Foto: FABIÁN MARELLI |
El pasado 24 de abril, en el marco de una extensa nota referida a los días previos a la apertura de la Feria del Libro de Buenos Aires, Daniel Gigena incluyó un párrafo a propósito de una mesa redonda de las jornadas profesionales, donde María del Carmen Pasarín, Victoria Rodríguez Lacrouts y Alejandro Dujovene hablaron sobre la importancia estratégica del Programa Sur. Finalizadas las disertaciones, Carlos Gamerro y Jorge Fondebrider, presentes entre el público, presentaron a la mesa la carta en defensa del PROSUR, acompañada por más de 500 firmas de escritores, traductores, editores, agentes y académicos del mundo entero. Se ofrece a continuación el fragmento del artículo de Gigena que se ocupa de ese momento.
Más de 500 firmas en apoyo del Programa Sur de Cancillería
Entre las actividades del miércoles, la Dirección de Asuntos Culturales de la Cancillería Argentina (Dicul) organizó la charla “¿Quién nos lee?”, con la presencia de la coordinadora de Educación de ese organismo, María del Carmen Pasarín; Victoria Rodríguez Lacrouts, por la Fundación TyPA (que dijo que el “embajador por excelencia de la literatura argentina en el exterior” era Julio Cortázar), y Alejandro Dujovne, director del Centro de Estudios de Políticas Públicas del Libro de la Universidad Nacional de San Martín. La diplomática Alejandra Pecoraro, a cargo de la Dicul, no participó del encuentro.
En el encuentro se consignaron los logros del Programa Sur de Apoyo a las Traducciones del Ministerio de Relaciones Exteriores (Prosur), iniciado en 2010 y que el Gobierno desfinanció drásticamente, al reducir en un 90% su presupuesto. Prosur es una política pública que, a lo largo de los años, atravesó distintos gobiernos con el objetivo de promover de manera sustentable la exportación de derechos de autor de escritores argentinos. Desde 2010, informó Pasarín a la audiencia, se tradujeron y se publicaron 1687 títulos de 613 autores argentinos, en 52 lenguas correspondientes a 62 países, con un promedio de 120 títulos anuales y un total de dos millones y medio de ejemplares que circularon por Italia, Reino Unido, Francia, Alemania, Bulgaria, China y Japón.
Debido al desfinanciamiento, este año el programa solo dispondrá de 20.000 dólares para subsidiar las traducciones a otros idiomas. Lorenzo dijo que el presupuesto alcanzaría para ocho o diez obras (en 2023, con un presupuesto de 320.000 dólares, fueron 123). El subsidio, de 3200 dólares como máximo, se abona “contra entrega” del libro publicado en el exterior. Muchos países de América Latina tomaron como modelo el Programa Sur.
“El Programa Sur no solo comenzó su actividad unos años antes que los programas de Colombia, Chile y Uruguay, que cuentan con políticas similares, sino que además el número de estímulos anuales otorgados fue hasta 2023 muy superior -remarcó Dujovne-. En una década y media de funcionamiento, posibilitó la llegada de autores y títulos argentinos a editoriales de 62 países y más de cincuenta lenguas, cinco veces lo logrado por Uruguay, cuatro lo alcanzado por Colombia y bastante más del doble de lo conseguido por Chile”. Parte del “boom” de la literatura latinoamericana en el exterior se explica por políticas culturales como las del Programa Sur.
Al finalizar la charla, los escritores Carlos Gamerro y Jorge Fondebrider presentaron una carta con más de quinientas firmas de escritores, editores, traductores, periodistas y agentes y críticos literarios de la Argentina y otros países, en la que se solicita que no se reduzca el presupuesto del programa que, consideran, “ha acompañado a autores y editores locales a internacionalizar la literatura argentina, ha permitido que escritores de nuestro país compitieran en los más prestigiosos premios internacionales y que, ya dados a conocer, siguieran publicando en el exterior obras de su autoría, ya sin necesitar el apoyo del subsidio del programa”.
La carta que Gamerro y Fondebrider harán llegar a la canciller Diana Mondino lleva la firma de los escritores Edgardo Cozarinsky, Beatriz Sarlo, César Aira, Selva Almada, Alan Pauls, Martín Kohan, Mariana Enriquez, Gabriela Cabezón Cámara, Pola Oloixarac, Agustina Bazterrica, Claudia Piñeiro, Daniel Guebel, Diego Muzzio y Luisa Valenzuela. También aparecen los nombres de los mexicanos Juan Villoro y Fabio Morábito, los peruanos Michaela Chirif y Mario Montalbetti, los estadounidenses Daniel Balderston, Barbara Epler (editora de New Directions) y Edwin Frank (editor de la prestigiosa publicación The New York Review of Books), los franceses Pascale Maret y Olivier Mannoni, entre muchos otros. Fondebrider y Gamerro anticiparon que la prensa especializada internacional se haría eco de esta defensa del programa.
“El monto asignado al actual presupuesto reduce el número de subsidios a diez por año. Y aun no ha sido ejecutado -concluye la carta-. En cuanto a su funcionamiento efectivo el Programa está, en los hechos, cerrado. Al encontrarse con esta situación, así sea temporaria, los editores extranjeros pierden interés y buscan autores en otros países. Dicho con todas las letras, lo construido en quince años puede destruirse en un par de meses, y no podría reconstruirse, aun si existiera la voluntad para ello, con la misma facilidad”.
Muchos de los participantes del encuentro -editores, traductores, estudiantes- se preguntaron por qué una política cultural tan efectiva y tan poco onerosa (”equivalente a los costos del viaje a Miami de un funcionario del Gobierno con su comitiva para recibir un premio”, dijo Fondebrider) corría el riesgo de ser desactivada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario