Terminado el sexenio del
presidente Enrique Peña Nieto (foto), acaso uno de los períodos más corruptos y violentos de la
historia mexicana, llega la hora del balance y del pase de facturas. Acaso por
ello, la periodista Carmen García
Bermejo publicó una serie de notas sobre lo que llama “Falsa filantropía”,
en el sitio Aristegui Noticias, referidas a la situación de la cultura en México. La cuarta nota se refiere a quiénes recibieron favores del Estado y
quiénes los perdieron. Se trata de un texto largo, que, sin embargo, vale la
pena leer con detenimiento.
“La cultura se asfixia;
las Orquestas Azteca florecen”
La cultura se asfixia. El periodo
2012-2018 ha sido un oscuro callejón financiero para instituciones y programas
oficiales e independientes: la Secretaría de Cultura perdió 58% de su
presupuesto; al Centro de Capacitación Cinematográfica, la destacada escuela de
cine, le cortaron 61% de los fondos. El financiamiento a festivales se redujo
53%; a la red de Librerías Educal tampoco le fue bien: su presupuesto se achicó
53%. Pero le fue peor al Sistema Nacional de Fomento Musical, del cual dependen
buena parte de las orquestas comunitarias del país: su presupuesto se contrajo
72%. Por eso no extraña que a la Orquesta Sinfónica de Chiapas, por ejemplo, le
hayan asignado un presupuesto de cero pesos en 2017, y que hayan desaparecidos
festivales y compañías de música, cine, teatro y danza por todo México.
Mientras, las orquestas de TV Azteca florecen. Los legisladores, el gobierno
federal y 29 gobernadores les han entregado recursos públicos por mil 689
millones de pesos.
El
lunes 5 de junio de 2017 el país amaneció con dos noticias: Alfredo del Mazo
ganó las cuestionadas elecciones para gobernador en el Estado de México y, por
eso mismo, las acciones de la constructora OHL se dispararon 6 por ciento en la
Bolsa Mexicana de Valores.
Ese
misma día, el cineasta Carlos Carrera confirmaba otra noticia, aunque de
naturaleza muy satisfactoria: después de 10 años de producción, al fin llegaba
la fecha en que Ana y Bruno, su primer largometraje de animación, se
estrenaría: el 12 de junio, en el Festival Internacional de Cine de Animación
de Annecy, Francia.
Así que ese 5 de junio de 2017
el tiempo del cineasta se consumía entre arreglos para la exhibición. Sin embargo,
rescató algunos momentos para atender lo que ocurría con el Centro de
Capacitación Cinematográfica (CCC), donde es profesor.
Y estampó su firma en los
primeros lugares de una carta abierta en la que se exigía al presidente Enrique
Peña Nieto y a los diputados detener los recortes que “asfixian” al Centro de
Capacitación Cinematográfica, una de las 15 escuelas de cine más reconocidas
del mundo.
Los autores del reclamo
argumentaban con cifras: el CCC “se encuentra en una profunda crisis tras
sufrir varios recortes que representan la pérdida del 57% del presupuesto
respecto a 2012”.
Los
números no pintaban bien y se resentían en el ámbito académico. “El recorte
amenaza con detener proyectos como tesis y documentales. Hemos perdido maestros
y corremos el riesgo de perder más”.
Lamentaban que el gobierno
federal no entendiera que el CCC es una escuela pública “con vocación social”.
“Su modelo de éxito se basa, entre otras cosas, en la práctica continua que
genera cada año decenas de películas que salen a competir al mundo y que las
más de las veces regresan triunfantes”.
E insistían: cuando se
“recorta dinero a la cultura y la educación también se apaga los sueños de
muchos jóvenes mexicanos. Por eso expresamos a las autoridades nuestro
desacuerdo y nuestro enojo. Entiéndanlo: la cultura no es un lujo ni un
privilegio”.
La carta no estaba avalada por
desconocidos. Firmaban miembros relevantes de la comunidad cinematográfica:
Carlos Carrera, Busi Cortés, Felipe Cazals, Natalia Beristain, Everardo
González, Dana Rotberg, Francisco Vargas, Tatiana Huezo, Damián Alcazar, Vanessa
Bauche y Juan Arturo Brennan, entre muchos otros profesores y egresados.
