"¿Cómo la lengua de una pequeña región del norte de la Península Ibérica pasa a ser la utilizada por más de 400 millones de habitantes? ¿Qué ocurre en el tránsito de la lengua castellana a la norma de prestigio del español? ¿Qué lenguas se han silenciado y bajo qué intereses? ¿En qué medida normaliza hablar cada tipo de español? Algunas de estas preguntas están en el origen del presente ensayo, que parte de una cuestión ideológica: todos los Estados-nación modernos han tratado de imponer una lengua y el reino de España no ha sido una excepción. En este sentido, las luchas por la lengua son las luchas por el territorio, y aprender una lengua es dejarse dominar por ella. Por eso, en gran medida, la historia del español es la historia del poder y de la constitución del estado moderno colonial." Tal es la larga bajada para este artículo de Helena Ríos, publicado el 18 de septiembre de 2020, en el blog Pensar Jondo, del periódico El Salto, de Andalucía.
miércoles, 27 de septiembre de 2023
Preguntas y sus respuestas en un ensayo
Dimensión lingüística de la modernidad y colonialidad del lenguaje: hacia una historia anticolonial del español
Siguiendo la crítica al conocimiento occidental hegemónico de Boaventura de Sousa Santos (2010), me atrevo a afirmar que el idioma español es un provincianismo universalizado. En el presente trabajo me propongo trazar el proceso a través del cual identidad nacional se entrecruza con identidad lingüística, hecho que culmina en el siglo XV con la monarquía hispánica y sus lógicas de despojo e imposición lingüística que forman parte del patrón de poder colonial, y que son, junto con otras, fundamentales para entender el desarrollo y la expansión del colonialismo y el Imperialismo español tras los dos 1492: el andaluz (la toma de Granada) y el americano.
De esta manera, una de las principales herramientas teóricas que empleo son las aportaciones del llamado pensamiento decolonial, que se desarrolla en América Latina, y que ha estudiado cuestiones relacionadas con el reino de España. Por otro lado, desde Europa, las aportaciones desde las epistemologías del sur en Portugal, y los estudios andaluces, que están elaborando, entre otras cuestiones, el colonialismo interno dentro de Europa. Debo señalar que el “anticolonial” del título, quizá pretencioso, hace referencia al afán repolitizador por el que apuesta Silvia Rivera Cusicanqui (2015) frente a las denominaciones decolonial y postcolonial, que no dan cuenta según la autora de los largos procesos de lucha que tienen lugar desde tiempos coloniales.
Además, he de señalar la influencia de diversos feminismos, especialmente el transfeminismo, como posicionamiento y manera de estar en el mundo, no tanto como referencias teóricas en este trabajo. Otrxs autorxs que he leído provienen del ámbito de la filología: historiadorxs de la lengua, la sociolingüística. En este sentido, ha surgido en las últimas décadas una herramienta dedicada al estudio de la dimensión lingüística de los conflictos, el estudio glotopolítico, procedente de la tradición angloparlante, y aún ausente en el ámbito académico español. No obstante, es ineludible destacar los trabajos de Igor Rodríguez Iglesias (entre otros, 2016a, 2016b, 2018) en su crítica decolonial a la disciplina filológica y relativos a la inferiorización lingüística de Andalucía, con cuyos planteamientos dialogo en este ensayo.
Creo significativo señalar que en este trabajo no utilizo ‘castellano’ y ‘español’ como sinónimos; con el primero hago referencia a la lengua que se habla en el reino de Castilla; con ‘español’ al mismo idioma que se va identificando con el Estado-nación moderno colonial a partir del siglo XV. Por último, empleo lenguaje inclusivo, aunque soy consciente de las problemáticas que acarrea aplicar conceptos de la realidad actual a otros tiempos y culturas. Por lo tanto, cuando utilizo el masculino o femenino es de manera intencional.
1. Una Península Ibérica multilingüe
La Península Ibérica ha sido a lo largo de la historia un territorio multilingüe. La decadencia política y cultural del Imperio Romano tuvo como correlato la fragmentación del latín hablado y el surgimiento de las lenguas romances, a excepción del caso del euskera.
El primer empuje de la invasión árabe ocupó todo el suelo peninsular, salvo pequeños focos de resistencia en las montañas del norte. El contacto con el árabe se tradujo en influencias recíprocas a diferentes niveles. De entre las más evidentes se encuentra léxico de todo tipo, con palabras que hoy en día usamos en lo cotidiano, como tarea, berenjena,alcachofas, aldea o azotea. En tierra musulmana quedaron lxs mozárabes, población cristianx que permaneció bajo dominio musulmán en los reinos de Ál-Ándalus, que hablaba romance andalusí o mozárabe, conjunto de hablas romances (1).
