jueves, 18 de diciembre de 2025

"La experiencia cotidiana de una lengua desplazada"

Daniel López Aguilar, en la edición del diario La Jornada, de México, correspondiente al pasado 15 de diciembre, publicó la siguiente nota a propósito de lo que el lingüista Gonzalo Isidro Bruno denominó "genocidio lingüístico".

Urge detener el genocidio lingüístico contra comunidades indígenas

Detener el genocidio lingüístico contra los pueblos originarios no es un recurso retórico, sino una urgencia del presente, afirmó el lingüista Gonzalo Isidro Bruno. Desde hace más de tres décadas, su trabajo académico y comunitario se ha centrado en el estudio, la enseñanza y la defensa del plurilingüismo.

“Algunos genocidios no terminan: se perpetúan”, señaló Isidro Bruno (Ciudad de México, 1966) en entrevista con La Jornada. Con esta afirmación, hace referencia al concepto de genocidio perpetuo, desarrollado por el politólogo Gerald Roche, quien explica cómo ciertas formas de violencia histórica continúan afectando a las comunidades indígenas.

“Esta idea permite comprender la situación actual de las lenguas indígenas, no sólo en México, sino también en otros territorios marcados por procesos coloniales, como Hawai, donde viví durante 12 años y completé parte de mi formación académica”, añadió.

Congreso de tu’un savi y foro en la Mixteca poblana

Del 18 al 21 de diciembre, el también escritor participará en el Congreso del Tu’un Savi, en el auditorio municipal de Santa María Chigmecatitlán, Puebla, y el viernes 19 formará parte del primer Foro Lingüístico de la Mixteca Poblana, en San Jerónimo Xayacatlán.

En ambos encuentros colaborará en mesas de trabajo orientadas a la normalización de la escritura, la educación en lengua materna y el fortalecimiento comunitario. El activista educativo se identifica como un hombre ñuu savi, del pueblo tu’un Savi (mixteco), con raíces familiares en la región.

Estudió la licenciatura en didáctica de letras inglesas en la Universidad Nacional Autónoma de México y, motivado por su interés en los idiomas y la experiencia migrante de su comunidad, se trasladó a Estados Unidos en 1992.

Allí trabajó de docente de inglés y español, cursó una maestría y obtuvo el doctorado en la Universidad de Indiana. Más tarde se desempeñó como director académico y profesor en instituciones educativas internacionales.

Su experiencia en Hawai marcó un hito. “Ahí viví la experiencia cotidiana de una lengua desplazada y estudié uno de los procesos de revitalización lingüística más sólidos del mundo”, explicó.

“Desde los llamados ‘nidos lingüísticos’, impulsados por familias y comunidades, hasta la creación de escuelas y programas universitarios en lengua hawaiana, he visto que la recuperación lingüística es posible cuando existe voluntad política y control comunitario.”

Esta experiencia dialoga directamente con su crítica a las políticas lingüísticas en México. Para Gonzalo Isidro Bruno, la educación bilingüe intercultural ha funcionado, en muchos casos, como un mecanismo de castellanización.

“Se justifica la exclusión de las lenguas maternas en nombre del futuro o del empleo, cuando estudios muestran que una alfabetización sólida en la lengua originaria fortalece el aprendizaje de segundas y terceras lenguas.”

Además de la experiencia académica, subrayó la importancia de acciones legales y comunitarias. Puntualizó que la Declaración Universal de Derechos Lingüísticos y la legislación mexicana reconocen el derecho a recibir educación en lengua materna, pero su cumplimiento es limitado.

“Exigir su aplicación, incluso por la vía legal, es un desafío colectivo que debe empezar desde las comunidades”, enfatizó.