Ni a los diputados ni a los
altos funcionarios del Conaculta les importó esa carta firmada por cerca de 100
cineastas, que en conjunto han ganado más de 720 premios y menciones en
festivales internacionales y nacionales, entre ellos dos premios Oscar
estudiantiles y una Palma de Oro.
O sí les importó, pero no
hicieron mucho.
Han pasado bastantes meses.
Bruno y Ana tuvo una buena acogida en el festival, recortaron de nuevo el
presupuesto para el CCC en 2018 (sólo equivale a 38 por ciento del que
recibieron al inicio del sexenio) y Carlos Carrera no atina a entender qué
tienen en la cabeza los diputados y los políticos:
“Quienes diseñan los
presupuestos consideran que esta escuela de cine es un lujito, ahí extraño.
Desconocen que aquí no sólo se han formado directores y cinefotógrafos
destacados. También egresan diseñadores, editores, asistentes de dirección, en
fin, todos los oficios de la cinematografía, con un alto nivel de capacitación”.
Por lo regular, una intensa
luz blanca o una tremenda sombra gris logra transformar la existencia de los
personajes de las películas dirigidas por Carlos Carrera. Eso mismo le gustaría
que le ocurriera al CCC, escuela atrapada en una especie de espesa niebla que
le impide brillar.
Acostumbrado a explicar con
soltura su forma de realizar una película, cuando entra a otros terrenos aflora
la personalidad introvertida del director de El crimen del padre Amaro. Por un
momento se queda pensativo, aunque sabe que no puede quedarse callado.
“El escenario es grave”,
insiste. “El CCC padece un recorte de más de 60 por ciento en su presupuesto y
persiste la negativa a cualquier reconsideración”.
Carlos
Carrera es uno de los directores mexicanos más célebres. Guionista, diseñador y
especialista en cine de animación, ha realizado 30 cortometrajes, con uno de
los cuales (El héroe) ganó en 1994 la
Palma de Oro del Festival Internacional de Cannes. También ha dirigido siete
películas, entre ellas El crimen del
padre Amaro, La mujer de Benjamín,
Un embrujo, La vida conyugal y Sin
remitente.
Desde 1990, recapitula el
cineasta, el CCC realizaba el Festival Internacional de Escuelas de Cine;
también organizaba, cada dos años, el Encuentro Internacional de Cine
Documental. “Ambos no existen más. Son los logros de los recortes al
presupuesto. Anularon esas actividades pese a su importancia”.
Detrás de los lentes ovalados
de pasta negra que usa Carlos Carrera aparece un hombre delgado con 55 años a
cuestas. Su voz es segura y sus ademanes colocan énfasis a sus expresiones.
“Tenemos equipos de grabación y producción muy delicados, sofisticados. Les
hace falta mantenimiento, aunque funcionan. No se han comprado nuevas cámaras o
equipo con alta tecnología. Se trabaja con lo que hay. Sin embargo, el equipo
debe contar con un seguro anual. Bueno, hasta eso peligra porque no hay
recursos”.
******
Los diputados federales y la
Secretaría de Hacienda tienen identificada, entre otras, un área a la que
recurren cuando se trata de hacer recortes al presupuesto público: la cultura.
El Presupuesto de Egresos de la Federación no deja lugar a interpretaciones.
Estas son algunas de las cifras:
·
La hoy
Secretaría de Cultura ha visto cómo se achican los recursos que se le asignan
para cumplir con sus funciones: ha perdido 58 por ciento de su
presupuesto entre 2012 y 2018.
·
Una
suerte un poco peor le ha tocado al Sistema Nacional de Fomento Musical, del
cual dependen una buena proporción de las orquestas sinfónicas que existen en
México: su presupuesto se redujo 72 por ciento en el mismo periodo.
·
El caso
del Centro de Capacitación Cinematográfica, la destacada escuela de cine, es un
ejemplo también de las prioridades: le cortaron 61 por ciento de los
fondos que recibía.
