viernes, 12 de julio de 2024

"En otras cosas peores se podría ocupar el hombre"

Jorge Luis Borges frecuentemente escribió contra el estilo de Miguel de Cervantes porque –no se la iba a perder–, eso era lo que reivindicaban los comentaristas españoles del Quijote. 
Para el autor de "Pierre Menard, autor del Quijote", lo que realmente importaba era el personaje y la historia de su amistad con Sancho Panza. Más allá de quién tenga razón (si es que alguno la tiene), acá, para recibir el fin de semana, vamos a reivindicar algo de lo que Cervantes escribió sobre la traducción. Más explícitamente, en el capítulo LXII. Allí, al llegar a Barcelona, visita una imprenta, donde encuentra al autor de una traducción con el que mantiene el diálogo que sigue.

"El traducir de una lengua en otra (...) es como quien mira los tapices flamencos por el revés"

Llegábase Don Quijote a un cajón, y preguntaba qué era aquello que allí se hacía; dábanle cuenta los oficiales; admirábase, y pasaba adelante. Llegó en otros a uno, y preguntole qué era lo que hacía. El oficial le respondió:
Señor, este caballero que aquí está (y enseñole un hombre de muy buen talle y parecer y de alguna gravedad) ha traducido un libro toscano en nuestra lengua castellana, y estoile yo componiendo, para darle a la estampa.
¿Qué título tiene el libro?, preguntó Don Quijote.
A lo que el autor respondió:
Señor, el libro, en toscano, se llama «Le bagatelle».
¿Y qué responde «Le bagatelle» en nuestro castellano?, preguntó Don Quijote.
«Le bagatelle», dijo el autor es como si en castellano dijésemos los juguetes; y aunque este libro es en el nombre humilde, contiene y encierra en sí cosas muy buenas y sustanciales.
Yo, dijo Don Quijote sé algún tanto de el toscano, y me precio de cantar algunas estancias del Ariosto. Pero dígame vuesa merced, señor mío (y no digo esto porque quiero examinar el ingenio de vuesa merced, sino por curiosidad no más): ¿ha hallado en su escritura alguna vez nombrar «pignata»?
Sí, muchas veces, respondió el autor. Y ¿cómo la traduce vuesa merced en castellano? preguntó Don Quijote.
¿Cómo la había de traducir, replicó el autor sino diciendo olla?
¡Cuerpo de tal!, dijo Don Quijote, y qué adelante está vuesa merced en el toscano idioma! Yo apostaré una buena apuesta que adonde diga en el toscano «piace», dice vuesa merced en el castellano place, y adonde diga «più», dice más, y el «su» declara con arriba, y el «giù» con abajo.
Sí declaro, por cierto, dijo el autor, porque ésas son sus propias correspondencias.
Osaré yo jurar, dijo Don Quijote que no es vuesa merced conocido en el mundo, enemigo siempre de premiar los floridos ingenios ni los loables trabajos. ¡Qué de habilidades hay perdidas por ahí! ¡Qué de ingenios arrinconados! ¡Qué de virtudes menospreciadas! Pero con todo esto, me parece que el traducir de una lengua en otra, como no sea de las reinas de las lenguas, griega y latina, es como quien mira los tapices flamencos por el revés; que aunque se veen las figuras, son llenas de hilos que las escurecen, y no se veen con la lisura y tez de la haz; y el traducir de lenguas fáciles, ni arguye ingenio ni elocución, como no le arguye el que traslada, ni el que copia un papel de otro papel; y no por esto quiero inferir que no sea loable este ejercicio del traducir, porque en otras cosas peores se podría ocupar el hombre, y que menos provecho le trujesen.

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