“Tras más de 30 años en el extranjero estoy retomando mi trabajo con comunidades indígenas. Quiero fortalecer el plurilingüismo desde la educación, las políticas y la participación de los pueblos. En California, por ejemplo, asesoro a comunidades mixtecas migrantes para que sus hijos puedan aprender en su lengua materna y en inglés sin perder su identidad cultural”, concluyó.

miércoles, 17 de diciembre de 2025

“Traducir en el medio, ni literal ni libérrimo”

Con la excusa de comentar la reciente reedición de una antología de poemas de Emily Dickinson (foto) traducidos por la poeta Mirta Rosenberg, el pasado 7 de diciembre, Osvaldo Aguirre publicó en el diario Perfil una nota que revisa el constante interés que la poeta estadounidense despierta en los traductores argentinos y latinoamericanos.

Versiones y reversiones de Emily Dickinson

Mirta Rosenberg no estaba de acuerdo con la definición de Robert Frost según la cual “poesía es lo que se pierde en una traducción”. Pero al mismo tiempo pensaba que “la traducción es casi siempre una batalla en parte perdida”, como escribió en una nota para el blog del Club de Traductores Literarios, y no se contradecía. Sus versiones de Emily Dickinson, reeditadas por el sello Seré Breve, condensan ese estado incierto entre pérdidas y ganancias.

Hacia el corazón del enigma recupera las traducciones de Rosenberg publicadas en 1998 por el Centro Editor de América Latina. Se trata de 98 poemas de Emily Dickinson (1830-1886). En el prólogo añadido para la edición, Alejandro Crotto cita “Traducir poesía”, poema donde Rosenberg enuncia un mandato: “traducir en el medio, ni literal ni libérrimo” y a la vez “no perder el hilo/ del sentido”.

Dickinson vivió sin salir de su casa en Amherst, Massachusetts, y murió inédita. “Publicar no era, para ella, parte esencial del destino de un escritor”, según Borges. Pero a la muerte se multiplicaron las ediciones y en 1924 apareció la primera compilación de los 1.775 poemas que escribió. Desde entonces, destaca el poeta y traductor mexicano Hernán Bravo Varela, “ha sido elevada a personaje central en diversos ensayos, novelas, películas, programas televisivos, obras teatrales y libros de poemas”. El impulso llega a la literatura argentina contemporánea con La hermana (2003), novela de Paola Kaufmann sobre la familia Dickinson, cuya narradora es la hermana de la poeta; Archivo Dickinson (2018), poemas de María Negroni, y Nuestra parte de noche (2019), de Mariana Enriquez, cuyo título retoma un verso de la traducción de Silvina Ocampo.

Bravo Varela hizo traducciones para otra edición reciente: Soy nadie. Veinticinco poemas de Emily Dickinson. Publicado por Espacio Hudson, el libro toma su título del poema 260, en su versión: “¡Soy Nadie! ¿Tú quién eres?/ ¿Eres —Nadie —también?/ ¡Ya somos dos entonces!/ ¡No lo digas! ¡Podrían delatarnos —lo sabes!”.

Rosenberg incluyó traducciones como colofón de sus libros de poesía y en 2018 propuso una segunda versión del poema 449 de Dickinson, muy citado por la asociación que establece entre belleza y verdad. Esta doble propuesta, dice Alejandro Crotto, “hace visible la pluralidad de versiones posibles y la relativa contingencia de cada una”.

El título proviene en este caso del poema 50 de Dickinson: “hacia el corazón del enigma/ alguien hoy se marchará”, traduce Rosenberg. La versión suena más convincente en términos expresivos que la de Silvina Ocampo (“dentro de un acertijo/ alguien se encaminará hoy”) por las opciones que adopta respecto del sustantivo riddle y del verbo walk, del original, y los matices que incorporan las palabras en español.

Borges celebró la literalidad de las versiones de Ocampo diciendo que “casi siempre” ofrecen “las palabras originales en el mismo orden”; esas versiones preservarían “la cadencia, la entonación, la pudorosa complejidad” de Emily Dickinson “en una suerte de venturosa transmigración”, según el prólogo para la primera edición (Tusquets, 1985).