·
El
Instituto Nacional de Lenguas Indígenas también sufrió los recortes: le
cortaron 21 por ciento de los recursos para atender las necesidades de los 7.5
millones de mexicanos que hablan lenguas originarias.
·
A la red
de Librerías Educal, quizá la cadena más grande de México, tampoco le fue bien:
los recortes hicieron que su presupuesto se redujera 53.5 por ciento en
el mismo lapso.
·
El
financiamiento a festivales artísticos y culturales en todo el país ha quedado
también dañado: el presupuesto para ellos se ha reducido 53 por ciento
en este sexenio.
·
La
Cineteca Nacional, encargada de preservar la memoria fílmica tanto nacional
como mundial y promover la cultura cinematográfica, ha visto mermado su
presupuesto en 24 por ciento en los últimos seis años.
·
En contraste, los legisladores, la Secretaría de
Hacienda y los gobiernos de los estados han fortalecido a las
orquestas de la Fundación de TV Azteca, a las que, con la excepción de un solo
año, les han mantenido o aumentado los donativos de recursos públicos. Así es
como han llegado a acumular la cifra de casi mil 700 millones de pesos.
Juan
Trigos, uno de los directores de orquesta más reconocidos del país, aceptó en
octubre de 2014 la oferta: recuperar la Sinfónica de Oaxaca, cuyo número de
integrantes era tan bajo (28 músicos) que ni siquiera merecía ese nombre. “Ni
siquiera era una camerata”, se quejó.
Con los 13 millones de pesos
anuales que le asignó la Secretaría de las Culturas y Artes de Oaxaca se
propuso entonces el reto de revitalizarla y potenciar su nivel artístico. Para
empezar, incrementó el número de integrantes a 64 intérpretes.
Compositor destacado, Trigos,
que ha dirigido en Italia, Estados Unidos, Croacia, Canadá, India, por ejemplo,
sintetiza su trabajo: “Logramos tocar repertorios muy difíciles y de todas las
épocas, incluyendo 30 por ciento de compositores mexicanos. Diseñamos programas
artísticos con invitados destacados, temporadas fijas y difusión adecuada”.
Unos meses después de tomar el
cargo, empezó la temporada de conciertos, pero con una modalidad: todos los
viernes había conciertos gratuitos en el Teatro Macedonio Alcalá.
El proyecto no duró demasiado.
Alejandro Murat tomó posesión como gobernador electo el 1 de diciembre de 2016.
“Con el cambio de gobernador, no renuevan contratos a nadie. Tampoco a los 36
músicos que fortalecieron la sinfónica. Simplemente fue ‘adiós’ y a la calle”,
recuerda el director desde Houston, Texas, donde se ha expatriado.
Ante los cuestionamientos por
la desintegración de la orquesta, la nueva titular en aquel entonces de la
Secretaría de Cultura de Oaxaca, Ana Vázquez Colmenares, dio una conferencia el
10 de enero de 2017, donde leyó un comunicado para explicar las razones de la
determinación.
“Los recortes federales y los
etiquetados de la Cámara de Diputados nos exigen hacer ajustes importantes en
la operación de la Orquesta Sinfónica, toda vez que el dinero federal que en
2015 y 2016 se etiquetaron, ahora son simplemente inexistentes. Esto
corresponde a los recortes hechos por la Federación en materia cultural en todo
el país”.
Cinco líneas para anunciar la
suspensión abrupta del proyecto de la Sinfónica. “Me afectó emocionalmente lo
de Oaxaca. Pero lo más grave es ver un proyecto cultural destrozado. No era
necesario despedazar la orquesta y lo hicieron. Estamos frente a una
regresión”, insiste Trigos.
El recorte de presupuesto
provocó entonces que la Sinfónica de Oaxaca regresara a su pasado, con sus 28
músicos de siempre.
Uno de los músicos despedidos
por la reducción de presupuesto fue Jorge Arango, un trompetista de 32 años de
edad. Cuando fue cesado, decidió ocultar su instrumento en la parte menos
visible de su ropero. “No sé si a otros les pasa lo mismo, cuenta, pero yo caí
en una depresión musical. Me llevé una gran decepción. En Oaxaca se da el
cambio de gobernador y la nueva administración, sin más, dice: ‘No hay dinero’.
