Entrevista de Jorge León Gustá con José María Micó.
“No soy un
traductor ni profesional ni sistemático”
(II)
–Repasemos un poco tu labor como traductor, que ya empieza a ser amplia.
Te centras principalmente en obras clásicas italianas y catalanas. De la
literatura catalana has traducido a Jordi de Sant Jordi y a Ausías March. De la
italiana, a Ariosto, primero sus Sátiras, luego
el Orlando, con el que ganaste el Premio Nacional de
Traducción. ¿Cómo ha resultado la experiencia personal y profesionalmente?
–La verdad es que no me esperaba ganar el Premio Nacional de
Traducción porque me consideraba un francotirador de la traducción, porque yo
no era un traductor
profesional ni conocido. Lo que pasa que al ver una traducción de esa
envergadura, una obra compleja que hacía mucho tiempo que no se traducía y ver
unos resultados decentes, pues… fui francamente el primer sorprendido. Luego vi
que era un terreno en el que me movía con cierta soltura, aunque estaba
traduciendo también a Jordi de Sant Jordi y a Ausías March por aquellas fechas.
A veces uso una frase de Cervantes, en la segunda parte del Quijote. En la imprenta en
Barcelona, se encuentra con un traductor del italiano y dice que “el traducir de lenguas fáciles, ni
arguye ingenio ni elocución”, es decir:
traducir de lenguas fáciles, no tiene mucho mérito. Yo me he dedicado a
traducir de lenguas fáciles, porque son aquellas que considero mías, no solo el
castellano como lengua de destino, sino el catalán y el italiano. Supongo que
mi terreno es traducir de lenguas fáciles cosas más o menos difíciles, como son
la poesía clásica y la contemporánea en catalán y en italiano.
–Dices que no eres traductor profesional, pero el
traductor de poesía no siempre es un traductor profesional, sino que es alguien
que además de dominar las dos lenguas, domina la poesía y su campo de actuación
no tiene por qué ser la traducción profesional, además de ser muy
especializado.
–Sí. Además, haría mal
convirtiéndolo en una profesión porque se moriría de hambre. Yo tengo la
ventaja de poderlo hacerlo de un modo un poco diletante y un poco amateur, pero
no tengo la presión de entregas de un profesional. En este caso, tardé un año
más de lo previsto en acabar la traducción de la Comedia, pero nunca me han
presionado, he seguido mi ritmo y eso no siempre lo consigue un traductor
profesional porque le obligan a entregar en un plazo determinado y a traducir
obras que quizá no le gustan. Yo en cambio he podido escoger lo que he
traducido.
–La literatura catalana del Humanisme del siglo XV, con Jordi
de Sant Jordi y Ausías March, es otro centro de interés tuyo. ¿Crees que es
suficientemente conocida y valorada esta obra fuera del ámbito cultural
catalán?
–No y es una pena. Es
una pena que un autor como Ausías March, que fue tan importante para Garcilaso
de la Vega, para Diego Hurtado de Mendoza, para Francisco de Quevedo y para otros, no
tenga una incorporación natural en los estudios de Literatura Española, porque
a veces se habla de petrarquismo cuando muchas veces el gran autor que influyó
en Villamediana o antes en Garcilaso
era también Ausías March Mi traducción partía de una
edición italiana filológicamente estupenda hecha por Constanzo de Girolamo. A
pesar de que era una edición muy bien hecha, no quise que se publicara en
España en una colección de clásicos, sino en una propiamente poética, en Pre-Textos.