En su libro Silvina Ocampo marginal, María Julia Rossi observó que el prólogo de Borges fue “contraproducente” para las traducciones y reseñó momentos de la recepción crítica. La traductora sueca Martha Dahlgren puntualizó fallos de comprensión y “algunos malentendidos en el plano léxico” por parte de Ocampo, pero al mismo tiempo reconoció que entre las versiones de Dickinson a la lengua española “es la que más sigue de cerca el original”. Dahlgren también cuestionó el uso de términos rioplatenses, “mostrando su propia perspectiva abiertamente eurocéntrica” (Rossi).

Ocampo tradujo a Dickinson entre 1970 y 1978. Rossi afirma que “en su poética, la traducción no tenía tanto que ver con una reproducción fiel del sentido como con un ejercicio literario de libertad creativa”, en contraste con la valoración de Borges. Esa perspectiva es también la que reivindicó Mirta Rosenberg para sus propias versiones: “Para mí no hay una enorme diferencia entre escribir y traducir. Yo veo al buen traductor de poesía como un autor. Lo que he traducido forma parte de mi obra”.

Si bien las comparaciones son inevitables (y odiosas), estas traducciones de Dickinson se complementan, dado que toman diferentes poemas dentro de la obra y en sus divergencias exponen concepciones del oficio. Bravo Varela parece el más atento a la particular sintaxis del original, donde la mayoría de los puntos y comas son reemplazados por guiones largos que inscriben pausas y marcas de sentido; además distingue “sustantivos tótems” (los que Dickinson escribe con mayúscula y que contendrían su universo íntimo) y “tabúes” (referencias comunes del mundo exterior) y se propone seguir “su afán sintético y antiprosaico”.

Las versiones de Rosenberg y las de Ocampo no contrastan tanto en el sentido como en la construcción del verso, si es que pueden aislarse ambos aspectos. En el comienzo del poema 1071 traduce Rosenberg: “La percepción de un objeto cuesta/ precisamente de ese objeto la pérdida”; Ocampo parece más ajustada al trasladar los mismos versos: “Percibir un objeto cuesta / la exacta pérdida del objeto”. Sigue Rosenberg: “la percepción es en sí misma una ventaja/ que por su precio da respuesta”. Y Ocampo, en cambio: “percibirlo en sí mismo es una ganancia/ que responde a su precio”.

Rosenberg modifica el orden de las palabras en función de rimas que dan al poema cierta resonancia del Limerick: “¿Es entonces la belleza una aflicción?/ Debería saberlo la tradición”. Traducir es en su programa “componer un poema en la lengua de destino”; no se toma mayores libertades ni es más discursiva, pero prescinde de los guiones que utiliza Dickinson, cobra mayor fluidez y gana en significado y en sonoridad. “Nunca al irnos sabemos que nos vamos;/ cerramos la puerta y bromeamos”, se impone así, por ejemplo, a la solución de Ocampo: “Nunca sabemos que vamos cuando vamos yendo-/ gesticulamos y cerramos la puerta-” (poema 1.523).

Según Rosenberg en su nota sobre el tema, la traducción “es afortunada cuando se puede elegir qué perder” y “absoluta cuando eso que se pierde llega impuesto desde el texto”. El poema 684 de Dickinson resuelve el problema, en su versión: “Las mejores ganancias deben pasar la Prueba de la Pérdida / para tornarse ganancias”.


martes, 16 de diciembre de 2025

Tensiones abiertas entre el Instituto Cervantes y la Real Academia española (RAE)

La noticia, sin firma, apareció en todas partes. También en InfoBAE que, el pasado 9 de diciembre, dio cuenta de la creciente tensión entre Santiago Múñoz Machado, actual director de la RAE, y Luis García Montero (foto), director del Instituto Cervantes. En la ocasión el problema se plantea por el avance de uno sobre la jurisdicción del otro. Según la bajada, "La designación de Panamá 2028 en el reciente encuentro de Arequipa fue cuestionada por Luis García Montero, ya que eso 'corresponde al Instituto hace 37 años', afirmó y disparó en contra".