2. El castellano se hace español
2.1 El inicio de la “Reconquista” cristiana
La cuna del actual español, Castilla, estaba constituida en el siglo VIII por un conjunto de condados pertenecientes al reino asturleonés, los cuales situaban en el extremo oriental de su territorio la construcción de una serie de castella(fortificaciones) con las que intentaban detener las incursiones musulmanas.
En el siglo X se inicia la mal llamada “Reconquista”, periodo que abarca desde este siglo y bajando hacia el sur culmina con la toma de Granada en 1492, último reino árabe. Esta cuestión, como veremos más adelante, es un elemento colonial en la medida en que tiene un papel central en la estructura fundacional de la idea del reino de España moderno.
El avance hacia el sur de los romances norteños acarreó la desaparición de los dialectos mozárabes. Además, el proceso de la conquista va acorde a la variante de habla de prestigio que se impone; primero la de Burgos, cuando esta ciudad se elige capital del reino de Castilla en 1038 con la coronación de Fernando I; después el habla de Toledo (influida por Burgos y Castilla la Vieja) tras su conquista en 1085 y posterior traspaso de capitalidad a esta última.
No obstante, los documentos oficiales o privados, las historias, las leyes, los libros de religión y moral se escribían en latín, la lengua de cultura (2). Insertos en estos textos aparecen algunas palabras del romance diario; otras veces, nos encontramos anotaciones sobre el propio documento en latín que no son otra cosa que traducciones a la lengua vulgar de algún término latino de difícil comprensión. A lo largo del siglo XII aparecen las primeras obras en prosa que se escriben en lengua romance, principalmente de tipo histórico. Se empiezan a anotar algunas noticias en forma de anales, es decir, registros muy escuetos de noticias diversas organizados cronológicamente.
Se va dando así una progresiva sustitución a lo largo del siglo XIII del latín por el romance para la expresión de aspectos religiosos y científicos. Asimismo, tal y como señala Francisco López Estrada (1979), el uso cada vez más creciente de la lengua vulgar en el verso representa un desarrollo irreversible y creciente de la literatura medieval romance. Este fenómeno de sustitución viene impulsado por dos factores: el primero es la necesidad de que ciertos documentos locales o de poca transcendencia fueran entendidos por todxs. El segundo tiene que ver con la celebración del IV Concilio de Letrán en 1215, en el que la Iglesia se propone usar el romance en sus textos con el fin de llegar a más gente.
Además del Concilio de Letrán, otro punto clave en la historia de la lengua y literatura española son las traducciones. A partir del siglo IX surge en los territorios árabes una ciencia autóctona que continúa en los siguientes siglos, convirtiéndose en lugar de novedades científicas y grandes bibliotecas. Eslabón entre la Cristiandad y el Islam, la clave de esta cultura era su carácter sincrético: se conocía la filosofía y la medicina griega, la astronomía de la India, el sánscrito de lxs persas…La forma que tienen lxs estudiosxs de captar lo que se sabe es mediante la traducción. Esas obras se traducen del árabe al latín con una traducción intermedia al castellano. Las personas que desempeñan la labor son lxs judíxs, ya que están en dominio de los tres idiomas.
El periodo de esplendor tiene lugar durante los siglos XII y XIII. Prueba de ello es la proliferación de centros con gran densidad de traductorxs, entre ellos, Barcelona, Limia gallega, León, Burgos, Segovia, Sevilla o Murcia. En el Valle del Ebro, en torno a las catedrales de Tarazona y Tudela también el obispo contaba con su equipo de traducción.
En este marco de intercambio cultural hemos de entender la famosa Escuela de traductores de Toledo, cuya existencia como tal es negada unánimemente hoy en día por la crítica, que la califica de trampa terminológica y "uno de los mitos más perdurables de la historia de la Península” según Julio César Santoyo (2009: 391).