Sin embargo, con ella no alcanzó la difusión que hubiera podido alcanzar como
libro académico. Ahora se ha publicado la poesía completa de Ausías March
incorporando mis traducciones. Es ahí donde puede encontrar su espacio natural
como clásico: en Cátedra, en Letras Hispánicas, en edición bilingüe y la obra completa. Pero yo quería que
recuperase su espacio poético, y lo sigo pretendiendo: yo he traducido una
docena de poemas de Ausías al italiano…
–Estás rizando el rizo
–Se han publicado en
una revista poética italiana. Es un proyecto que me gustaría hacer con mucha
calma. Cuando tenga acabados cuarenta o cincuenta poemas publicaré una
antología de Ausías March con traducción al italiano. Pero en una colección de
poesía, no en una colección filológica porque creo que hay que reivindicar su
obra. Como he hecho con Dante: la de la Comedia es una traducción que
tiene un fuerte componente filológico pero he querido que fuese una traducción
de divulgación, en una colección de clásicos universales, con un prólogo muy
general de carácter introductorio y evitando poner demasiada erudición para que
la obra se siga leyendo como lo que es: una obra literaria. Para ayudar al
lector he escrito una introducción a cada canto y al final hay un índice de
personajes y lugares, con lo que se evitan las notas eruditas. Además, la
infografía final ayuda al lector a comprender cuál es la estructura que va
desde el infierno hasta el paraíso y los diferentes niveles de la Comedia.
–Finalmente, en lo que se refiere a la traducción,
¿qué sabes ahora que antes no sabías?
–Sé que ninguna
traducción es definitiva. A pesar de que uno cree que el texto de los clásicos
es inmutable, en realidad es inmutable el original, pero las traducciones no
son ni inmutables ni eternas. Y por tanto, hay que remozarlas y, en
consecuencia, revisarlas. Ahora quizá es pronto para revisarla, pero ya tengo
algunas correcciones que quizá algún día, si tengo oportunidad, me gustaría
incorporar esas revisiones en el futuro.
–En
la tradición hispánica, la gran influencia de la poesía italiana es Petrarca.
Desde el siglo XVI hasta el siglo XIX, que alcanza hasta el Romanticismo. En
cambio, Dante ha sido muy admirado, pero su influencia se limita a la poesía
alegórica del siglo XV, con la poesía alegórica como la Comedieta
Ponza del Marqués de Santillana.
–Es
así. Se recuperó un poco en el siglo XIX por razones también editoriales.
Tradujeron a los grandes clásicos y las grandes obras de la Antigüedad:
tradujeron todo Homero, todo Virgilio, Ariosto, Tasso, y ahí estaba
también Dante como gran clásico de la Antigüedad. Pero, desde el punto de vista
de la fortuna literaria, pasó por un calvario muy largo en España, pero lo pasó
también en Italia, aunque no tan largo. A partir del Renacimiento, Petrarca
ocupó ese espacio de lengua más literaria. Su influencia es ocasional en
España, como en los Sueños de Quevedo, pero tampoco parece que fuera
de sus grandes lecturas, y no influyó en esos autores del Renacimiento, que
prefirieron a Petrarca por razones temáticas, de manera que Dante quedó más
como un poeta filósofo, o un filósofo poeta, que como lírico propiamente dicho.
–Tu Comedia es una traducción nueva y actual. ¿Qué puede
aportar la obra de Dante al lector contemporáneo?
–Yo creo que muchas cosas. Hay pocas obras que hayan
sobrevivido tan bien, a pesar de que los clásicos a veces sobreviven porque
nadie los lee. Se editan, se estudian y tienen lo que yo llamo la inercia de
los clásicos. El caso de Dante es extraordinario, porque esa inercia ha durado
mucho tiempo. Salvo algunos altibajos que ya he dicho, porque se prefería o a
Petrarca o a Ariosto en el Renacimiento español, lo cierto es que como clásico
de la Literatura Universal ha permanecido siempre en el primer nivel, por
varias razones. La primera, porque en el Renacimiento, Pietro Bembo
y otros intelectuales de la época decidieron que la lengua literaria que podía
servir como modelo era la de los toscanos: Dante, Petrarca y Boccaccio.
Si no hubieran tomado esa decisión, igual la Comedia sería ahora una
obra menor sin tradición. Pero desde el siglo XVI, la Comedia es un
modelo de lengua, una lengua que Dante inventó, pues se había usado muy poco.
Luego, a partir del Risorgimento, en el siglo XIX, por razones
políticas, cuando Italia se unifica, buscan a un gran autor y escogen a Dante.