La polémica entre el Instituto Cervantes y la RAE se agrava por la sede del próximo Congreso de la Lengua

El director del Instituto CervantesLuis García Montero, ha denunciado la supuesta imposición de Panamá como sede del próximo Congreso Internacional de la Lengua Española (CILE), una decisión que, según él, corresponde exclusivamente a su institución desde hace treinta y siete años. Esta controversia se produce en un contexto de tensiones abiertas entre el Instituto Cervantes y la Real Academia Española (RAE), y en vísperas de la reunión del Patronato del Cervantes, presidida por los Reyes en el Palacio de Aranjuez, donde se presentaron los “notables resultados” del curso 2024-2025, con 170.102 matrículas, lo que representa un incremento del 6,67% respecto al año anterior, según informó García Montero.

En el marco de este conflicto institucional, García Montero subrayó que el Instituto Cervantes se enfrenta a dos desafíos principales: por un lado, la sorpresa ante la noticia de la designación de Panamá, que conoció a través de otras academias y no por canales oficiales; por otro, la necesidad de proteger la imagen del Cervantes como institución de Estado frente a lo que considera ofensas reiteradas del director de la RAE, Santiago Muñoz Machado. “No permitir las ofensas a una institución de Estado como el Instituto Cervantes, a las que nos tiene acostumbrado el director de la Real Academia Española”, afirmó García Montero.

Desde la RAE, según fuentes citadas por el diario El País, han desmentido que la elección de Panamá haya sido una decisión unilateral de su director. Según estas fuentes, la propuesta fue adoptada “por unanimidad” por la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE), que agrupa a veintitrés academias, durante la última edición del CILE en Arequipa (Perú). “No se comunicó entonces por decisión de las Academias, entre otros motivos porque aún quedan tres años para el próximo Congreso y porque la situación de tensión y desencuentro que Luis García Montero provocó en Arequipa hizo que no fuese el mejor momento para el anuncio. Sin embargo, el director de la RAE se lo comunicó personalmente al ministro de Exteriores, José Manuel Albares, el mismo día en que se regresó de Arequipa”.

La fractura institucional se evidenció en la reunión del Patronato del Instituto Cervantes, a la que, por primera vez, no asistieron ni el director de la RAE, Santiago Muñoz Machado, ni el secretario general de la ASALE, Francisco Javier Pérez, ni el académico Luis Mateo Díez. Según las fuentes de la RAE citadas por El País, esta ausencia buscó “resaltar el malestar de la RAE y de la ASALE con la conducta inexplicable del señor García Montero”, y fue comunicada con antelación.

Durante su comparecencia ante la prensa, García Montero también abordó la situación presupuestaria del Instituto Cervantes. Destacó que, tras años de recortes que obligaron a la venta de inmuebles, la institución ha revertido su situación financiera: “Que ahora podamos comprar edificios en vez de venderlos, habla de la buena situación en la que estamos”. El presupuesto actual del Cervantes asciende a 143 millones de euros, de los cuales el 43,5% proviene de la autofinanciación y el resto de transferencias estatales.

El director del Cervantes advirtió sobre las dificultades que implica la falta de aprobación de los Presupuestos Generales del Estado, lo que, según él, “dificulta la expansión del Cervantes y la creación de nuevos centros”. La red del Instituto se extiende actualmente a 103 ciudades de 52 países. García Montero señaló la importancia de fortalecer la presencia en Toronto (Canadá) y de ampliar la actividad en Estados Unidos, especialmente en Miami. Además, mencionó que “la actitud de la presidencia de Estados Unidos y sus declaraciones tan agresivas contra la Unión Europea complican las cosas”.