Sin embargo, lo que sí parece probado es que en torno a la Toledo de Alfonso VII, y con el impulso del arzobispo don Raimundo (1130-1150), orbitaron numerosxs musulmanxs, judíxs y cristianxs que tradujeron obras de filosofía, tratados de matemáticas, medicina, astronomía y astrología, aritmética, geografía, cartografía, botánica, literatura, etc., convirtiendo a la ciudad en un gran centro de transmisión de sabiduría árabe. Se suelen distinguir dos etapas dentro de este período toledano, separadas por un período de transición de casi un siglo (Gil-Bardají 2016). La primera, conocida como la época raimundiana (1130-1187), vino marcada por la traducción de obras de filosofía y religión del árabe al latín. La segunda etapa es la conocida como la época alfonsina (1252-1287), que se inicia en el siglo XIII con la subida al trono de Alfonso X y se caracteriza principalmente por el hecho de que las traducciones ya no se hacían al latín sino al romance. Esta decisión subvirtió muchos de los presupuestos admitidos en su mundo y supuso la dignificación del romance ante el latín y la regularización y enriquecimiento lingüístico del idioma, aunque en contraposición se pierde la exportación de traducciones. La labor creadora de Alfonso X en sus vertientes jurídica, histórica y poética también es determinante en el nacimiento de la prosa.
2.2 La conquista de Al-Ándalus
El siglo XIII constituye un punto de inflexión a diversos niveles. Desde las epistemologías del sur y los estudios andaluces se ha reinterpretado la toma de 1492, así como el latifundio, como primera expresión de la colonialidad del poder en Andalucía, y esta región como la primera expresión civilizatoria del sur de Europa y como primera modernidad. Javier García Fernández (2019: 138) se refiere al primer capitalismo andaluz como génesis del sistema-mundo moderno (3), en contra de aquellos que lo cifran en el siglo XIX debido a los cercamientos de tierra en Inglaterra.
La batalla de las Navas de Tolosa (1212) está considerada, por parte de la historiografía española, uno de los puntos culminantes de la mal llamada “Reconquista”, ya que fijará las condiciones para la conquista definitiva de Al-Ándalus en los próximos dos siglos. Por primera vez los reinos cristianos de la Península se ponen de acuerdo para conquistar al “otro”, Al-Ándalus en este caso, con el beneplácito del Vaticano.
Desde el punto de vista lingüístico, la victoria de las Navas de Tolosa supone la declaración del castellano como lengua oficial de la cancillería, medida que será imitada por las otras cortes e hizo que el latín desapareciera progresivamente de los documentos oficiales. Además, con la puesta por escrito del romance se inició la uniformación gráfica, un proceso de nivelación que eliminó progresivamente lo que la historia de la lengua llama “variantes dialectales” de la lengua escrita.
De esta manera, los procesos de racialización en la génesis de Andalucía hacia lxs moriscxs son un preludio a las políticas de racialización del indix en América y, en definitiva, “la mal llamada Reconquista y el mal llamado descubrimiento son dos fases del mismo proceso de expansión colonial del Imperio español” (García Fernández 2019: 11).
2.3 Monarquía Hispánica
El reinado de los Reyes Católicos marca para la historiografía española la transición de la Edad Media a la Edad Moderna. Su enlace unió provisionalmente dos dinastías: la Corona de Castilla y la Corona de Aragón, dando nacimiento a la Monarquía Hispánica. Bajo su tutelaje tiene lugar esa segunda fase de expansión colonial con la llegada a Abya Yala, acontecimiento que cambia profundamente la historia mundial.
En el mismo año de 1492 Antonio de Nebrija dirige estas palabras al monarca:
Después de que Su Alteza haya sometido a bárbaros pueblos y naciones de diversas lenguas, con la conquista vendrá la necesidad de aceptar las leyes que el conquistador impone a los conquistados, y entre ellos nuestro idioma; con esta obra mía, serán capaces de aprenderlo, tal como nosotros aprendemos latín a través de la gramática latina.
Se trata de su Gramática, la primera del español, escrita en plena incursión colombina. Nebrija era consciente de la fuerza del idioma en el proceso colonizador y por ello puso a disposición del Rey la gramática, donde resumía las reglas generales y hacía posible su enseñanza, tomando las gramáticas latinas como modelo.
Lo cierto es que la unidad del centro de la Península estaba casi totalmente consumada en lo referente a las lenguas romances: el gallego había conocido el esplendor como lengua de cultura con la lírica galaico-portuguesa de los cancioneros y las Cantigas de Alfonso X. El catalán, con ciertas autoridades medievales, se había establecido como lengua de la Confederación Catalano-Aragonesa del siglo XV; el leonés sobrevivía como habla rústica, ante el retroceso impuesto por su anexión al reino de Castilla; y el navarroaragonés bajo el influjo del castellano desaparecía del uso literario y notarial. Surge de manera definitiva la unión entre identidad nacional e identidad lingüística, ya que tal, y como apunta Rafael Lapesa (1981:543) “la llegada del castellano obedeció en gran parte a la presión unificadora ejercida por los órganos de poder estatal”.
