La mayoría de los lectores
de este blog –y mucha otra gente– conoce la reputación de Andrés Ehrenhaus (en la foto, cuando era apenas un criminal) como
traductor. Acaso sean menos los que sepan que es un narrador impar y que sus
libros resultan de lectura más que grata. Por eso, y porque sí, a continuación
se ofrece un breve cuento inédito de su autoría que, por su tema, resulta absolutamente pertinente.
Libres de
verdad
a
Un fantasma recorre todo el
mundo: el fantasma de la libertad en la red. ¿Paradoja? No: realidad. Virtual.
Los traductores de Marx y Engels no se equivocaron: los fantasmas, como las meigas, existen, y no sólo
en las representaciones teatrales de Hamlet. El fantasma de la libertad en la
red es una realidad virtual más grande que la copa de la catedral de
Yamoussukro, más grande que la cuenca del Orinoco, más grande que la galaxia de
Andrómeda, porque es el guardián de todo eso y más: si el fantasma de la
libertad en la red (FLeR) lo quiere, el acceso al universo entero se hace
inmediata realidad. Virtual. Etc.
b
Oh, FleR, yo también quiero
ser libre en la red. ¿Cómo hago, a dónde, a quién he de acudir?
Sencillo: ve a un
establecimiento de venta de electrodomésticos pequeños y adquiere un ordenador.
¿Un qué? Una computadora, torpe.
Oh, FleR, ¿la adquisición es
gratuita?
Prácticamente.
¿O sea que no lo es? ¿Ni
siquiera invocando tu nombre?
Primero: no invoques mi
nombre en vano. Segundo: los aparatos no se regalan. ¿Te han regalado a ti esa
lavadora? No, ¿verdad? Pues el ordenador tampoco. Eso sí, son muy baratos.
¿Baratos como cuánto?
Eso te lo dirán en la
tienda.
¿Y con eso ya está? ¿Ya
puedo ser libre en la red?
Casi.
¿Cómo que casi? ¿Me están
vedados algunos contenidos, la libertad no es total?
Es total, sí. Estamos
trabajando para que lo sea. Lo será, ya verás. Ahora sólo te falta un detalle y
ya serás libre.
¿Qué detalle?
Verás: para ser libre en la
red (y que nadie te ponga límites virtuales; esto es muy importante y no debes
olvidarlo nunca: en la red todo debe ser libre, TODO) necesitas acceder a ella,
y no basta con que yo te permita el acceso, tienes que pagar un pequeño,
digamos, peaje.
¿Pagar otra vez? ¿Y la
libertad? ¿No has dicho que TODO debe ser libre?
TODO en la red. Fuera de la
red, la libertad se paga.
¿Y a quién le tengo que
pagar ese peaje?
A una compañía telefónica.
Pero es poco.
¿Poco cuánto?
Bueno, eso depende del tipo
de conexión. Habla con ellos, serán comprensivos.
¿Digo que voy de tu parte?
Ni se te ocurra. ¿Qué
dijimos de mentar mi nombre?
Ok, pago el aparato y pago
la conexión. ¿Y después me garantizas que la libertad es TOTAL?
Te lo garantizo. Es TOTAL.
Una vez que accedas, tienes todo el derecho a ser libre en la red. Eso ya no te
lo quita nadie.
¿Nadie nadie?
Bueno, hay una cosa que no
te he dicho. Hay unos malvados que se niegan a que tu libertad en la red sea
total y pretenden que les pagues también a ellos. Pero no lo hagas, lucha tú
también por la libertad en la red. ¡Se libre! ¡Forma parte de la revolución en
la red! ¡No te quedes fuera!
¿Fuera dónde?
En la realidad no virtual.
¿Y ahí no puedo tratar de
ser libre?
¡¿Ahí?! Ja. Ahí no hay
libertad ni hay nada. Aquí sí. Por eso hay que acabar con los malvados.
¿Y quiénes son?
Son los autores de los
contenidos que la red libera.
¿Son virtuales esos autores?
¡No! Son reales.
¿Y por qué quieren cercenar
la libertad virtual?
¿No te lo he dicho? Porque
son malvados, porque son reaccionarios, porque están en contra del progreso y
del acceso irresctricto a los contenidos.
¿Pero esos contenidos no son
de ellos?
En el mundo real, sí. ¡Pero
en el virtual, no! A estos malvados no les basta con que los reconozcas como
autores (como hacen los creadores bondadosos), quieren cobrarte por acceder a
sus contenidos y por usarlos. ¡Cuando en la red todo es libre!
Menos los aparatos y las
conexiones.
¡Eso es!
¿Y cómo lucho contra los
malvados autores de contenidos?
Qué pregunta más tonta:
¡invocando mi nombre! ¡FLeR, FLeR!
¿No era que no tenía que
invocarlo?
En vano, no. Pero esto no es
en vano: si tú te nos unes, ganaremos.
¿Y entonces todos seremos
libres de verdad?
Libres de verdad en la red.
Creo que lo voy entendiendo.
Más te vale. ¡Viva la
libertad en la red!
¡Viva!
¡Viva FLeR!
¡Viva!
¡Abajo los malvados!
¡Abajo!
Y ahora ve a adquirir tu
aparatito y abona tu conexión, majo.
Sí, FLeR. Me has abierto los
ojos. Pronto seré libre.
En la red.
c
Hola. Me llamo Tal y Cual.
Soy un autor malvado. Me opongo a que mis obras circulen por la red sin que
ello redunde mínimamente en mi sustento. También me opongo a que circulen de
esa forma fuera de la red. Sí, lo confieso: aspiro a no trabajar gratis. Antes
de alimentar el fantasma de la libertad de acceso a los contenidos en la red (y
allende), aspiro a alimentarme a mí mismo porque, para poder mantenerme con
vida y así generar nuevos contenidos, he descubierto que necesito comer y vivir
bajo un techo, y que ni la comida real ni las viviendas reales son de libre
acceso; aunque parezca increíble, me piden dinero a cambio de esas necesidades
básicas. También he descubierto que ese acceso restringido y no gratuito no
está cuestionado por quienes entienden la no gratuidad de mi obra como un
atentado a la libertad. ¿La libertad de quién? De la comunidad virtual. Y yo me
pregunto: ¿la comunidad virtual se nutre de alimentos virtuales? ¿Vive en un
hogar virtual? He descubierto que no. He descubierto que sus miembros comen
comida real, que viven en casas reales. Incluso he conocido a alguno, y le he
preguntado si a cambio del acceso irrestricto a los contenidos que yo genero
podría concederme el acceso irrestricto a los contenidos de su heladera. O las
instalaciones de su hogar. Me ha contestado que no, que son cosas distintas, y
que no entiendo nada de la realidad virtual. Y que soy un retrógrado y un
egoísta. Todo esto me lo ha dicho sin apartar la vista de la pantalla por la
que navegaba libremente. Después ha habido un corte de luz, porque se ve que no
pagó la última factura y, tras permanecer ambos un instante en la realidad más
pura y a oscuras, ha salido corriendo a pagar antes de que le cierren las
oficinas. Antes de irse me ha advertido que, su heladera, ni tocarla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario