viernes, 5 de febrero de 2016

Las multinacionales del libro festejan

Silvina Friera publicó la siguiente nota en el diario Página 12 del 7 de enero pasado, centrándose en la apertura a la importación de libros alentada por el actual gobierno argentino, medida que deroga las restricciones impuestas por el anterior gobierno en 2010. La bajada de su nota dice: “Bajo la razonable máscara de la ‘bibliodiversidad’, la liberación anunciada por el Ministerio de Cultura implica efectos nada alentadores para la pequeña industria. Varios editores independientes alertan sobre un zarpazo del mercado hiperconcentrado”.

Medida para leer entre líneas

Nada nuevo bajo el sol de este verano. Más que “liberar los libros”, como proclaman algunos comunicadores, el Gobierno libera el negocio para los monopolios de la edición, sin propiciar alternativas que protejan el trabajo de las pequeñas y medianas editoriales. El anuncio de la eliminación de las restricciones a la importación de libros que regía desde 2010, presentado en un comunicado del Ministerio de Cultura de la Nación como una medida que busca “ampliar la bibliodiversidad y ofrecer más opciones a los lectores de todo el país”, preocupa a los editores independientes que vienen construyendo catálogos de fondo de una calidad y una variedad extraordinarias. No viene mal recordar, en tiempos un tanto desmemoriados, que Pablo Avelluto, el ministro de Cultura, trabajó precisamente en dos grandes grupos: Planeta (1995-1999) y Random House Mondadori, de la que fue director editorial entre 2005 y 2012, que ahora adoptó el nombre Penguin Random House Mondadori, hiperconcentración mediante. “Las grandes editoriales están esperando esto para poder imprimir en la zona franca de Colonia (Uruguay), Chile o hasta China. Va a ingresar mucho saldo (malo y bueno) de España, impreso en países del este de Europa. Todo esto con precios a costos de salarios miserables. Nosotros queremos editar acá, traducir acá, diseñar acá, corregir acá, imprimir acá y vender acá y con esa plata pagarles a todos, acá”, exige el escritor y editor Damián Ríos, de Blatt & Ríos.

Víctor Malumian, de ediciones Godot, enciende también las alarmas y aclara algunas cuestiones a Página/12. “Las multinacionales funcionan por colocación y lo que no venden en los primeros meses luego lo destruyen. En Francia, por ejemplo, les piden a los libreros que sólo arranquen la tapa de los libros y la envíen como para dar muestra de la destrucción, ni siquiera devuelven todos los libros por el costo logístico que tiene. Nosotros trabajamos con catálogos que son de fondo: el primer libro que editó Godot, Doce pruebas de la inexistencia de Dios, se sigue vendiendo al mismo ritmo que se vendía cuando salió. Todos los libros que las multinacionales producen en España ahora tienen un mercado enorme para inundar el país con libros a un precio regalado. Las condiciones de producción en Argentina no son las mismas que en España. Los costos del papel no son iguales. Un libro que acá me sale producir 45 pesos, en Taiwan me lo hacen por 95 centavos de dólar con el envío incluido. Es imposible que al liberar el mercado no gane el más fuerte. Toda esa postura que parecería neutral, que es plantear que el mercado elija, me está dando un mensaje muy claro, que es defender la lógica de mercado de sobreproducción de novedades y colocación a mansalva, que no es la lógica que tenemos las editoriales como Godot, que no estamos atadas a la novedad ni a la pauta publicitaria. Nuestros títulos se mueven por recomendación de libreros y por los críticos culturales. Me llamó mucho la atención leer que la Cámara Argentina del Libro (CAL) estaba contenta con la decisión. Yo no veo nada positivo. Si me van a igualar las condiciones de producción que hay en España, yo compito de igual a igual, no tengo ningún problema. Pero Godot no puede competir con Random House. El ministro de Cultura es un ex Penguin Random House que piensa con la lógica Penguin Random House. Para ellos está medida es excelente.”