En relación con la situación del español en Estados Unidos, García Montero recordó que en ese país residen más de 60 millones de ciudadanos de origen hispano y más de 40 millones tienen el español como primera lengua. Subrayó que “los agravios de Donald Trump hacia la lengua afectan a una parte muy relevante de su propia población”. Desde el Observatorio Global del Español, dependiente del Cervantes, se denuncia que “estas actitudes alimentan políticas que legitiman la burla a estudiantes o trabajadoras que usan el español en su vida diaria”. Esta presión social lleva a que muchas familias hispanas “intenten que sus hijos abandonen su lengua”. Ante este reto, el Instituto Cervantes trabaja para “analizar el español como lengua de herencia y ver de qué modo se puede mantener y potenciar en las familias que se ven envueltas en el vértigo de acallar su idioma”, concluyó García Montero.

lunes, 15 de diciembre de 2025

Todo aquello con lo que se puede escribir un libro

El escritor y periodista uruguayo Martín Bentacor (en la viñeta) reseñó el pasado 12 de diciembre La madre de Beckett tenía un burro, de Matías Battistón, para el semanario uruguayo Brecha. Lo hizo con la inteligencia que lo destaca de muchos de sus colegas.


Fiebre y manchas de sol

Pocas tareas intelectuales alcanzan la complejidad que produce una traducción literaria. Enfrentado a un texto en otro idioma, el traductor no solo debe escanciar en el odre de su lengua la sustancia estrictamente léxica del original, sino que, además, con los recursos de su propia escritura, debe mantener la cadencia que sustenta el estilo del autor que traduce. Permítaseme citar acá al maestro Vladimir Nabokov, que, al describir en un pasaje de su novela Barra siniestra la labor de un traductor de Shakespeare, dice (en traducción de J. Ferrer Aleu): «Era como si alguien que hubiese visto cierto roble (llamado en adelante A individual) que crecía en cierto país y proyectaba su propia sombra única sobre el suelo verde y pardo, hubiese procedido a levantar en su jardín una máquina prodigiosamente complicada que, en sí misma, fuese tan distinta de aquel o de cualquier otro árbol como lo son la inspiración y el lenguaje del traductor de los del autor del original, pero que, gracias a ingeniosas combinaciones de piezas, efectos de luz y motores creadores de brisa, proyectaría una vez terminada, una sombra exactamente parecida a la de A Individual: la misma silueta que cambia de la misma manera, con las mismas dobles y sencillas manchas de sol que ondulan en la misma posición, a la misma hora del día».

Esa labor prodigiosa, que enfrenta a un hombre con un texto y con las reglas de dos idiomas diferentes durante un lapso de tiempo variable, muchas veces ignorada por lectores, críticos literarios y hasta por los propios editores (a esta altura del partido es un gesto de deslealtad intelectual omitir el nombre del traductor en la portada de un libro traducido), se encuentra en el centro del libro La madre de Beckett tenía un burro, del escritor y traductor bonaerense Matías Battistón (1986), un poliédrico diario de traducción que dinamita los diques de las estructuras literarias, canibaliza la materia ensayística y se lee como una novela.

Battistón, traductor de autores tan diversos como Roland Barthes, Virginia Woolf, John Cage, Fernando Pessoa y Gertrude Stein, arranca su diario en una habitación sin calefaccionar de una Dublín nocturna y congelada. Abrigado hasta las orejas, se enfrenta a la tarea de traducir Molloy, Malone muere y El innombrable, la inmortal trilogía de Samuel Beckett, además de otros libros para los que había sido contratado. Fatigador de bibliotecas y de la deep web, frecuentador de biografías, artículos, reseñas, memorias y demás paratextos que rodean las obras que traduce, Battistón ha encontrado un dato tan irrefutable como inútil: «La madre de Beckett tenía un burro».

Además de los eventuales hallazgos, dubitaciones, revelaciones y puntos muertos a los que arriba un traductor durante su tarea, también se despliega ante él una masa de información variopinta, que puede ser utilizada para alumbrar cierto pasaje en una eventual nota al pie o quedar boyando sin más entre las carpetas y apuntes de trabajo. «Con lo que queda afuera al traducir, con lo que anoto en cuadernos y archivos que después no abro nunca más, con lo que me sigue rondando en la cabeza un tiempo hasta apagarse, se podría armar un libro», escribe Battistón en las páginas iniciales, a modo de tesis y de justificación del propio texto que el lector tiene entre manos.

