Según indica la investigadora Aurora Sánchez Rebolledo en un sitio de la UNAM, Marti Soler “después de la guerra civil española
pasó a Francia con su familia, y en 1947 llegaron a México, en donde establecen
su residencia. Estudió arquitectura en la Universidad Nacional Autónoma de
México y tipografía en la Organización de las Naciones Unidas para la
Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). Desde 1979 es profesor de
tipografía en la Universidad Iberoamericana, y capacitador en la Secretaría de
Trabajo y Previsión Social. Como editor ha trabajado en la editorial Siglo XXI.
Ha sido secretario de redacción de la revista Pont Blau y director de
la revista del Orfeó Catalá, así como colaborador de las revistas Pont Blau, Boletín
del Instituto Mexicano del Libro, Cuadernos del Viento, Diálogos, Plural, Gaceta del Fondo de Cultura Económica, y de los suplementos “El Gallo Ilustrado” y “Sábado”, entre
otros”. El pasado 29 de julio, un día antes de su cumpleaños número 84,
fue entrevistado por Virginia Bautista
para el períodico mexicano Excelsior.
Lo que sigue es el texto de esa entrevista.
“Pienso vivir muchos años”
Un
hombre con suerte que ha tenido muchos amigos. Así se define el poeta y editor
catalán Martí Soler (1934), quien a los 15 años, tras escribir sus primeros
versos, se enamoró de la palabra a tal grado que nunca ha dejado de explorarla
en forma y significado.
El traductor y tipógrafo que mañana cumple 84
años, 71 de los cuales ha vivido en México, confiesa en entrevista con Excélsior
que la suerte lo ha acompañado siempre, pues, a pesar de que por necesidad
económica abandonó sus estudios de Arquitectura en la UNAM e hizo “barbaridad y
media en la juventud”, aquí está “con un cierto prestigio y sobreviviendo a
todo”
Tras
laborar durante décadas en dos casas editoras legendarias: el Fondo de Cultura
Económica, en dos etapas, y Siglo XXI, y convertirse en una figura central de
la edición en el país, el autor de Variaciones de voz y cuerpo (2014) ahora
ha dejado de lado este oficio y la docencia para concentrarse en su vena de
creador.
El merecedor de la Orden
Mexicana del Águila Azteca en 2006 explica que publicó su primer libro a los 18
años de edad, el segundo a los 61, y el más reciente a los 80. “Ahora trabajo
en un nuevo poemario que es una muestra de mis amores: mis mujeres, la naturaleza,
el libro. Es una especie de memoria, pero más libre en invención”, agrega,
quien en agosto se someterá a una cirugía de mano, ya que tiene problemas
debido al “síndrome de la computadora”.
Don Martí admite que, a estas alturas de la
vida, tiene un conflicto de intereses. “Desde luego me considero poeta, no lo
voy a negar, pero soy poeta en dos lenguas: catalán y español. Tengo dos vidas:
una privada catalana y una pública editorial. Entonces, estoy haciendo dos
memorias: una en catalán y otra en español. Tengo que dividirme en dos y eso me
cuesta mucho trabajo. Ahí me atoro”.
Por lo pronto, detalla que prepara una antología
de poetas catalanes que publicaron en las revistas del exilio mexicano.
“Incluye a exiliados catalanes, con traducción, y a quienes, aun habiéndose
regresado a Cataluña, mandaban material. Lo que yo llamo el exilio interior”.
Dice que este volumen, del cual sólo le falta
hacer el prólogo y las notas, y encontrar editor, abarca de 1940 a 1989. “Ese
año cerré la revista que dirigía, pues ya no había colaboradores en catalán en
México”.
El padre de tres hijos, Pablo, Jaime y Ana,
quien también ha emprendido proyectos editoriales en formato electrónico,
ratifica su fe en el libro impreso. “No creo que vaya a desaparecer. Ya
llevamos bastantes años, por lo menos 10 o 12 años, conviviendo con otros
formatos y no ha pasado nada.
“Incluso, las ventas del libro electrónico se
han estancado en un 20 o 25 por ciento, dependiendo del país. Los temores son
infundados. Las maravillas de lo digital no están a la mano. Estoy convencido
de que los jóvenes sí leen el libro impreso, donde el texto está estructurado.
Uno se acuesta con un libro impreso, no con una kindle. Pienso que no será superado”.
LOS JÓVENES Y MÉXICO
Soler se asume como “un hombre de izquierdas” y
aclara que se siente “absolutamente mexicano”, a pesar de que no ha adoptado la
nacionalidad. “Llegué con mi familia en 1947, a los 13 años, huyendo de la
dictadura de Franco. Mi relación con México parte de mis compañeros de
secundaria; fui a dos secundarias, en una tenía amigos españoles, y en otra
mexicanos. Me hice una novia que cantaba ranchero. Ahí empezó todo. En 1963, mi
padre decidió regresar a Barcelona. Confieso que, como catalanista e
independentista, me atrajo la idea de irme. Pero ese año me casé con Elsa
Cecilia Frost y decidí quedarme. Nunca me he arrepentido”, indica.
Otra cosa que disfruta el poeta es mantener
contacto con los jóvenes y compartirles sus conocimientos, como una forma de
agradecer las enseñanzas que recibió de sus maestros en la universidad de la
vida: los editores Arnaldo Orfila Reynal y Joaquín Díez-Canedo Manteca y el
poeta Alí Chumacero.
Destaca que ha dado clases
en El Colegio de México, la Universidad de Guadalajara, donde creó la maestría
en Edición, en la Universidad Iberoamericana, la Autónoma Metropolitana y el
Instituto Nacional de Bellas Artes. “Siempre he estado en relación con los
jóvenes y eso me retroalimenta”.
El poeta apunta finalmente, que está feliz
porque le tocó vivir el nuevo panorama político y social que se abre en México
a partir del triunfo en las elecciones de un partido que busca “un cambio que tiende a la izquierda. Creo que nos aguarda un futuro muy interesante. Hay esperanza”.
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