Nunca nos escucharon tocar. Sólo decidieron destruir la orquesta”.
Durante tres meses no se
acercó a su trompeta. Se había quedado sin orquesta y sin sueldo. “Durante año
y medio laboramos en esta orquesta, que el director Juan Trigos revitalizó.
Pero los funcionarios estatales de cultura dijeron que la Federación les
recortó el presupuesto y la desintegraron”.
Al igual que Jorge,
ejecutantes de violín, chelo, corno francés, viola, trompeta, flauta,
clarinete, fagot, tuba, percusiones, resienten las consecuencias. Muchos regresan
a vivir con sus padres y otros trabajan como maestros o tocando en fiestas,
misas y espectáculos. Todos formados profesionalmente en conservatorios.
Lo que sigue no es tan
agradable para Arango: suple durante un corto tiempo al trompetista de la obra
musical Billy Eliot. Luego, acepta un trabajo fijo: “Me integro al grupo Show
Times que anima bodas, bautizos, 15 años, graduaciones y cualquier tipo de
eventos en un salón de fiestas”, en la ciudad de México.
Aunque se ocupa los fines de
semana, el desgaste se va acumulando. Algunas fiestas se alargan hasta las tres
de la mañana y hay que pagar cenas y taxis para regresar a casa. Jorge está
exhausto y un poco desanimado. Sigue buscando un empleo que se acerque un poco
más a lo que espera.
En Oaxaca, mientras tanto, ya
operan cuatro orquestas Esperanza Azteca, a las cuales la Cámara de Diputados
les ha entregado recursos públicos por 31 millones de pesos.
******
En las calles de Acapulco
huele a miedo. En las colonias Renacimiento y Emiliano Zapata las familias
viven en un círculo de marginación, violencia e inseguridad, un ambiente
opuesto al que se respira en la franja turística de la bahía.
Es 2012 y el gobierno de
Guerrero pretende contrarrestar el alud de miedo que cubre a los habitantes de
esta zona marginada, así que rehabilita el Polideportivo del Centro de
Integración de Convivencia Infantil (CICI) Renacimiento, que durante 20 años
había sido abandonado, convirtiéndose en un cubo de vendedores de droga.
En convenio con el Sistema
Nacional de Fomento Musical de Conaculta y la Secretaría de Gobernación, el
gobierno estatal emite la convocatoria para formar la Orquesta y Coro Infantil
y Juvenil Renacimiento. Se trata de combatir la inseguridad y la zozobra con
proyectos culturales.
Designan como director de la
orquesta al compositor y violinista Amílcar Montero Ávila. Se apuesta a la
destreza musical como una estrategia de mejoramiento gradual del entorno en el
que crecen cientos de niños en estas zonas apabulladas por la delincuencia.
“La Orquesta y Coro Renacimiento
se forman en julio de 2012. Impulsamos la creación de habilidades musicales y
recuperación de la autoestima, a través del arte y cohesión social”, recuerda
Montero Ávila.
La inversión conjunta no es
muy alta. Suma apenas 2 millones 400 mil pesos para el pago de nómina de 15
maestros, la compra de uniformes y de algunos instrumentos. Pero con eso basta
para el director de la orquesta.
Así, los primeros días de
junio de 2012, el maestro Amílcar llega a mediodía al Polideportivo, coloca una
mesa y dos sillas de madera –una frente a otra– en la entrada de la sede. Se
sienta, saca un cuaderno rayado de su mochila y lo pone sobre la mesa. Lápiz en
mano, mira a su alrededor y le da tiempo a la suerte.
Algunas madres llegan entonces
con sus pequeños hijos de la mano, los jovencitos de secundaria acuden solos.
Preguntan por el maestro. Se anotan en un cuaderno para ir formando la
plataforma de alumnos.
El maestro no sabe si
regresarán al día siguiente. Pero la aceptación es tal que se inscriben 320
niños y adolescentes. Como sólo tiene 120 instrumentos, con el resto forma un
coro monumental.