* * *

Así, en las 200 páginas que siguen, el traductor exhibe un repertorio de historias, personajes, situaciones, anécdotas y conexiones múltiples que, lejos de dispersarse en una galaxia de pura miscelánea acumulativa, se ensambla de cuidadosa forma hasta llegar a la entrada final del diario, auténtico cenit de La madre de Beckett tenía un burro.

Atraviesan las páginas de este novedoso libro de Battistón situaciones y personajes, como el crítico y galerista Jean Frémon, autor del pequeño libro A Beckett le aprietan sus zapatos; los sistemas de traducción contrapuestos de Erri de Luca y César Aira; la increíble historia de Gilles Chahine y su sufrida traducción de Ada o el ardor, de Nabokov; la labor de José Bianco como traductor de la editorial Sur; los hallazgos que depara Malone morre, la traducción al portugués que el poeta Paulo Leminski publicó en 1986; la labor de Giorgio Manganelli como evaluador de pruebas de traducción al italiano; las consideraciones del poeta paraguayo Elvio Romero sobre la labor como traductor del poeta Alberto Girri («Girri destruyó la poesía argentina. Nadie recuerda sus versos. Con sus traducciones destruyó el lenguaje español»); la pléyade reunida alrededor de la revista literaria Merlin, publicada en París entre 1952 y 1954; el oscuro final de Rudolf Klement, traductor al alemán de Trotski; el vínculo entre Beckett y el poeta Patrick Bowles y el de Jorge Luis Borges con su traductor al inglés, Norman Thomas Di Giovanni; la correspondencia entre Rosa Chacel y Ana María Moix; la presunta traducción emprendida por Juan José Saer de un texto de Beckett en inglés, y la traducción al inglés que el escritor William Carlos Williams emprendió junto con su madre octogenaria y casi ciega de El perro y la calentura, de don Francisco de Quevedo.

Con una cualidad notable para ensamblar historias y datos diversos y una prosa precisa, no exenta de bienvenidos giros sardónicos, Matías Battistón escribió un libro personalísimo, que por ciertas derivas del oficio dialoga muy bien con Se vive y se traduce, de la poeta y también traductora argentina Laura Wittner, y que tiene como modelos lejanos a Nuevo museo del chisme, de Edgardo Cozarinsky, y Palacio de olvido, de Alberto Tabbia, pero que constituye en sí mismo un particular objeto editorial que le permite al lector, entre otras cosas, contemplar la extrañeza y el desafío que a todo traductor le provoca aquel nabokoviano A Individual.

viernes, 12 de diciembre de 2025

"No es un problema de sentidos, de gramática, de sintagmas y sintaxis"

El pasado 9 de diciembre, el poeta y narrador Miguel Gaya (foto) publicó en el diario Clarín, de Buenos Aires, una contratapa donde señala la importancia de la traducción literaria. Se reproduce a continuación.

Elogio de la traducción

A la memoria de Jorge Aulicino

La mayoría de los distraídos lectores nos hemos sobresaltado con un artilugio que viene injertado en casi todos los teléfonos. Confiamos en él, en su sensatez pedestre, y de buenas a primeras leemos espantados algo incompresible. Me refiero a los traductores mecánicos hoy presentes en cualquier artefacto digital. Ponemos una frase para que el buen aparato la traduzca del modo más sencillo posible y el resultado es incomprensible. Mal redactado, palabras torpes, mala sintaxis, sentido incierto, cuando no desopilante.

Recuerdo que hubo una época en que nos reíamos de los manuales de uso de los artefactos orientales. Ahora que ya ni siquiera vienen manuales de uso traducidos (todos los aparatos son “intuitivos”, no necesitan explicación alguna) caemos en la cuenta de que contemplábamos la avanzada de la literalidad mecánica. Hoy nos ha alcanzado, o mejor dicho, la llevamos a todas partes.