Otra herramienta fundamental en el proceso es la llegada de la imprenta al país, que alumbra el primer libro impreso en 1472. Si hasta ahora lengua y el poder político ya estaban estrechamente ligados, a partir de este momento estas herramientas ponen a disposición del proyecto político colonial todo lo necesario para que la lengua sea, efectivamente, fiel compañera del imperio.
3. Política colonial y política lingüística
El proceso iniciado en Al-Ándalus continúa con el intercambio mundializado de mercancías, de personas y flujos de capital que se genera en la conquista de América, dando lugar a lo que podemos llamar capitalismo contemporáneo, capitalismo moderno (García Fernández 2019: 196). La colonialidad es cultural, racial, económica y también social, originando una determinada forma de clasificación, de racialización y de surgimiento de la idea de raza aparejada a la idea de modernidad.
Vale la pena recordar la interrelación que realiza Grosfoguel de los cuatro genocidios que tienen lugar en esos doscientos años, que fueron al mismo tiempo formas de epistemicidio (4) y “parte constitutiva del privilegio epistémico de los hombres occidentales” (Grosfoguel 2013: 39): 1) contra lxs musulmanxs y lxs judíxs en la conquista de Al-Ándalus en nombre de la “pureza de sangre”; 2) contra los pueblos indígenas primero en el continente americano y luego lxs aborígenes en Asia; 3) contra lxs africanxs con el comercio de cautivxs y su esclavización en el continente americano; 4) contra las mujeres que practicaban y transmitían el conocimiento indo-europeo en Europa, quienes fueron quemadas vivas acusadas de brujas. En referencia a este último epistemicidio es ineludible mencionar a Silvia Federici (2004) desde una perspectiva marxista feiminista.
La interconexión permite ver el entramado que posibilitó el “sistema-mundo capitalista/ patriarcal occidentalocéntrico/cristianocéntrico moderno/colonial” (en Grosfoguel 2011:39). Además, las implicaciones lingüísticas de los diferentes genocidios/epistemicidios son varias, ya que salvo en el caso de la quema de brujas, las lógicas de dominación tienen que ver con el despojo de su lengua.
Grosfoguel (2013) lo refiere aludiendo al genocidio físico y cultural que produjo la práctica de limpieza étnica del territorio andalucí contra musulmanxs y judíxs. Lxs que se quedaron fueron asesinadxs o forzadxs a convertirse al cristianismo (genocidios culturales). Convirtiendo a lxs musulmanes en moriscxs (musulmanxs conversxs) y a lxs judíxs en marranxs (judíxs conversxs), se destruyó su memoria, su conocimiento y su espiritualidad (genocidio cultural) (5).
3.1 Lxs moriscxs
Carlos J. Garrido García (2008) ha estudiado la lengua como barrera o resistencia para la “verdadera” conversión y aculturación de lxs moriscxs desde principios del siglo XVI hasta su expulsión en 1609. Para esta tarea las autoridades civiles y religiosas van a contar con la colaboración de intérpretes y traductorxs. La lengua árabe, capital en su identidad cultural, fue tratada de prohibir en varias congregaciones, reales cédulas, y pragmáticas del siglo XVI. No obstante, las medidas aculturadoras, indica el investigador, fueron un fracaso en el aspecto lingüístico, como en tantos otros, demostrando que la población morisca apenas conocía el castellano, aunque esto “no fue impedimento para que muchas veces se utilizara por parte de las instancias eclesiásticas la lengua árabe para la predicación de la religión cristiana a los moriscos” (125).
3.2 Lxs judíxs
Por lo que respecta a lxs judíxs de las zonas islámicas, como hemos señalado poseían gran riqueza lingüística y eran elemento clave en las traducciones. Según recoge Carlos del Valle (2003: 191), conocían el árabe (6) y también el hebreo, como prueba la ocupación de lxs judíxs españolxs en los estudios judaicos desde el principio mismo del establecimiento del poder islámico, en los siglos VIII y IX, “y a raudales a partir del siglo X”.
Las invasiones de almorávides y almohades de los siglos XI y XII y su intransigencia religiosa fueron la causa del desplazamiento de lxs judíxs, mayoritariamente a los territorios cristianos peninsulares. Estxs judíxs, si bien en su mayoría tenían el árabe como lengua, fueron adquiriendo la lengua romance de acuerdo a los constantes movimientos fronterizos a lo largo de toda la Edad Media.
