El poeta y traductor Juan
Arabia realizó la siguiente reseña del volumen misceláneo La
llama, libro póstumo del poeta, novelista y cantante Leonard Cohen –publicado por la editorial Salamandra, de Barcelona,
con traducción de Alberto Manzano, en
moviente de 2018– que salió ayer en el suplemento de cultura del diario Perfil, de Buenos Aires.
La
llama
Vayamos a lo específico, matemos la llama. Un libro como el
recientemente publicado de Leonard Cohen (Montreal, 1934 – Los Ángeles,
2016), La Llama (The Flame), puede presentar todo tipo de
conjeturas.
De “género”, podría ser la primera, y de lo que
algunos poetas consideran por “poesía”. Aunque la literatura moderna no puede
ignorar que tanto en Grecia como en Provenza la poesía alcanzó su máximo
esplendor rítmico y métrico en momentos en que el arte poético y musical se
hallaban íntimamente ligados.
Además podrían discutirse aspectos de ventajismo
comercial, estructurales; o de la traducción misma de poesía, problemática que
conlleva a considerar los elementos estéticos de las versiones originales.
Leonard Cohen era muy puntilloso, un
perfeccionista extremo. Y esta traducción, evidentemente, no estaría
representando sus brillantes alas.
No porque traicione su sentido, sino porque no
lo estaría elevando a su esencia, a sus verdaderos riesgos rítmicos y
musicales.
Este libro incluye una serie de textos que Cohen
seleccionó y que habrían de conformar su último libro de poemas.
La
Llama, título escogido por su hijo Adam debido a la repetición de la
palabra “flame” a lo largo de todo su trabajo, recoge 63 poemas que el mismo
autor eligió cuidadosamente de un acervo de textos inéditos y que abarca varias
décadas.
Además, incluye las letras de canciones de sus
últimos cuatro discos (“Alerta Azul”, “Viejas Ideas”, “Problemas Populares” y
“Lo Quieres Más Oscuro”), muchas de los cuales ya habían sido publicados
originalmente como poemas en The New
Yorker.
Una tercera parte presenta una selección de los
cuadernos que Leonard llevó consigo desde su adolescencia hasta el último día
de su vida.
Además de estas tres secciones, supuestamente
estipuladas por Cohen, el autor quiso incluir en el libro su memorable discurso
de aceptación del Premio Príncipe de Asturias, leído en Oviedo en el 2011,
junto a muchos de sus propios autorretratos y dibujos.
A diferencia de sus álbumes, esta vez nos
encontramos –al menos en lo que respecta a sus primeros poemas y las notas de
sus cuadernos– con un poeta que sólo tiene que valerse de palabras (en sentido
rítmico y semántico).
Es el caso de la primera sección del libro, estos
63 inéditos y nuevos poemas, donde Cohen parece deshacerse de lo que habría
sido su legado, en su último disco: “lo quieres más oscuro / apagamos la
llama”. Acá en cambio encontramos otra posibilidad en el recorrido: “Trabajé
siempre con firmeza / Pero nunca lo consideré un arte / ahí estaban los
esclavos / Los cantantes encadenados y carbonizados / Pero el arco de la
justicia ha cedido / Y los heridos pronto se manifestarán / Perdí mi trabajo
defendiendo / Lo que le pasa al corazón”.
El autor, en ese sentido, da largas muestras de
no habitar ya en La Torre de la Canción, (el poema está fechado el 24 de junio
de 2016): “No era nada, sólo negocios / pero dejó una fea marca / Y aquí estoy
revisitando / Lo que le pasa al corazón”; “Vendía abalorios santos / Vestía con
cierta elegancia / Tenía un gato en la cocina / Y una pantera en el jardín / En
la prisión de los talentosos / Me llevaba bien con el guardia / Y nunca tuve
que ser testigo / De lo que le pasa al corazón”.
Hay grandes poemas, además, en esta primera
parte de La Llama, como “La
resaca”, “15 de enero de 2007, Cafetería Sicily”, “Pleno empleo”, “Lo que va a
ocurrir 16.02.03”, “Agradecido” y “Invierno en Mount Baldy”.
Todos estos poemas cobran mayor efectividad, ya
que al final del libro aparecen los originales y el lector puede comparar el
sonido verdadero, carácter exclusivo de su forma de arte. En lo que respecta a
la edición inglesa firmada por Robert Faggen y Alexandra Pleshoyano en julio de
2018, y que este volumen traduce e incluye, leemos: “Todo el mundo sabe que
Leonard solía trabajar en sus poemas durante años, a veces décadas, antes de
publicarlos, y él mismo dio éstos por concluidos”.
Probablemente, y salvo que un trabajo y esfuerzo
mantenga algo del espíritu original, un libro de poesía traducido al “español”
no le pueda hacer justicia a sus versos. Leonard Cohen es Bíblico. Sus letras son mesiánicas,
están escritas en el lenguaje de los libros sagrados: “And fastened here,
surrendered to / My Lover and My Lover, / We spread and drown as lilies do– /
forever and forever”.
En el prólogo a esta edición, escrita por su
hijo Adam, leemos: “Este libro contiene los últimos esfuerzos de mi padre como
poeta. Ojalá lo hubiera visto terminado, y no porque en sus manos hubiera sido
un libro mejor, más acabado, más generoso y estructurado, ni porque, de una
manera más fiel, hubiera reflejado lo que mi padre quería ofrecer a sus
lectores, sino porque su cometido era lo que lo mantenía vivo al final de sus
días, su único objetivo vital”.
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