Silvina Friera publicó la
siguiente nota en el diario Página 12
del 7 de enero pasado, centrándose en la apertura a la importación de libros
alentada por el actual gobierno argentino, medida que deroga las restricciones impuestas
por el anterior gobierno en 2010. La bajada de su nota dice: “Bajo la razonable máscara de la ‘bibliodiversidad’, la
liberación anunciada por el Ministerio de Cultura implica efectos nada
alentadores para la pequeña industria. Varios editores independientes alertan
sobre un zarpazo del mercado hiperconcentrado”.
Medida para leer
entre líneas
Nada nuevo bajo el sol de este verano. Más que “liberar los
libros”, como proclaman algunos comunicadores, el Gobierno libera el negocio
para los monopolios de la edición, sin propiciar alternativas que protejan el
trabajo de las pequeñas y medianas editoriales. El anuncio de la eliminación de
las restricciones a la importación de libros que regía desde 2010, presentado
en un comunicado del Ministerio de Cultura de la Nación como una medida que
busca “ampliar la bibliodiversidad y ofrecer más opciones a los lectores de
todo el país”, preocupa a los editores independientes que vienen construyendo
catálogos de fondo de una calidad y una variedad extraordinarias. No viene mal
recordar, en tiempos un tanto desmemoriados, que Pablo Avelluto, el ministro de
Cultura, trabajó precisamente en dos grandes grupos: Planeta (1995-1999) y
Random House Mondadori, de la que fue director editorial entre 2005 y 2012, que
ahora adoptó el nombre Penguin Random House Mondadori, hiperconcentración
mediante. “Las grandes editoriales están esperando esto para poder imprimir en
la zona franca de Colonia (Uruguay), Chile o hasta China. Va a ingresar mucho
saldo (malo y bueno) de España, impreso en países del este de Europa. Todo esto
con precios a costos de salarios miserables. Nosotros queremos editar acá,
traducir acá, diseñar acá, corregir acá, imprimir acá y vender acá y con esa
plata pagarles a todos, acá”, exige el escritor y editor Damián Ríos, de Blatt
& Ríos.
Víctor Malumian, de ediciones Godot, enciende también las
alarmas y aclara algunas cuestiones a Página/12.
“Las multinacionales funcionan por colocación y lo que no venden en los
primeros meses luego lo destruyen. En Francia, por ejemplo, les piden a los libreros
que sólo arranquen la tapa de los libros y la envíen como para dar muestra de
la destrucción, ni siquiera devuelven todos los libros por el costo logístico
que tiene. Nosotros trabajamos con catálogos que son de fondo: el primer libro
que editó Godot, Doce pruebas de la
inexistencia de Dios, se sigue vendiendo al mismo ritmo que se vendía
cuando salió. Todos los libros que las multinacionales producen en España ahora
tienen un mercado enorme para inundar el país con libros a un precio regalado.
Las condiciones de producción en Argentina no son las mismas que en España. Los
costos del papel no son iguales. Un libro que acá me sale producir 45 pesos, en
Taiwan me lo hacen por 95 centavos de dólar con el envío incluido. Es imposible
que al liberar el mercado no gane el más fuerte. Toda esa postura que parecería
neutral, que es plantear que el mercado elija, me está dando un mensaje muy
claro, que es defender la lógica de mercado de sobreproducción de novedades y
colocación a mansalva, que no es la lógica que tenemos las editoriales como
Godot, que no estamos atadas a la novedad ni a la pauta publicitaria. Nuestros
títulos se mueven por recomendación de libreros y por los críticos culturales.
Me llamó mucho la atención leer que la Cámara Argentina del Libro (CAL) estaba
contenta con la decisión. Yo no veo nada positivo. Si me van a igualar las
condiciones de producción que hay en España, yo compito de igual a igual, no
tengo ningún problema. Pero Godot no puede competir con Random House. El
ministro de Cultura es un ex Penguin Random House que piensa con la lógica
Penguin Random House. Para ellos está medida es excelente.”