El programa es un éxito.
Jóvenes que empezaban a delinquir se quedan en el límite. El músico tiene
presente el caso de “un joven de 16 años que ya robaba en casas-habitación; al
toparse con la orquesta en el Polideportivo, dejó esa práctica. Ahora, toca el
violonchelo y trabaja en una tienda de autoservicio”.
El gobierno guerrerense decide
entonces crear el Sistema Estatal de Orquestas Infantiles y Juveniles
Renacimiento en cinco municipios con alta incidencia delictiva. Se montan
varios ensambles en Acapulco, así como en la comunidad amuzga de Huixtepec, en
Zihuatanejo; en Iguala, Chilpancingo y Taxco.
El programa crece, pero
también la inestabilidad política y social en Guerrero, agravada por los
desastres naturales. En agosto y septiembre de 2013 los huracanes Manuel e
Ingrid golpean con fuerza a Guerrero. El Polideportivo se convierte en albergue
y cientos de damnificados lo colman. Entonces, la Orquesta Renacimiento se
traslada a la Universidad Pedagógica Nacional, en las afueras de Acapulco.
Aunque la contingencia pasa,
los músicos nunca recuperan su sede. Los trasladan a la Fábrica de Artes y
Oficios de la colonia Emiliano Zapata, cerca del Polideportivo.
La situación se complica más.
A finales de octubre de 2014, el gobernador Ángel Aguirre Rivero deja el cargo
ante la indignación social por la desaparición forzada de los 43 estudiantes
normalistas de Ayotzinapa. Esa inestabilidad también cimbra a las 11 orquestas
y coros del sistema estatal.
En 2016 la entrega del
presupuesto comienza a fallar. El Sistema Estatal de Orquestas funciona hasta
ese momento con 12 millones de pesos, de los cuales 3.5 millones los otorga
Conaculta, 3.5 millones el gobierno de Guerrero y 4.8 millones de pesos la
Secretaría de Gobernación.
Inexplicablemente, la
Secretaría de Gobernación cancela el Programa Nacional de Prevención de la
Delincuencia y le asigna a ese mecanismo un presupuesto total de cero pesos
para 2017. Abandona a los municipios a su suerte.
Es noviembre de
2016 y la Secretaría de Cultura federal le avisa al gobierno de Guerrero que ya
no destinará dinero para el Sistema Estatal de Coros y Orquestas. Aquél asume
entonces la responsabilidad de asignar 11 millones de pesos a sus orquestas,
pero los recursos nunca llegan: el Congreso local sólo autoriza 3.1 millones de
pesos. No alcanza por más esfuerzos heroicos que se hagan.
Para entonces, los recursos
del Conaculta dedicados al Sistema de Fomento Musical, que lleva la rectoría
artística-metodológica y otorga apoyo financiero a las agrupaciones musicales
comunitarias, se han erosionado seriamente: en 2012 eran superiores a 256
millones de pesos y en 2016 ya sólo suman 66 millones de pesos. Poco se puede
hacer contra un recorte de alrededor de 75 por ciento.
Llegaba a la agonía un
programa público en que la apuesta contra la inseguridad funcionaba con una
premisa: música, no balas.
Ese mismo año, 2016, las
Orquestas Azteca recibieron 260 millones de pesos en recursos públicos
federales.
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El
impacto y los daños causados por el terremoto del 19 de septiembre de 2017
obligaron a los diputados a hacer un drástico ajuste a los recursos que se
entregan a los proyectos artísticos y culturales impulsados por asociaciones
civiles. Cancelaron la convocatoria anual y asignaron únicamente 350 millones
de pesos para 14 proyectos culturales “de alto impacto”. De esa cantidad, unos
70 millones de pesos (23 por ciento del total) fueron asignados a las Orquestas
Azteca.
Al Festival Internacional de
Cine Documental de México DocsMX, uno de los programas independientes que
solicita desde 2011 recursos a la Cámara de Diputados, no lo tocaron. El
donativo que recibe es pequeño y no pinta casi nada en la suma total.