Eso ha durado hasta hoy, porque han elegido a Dante para las monedas de 2
euros. Esa es la diferencia con otros países: Dante es el valor más alto. Y esa
cumbre nunca la ha dejado en Italia. Pero además, ha tenido apoyos tan
extraordinarios como los de Eliot, Ezra Pound y por tanto, en la cultura anglosajona,
a pesar de que tienen a Shakespeare,
creían que Dante era la cima del canon. Y luego, su fascinación de autores del
siglo XX, como Borges, que han hecho que la obra siga vigente. Aparte de este
elemento culturalista, en el fondo, la Comedia habla de nosotros:
habla en primera persona de un personaje que hace un viaje, inventado, pero que
al fin y al cabo es una experiencia autobiográfica. Podemos decir que Dante es
el inventor de la autoficción, de la que tanto se habla ahora: hace un relato
de su propia vida y cuenta un viaje, imaginario. Luego, habla de pecadores y de
pecados de su época, pero que son tan eternos como lo son siempre los pecados y
los pecadores, y podemos encontrarles sustitutos: igual que puso a todos los papas
de su tiempo en el infierno, nosotros podemos deducir que también algunos de
nuestros papas o políticos, gobernantes o emperadores como él hizo merecen
estar más en el infierno que en el paraíso.
–¿Ha habido algún pasaje, algún motivo que te haya
costado especialmente traducirlo al español actual?
–Sobre todo algunas
comparaciones muy elaboradas, porque en aquella época todos hacían
comparaciones muy elaboradas retóricamente. Por ejemplo, en el canto de Ulises,
el XXVI, describe el fondo de un valle en el que hay unas luciérnagas y él
compara las almas que están viendo, que son como llamas, con unas luciérnagas
vistas por un labrador. Es una comparación muy elaborada de nueve versos que me
costó muchísimo. Aunque lo traduje muy pronto, no me satisfacía el resultado.
Comparado con el original era una porquería. Tuve que reescribir, cambiar
versiones, cambiar el orden sintáctico, hasta que encontré la formulación tan
perfecta para mi gusto como era la de Dante.
–¿Qué fragmento, qué motivo, es el que más te ha
gustado y del que has podido quedar más satisfecho?
–Hay
dos: el canto XV del Infierno y en el Paraíso, la vida de San Francisco de Asís, que no deja de ser una hagiografía
más o menos tradicional, pero me gusta la manera en que lo cuenta. El canto XV
del Infierno es el de Bruneto Latini. En la Comedia Dante pone en el
infierno a mucha gente que él consideraba que debía estar en el infierno y con
esos no tiene mucha compasión, pero también se encuentra con otros, no porque
crea que deben ser condenados, sino porque no pueden estar en otro lado, como
los adúlteros del canto V, Paolo y Francesca, a Ulises en el canto XXVI o a su
maestro Bruneto Latini, en el canto XV, que está entre los sodomitas. Pero no
se habla descarnadamente de ese vicio como se consideraba entonces. La visión
que da de él es muy ideal y positiva. Dante encuentra a su maestro, siente pena
por él y tienen una conversación a propósito de la vida eterna que se puede
alcanzar a través de la eternidad de las obras propias. El verso de Dante dice:
el me enseñó “come l’uom s’eterna”, que es uno de esos neologismos dantescos
que son imposibles de traducir. Dante convierte la palabra “eterno” en un
verbo. Sería “eternizarse”, pero no es exactamente lo mismo que “ver cómo un
hombre se eterniza”, y yo lo traduje con una especie de perífrasis: “me enseñó
la eternidad que el hombre alcanzar puede”. Y Latini le encomienda a Dante al
final del canto que cuide de su tesoro, la obra que había escrito. Luego, la
escena inicial en la que se encuentran es de una extraordinaria plasticidad.
Digamos que disfruté mucho traduciendo ese canto que me gusta particularmente.
–¿Y ahora, qué?
–Ahora
quiero descansar un poco, dedicarme a dar mis clases y llevar una vida un poco
más rutinaria. Bueno… más rutinaria no lo sé, porque traduciendo se lleva una
vida muy rutinaria. Y luego dedicarle más tiempo a la música.