Lo que hace ridículo el traductor mecánico es justamente su función literal: traduce las palabras, tropieza en el sentido. Recientemente, con la masividad de los recursos de la IA, estas traducciones locas van siendo corregidas. Todos los días mejora, todos los días incorpora recursos aplicables para refinar el traspaso correcto de un idioma a otro. Al punto de que, alegremente, se ha dado por muertos y sepultados los traductores humanos. No habría que apresurarse.

El lenguaje humano es, justamente, eso. Humano hasta el punto de no haber algo más humano en nosotros que nuestro lenguaje. Con lenguaje traducimos el mundo a nuestra medida, y operamos sobre él hablándonos los unos a los otros. En ese entramado, en cualquier frase y casi cualquier palabra, la miríada de relaciones, resonancias, ambigüedades y precisiones no tienen fin ni medida. Si hay algo que nos acerca a la creación, a secas, es esa capacidad. Que está presente de un modo único en cada lengua.

Todo lengua tiende, por definición y vocación, a la completud. No tiene fallas en describir el mundo, y si encuentra una parte de mundo sin palabra, se la inventa y la incorpora a su decir. Pero ninguna lengua, ay, Babel! es intercambiable. Es única y suficiente. Cada lengua totaliza el mundo, que es decir excluye a las otras lenguas. No las necesita. A lo sumo, se apropia de palabras para sus propios fines.

Por eso, cuando un hombre dice una frase en un idioma diferente al de la frase original, no cambia unas palabras por otras que valen lo mismo. Trasvasa un mundo completo. El mundo que habita en ese idioma, con todas sus inflexiones, sus conexiones y derivaciones. Solo así la frase tiene su sentido. Solo así vive.

No es un problema de sentidos, de gramática, de sintagmas y sintaxis. Es, sobre todo, un problema de almas de la lengua. Cuando la frase dicha en otro idioma del que fue pensada es inteligible en su plenitud, es que en ese traspaso viajó su alma, lo inefable completo y complejo que comunica. Ese es el misterio y la maravilla de la de los traductores humanos. La poesía del lenguaje.

jueves, 11 de diciembre de 2025

"Capacidad de transmitir tono, ritmo y contexto cultural entre idiomas"


El pasado 14 de octubre, Naoko Tochibayashi publicó en World Economic Forum el siguiente artículo, centrado en la traducción de literatura japonesa y los déficits que existen cuando se emplea la Inteligencia Artificial.

La literatura japonesa muestra por qué la traducción humana es importante en la era de la IA

La literatura japonesa ha ganado una visibilidad notable en el escenario global en los últimos años. Las obras de autores japoneses se están traduciendo a múltiples idiomas, inspirando nuevos valores culturales.


Un ejemplo destacado es Butter (2017) de Asako Yuzuki. Tras la publicación de la traducción al inglés a cargo de Polly Barton en febrero de 2024, se vendieron 280.000 copias en el Reino Unido en solo un año, superando las ventas domésticas acumuladas de 260.000 ejemplares desde 2017. Hasta julio de 2025, la novela ha vendido más de un millón de copias en todo el mundo y está programada para su publicación en 37 países y regiones. Solo en el Reino Unido, las ventas han alcanzado 450.000 copias, lo que subraya su creciente popularidad.


Más allá de Butter, el interés internacional por la literatura japonesa sigue creciendo. En 2024, las obras japonesas representaron el 43 % de los 40 títulos de literatura traducida más vendidos en el Reino Unido. En 2025, The Night of the Baba Yaga de Akira Otani (traducido por Sam Bett) se convirtió en la primera novela japonesa en ganar el Dagger Award de la International Crime Writers’ Association en la categoría de ficción traducida. Mientras tanto, Under the Eye of the Big Bird de Hiromi Kawakami (traducido por Asa Yoneda) fue preseleccionado en la categoría de ficción traducida del International Booker Prize. Estos logros destacan el reconocimiento global cada vez mayor de la literatura japonesa.