Y aunque está al tanto de cómo
funciona el mecanismo, Inti Cordera, director ejecutivo de DocsMx y productor
de cine, se sorprende cuando se entera de que las Orquestas Azteca han recibido
de la Cámara de Diputados más de 900 millones de pesos de 2011 a 2018.
“¡No, pues, está tremendo
esto! Es preocupante saber que se le otorga esa cantidad de dinero a una
fundación, como la de Azteca, que fácilmente podría autofinanciar su proyecto.
Urge que los legisladores y las instituciones culturales trabajen en un mejor
esquema”.
Inti Cordera hace unas cuentas
al vuelo y precisa. “Si nosotros hubiéramos recibido 100 millones de pesos en
un solo año, esa cantidad nos permitiría asegurar la operación de DocsMx
durante 20 años. De ese tamaño es la desproporción. Y, perdón, pero nunca he asistido
a un concierto, ni conozco las actividades de esas orquestas Esperanza Azteca”.
*******
Josué
Almanza es un joven de 30 años, narrador, dramaturgo y director de la compañía
Epitafios Laboratorio Teatral de Puebla. Desde que concluyó con sus estudios de
actuación y dramaturgia, se propuso armar una Muestra Estatal de Teatro.
Lo logró en 2011, cuando la
entonces Secretaría de Cultura estatal le asignó 15 millones de pesos para su
organización, suficientes para conseguir algo totalmente insólito: montar 11
obras del mismo número de compañías independientes de la capital poblana y ocho
colectivos que residen en los municipios.
Los resultados fueron
alentadores. En sólo dos años la Muestra Estatal de Teatro Poblano evolucionó y
se convirtió en el Festival Internacional de Teatro “Héctor Azar Barba”.
Durante 15 días la capital de Puebla albergaba escenarios en los que se
presentaban las obras de otras latitudes.
La participación de compañías
de teatro de 16 países era un hecho inusual en Puebla. El mismo festival
contaba con un mecanismo de apoyo a la producción escénica. “Con ese estímulo,
varias compañías lográbamos hacer un buen papel dentro del festival. Sin ese
impulso, difícilmente hubiéramos montado un trabajo decoroso, dado que la
mayoría de los grupos independientes carecemos de recursos”.
Pero todo fue un breve sueño.
“El Festival Internacional de Teatro Héctor Azar sólo se realizó entre 2013 y
2014. El gobierno de Rafael Moreno Valle cambió la Secretaría de Cultura a
Consejo Estatal de Cultura y las Artes de Puebla. Con eso, todo colapsó”.
El colapso adquirió una forma
concreta: el consejo no asignó recursos para la tercera edición del Festival de
Teatro, en 2015, a pesar de que todos los grupos locales estaban por culminar
sus obras para estrenarlas. Las presentaciones fueron canceladas.
Puebla se quedó sin Festival
Internacional de Teatro. El impacto se extendió: desaparecieron la mayoría de
los 20 grupos estatales que participaban en el festival.
Justo en ese periodo las
orquestas Esperanza Azteca tuvieron un boom en Puebla. Entre 2011 y 2013 el
gobierno de Rafael Moreno Valle aportó aproximadamente 190 millones de pesos
para rescatar y rehabilitar la construcción histórica entregada como sede de
las Orquestas Azteca.
Josué lo tiene
muy presente. “Los gobiernos federal y estatal tratan de ocultar la realidad al
decir que esas orquestas son de la iniciativa privada. No es verdad. No, cuando
son producto de financiamiento público, ocupan espacios públicos y tienen
participación en festivales y eventos municipales, estatales y federales”.
Josué precisa que ningún grupo
artístico independiente en Puebla ha logrado acceder a patrocinios de empresas
privadas para el desarrollo de sus proyectos. En cambio, el gobierno ha
promovido la inversión privada, a través de deducibles fiscales para esas
orquestas.
Lamenta que el gobierno apoye
este tipo de proyectos, que en absoluto representan a la comunidad. El quehacer
escénico en Puebla es mucho más rico y complejo. “Sin embargo, la falta de
recursos y la desolación en la que se encuentra la vida cultural provoca que
muchos artistas hayan emigrado”.
