La nueva edición argentina:
la traducción de literatura
en pequeñas y medianas editoriales (2000-2019)
(primera parte)
La nueva edición argentina
No
es una novedad señalar que la industria editorial global está marcada por una
concentración que, iniciada hace ya tiempo, continúa acentuándose. Esta
tendencia queda claramente expuesta en la rápida y desigual redistribución de
capitales entre los agentes, tal como como lo demuestra la muy reciente
adquisición del sello español Salamanca por parte del grupo Penguin Random
House –uno de los dos conglomerados, junto con el Grupo Planeta, que
actualmente monopolizan la edición en el mundo hispánico–. La concentración,
fenómeno que homogeneiza el funcionamiento de los diferentes campos editoriales
nacionales, fue analizada en el caso argentino (Botto 2006), teniendo en cuenta
uno de sus efectos: la desnacionalización de la industria editorial. José Luis
De Diego señala uno de los hechos cruciales de este proceso, ya conocido:
En Argentina, en los
años que van de mediados de los noventa a los inicios del nuevo siglo se cierra
el proceso de desnacionalización de la industria editorial, con las ventas de
Sudamericana en 1998 y de Emecé en 2000. Por su parte, Losada, la otra
prestigiosa editorial fundada a fines de los treinta, fue vendida y luego
recuperada en 1999; sin embargo, sobrevive reeditando su fondo editorial del
pasado y solo en los últimos años ha vuelto a editar algunas novedades (De
Diego 2018: 328).
Frente a este
panorama abierto hace dos décadas y naturalizado en la actualidad, tampoco es
una novedad afirmar que la marcada concentración editorial que tuvo lugar tanto
en Argentina como en otros países del continente generó una polarización del
campo editorial que puso de un lado a los grandes grupos de capitales
extranjeros y, del otro, a pequeños y medianos sellos de capital nacional. Como
lo señala De Diego: “el proceso de concentración ha generado una creciente
polarización; esto es, la proliferación de numerosos emprendimientos
editoriales pequeños que han encontrado, en la especialización de sus
catálogos, las razones para su nacimiento y supervivencia” (331). Las
denominadas “editoriales independientes” –denominación que, aunque está
instalada en el ámbito editorial argentino, exige cierta cautela, dado que
contradice las prácticas reales de muchas de estas editoriales (Venturini
2014)– constituyen hoy en día un polo determinante de la edición argentina, no
en términos económicos, pero sí en términos de “bibliodiversidad” (Hawthorne
2014). El surgimiento de estas editoriales estuvo ligado a la reconfiguración
del campo editorial antes mencionada, así como también a ciertos avances
tecnológicos que impactaron en el campo de la edición, ya que posibilitaron el
abaratamiento de los costos y la simplificación de los procesos de fabricación
de un libro.
Damián
Tabarovsky sostiene que los últimos quince años marcan el surgimiento de lo que
denomina “la nueva edición argentina”:
[…] así como
no creo que hoy se pueda hablar de “nueva literatura argentina” –palabras, las
tres, casi agotadas– sí hay que tomar nota de un grupo de editoriales pequeñas
que han publicado lo más interesante que se escribió en este tiempo en la
Argentina (y ailleurs, ya que sus catálogos están llenos de traducciones) y que se han
convertido, ellas mismas, en actores culturales muy activos. Son quince o
veinte editoriales pequeñas que concilian dos aspectos habitualmente que en
otros tiempos fue imposible conciliar: alto riesgo estético con alto nivel de
profesionalidad. Son editoriales que, en su mayoría, apuestan por pensamientos
críticos, por sintaxis impredecibles, por rescates inauditos, por libros
extrañísimos, por pensamientos tan solitarios como radicales, pero cuyos libros
están bien hechos, salen a tiempo, están bien distribuidos (2018: 57).
Además de
asignarles un rol central en la dinámica cultural, Tabarovsky señala dos
cuestiones que definen a estas editoriales: riesgo estético y alto nivel de
profesionalidad. La primera de ellas, en la medida en que da cuenta de una
apuesta, resulta interesante como horizonte de partida para pensar los
catálogos que se abordarán más adelante.