En los territorios cristianos peninsulares, donde se asentaron y gozaron, al principio, de los mismos derechos que lxs cristianxs. Pero esta situación no fue idílica, ya que, aunque muchos reyes asumieron la protección de lxs judíxs, a los que consideraban de su propiedad (por lo tanto, atacar a unx judíx era atacar una propiedad real), se recordaba continuamente que su linaje era el de lxs asesinxs de Cristo. Así, se puede leer en la obra jurídica las Siete Partidas del mismo Alfonso X:
Y la razón por la que la Iglesia y los emperadores y los reyes y los otros príncipes sufrieron a los judíos vivir entre los cristianos es esta: porque ellos viviesen como en cautiverio para siempre y fuesen memoria a los hombres que ellos vienen de linaje de aquellos que crucificaron a Jesucristo.
Séptima Partida, Título 24, Ley 1
El Edicto de Granada, firmado por Isabel de Castilla y Fernando de Aragón el 31 de marzo de 1492, impidió definitivamente que lxs judíxs conversxs siguieran en contacto con los no conversxs: ordenó la expulsión de sus reinos de todos lxs judíxs bajo pena de muerte a ellxs y a quienes intentaron ocultarlxs. El reino de Navarra siguió su ejemplo en 1498.
Las comunidades sefardíes (“Sefarad” es el nombre bíblico de España), se asentaron en zonas como el Norte de África, Turquía y diferentes países europeos, llevándose la lengua que hablaban en aquella época consigo. Se trata del ladino o judeoespañol, un idioma cuyos hablantes se cifran en torno a medio millón de personas en el mundo. No obstante, hay que matizar, tal y como indica Coloma Lleal (1992), el judeoespañol no era la lengua de lxs judíxs que vivían en los reinos peninsulares, porque no había un romance judío y un romance cristiano, sino una misma lengua, que en el caso de los textos aljamiados hebreos presentaba alguna peculiaridad léxica por el posible mayor conocimiento del árabe. Con la denominación judeoespañol hay que referirse, entonces, a la lengua posterior a la expulsión.
3.3 Lxs gitanxs
Hay otra comunidad de la que es ineludible hablar en las políticas genocidas/epistemicidas. Se trata del pueblo gitano, sobre cuyo origen no hay todavía unanimidad pero es común situar su origen en el noroeste de la India. Una migración hace 1000 años se extendió por Europa, constatando la llegada de los primeros grupos gitanos a Andalucía en 1465. Pastora Filigrana (2019) en su excelente artículo apunta que lxs gitanxs recibieron al principio buena acogida, en seguida modificada por la persecución de las políticas de los Reyes Católicos en su afán de homogenización cultural, y continuada por los siguientes monarcas hasta el pico de represión en 1749 cuando se ordena la prisión general a todxs. Contabiliza la investigadora 250 providencias formales encaminadas al exterminio de este pueblo. También nos aporta un dato muy significativo, y es que la comunidad gitana del reino de España es la única de Europa que no preserva la lengua propia, el romanó, debido a los siglos de persecución, si bien atesoran un amplio vocabulario propio llamado caló.
3.4 Los pueblos indígenas de Abya Yala
La conquista del continente americano transformó las antiguas formas de clasificación social imperial, hecho que afectó a la conquista de lxs moriscxs y de lxs marranxs. Para Grosfoguel (2013:43), “la relación entre religión e imperio está en el centro de una transformación vital de un sistema de poder basado en diferencias religiosas a uno basado en diferencias raciales”. La idea de raza en la modernidad nace en relación a las gentes que aparecen en el mundo antes desconocido o creído despoblado por los europeos. De esta forma, dice Maldonado Torres (en Grosfoguel 2013) las dinámicas entre las ideas de raza, religión, e imperio fueron uno de los ejes más significativos en el imaginario del emergente mundo moderno/colonial. Pero también la lengua tuvo un papel fundamental en la construcción de la alteridad y otrorización de lxs habitantes del continente.
Los métodos evangelizadores usados en Al-Ándalus se extrapolan a la conquista de los pueblos indígenas. El proceso de castellanización es complejo y ha generado aproximaciones desde diversas disciplinas. Al igual que con la población morisca, las resistencias desarrolladas fueron numerosas y de todo tipo (7), superadas por la violencia y persistencia de la imposición, que declara finalmente el castellano idioma oficial en 1777. De ahí que algunxs investigadorxs señalen la lengua como no determinante para la conquista, frente a la imposición inmediata de la conquista territorial y económica.