******
Esa
falta de recursos públicos para mantener la operación de diversos programas
culturales atraviesa el territorio. Eso lo saben, por ejemplo, en Playa del
Carmen, Quintana Roo.
Decididas a enriquecer a la
comunidad con actividades artísticas y no sólo de índole turística, Liliana
Alarcón, Paula Hernández y Katia Jiménez decidieron impulsar los festivales
internacionales de Danza (FIDanza) y de Teatro (FITeatro).
Arrancaron en 2015 y lo
hicieron de nuevo en 2016. En ambos festivales invertían 6.4 millones de pesos.
La mitad de los fondos la obtenían de patrocinios de la iniciativa privada y el
resto, de recursos etiquetados de la Cámara de Diputados. Un año después, todo
cesó.
En marzo de 2017, la
Secretaría de Cultura local les dijo que los diputados federales eliminaron los
donativos destinados a programas culturales. No había recursos. Lo cual
significaba que FITeatro y FIDanza cancelaban su tercera edición.
En una zona en la que las
actividades culturales no abundan, los festivales representaban una opción
distinta y única. “En Playa del Carmen existe una compañía formal de danza y
dos más en Cancún. Pero la mayoría de los bailarines se presentan en shows
nocturnos, a pesar de ser egresados de la Escuela Superior de Danza de
Mazatlán, Sinaloa. No son amateurs, sino bailarines profesionales de danza
contemporánea e incluso coreógrafos”, explica Liliana Alarcón, directora de
FIDanza.
Esos bailarines se insertan en
los musicales comerciales de la zona hotelera como parte de la diversión para
turistas; ahí es donde encuentran trabajo. “Por eso nuestra apuesta era
recuperar esos talentos, abrir espacios culturales y formar espectadores para
la danza y el teatro”.
Los recursos que se entregan a
las orquestas de TV Azteca muestran “la desigualdad en la que vivimos”. Si los
diputados entregan 100 millones de pesos anuales a esas orquestas, se queja
Liliana, también deben otorgar recursos para todos los otros proyectos
culturales y artísticos que solicitan donativos.
Aunque sus creadoras trataron
de mantener vivos ambos festivales, fue imposible. En 2018 los diputados
federales volvieron a suprimir 70 por ciento de los donativos destinados a los
grupos independientes. Ni el FIDanza ni el FITeatro existen más.
******
Roberto
Peña Quesada, chilango de nacimiento, regresó a México después de 12 años de
estudiar y graduarse como compositor, director y flautista del Conservatorio de
Berna, Suiza, pero no lo hizo a su ciudad natal, sino que aterrizó en Tuxtla
Gutiérrez, Chiapas.
Empezó a desarrollar
actividades vinculadas con la formación de músicos en la universidad del
estado. Pasados varios años, las autoridades culturales del gobierno local
crearon formalmente la Orquesta Sinfónica de Chiapas y le encargaron su
dirección.
Aunque nunca tuvo un
presupuesto holgado, cada año recibía 5 millones de pesos para su
funcionamiento, incluido el pago de los honorarios de los integrantes de la
orquesta, 90 por ciento de los cuales son músicos chiapanecos.
Así lograba sortear las
dificultades, pero en 2017 la suerte se esfumó.
El recorte del presupuesto
federal dedicado a la cultura llegó a niveles extremos. Justo el 10 de enero de
ese año el maestro Peña Quesada recibió una noticia que lo dejó congelado: el
Consejo Estatal para la Cultura y las Artes le informó que no le otorgarían presupuesto
porque la Secretaría de Cultura federal y el gobierno estatal suprimieron esa
partida por el recorte al gasto público.
Devastado por la noticia, la
tarde de ese mismo día, el maestro reunió a los 50 músicos de la orquesta y les
comunicó: “Nos hemos quedado sin trabajo. Los funcionarios culturales no nos
otorgarán más los 5 millones de pesos que anualmente recibíamos para
desarrollar nuestras actividades”.