“Empecemos por dos perogrulladas con las cuales es difícil estar en desacuerdo: el fomento de la bibliodiversidad y la protección de la industria editorial argentina”, plantea el escritor y editor de Entropía, Sebastián Martínez Daniell. “En la bisagra entre esos dos postulados, que cualquiera suscribiría con los ojos vendados, se juegan de un modo más terrenal las políticas de Estado y también las estrategias privadas. La responsabilidad, entonces, debiera ser pensar modos de cargar peso sobre uno de los platos de la balanza sin que el otro quede abandonado a su suerte. Y a la hora de tomar decisiones, hay algunos datos que sería interesante tener en cuenta.” Martínez Daniel precisa cierta información que suele olvidarse. “Dos tercios de los libros que se venden en América Latina son editados por sólo dos compañías multinacionales con cabecera en Europa (Planeta y Penguin Random House Mondadori); la mitad de los libros que se venden en Argentina tienen como boca de expendio las grandes cadenas; la industria del papel local es una de las menos competitivas del continente y obviamente benefician a los mayores compradores”, sintetiza el editor de Entropía. “El sector editorial también ha sido víctima, globalmente, de un proceso de brutal concentración. Tener acceso a cualquier libro que esté circulando por el mundo es algo extraordinario, pero es también una obviedad que la circulación de bienes culturales no es inocente, que tiene canales privilegiados, que hay beneficiarios y perdedores. Es en ese punto donde las políticas públicas tienen que hacer su ingreso. Para buscar, como cualquier estudiante de filosofía política sabe bien, una convivencia armónica entre la libertad de la demanda y la igualdad de la oferta”, reflexiona Martínez Daniell.

Desde El Cuenco de Plata, creado por el exquisito Edgardo Russo –que murió en julio del año pasado–, el editor Julio Patricio Rovelli López afirma que la apertura irrestricta favorece a los grupos concentrados que han transformado al libro sólo en mercancía. “No estamos en contra de la bibliodiversidad ni del ingreso de libros de otros países, algo que sería ilógico, ¿no? Pero esta medida nos genera mucha incertidumbre como editores. El monopolio del papel, en manos de Celulosa Argentina y Papelera Tucumán, afecta a las editoriales independientes. En diciembre, cuando todavía no se había devaluado, el papel estaba 16 dólares”, recuerda el editor. Otro independiente, que pidió que no se mencione su nombre, cree que es difícil anticipar el impacto real de la apertura. “Me preocupa más la caída del poder adquisitivo y el alza en el precio del papel que la apertura de las importaciones. Supongo que el lector al que apunta nuestra editorial, mal que mal, tratará de seguir comprando, si es que su economía le permite mantener los hábitos de consumo, pero no estoy tan seguro”, reconoce y agrega: “Por lo pronto, el plan editorial se mantiene, pero en junio volvemos a hablar”.

El poeta Sandro Barrella, encargado de la librería Norte de Débora Yánover, admite que el marco regulatorio que estuvo en funcionamiento en los últimos cuatro años a veces complicaba las cosas porque “hay libros que no hay modo de que se sustituyan, lo que no implica que con una economía liberal y abierta vayan a entrar todos los libros, como se cree ingenuamente”. El poeta y librero coincide que “la liberalización absoluta va a ser perjudicial” porque hubo mucha producción de libros argentinos de autores reconocidos publicados por independientes que ninguna editorial grande se va a hacer cargo de editar. “No se puede ser feliz en un mundo donde hay tanta gente infeliz, con el libro pasa lo mismo. Todo lo que está sucediendo es espantoso. Lo del libro es muy chiquito en relación a esta especie de golpe de Estado institucional. Siento que hay una puesta en práctica de un golpe, avalado por la corporación judicial y con el adormecimiento de la clase política”, advierte Barrella. “La patronal histórica de la oligarquía argentina invita a un baño de sangre que hay que tratar de evitar... Yo siento que hay una provocación muy grande de empujar al borde casi de la ilegalidad a cualquier intento de decir: ‘esto que están haciendo no se puede hacer’. En ese sentido digo que es casi nimio lo que pasa con el libro, cuando tenés un ministro de Economía que te amenaza con perder la fuente de trabajo si pedís el aumento que te corresponde. Si el ministro de Economía te amenaza, estamos jodidos”.


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