Al toparse con lxs habitantes del mundo americano, lo que se hallaba fuera del universo cultural de los colonizadores se convirtió en “bárbaro” o “salvaje”, como recoge en un exhaustivo artículo sobre la “otredad lingüística” la estudiosa Beatriz Vitar (1996: 144). En esta línea también incide la aportación de Gabriela A. Veronelli (2016), desarrollando el concepto de colonialidad del lenguaje como parte de la colonialidad del poder.
El profundo etnocentrismo y el concepto imperial de la lengua como símbolo de dominio político queda manifiesto en los testimonios de los colonizadores; el propio Colón en su Diario del Primer Viaje niega la categoría de lengua a la hablada por lxs indígenas (Vitar 1996:146).
El etnocentrismo aparece en los misioneros como auténtica obsesión por medir la realidad lingüística siguiendo los moldes clásicos del latín y el griego. Establecen así la jerarquización de las lenguas de los territorios, otorgando superioridad a aquellas empleadas por grupos étnicos con hábitos sedentarios, o a las lenguas en uso en áreas geográficas extensas, frente a aquellas otras minoritarias que en cambio consideraban lenguas salvajes.
Este criterio, al que se unía el menosprecio por el léxico que no sonaba bien a los europeos, fue con el que los jesuitas elaboraron los diccionarios de las lenguas indígenas. No obstante, resultó que la castellanización de la población nativa era bastante escasa en la segunda mitad del siglo XVIII, hecho que alarmó a las autoridades indianas. La realidad lingüística marcada por una gran diversidad (133 lenguas principales se detectaron inicialmente) retrasó la castellanización, por lo que se impulsaron métodos sobre la implantación de una “lengua general” en determinadas áreas coloniales, o bien recurrieron al uso de las lenguas autóctonas para la evangelización.
De cualquier manera, las políticas lingüísticas experimentaron cambios a lo largo de los siglos coloniales, debido al debate en torno a la conveniencia o no de evangelizar a lxs indígenas en su lengua. A favor de esta última opción estaban los misioneros jesuitas, pues pensaban que así se lograría antes su cristianización. Señala Vitar (1996:166) que también el establecimiento de una lengua franca tuvo consecuencias homogeneizadoras frente a la diversidad, como ocurrió en la Amazonia brasileña con el tupi o la difusión del quechua, lengua general del Perú (y antigua lengua imperial), que se difundió en el noroeste argentino y se impuso para el sometimiento y la cristianización de diferentes pueblos.
Las ideas de los misioneros jesuitas contradecían en algunos puntos al criterio de los colonizadores y tuvo como resultados inmediatos el aprendizaje de las distintas lenguas y la elaboración de sus gramáticas y diccionarios. La cuestión lingüística refleja una lucha por el poder, ya que al tener los misioneros el control exclusivo de la comunicación con la población indígena, se aseguraban su dominio, sin la participación de otros sectores de la sociedad colonial, así como el monopolio de la transmisión del discurso religioso. Los jesuitas fueron expulsados con la dinastía borbónica, siendo relevados por los frailes franciscanos, a la par que se intensifican las medidas encaminadas a la homogeneización lingüística. Una Real Provisión de 1773 mandó que las oraciones cristianas adaptadas a los distintos idiomas indígenas, utilizadas para transmitir la doctrina, fuesen sustituidas por catecismos, “cartones” y cartillas, que se usarían para enseñar la lengua española y evangelizar, para que “se destierre todo idioma del Reyno y se hable solo el español” , como recoge el Informe sobre la visita a las Reducciones de Indios del Gran Chaco, realizada por el gobernador Cierónimo de Matorras (en Vitar 1998:153).
Los conflictos políticos en la Península prepararon el caldo de cultivo de las independencias americanas. En el inicio de la separación, indican las fuentes que solo hablaban castellano tres millones de habitantes. Las políticas expansivas del español se desarrollan a raíz de la incorporación o forzoso desplazamiento de poblaciones indígenas a la sociedad criolla, y estableciendo programas de enseñanza que incluían la implantación de este idioma en la estructura educativa.
3.5 La población esclava
Otro de los genocidios/epistemicidios que genera la conquista de América es el tráfico de esclavxs negrxs y su llegada masiva a las costas, especialmente en las zonas del Caribe y de la Costa Oeste. Indica Matthias Perl (2010) que mientras existían disposiciones exactas de la Corona española que regulaban el empleo de los idiomas de lxs indixs, esto era ausente en el caso de lxs esclavxs por su condición de mercancía.