–Te has centrado sobre todo en la poesía antigua. Yo te ofrezco un
proyecto: Giambattista Marino, teniendo en cuenta tu trayectoria como
gongorista. Debe ser un reto muy importante traducir el Adone, de
1623.
–Creo
que El Adone, si no es la obra más extensa de la literatura italiana,
lo es aún más que el Orlando furioso. De hecho, cuando empecé con
Ariosto hice un plan de tres o cuatro obras que había que traducir. Una era el Orlando furioso, otra era el Adone y
otra la Jerusalén liberada de
Torquato Tasso. Supongo que tardaré algún tiempo en decidirlo, pero
posiblemente me incline por la Jerusalén de Tasso. Además, en este
caso, sí sería un poco de servicio filológico. Una edición nueva de la Comedia
no era imprescindible desde el punto de vista editorial o comercial, pues
hay varias en castellano en el mercado. Era a mí que me parecía necesario
personal y filológicamente. Sin embargo, la Jerusalén no se traduce desde el
siglo XIX. Solo se puede conseguir en un libro de bibliófilo en alguna librería
de lance y son traducciones que, como en el caso de Ariosto, hoy no tienen mucha
utilidad, pues son traducciones rimadas, como la del conde de Cheste, y alguna
en prosa. Además de ser un gran libro, la Jerusalén es apasionante
desde el punto de vista de la relación del autor con el texto, porque se
publicó sin su autorización, luego él se arrepintió, con problemas incluso
mentales del autor, que enloqueció a consecuencia de este libro y del debate
que hubo sobre él. Por eso, valdría la pena que se tradujese al castellano de hoy. Si descanso un tiempo,
quizá me lo proponga.
–¿Y algún autor contemporáneo? Porque ya has traducido a Montale.
–Si,
traduje algunos “Motetes”, que es una sección del libro Le occasioni,
porque siempre me habían gustado. Han sido difíciles traducir, a pesar de su
brevedad, porque son de una gran concentración semántica y, como sucede a veces
con la poesía contemporánea –también con Gimferrer- Montale tiene una
dificultad exegética que no tienen los clásicos. Siempre habrá un verso de
Dante sobre cuyo significado se podrá discutir, pero el aparato erudito y filológico
que hay a propósito de la Comedia te garantiza que el sentido literal
lo entiendes completamente salvo algunos versos que puedan discutirse. Pero la
poesía contemporánea evidentemente se escribe con otras leyes. Hay imágenes de
Gimferrer o de Montale que son muy difíciles de descifrar. También he traducido
una antología de Narcís Comadira, El castillo de la pureza, de Pere Gimferrer,
por petición suya, cosa que me sorprendió, porque él se ha autotraducido en
varias ocasiones, y una antología de Valerio Magrelli, que es un poeta italiano
que aprecio mucho.
–Y en prosa, ¿no has pensado nada?
–Bueno…
Traduje una novela de Josep Piera sobre Ausías March, una biografía novelada, Jo soy Ausías March. Yo estaba
trabajando en March por aquellas fechas, y Piera, que es un buen amigo, me lo
pidió y lo traduje. Ha sido la única traducción profesional que he hecho, porque
me la pagaron como tal y me dieron un
plazo para la entrega…
–…Y viste la diferencia con el traductor profesional…
–Exacto.
Pero no tengo ningún proyecto de este tipo actualmente
–Y cierras el prólogo a la Comedia con dos referencias a
dos actividades alternativas tuyas: la poética y la musical, integrante de Marta y Micó.
¿Cómo se relacionan estas tres actividades? ¿Sólo porque eres la misma persona
o hay un mutuo enriquecimiento entre las distintas facetas?
–Resulta un poco
complejo. Ahora que ya he pasado de los cincuenta años un poco holgadamente, he
vuelto a pensar en qué quería hacer cuando era adolescente. Y eran dos cosas:
escribir canciones y poemas y traducir la Comedia. Eran mis dos
ideales. Curiosamente, durante muchos años no hice ni una cosa ni la otra. Pero
ahora es como si hubiera vuelto a los orígenes. A veces los músicos hablan de
música de fusión para decir que hay un poco de jazz, un poco de flamenco, etc.
