“Trabajar en contra de la concentración, desdolarizar el
precio del papel y reactivar las compras de libros son algunas de las
propuestas para dinamizar el sector.” Tal la bajada de la nota publicada por Silvina
Friera, en Página 12, el pasado 9 de diciembre, en la que dialoga sobre la
situación del sector con Damián Ríos, Mariano
Blatt, Paula Pérez Alonso, Damián Tabarovsky, Leonora Djament,
Carlos Díaz y Ecequiel Leder Kremer.
Ideas para reactivar la industria
editorial
La industria editorial es tierra arrasada por
la política económica del macrismo. A horas de la asunción del nuevo gobierno
encabezado por Alberto Fernández, editoras y editores, escritoras,
escritores y libreros como Damián Ríos, Mariano Blatt, Paula Pérez Alonso,
Damián Tabarovsky, Leonora Djament, Carlos Díaz y Ecequiel Leder Kremer se
muestran expectantes ante una política económica que pueda frenar la caída,
bajar la inflación y reactivar el consumo. Hay coincidencias en que es
necesario trabajar en contra de la concentración de la industria del papel y su
cartelización para desdolarizar el precio del papel; que se requiere con
urgencia efectivizar la supresión del IVA en los procesos internos del libro;
reactivar las compras de libros y la creación del Instituto Nacional del Libro
(INLA), proyecto presentado por el diputado Daniel Filmus, entre otras medidas.
“De la crisis se sale con paritarias –afirman
Damián Ríos y Mariano Blatt, de la editorial Blatt & Ríos–. Los docentes
tuvieron pésimas paritarias estos años, por debajo de la media, y que haya
paritarias que le empaten a la inflación puede detener la caída. Si bien no es
central para las editoriales, es importante que la Conabip vuelva a comprar
libros como en otros gobiernos; es bueno para las bibliotecas, para los
lectores y para las editoriales. Queda un sector grande de la población lectora
que son los estudiantes; para ellos debería haber descuentos que se pueden
financiar en partes iguales por editoriales, librerías y el Estado. Los precios
de los libros para muchas personas son inaccesibles”.
Paula Pérez Alonso, apunta al corazón de una
de las principales cuestiones. “Confío en que el próximo gobierno logrará parar
la caída de la actividad económica y acertará con las medidas para parar la
inflación. Uno de los costos más importantes, entre el 40 y 65 por ciento del
costo total en lo que significa producir un libro, es el papel. Y no se
entiende por qué se lo trata como un commodity, si se produce en la Argentina
para el consumo en la Argentina. ¿Por qué el papel está atado al precio del
dólar, si no es importado? Porque se hace con energía pesada y esto está atado
a las tarifas de electricidad que se dolarizaron en estos años”, explica la
escritora y editora.
“Si el gobierno de Alberto Fernández tiene una
política cultural importante imagino que podrá volver a comprar libros para
bibliotecas, para escuelas y colegios. Si hay una alianza entre el mercado y el
Estado, el trabajo que se puede hacer entre las editoriales y las escuelas es
enorme, siempre y cuando se sostenga en el tiempo. Uno de los actores más
golpeados en la cadena que va del autor al lector son las librerías: podría el
gobierno darles créditos con tasas muy bajas a las que cerraron acá en Buenos
Aires, que concentra el 60 por ciento, y en el interior; también a las pequeñas
editoriales que trabajan arriesgando por nuevos autores y haciendo rescates
buenísimos de libros que estaban fuera de circulación. Veremos qué presupuesto
le da Alberto Fernández a Cultura”, agrega Pérez Alonso y destaca que el
Instituto Nacional del Libro, cuando se apruebe, “deberá generar políticas
públicas que le den al libro el lugar que se merece y defiendan la
bibliodiversidad, no solamente lo que da mayor rentabilidad”. “No se trata de
ser paternalista sino de intervenir con el objetivo de fomentar la lectura, con
una forma mixta, alianza entre el Estado y el mercado, como es en Francia,
Italia y Alemania –compara–. Y que toda política sea a largo plazo”. Como
escritora, Pérez Alonso celebra que desde noviembre la Unión de Escritoras y
Escritores tiene personería jurídica. “Es necesario estar agremiados para que
se pueda evitar la informalidad de algunos acuerdos, para proponer establecer
algunas tarifas básicas para los trabajos contratados. Es importante que la
información circule, sea abierta. Los escritores no tenían un ente como tienen
los directores de cine con el INCAA o los músicos con SADAIC; siempre fuimos
más individualistas, no actuamos colectivamente, pero eso cambió”.
