México, donde hoy solo se habla el 6,6% de las lenguas
indígenas que se hablaban cuando obtuvo la independencia de España, o en Perú,
donde desaparecieron 37 lenguas originarias y hay 21 en peligro inminente de
destrucción, y donde el quechua resiste en diez millones de habitantes.
López García recordó cómo el español es una lengua
mestiza mucho antes de la colonización de América, cuando ya antes del siglo X
el latín se cruzó en el Camino de Santiago con voces gallegas o catalanas.
Y, al igual que Carme Riera, explicó que en la época
de la conquista “no hubo ningún interés en difundir el español”. Se
favorecieron lenguas indígenas seguramente “en una actitud egoísta” para evitar
la competencia a la hora de optar a puestos en la administración.
Fue con la independencia de los países cuando “todas
reclamaron como lengua nacional el español”, idioma sobre el que se debate
estos días en la ciudad española de Cádiz.
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