A mí ese es un concepto que no me gusta, porque la fusión parece una operación
casi química en la que los elementos que intervienen pierden sus propiedades
originales. Me gusta más hablar de intersección, es decir, combinar poesía, con
música y traducción, pero sin que pierdan sus propiedades originales. Porque
cuando leemos el texto de las canciones que nos gustan, muchas veces se nos cae
de las manos, entre otras cosas porque sin música no hay manera de soportarlo
porque dice trivialidades, porque está lleno de ripios o no tiene ningún valor
literario. Siempre me ha interesado ese fenómeno de la mutua dignificación: que
la música pueda dignificar a la poesía y que la poesía dignifique a la música.
Y entonces, a través de una carambola biográfica en la que Marta se puso a cantar,
pensé que era la ocasión de mi vida: recupero esas dos vocaciones, la poesía y
la música, y las junto. Al principio dudé bastante, porque sigo creyendo que
una canción y un poema son dos cosas distintas y cada una tiene sus propias
leyes. Eso no quiere decir que un poema no se pueda musicar ni quiere decir que
un poema deba tener una música anodina de tipo ‘cantautor’. Ha sido un doble
interés: por un lado, ver qué música salía si yo le ponía música a mis
propios poemas y luego ver si eso tenía un resultado cantable que se pudiera
aceptar como canción. Hasta ahora estamos contentos, porque yo sigo escribiendo
canciones: llevo unas 20 ya escritas y de ellas 16 ya grabadas. En,Gimamos y Ladremos, nuestro nuevo
disco, hemos grabado cuatro temas míos, y me encuentro a gusto, igual que me
encuentro a gusto en la traducción. Yo creo que es la combinación de las dos
cosas. Marta a veces dice que se casó con un músico. Yo no tengo estudios
musicales. Eran otros tiempos. Hubiera querido estudiar música, pero mis padres
ni se lo plantearon. Me costó mucho convencer a mi padre para que me comprara
una guitarra, y me compró la más barata que encontró en Ibermusical, una tienda
que estaba en la Gran Vía y que ya no existe. Salí de allí muy contento con mi
guitarra. Luego he ido aprendiendo por mi cuenta, pero todo ha quedado un poco
como una afición, como quien cuida bonsáis o pinta. Durante treinta años dejé
de hacerlo. Y a los cincuenta, volví y he encontrado ese espacio que también me
ofrecía la traducción de combinar dos o tres cosas que me gustan. En el caso de
la traducción, la poesía, la filología y la traducción misma; y en el caso de
la música, la poesía y la música para convertirlas en canción.
–¿Te esperabas que Marta y Micó llegara hasta donde ha llegado ahora?
–Bueno,
no me lo esperaba, pero en realidad tampoco hemos llegado a ningún sitio.
Tocamos en pequeños locales de canción de autor y en realidad, no sé si nos
conoce mucha gente, a pesar de que nos han pasado cosas extraordinarias, como
tener a Joaquín Sabina en uno de nuestros discos o haber sido teloneros de Paco Ibáñez
en un concierto de Hospitalet de Llobregat.
–Pues para ser una simple afición, es llegar muy arriba…
–Sí, sí,
estamos muy sorprendidos y muy contentos. Pero es otro mundo muy difícil como
el de la Literatura y a pesar de tener a Joaquín Sabina en un disco, el
circuito musical ni se ha enterado. A pesar de que no contamos con promoción,
que somos advenedizos y que hemos empezado en la música como cincuentones ya,
estamos más que contentos con los resultados y, además, nos divertimos mucho.
–¿Podemos esperar alguna nueva entrega poética después de Caleidoscopio?
–Dentro
de un tiempo, probablemente, con algún poema que tengo, intentaré hacer un
libro nuevo. Lo que sí saldrá en el 2019 en Acantilado es mi poesía reunida,
que aún tengo que decidir si la publico tal cual, es decir, todos los libros en
orden cronológico, o bien reagrupo toda mi obra y la planteo en términos
más temáticos que simplemente por libros.
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