Desdolarizar el papel
Para Damián
Tabarovsky, escritor y director editorial de Mardulce, “es imprescindible
cambiar la política económica y generar una política específica en relación al
campo editorial, en especial a la edición independiente, que son PYMEs de
capital nacional, es decir, son el corazón de lo que hay que defender en
términos de política económica y cultural”. Tabarovsky advierte que los
problemas en el mundo editorial son el resultado de dos factores: “una suba
tremenda en los costos, en especial del papel, pero también de todos los demás,
y una baja tremenda en las ventas; es la tormenta perfecta”. El editor y
escritor plantea que la baja en las ventas “se resuelve o se atenúa con mayor
capacidad de consumo en los sectores medios”.
El problema de
los costos, opina Tabarovsky, es mucho más profundo. “Por supuesto que hay
medidas concretas a llevar a cabo: desdolarizar el precio del papel; trabajar
en contra de la concentración de la industria del papel y su cartelización;
efectivizar la supresión del IVA en los procesos internos (el libro no paga
IVA, pero sí los procesos internos, como la compra de papel); llevar adelante
políticas de subvención, compras del Estado”. El editor y escritor aclara que
estas medidas no deben ser pensadas en términos de “ayuda”, sino como resultado
de “una discusión sobre qué queremos hacer con la edición en argentina” y en
espacial con sus PYMEs. “Esta es una discusión que nunca se dio a fondo y que
es clave. Ocurrió en España, en los ’70, cuando decidieron que la industria
cultural y del entretenimiento iba a ser uno de los principales motores
económicos (con liderazgo sobre América Latina), está ocurriendo en los últimos
años en Colombia. Esta discusión toca a la economía, a la política cultural y
al mercado editorial”.
Tabarovsky
da un ejemplo con las traducciones. “Teniendo en cuenta que los conglomerados
multinacionales traducen en España –y allí también se decide qué autores se
traducen y cuáles no–, y luego venden aquí esos libros traducidos, si no
existieran las editoriales independientes nacionales, no existiría tampoco la
traducción al castellano con inflexión rioplatense. Esa inmensa tradición
cultural que viene del siglo XIX desaparecería. Es un tema que incluye a la
lengua, la economía, la política cultural y que está totalmente ausente del
debate –precisa el editor y escritor–. Y no se resuelve tampoco con dar un par
de subsidios a la traducción y listo; subsidio que por otra parte no existe ni
del gobierno de la ciudad ni de los gobiernos nacionales presentes o pasados”.
Otro aporte al debate tiene que ver con la capacidad (o no) de exportar y la
actividad cultural en el exterior, “como si mandar escritores a sacarse fotos a
la Feria de Frankfurt fuese una política”; pero también sobre “qué vamos a
hacer con los grandes conglomerados multinacionales, que tienen posiciones cada
vez más dominantes en el mercado, igual que cualquiera de los grupos
oligopólicos de las otras industrias (alimenticia, mediática) que tanto critica
el progresismo, al mismo tiempo que sobre esa situación en el mundo editorial
no dicen nada”.
