Negrazón y Chaveta, íconos de la cultura popular cordobesa |
“Más peligroso
que cirujano con hipo”:
un atlas de las
expresiones
que inventaron los cordobeses
que inventaron los cordobeses
En
Córdoba, el Fernet con Coca puede ser “Fernando”, “morocho”, “70/30” o
“ferloncho”. Una persona que tiene boca grande es “jetona”, “trompuda”, “tiene
boca de riñón” o es “trunchuda”. Si se destaca por el tamaño de su cabeza
tendrá un “marote” o también “un galpón arriba”, “una piedra para trancar el
mundo” o será reconocida como “cabeza de munición”. Un hombre lindo es un “papi”, un “potro” y
además “ta bárbaro” y “ta rimbombante”. Una chica bonita es un
“yeguazón”, un “camionazo” o “ta ricaza”.
En esta provincia hay grandes discusiones sobre si
el bizcocho de grasa se llama así o “criollito” o “rasqueta”. Pobre de aquel
que se haga una casa pretenciosa: “A cualquier rancho le ponen vidrios”, dirán
los vecinos. Cuando las cosas en un pueblo están ordenadas, la gente suspira
con satisfacción porque “cada chancho está en su estaca”. Claro que nunca falta
el que anda por la vida “como bola sin manija”. O aquel que, preso de una gran
excitación sexual, está “alzao como primer nieto”. Está el que mira de costado
pero “ya quisiera el gato lamer el plato”. Y el problema surge cuando en un
bonito acto regional aparece el loco de la zona, al que “le falta la línea de
los cuatro”, como en un mal partido de fútbol. Ese sí que es “más peligroso que cirujano con hipo”.
El habla
popular se construye como una compleja urdimbre donde se conjugan identidades,
historias, paisajes. En ella también se adivinan las costumbres, el sentido
del humor, la picardía, la observación tan afinada como corrosiva, la
pertenencia a una geografía. Y si bien las distintas regiones comparten el uso
de muchas frases y palabras, en otros casos cada una tiene su vocabulario
propio y distintivo. Un grupo de docentes e
investigadores de la Facultad de Lenguas de la Universidad Nacional de esta
provincia puso todos estos elementos en el caldero y dio forma a una
investigación sorprendente:
“Las hablas de Córdoba: registro, conflicto y proyecciones”, que se acaba de
presentar en el Festival de la Palabra, días antes del Congreso de la Lengua.
“Esto venía siendo un sueño de una colega
que trabajó en dialectología latinoamericana, María Teresa Toniolo. Ella tenía
como objetivo hacer un atlas etnolingüístico de toda la provincia de Córdoba y
sin ese enorme antecedente, el proyecto actual no hubiese sido posible”, contó
María Cristina Dalmagro, directora general de Las
hablas en Córdoba, que llevó adelante el Centro de Investigación de la
Facultad de Lengua que también ella dirige.
En 2017, el Ministerio de Ciencia y Tecnología de la
provincia realizó una convocatoria que permitió realizar este ambicioso trabajo
a lo largo de un año. Más de cincuenta
investigadores recorrieron cerca de 2500 kilómetros para indagar sobre los
modos de hablar, las pronunciaciones, el léxico, el uso de los tiempos verbales
y de los refranes en seis poblaciones seleccionadas: Cura Brochero, Villa del Rosario,
Villa Tulumba, Córdoba capital, Huinca Renancó y Marcos Juárez.
“Seleccionamos cada lugar en función de
obtener una muestra representativa de la diversidad. Por ejemplo, Huinca
Renancó está atravesada por la colonización española llegada a fines siglo
XVIIII pero Villa Tulumba conserva mucho vínculo con los pueblos originarios de
la zona. Marcos Juárez tiene mayor cercanía a la inmigración italiana y por eso
su tonada es diferente a la de Cura Brochero, cuya tonada es ‘del esdrújulo’
por el modo de acentuación”, enumeró Dalmagro.