Innovación tecnológica y desafíos en la traducción

La traducción es indispensable para llevar obras literarias a lectores internacionales. Los avances en tecnología de traducción, incluida la IA, han reducido significativamente las barreras para la comunicación global. Herramientas que antes se consideraban especializadas ahora se usan en negocios y viajes. Se estima que el mercado global de traducción inteligente, valuado en 1.280 millones de dólares en 2023, alcanzará los 2.740 millones para 2032.


En Japón, el mercado de traducción e interpretación alcanzó los 296.000 millones de yenes en 2023. El uso de DeepL, un servicio de traducción basado en IA de origen alemán, es el segundo más alto del mundo, después de Alemania. En octubre de 2024, Vector Inc., una empresa de relaciones públicas y comunicación, lanzó un servicio que traduce automáticamente videos a 50 idiomas mediante IA, y declaró un ahorro de costos de hasta un 90 % en comparación con los servicios de traducción humana convencionales.


Estos desarrollos están cambiando el rol de los traductores hacia la post-edición de los textos generados por IA. Sin embargo, en ámbitos que requieren conocimiento especializado, sensibilidad cultural y matices, los traductores humanos siguen siendo indispensables, especialmente en la literatura.


Formando a traductores literarios

La traducción literaria requiere más que dominio lingüístico. Implica la capacidad de transmitir tono, ritmo y contexto cultural entre idiomas. El número de obras japonesas que llegan a lectores internacionales depende, en última instancia, de traductores con habilidades avanzadas, lo que hace que la formación y el apoyo sean esenciales.


Entre 2010 y 2013, la Nippon Foundation organizó talleres de traducción de literatura japonesa en el British Centre for Literary Translation (BCLT), parte de la University of East Anglia. Durante sesiones de una semana, autores y traductores experimentados trabajaban con los participantes para traducir una sola obra al inglés. El programa contribuyó a formar una generación de traductores destacados en la actualidad, incluyendo a Polly Barton (Butter) y Asa Yoneda (Under the Eye of the Big Bird).


Esta iniciativa también fomentó redes de traductores, creando una especie de infraestructura que facilita el proceso de encontrar traductores literarios adecuados para libros potenciales. Cada vez más, los traductores proponen obras por las que sienten pasión, contribuyendo al aumento constante de la publicación en el extranjero de literatura japonesa, incluidos títulos de autoras mujeres que anteriormente recibían menos atención.


Desde 2002, la Agencia de Asuntos Culturales ha llevado adelante el Japanese Literature Publishing Project (JLPP), traduciendo y publicando aproximadamente 180 títulos hasta 2015. Desde 2011, la agencia ha organizado concursos de traducción para identificar y desarrollar nuevos talentos, con convocatorias abiertas tan recientemente como en junio de 2025.


Estos esfuerzos de los sectores público y privado han sentado las bases del reconocimiento global actual de la literatura japonesa. Aunque la traducción automática sigue avanzando rápidamente, la popularidad sostenida de las obras traducidas subraya la importancia de cultivar traductores humanos altamente capacitados.


La traducción fomenta la empatía entre idiomas y culturas

El Día Internacional de la Traducción de la ONU se celebra el 30 de septiembre. La innovación tecnológica está ampliando el acceso y conectando a las personas a una escala antes inimaginable, un impacto que se percibe en los campos de la literatura y la traducción.


Combinada con el talento humano, la traducción está evolucionando no solo para mejorar la eficiencia, sino también para fomentar la empatía necesaria para tender puentes entre culturas. El creciente número de lectores internacionales de literatura japonesa es un poderoso testimonio de ello. Demuestra cómo los traductores capacitados pueden llevar historias más allá de las fronteras, inspirar nuevas perspectivas y profundizar la comprensión cultural. En conjunto, esta convergencia está moldeando un futuro basado en un mayor entendimiento mutuo, colaboración reforzada y progreso compartido entre culturas.