A pesar de su
heterogeneidad, estas editoriales son conscientes de su lugar en el espacio del
libro y se auto perciben como parte de un sector, o un grupo. En una
entrevista, la directora editorial de Eterna Cadencia, Leonora Djament, expone
en estos términos la principal diferencia entre las grandes y las pequeñas
editoriales:
La otra diferencia entre grandes y pequeñas –y por aquí me parece que pasa
toda la cuestión– es una concepción diferente del libro. En una editorial
grande o perteneciente a un multimedio, la constante producción de novedades,
la necesidad de venta rápida y el hecho de que los libros se retiren de las
librerías en pocos meses […] se vinculan con exigencias de rentabilidad y rotación
que muestran que los libros son pensados como productos y no como bienes
culturales además de económicos. Eso hace que toda la cadena del libro sea
diferente: la relación editor-autor, la relación con las librerías, la manera
en que se piensan la tapa o el interior, la comunicación sobre el libro, la
temporalidad con la que se piensa un libro, las elecciones sobre el catálogo.
Cuando una editorial grande dice “libro” y cuando una editorial pequeña o
mediana dice “libro”, probablemente se están nombrando, con la misma palabra,
cosas diferentes. Hay dos lógicas diferentes implícitas (De Sagastizábal y
Quevedo 2015: 116)
Dos formas,
entonces, de decir “libro”, pero dos formas, como también afirma Djament, que
no deben conducir a un pensamiento dicotómico y esquemático del bien –las
pequeñas y medianas editoriales– contra el mal –las grandes editoriales–.
Además de compartir
una ideología sobre la edición, estos sellos comparten ciertas características
estructurales: el origen del capital que las sostiene –son editoriales de
capital nacional–, su tamaño (cantidad de títulos publicados por año, tirada
promedio de ejemplares por título, aun cuando estos parámetros puedan variar
considerablemente)1, su
estructura laboral (más reducida que la de los grandes sellos), etc. Si es
posible percibirlas como un colectivo, es porque a estas características se
suman otros rasgos relacionados con la expresión de una propuesta cultural y
estética. En primer lugar, muchas de estas editoriales son editoriales de
nicho, cuentan con catálogos o colecciones especializados: en ciertos géneros
–en especial aquellos poco presentes en los grandes sellos, como la poesía o el
teatro–, en ciertos nombres de autor, pero, también, en ciertas literaturas de
lenguas extranjeras, como se verá más adelante. Catálogos, en general, no
demasiado extensos, que exhiben y consolidan líneas editoriales específicas (la
publicación de clásicos, la poesía argentina o extranjera, la literatura
argentina actual, determinada literatura de lengua extranjera, colecciones
temáticas, etc.). En segundo lugar, la importancia que le asignan estos sellos
al diseño editorial, no sólo a la diagramación del libro –que concierne a
cualquier editorial más o menos profesionalizada–, sino a la exposición de una
propuesta estética que se materializa, más allá de la elección de determinados
títulos y nombres de autor, en un énfasis en el diseño de todos los
emplazamientos del libro: portada, contraportada, solapas, páginas de guarda,
portadillas, etc. Es posible afirmar que gran parte de las pequeñas y medianas
editoriales le concede especial trascendencia a la creación de una identidad
gráfica y a su articulación con una “marca editorial”. Esta cuestión habla, sin
dudas, de una revalorización del libro como objeto material, que busca
desmarcarse del libro “industrial”, algo que llevan al extremo las editoriales
artesanales como Barba de Abejas o Mochuelo, las cuales producen libros
manufacturados que, además, no se integran al circuito convencional de
distribución y comercialización del libro.