Se pensaba que lxs esclavxs con el tiempo aprenderían el español para comunicarse con lxs esclavxs criollxs que habían nacido en América. Pero las plantaciones de café estaban muy dispersas, lo que hacía difícil la comunicación entre lxs negrxs de una plantación y otra y, por tanto, que lxs esclavxs aprendieran, en breve tiempo, la lengua española. Además, las descripciones de viajeros del siglo XIX dan una visión distinta entre lxs negrxs de las plantaciones y de las ciudades. Mientras la mayoría de los esclavxs en las plantaciones eran negros bozales, es decir, nacidos en África, había en las ciudades casi siempre negros criollos, es decir, esclavxs nacidos en Cuba. Los negros criollos tenían más éxito para alcanzar la posición de libertad pagando una cierta suma de dinero o por la gracia del amo, y a su vez, la movilidad social para estas personas era grande, porque podían, por ejemplo, ocupar muchos puestos de trabajo. Recoge Perl que no era una excepción encontrar a personas de color en el siglo XIX, en los relatos de viajeros, que habían logrado asegurar su promoción social. Estas personas de color exitosas adoptaron en breve tiempo la forma de vivir de lxs blancxs y se esforzaron por hablar como la capa superior de lxs blancxs.
Por otra parte, en las regiones aisladas, como por ejemplo en el este de Cuba, pudieron sobrevivir lenguas africanas sobre todo en contextos religiosos como fue el caso del lucumí. No obstante, la lengua perdió su papel preponderante en la conciencia de lxs esclavx negrx, pues ellxs se vieron forzadxs, cuando se reunían varias etnias y lenguas, a emplear la lengua española como lengua franca.
Por último, el contacto lingüístico en el continente dio lugar a la existencia de lo que se denominan lenguas criollas, aquellas lenguas creadas en las nuevas comunidades formadas (comunidades criollas) en y alrededor de las plantaciones coloniales esclavistas durante los siglos XVII- XIX. John M. Lipski (2004) contabiliza las siguientes:
1.-El papiamento, lengua vernacular de las Antillas Holandesas (Curazao, Aruba, Bonaire), que contiene elementos españoles y portugueses, además de unas contribuciones posteriores del idioma holandés.
2.- El palenquero, la lengua vernacular de la aldea afrocolombiana de San Basilio de Palenque.
3.-Existen por lo menos tres variedades acriolladas del español en las Islas Filipinas, conocidas colectivamente como chabacano.
4.-Según bastantes investigadorxs, el español hablado por negrxs bozales debe haberse convertido en una lengua criolla en Cuba, Puerto Rico y posiblemente otras regiones del Caribe hispánico.
Además de los criollos antes mencionados, quedan unos remanentes de lenguaje afrohispánico que pueden ser los últimos suspiros de lenguas criollas ya desaparecidas. Así, por ejemplo, tenemos:
1.-El lenguaje ritualizado de lxs negrxs congxs de Panamá, aparentemente derivado de un criollo anterior.
2.-Existen pequeñas comunidades afroamericanas en el litoral peruano, en las Yungas de Bolivia, en el interior y la costa del Ecuador; en el Chocó colombiano; en el interior de la República Dominicana; y en el Barlovento venezolano, que retienen configuraciones que sugieren la existencia de un criollo o un semicriollo afrohispánico.
Por último, antes de continuar quiero hacer un apunte en lo referido al español que se llevó a Abya Yala, debate abierto durante la segunda década del siglo XX en la Filología Hispánica, tras el cual se ha alcanzado unanimidad en la consideración del fuerte elemento andalucista y del origen andaluz de la base fonológica del español americano. Ya durante el siglo XVI las anotaciones sobre el castellano de lxs andaluces por parte de humanistas y estudiosos de la lengua como Juan de Valdés o Benito Arias Montano son peyorativas, en un sentido de desviación con respecto a las hablas de Castilla (Rodríguez Iglesias 2016b: 136).
4. La colonialidad del lenguaje.
Si Toledo representó el modelo de la lengua en Castilla entre los siglos XIII y XVI, con el traslado de la Corte a Madrid, ordenado por Felipe II en 1561, después de un periodo de transición en Valladolid, la vieja norma toledana fue entrando en decadencia y las hablas castellanas norteñas se convirtieron en el siglo XVII en el modelo de referencia para la norma cuidada del español, en detrimento del castellano de Toledo.
Tras las independencias americanas, la colonialidad del lenguaje, como la del poder, es asegurada diversificando las políticas lingüísticas de diversas maneras. Estudio pormenorizado aparte merecen estas cuestiones, por lo que voy a apuntar tan solo a tres elementos clave. Por un lado, es indispensable mencionar el surgimiento de la propia disciplina Filología como creadoras de diferencias, naturalizaciones y jerarquías con objetivos políticos, a través de herramientas conceptuales como lengua y dialecto, norma lingüística, lengua estándar y lengua criolla o español atlántico, entre otros, aspectos en los que profundiza Igor Rodríguez Iglesias (2018).