El rol del Estado
Leonora Djament,
directora editorial de Eterna Cadencia, dice que “con el nivel de
empobrecimiento generalizado y el consumo de los que todavía pueden comprar en
franca caída, no hay modo de reactivar ninguna industria”. “Entonces, solo
dentro de este marco de reactivación de la economía general y de la mejora de
todos los sectores de la sociedad, se puede pensar en políticas de corto y mediano
plazo en el sector editorial. Algunos puntos que habría que trabajar son
medidas concretas para reactivar la compra de libros, medidas para que el papel
deje de ser un oligopolio y no cotice en dólares para el mercado interno,
trabajo sobre las tarifas de correo y transporte que suelen ser muy costosas,
créditos blandos y apoyos diversos a las pequeñas y medianas editoriales,
fomento y promoción de las librerías independientes, creación del instituto del
libro, entre otros puntos”, sugiere la editora. “Para que todo esto sea
posible, es fundamental que desde el Estado la cultura y los libros vuelvan a
ser pensados no como gasto prescindible o como ocio, sino en su doble
dimensión: tanto como industrias creativas que aportan una cantidad de recursos
económicos y crean fuentes de trabajo, como también en términos de laboratorio
de ideas, creación de herramientas para el pensamiento, experimentación y
debate”.
Carlos Díaz,
director editorial de Siglo XXI, Argentina, se refiere a la ventaja de ser un
país de lectores. “Nuestro mercado es importante. El problema es que está
deprimido porque no hay dinero y la gente destina sus pocos pesos a las cosas
urgentes. Claramente los libros no lo son y es por eso que el sector editorial
ha sido uno de los más golpeados durante los años de Macri. Si el nuevo
gobierno logra que la economía empiece a crecer, el sector se verá beneficiado
rápidamente. Luego, si el Estado volviera a invertir lo mínimo para nutrir
bibliotecas populares, escolares y universitarias, marcaría un cambio notable
con la prácticamente nula compra que hubo en estos años, y sería una inyección
de oxígeno enorme”, subraya el editor de Siglo XXI. “Por último, las
editoriales dependemos de las librerías, que son las que venden nuestros
libros. Este año fueron discriminadas injustamente al no permitirles recuperar
algunos IVAs que pagan. Representa dos pesos para el fisco, pero para un
negocio que está al borde de la rentabilidad marca una diferencia grande.
Reparar esto sería un acto de justicia con un actor vital para el ecosistema
del libro”.
Ecequiel
Leder Kremer, de la Librería Hernández, señala que en estos cuatro años el
sector del libro vivió una situación de “tierra arrasada”. El librero despliega
una serie de medidas que habría que adoptar: “campañas de promoción del libro y
la lectura desarrolladas en forma permanente en medios de comunicación y
lugares de concurrencia masiva; desarrollo de un instrumento de compra
específico para el sector que otorgue facilidades a los compradores habituales
de libros; creación del Instituto Nacional del Libro, el proyecto que presentó
Daniel Filmus; sanción del proyecto de ley, presentado también por el diputado
Filmus, que permite a las librerías recuperar los IVAs pagados en la gestión
comercial manteniendo la exención del IVA para el libro; implementación de un
cuadro tarifario especial para librerías que vendan exclusivamente libros, con
rebajas en los precios de luz, gas y agua; implementación de compras del Estado
para proveer de libros a estudiantes de distintos niveles de enseñanza y cuerpo
docente canalizadas a través del canal librero; implementación de la
labelización de las librerías que realicen acciones de promoción, tal como se
realizó con la ley Gallimard en Francia; creación del gran portal del libro en
Argentina, basado en la estructura precedente del ISBN, con información
enriquecida y una gran gestión de metadatos sobre obras y autores para dar servicio
a los lectores y difundir en todo el mundo el libro de edición argentina”.
Leder Kremer añade un par de medidas más a nivel macroeconómico. “Hay que
recuperar el poder adquisitivo de los argentinos, recuperar las fuentes de
trabajo, porque sin trabajo no hay consumidores; que en Argentina comprar y
vender dinero deje de ser el mejor negocio posible, debemos rescatar la
industria nacional protegiéndola del dumping externo, terminar con el mito del
Buen Samaritano abierto al mundo sin aranceles ni restricciones de ninguna
clase; fortificar y jerarquizar la educación pública en todos sus niveles, que
es ahí donde se forman los lectores; ejercer la práctica lectora y compartirla;
que un libro en la mano del Presidente de la Republica deje de ser una quimera,
un anacronismo –enumera el librero–. Necesitamos una clase dirigente que lea,
que se comprometa con el mundo de la literatura y el ensayo, de la música y la
pintura, del arte todo”.
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