Otra cuestión
que permite pensar a estos sellos como un colectivo, son sus alianzas, alianzas
destinadas, sobre todo, a facilitar su participación en el mercado del libro,
pero también a crear otros espacios alternativos. Uno de esos espacios de
difusión creados colectivamente es la Feria de Editores (FDE), realizada una
vez por año desde 2013, un ámbito que creció exponencialmente en sus sucesivas
ediciones, hasta abarcar más de ciento cuarenta editoriales en su mayoría de
Argentina, pero también de otros países como Chile, Uruguay, Perú, Venezuela y
España. Diferenciada claramente de la FDE, la F.L.I.A., “Feria del Libro
Independiente y A: alternativa, autogestiva, amiga, amorosa, andariega,
alocada, abierta”, funciona desde mediados de los años 2000 y se define, en su
sitio web, como “un colectivo de artistas y escritorxs” no jerárquico, un
espacio organizado a través de asambleas abiertas, sin ningún tipo de
patrocinio. La F.L.I.A. es un evento que no se restringe al libro, dado que
involucra “otras prácticas artísticas y culturales, ya sea la fabricación de
una artesanía o una comida casera, entendiendo que estas cosas también son
cultura”.
Otro tipo de
asociación diferente es la que tiene una finalidad práctica: afrontar en
conjunto los gastos de participación en eventos editoriales, como la Feria
Internacional del libro de Buenos Aires. Así, la existencia de grupos como
“Sólidos Platónicos” (formado por los sellos Aquilina, Criatura, Fiordo, Godot,
Gourmet Musical, Libraria, Sigilo y Wolkowicz), “Los siete logos” (Adriana
Hidalgo, Beatriz Viterbo, Mardulce, Caja Negra, Eterna Cadencia, Criatura y
Katz), “El Salto” (Cía. Naviera Ilimitada, Odelia, Caleta Olivia, Dobra Robota,
Gog y Magog, Ediciones Winograd y Abre) y “La Sensación” (Mansalva, Blatt &
Ríos, Iván Rosado, Caballo Negro, Palabras Amarillas, Spiral Jety, Triana,
Ascasubi, Libretto, Fadel & Fadel, Un Faulduo, Segunda Época, N
direcciones, etc.), da cuenta no sólo de un vínculo económicamente estratégico,
sino también de una afinidad ideológica, un parentesco estructural declarado.
1Por último,
es necesario mencionar la existencia de la Alianza de Editores Independientes
de la Argentina por la bibliodiversidad (EDINAR), ligada a la Alianza de
editores independientes para otra mundialización (posteriormente Alianza
Internacional de Editores Independientes) creada en París en 2002. El modo de
intervención de EDINAR, que cuenta con alrededor de 30 editoriales asociadas,
se basa, sobre todo, en la publicación de títulos que conceptualizan la edición
independiente, como La edición
independiente como herramienta protagónica de la bibliodiversidad, de Gilles Colleu y Bibliodiversidad. Un manifiesto para la edición independiente, de Susan Hawthorne, ambos traducidos y publicados en la editorial
argentina La marca.
En el
siguiente apartado reflexionaremos sobre las prácticas de las editoriales
literarias surgidas a partir de los años dos mil en Argentina, a partir de
ciertos casos. Se dejarán de lado, por una cuestión de especificidad, aquellos
sellos que centran sus catálogos en ciertos géneros –traducidos o no– como el
ensayo cultural u otros pertenecientes a las denominadas ciencias sociales y/o
las humanidades (aun cuando en esos catálogos se cuenten algunos títulos
literarios). El foco estará puesto, además, en una práctica que Tabarovsky
destaca como parte de la nueva edición argentina: la traducción. Una fracción
importante de las pequeñas y medianas editoriales nacionales son “editoriales
traductoras”, eligen publicar literatura traducida y, de este modo, hacen de la
traducción una práctica configuradora de sus catálogos. Si bien la mayor parte
de estos sellos apuesta a la difusión de literatura argentina actual o
contemporánea –en primeras ediciones o reediciones–, la traducción abarca una
parte considerable de sus catálogos. La
traducción tiene una trascendencia evidente y la importación de autores
extranjeros interviene en la elaboración de una identidad, de lo que Jorge
Herralde denomina la “marca editorial” (2000). Al mismo tiempo, al ser una operación más
compleja que la publicación de autores locales, está ligada a ciertas
regularidades impuestas por el mercado mundial de la traducción (como la mayor
o menor presencia de ciertas lenguas de traducción, por ejemplo), que inciden
directamente en las políticas al respecto que implementan estas editoriales.
(continúa mañana)
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