“Empecemos por dos perogrulladas con las cuales es difícil
estar en desacuerdo: el fomento de la bibliodiversidad y la protección de la
industria editorial argentina”, plantea el escritor y editor de Entropía,
Sebastián Martínez Daniell. “En la bisagra entre esos dos postulados, que
cualquiera suscribiría con los ojos vendados, se juegan de un modo más terrenal
las políticas de Estado y también las estrategias privadas. La responsabilidad,
entonces, debiera ser pensar modos de cargar peso sobre uno de los platos de la
balanza sin que el otro quede abandonado a su suerte. Y a la hora de tomar
decisiones, hay algunos datos que sería interesante tener en cuenta.” Martínez
Daniel precisa cierta información que suele olvidarse. “Dos tercios de los
libros que se venden en América Latina son editados por sólo dos compañías
multinacionales con cabecera en Europa (Planeta y Penguin Random House
Mondadori); la mitad de los libros que se venden en Argentina tienen como boca
de expendio las grandes cadenas; la industria del papel local es una de las
menos competitivas del continente y obviamente benefician a los mayores
compradores”, sintetiza el editor de Entropía. “El sector editorial también ha
sido víctima, globalmente, de un proceso de brutal concentración. Tener acceso
a cualquier libro que esté circulando por el mundo es algo extraordinario, pero
es también una obviedad que la circulación de bienes culturales no es inocente,
que tiene canales privilegiados, que hay beneficiarios y perdedores. Es en ese
punto donde las políticas públicas tienen que hacer su ingreso. Para buscar,
como cualquier estudiante de filosofía política sabe bien, una convivencia
armónica entre la libertad de la demanda y la igualdad de la oferta”,
reflexiona Martínez Daniell.
Desde El Cuenco de Plata, creado por el exquisito Edgardo
Russo –que murió en julio del año pasado–, el editor Julio Patricio Rovelli
López afirma que la apertura irrestricta favorece a los grupos concentrados que
han transformado al libro sólo en mercancía. “No estamos en contra de la
bibliodiversidad ni del ingreso de libros de otros países, algo que sería
ilógico, ¿no? Pero esta medida nos genera mucha incertidumbre como editores. El
monopolio del papel, en manos de Celulosa Argentina y Papelera Tucumán, afecta
a las editoriales independientes. En diciembre, cuando todavía no se había
devaluado, el papel estaba 16 dólares”, recuerda el editor. Otro independiente,
que pidió que no se mencione su nombre, cree que es difícil anticipar el
impacto real de la apertura. “Me preocupa más la caída del poder adquisitivo y
el alza en el precio del papel que la apertura de las importaciones. Supongo
que el lector al que apunta nuestra editorial, mal que mal, tratará de seguir
comprando, si es que su economía le permite mantener los hábitos de consumo,
pero no estoy tan seguro”, reconoce y agrega: “Por lo pronto, el plan editorial
se mantiene, pero en junio volvemos a hablar”.
El poeta Sandro Barrella, encargado de la librería Norte de
Débora Yánover, admite que el marco regulatorio que estuvo en funcionamiento en
los últimos cuatro años a veces complicaba las cosas porque “hay libros que no
hay modo de que se sustituyan, lo que no implica que con una economía liberal y
abierta vayan a entrar todos los libros, como se cree ingenuamente”. El poeta y
librero coincide que “la liberalización absoluta va a ser perjudicial” porque
hubo mucha producción de libros argentinos de autores reconocidos publicados
por independientes que ninguna editorial grande se va a hacer cargo de editar.
“No se puede ser feliz en un mundo donde hay tanta gente infeliz, con el libro
pasa lo mismo. Todo lo que está sucediendo es espantoso. Lo del libro es muy
chiquito en relación a esta especie de golpe de Estado institucional. Siento
que hay una puesta en práctica de un golpe, avalado por la corporación judicial
y con el adormecimiento de la clase política”, advierte Barrella. “La patronal
histórica de la oligarquía argentina invita a un baño de sangre que hay que
tratar de evitar... Yo siento que hay una provocación muy grande de empujar al
borde casi de la ilegalidad a cualquier intento de decir: ‘esto que están
haciendo no se puede hacer’. En ese sentido digo que es casi nimio lo que pasa
con el libro, cuando tenés un ministro de Economía que te amenaza con perder la
fuente de trabajo si pedís el aumento que te corresponde. Si el ministro de
Economía te amenaza, estamos jodidos”.
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