En cada
lugar hubo conversaciones con los intendentes, las escuelas, las bibliotecas y
distintas organizaciones barriales que
ayudaran a encontrar 12 personas (en Córdoba capital fueron más por la
concentración demográfica) de cada localidad. Así se formó un grupo de 96
“informantes” (ese es el nombre que se les da en investigaciones
antropológicas), de distintas edades, género y escolarización para que, a
partir de sus vivencias, pudieran proporcionar historias de vida, recuerdos,
datos de comidas, hierbas aromáticas y detalles propios de cada zona.
“Se videograbaron cerca de ochenta horas de
entrevistas. Como resultado, recogimos más de un millón
de palabras que son un reservorio enorme para próximas investigaciones”, agregó Dalmagro.
Los datos
de la investigación se dieron a conocer en las jornadas Café Científico y
también, en un domo ubicado en avenida Vélez Sarsfield, frente al shopping
Patio Olmos, donde se despliegan juegos interactivos, que se pueden visitar
hasta el 30 de marzo, de 12 a 20.
En la recorrida del domo, la gente puede
contribuir a la construcción colectiva de un diccionario específicamente
cordobés. ¿De qué manera? Ayudando a definir un glosario de 300 palabras ya
seleccionadas. También puede jugar armando refranes desordenados y dichos
populares. Este recorrido delicioso incluye frases como “defenderse como gato
panza arriba”, “tragarse el sapo” o “tirar la chancleta”. También se propone
asociar distintos términos que ofician de sinónimos. Un ejemplo bien cordobés:
“mate cocido” y “yerbeado”. Además la carpa tiene un
microcine donde se proyectan las entrevistas al centenar de vecinos de que formaron parte de la
investigación.
Otra buena noticia es que se puede acceder a toda esta información a través de una
página web: lashablasdecordoba.lenguas.unc.edu.ar. También hay una página en Facebook y
la semana próxima será posible descargar en los celulares una aplicación que
sintetiza las líneas más importantes de la investigación.
La música
propia del habla en cada una de las regiones
Para llegar a construir este mapa del habla, los
investigadores hablaron con la gente de
seis localidades y los invitaron a describir diversas
expresiones que los consultados usan y escuchan en situaciones de confianza,
por ejemplo cuando conversan entre familiares o amigos.
En Cura Brochero, dos de las palabras más
usadas son “apencarse” (es decir, aferrarse a algo o a alguien) y “echar moco”
(o sea, mandarse una macana). Otra singularidad es que ahí se usa el diminutivo
como forma de crítica. Así, por ejemplo, es posible decir “Conocí a la novia de
Pablo. Es lindita pero antipática”. Las historias de la región se hacen
presentes en sus fraseologías.
“Cuando canta el río Suncho, vaquita que encuentra a
mano no vuelve más”, hace referencia a una gran crecida de este río que se
llevó hasta las vacas.
En Marcos Juárez es muy popular “Más perdido que
Chechi en la soja”. Chechi fue un personaje
real de la zona que se perdió en un campo de soja y fue encontrado muerto
durante una cosecha.
En Villa del Rosario una persona ociosa está “más al cuete que teta de mula”
porque, se sabe, la mula suele ser estéril. En Villa de Tulumba al queso con
dulce le dicen “postre de los camioneros” y en Huinca Renancó, “postre de
milico”.
En Córdoba capital se toma mucho
“vino con pritty”. También es muy habitual la exageración “malondón”, cuando
algo es demasiado malo o “chetazo” para alguien de clase muy alta. Además
abunda el poco elegante pero sonoro “culiau” como manera informal de referirse
a alguien.
Hay que decir que palabras y expresiones como marote y como bola sin manija se usaban en la provincia de buenos Aires y la capital. Rimbombante asimismo. De origen italiano, como marote. La palabra domo, que aquí se usa pero no se cataloga, es también de origen italiano.
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