El propio Peña
Quesada escribió unas cuantas líneas en la página oficial del grupo en
Facebook: “A pesar de la intensa actividad que realizó la Orquesta Sinfónica de
Chiapas en este pasado 2016 y en años anteriores, y del entusiasmo del numeroso
público que ha asistido a los conciertos de la agrupación, tanto el presupuesto
federal como estatal que sostenían las finanzas de la Orquesta ha sido
cancelado en su totalidad para este año 2017”.
Al enterarse de la
desintegración de la orquesta, los ciudadanos enviaron al gobierno múltiples
mensajes de protesta en rechazo. “Entonces, dice el músico, me animé a formar
una asociación civil. Tuvimos que organizar cenas, conciertos, cine con música
sinfónica en vivo… para salvar a la orquesta”.
Para ese entonces, principios
de 2017, Chiapas ya contaba con seis Orquestas Azteca, que funcionaban en gran
medida con los recursos entregados durante varios años por la Cámara de
Diputados federal: 44 millones de pesos.
A esas alturas, los
gobernadores chiapanecos ya habían hecho lo suyo: habían contribuido con
recursos públicos al mantenimiento de las orquestas de la televisora. La
aportación había sido de al menos 12 millones de pesos.
Y aunque el estrangulamiento
económico para la Orquesta Sinfónica de Chiapas llegó a partir del 1 de enero
de 2017, el maestro Roberto Peña Quesada percibió desde antes que ello
sucedería. “El panorama comenzó a nublarse para nosotros en marzo de 2010. El
programa Esperanza Azteca llegó y el gobierno estatal le entregó los primeros 6
millones de pesos a la Fundación Azteca para formar la primera de sus seis
orquestas”.
La Sinfónica de Chiapas había
surgido un año antes y se le había asignado un presupuesto de 10 millones de
pesos anuales. Pero eso, como los amores de verano, duró muy poco. En 2011 el
proyecto empezó a sufrir la reducción progresiva de su gasto, hasta quedar en 5
millones de pesos para 2016.
“El desequilibrio es brutal”,
reclama el director de orquesta. Le duele tanto menosprecio porque con
presupuestos tan escasos es muy complicado consolidar un programa semanal,
invitar a músicos de alto nivel, mucho menos directores huésped. “De giras y
producción de discos, ya ni hablar”.
Roberto Peña nunca imaginó que
el recorte presupuestal llegaría hasta el límite máximo: no asignarle ni un
peso. Fue tan impactante que las quejas de los ciudadanos lograron una pequeña
victoria: en junio de 2017 la tesorería del gobierno estatal le avisó al músico
que pudo rescatar un millón 700 mil pesos para todo el año.
El músico no oculta su alivio.
Pero no es ingenuo. Sabe que sólo es un paliativo. No hay recursos, al menos no
para la Sinfónica de Chiapas.
Dos décadas batallando por
levantar una orquesta con músicos profesionales le otorgan a Peña Quesada el
derecho de cuestionar: “Si TV Azteca quiere desarrollar su programa musical,
bien, pero que lo haga con sus propios recursos”.
******
Carlos
Carrera imparte la clase de Dirección de Cine en el CCC. Aunque ser profesor
ahí significa ganar 200 pesos la hora y tener, en promedio, un sueldo mensual
de 2 mil 500 pesos, sin importar la trayectoria. “Ningún maestro vive de dar
clases. En esta escuela la planta académica es casi un cuerpo de voluntarios y,
aun así, hay recorte de presupuesto. Los sueldos no aumentan desde hace años”.
E ironiza: “Está bien que nos
guste compartir el conocimiento con las nuevas generaciones, pero esto ya es un
abuso”.
Y lo del abuso no es una frase
hecha ni ninguna ironía. El semblante del cineasta se transforma cuando escucha
la cantidad media que el Congreso asigna a las orquestas del consorcio de
Ricardo Salinas Pliego.
Con
su mano derecha se acomoda los lentes. Se asombra al máximo: “¡Cien millones de
pesos anuales para las orquestas de TV Azteca! Lo que llama la atención son los
cabildeos y los acuerdos políticos para favorecer proyectos de la iniciativa
privada. Si los diputados quieren otorgar recursos a esos programas, no debería
de ser a costa del detrimento de instituciones culturales. Ese es el problema”.
En efecto, ese es el problema.
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