En segundo lugar, uno de los organismos más conocidos al servicio de la Filología y del poder político es la Real Academia de la Lengua, creada en 1713 por iniciativa de Juan Manuel Martínez Pacheco, marqués de Villena, quien fue el primero en ocupar el sillón A. Además, el primer director de la institución fue Felipe V, de la casa de los Borbón.
Su célebre leyenda “Limpia, fija y da esplendor” nos permite intuir la orientación de sus funciones en el mantenimiento de esa ‘norma lingüística’. Entre muchos otros, como llamativos ejemplos de esta institución podemos señalar que es en el año 2019 cuando ocupa un sillón por primera vez una mujer (el carácter vitalicio de sus ocupantes impide renovación); o que solo a mediados de 1950 la Real Academia dejó de considerar el seseo, rasgo presente en amplias zonas de Andalucía y de América del Sur como “vicio de dicción” (Garatea, 2006: 146). También su labor lexicográfica podría merecer numerosas páginas aparte.
Finalmente, en los años 90 del siglo XX surge el Instituto Cervantes, institución vinculada a la RAE que emprende una política de difusión del español y se encarga de su estandarización a través de los niveles del Marco Común Europeo. De entre otras funciones, lleva a cabo los exámenes del nivel de español A2 (8); de entre otros, requisito lingüístico indispensable para la obtención de la nacionalidad, donde se unen de nuevo de manera simbólica las fronteras de la nación y de la lengua, en esa violenta biopolítica de los cuerpos.
Paradigmáticamente, como dinámica a la inversa, a modo de “restitución”, en 2015 el reino de España dio la posibilidad de otorgar la ley de nacionalización para los sefardíes que vivieran en otro país; eso sí, comprobando con certificado de descendencia y probando que mantiene vínculos con su cultura original (hablando ladino, español, y haber celebrado el matrimonio serfadí según los rituales sefardíes de nuestro reino).
5. Conclusiones
La idea de que la existencia de diversas lenguas es un castigo tiene una larga tradición en el pensamiento occidental, pero también en otras tradiciones. El mito judeocristiano de la Torre de Babel quizá es el ejemplo más conocido. El proyecto político del Imperio español toma como elemento identitario la lengua castellana; jearquizando y excluyendo la de aquellos grupos dominados que deja fuera. El periodo inicial de las lógicas coloniales, cuando tiene lugar la demarcación de las fronteras geográficas y biopolíticas, es explícita en esta política lingüística y colonial, que se extiende hasta nuestros días mediante otros procedimientos.
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(1) A este contacto debemos uno de los primeros hitos historiográficos de la literatura española, cuando en torno al siglo X, los poetas árabes cultos incluyen en sus composiciones (moaxajas) el estribillo que escuchan a los campesinos mozárabes, denominadas jarchas. No me resisto a incluir una de estas composiciones de gran musicalidad: “Garid vos, ¡ay yermaniellas!,/¿cóm’ contenir el mio male?/ Sin el habib non vivreyo:/¿ab ob l’irey demandare?”.
(2) La lengua de prestigio para la literatura es el gallego-portugués.
(3) Los doscientos años que abarcan el periodo entre 1450 y 1650 han sido señalados por Immanuel Wallerstein (en Grosfoguel 2013) como la formación de un nuevo sistema histórico o economía-mundo.
(4) Boaventura de Sousa Santos (2010) denomina “epistemicidio” a la destrucción de conocimientos ligada a la destrucción de personas.
(5) El investigador aclara que el lema de la “pureza de sangre” era un discurso proto-racista; es decir, aún no plenamente racista.
(6) Fenómeno similar al ocurrido con otras lenguas de la diáspora judía, como el arameo en Babilonia, o el griego en el mundo helenístico.
(7) Hubo grupos chaqueños como los Mataguayo que llegaron a instrumentalizar su lengua “desde el silencio”: negándose a hablar, oponían una resistencia pasiva y muda a la avanzada colonizadora. Desde el punto dc vista europeo, el mutismo indígena formaba parte de su carácter hosco y parco, y muestra de irracionalidad (Vitar 1996:145)
(8) Se puede consultar un ejemplo del carácter eurocéntrico de estos exámenes en el siguiente enlace:https://examenes.cervantes.es/sites/default/files/DELE-A2_v2020_Modelo0_0.pdf
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