Nunca es fácil hablar de la muerte, pero sin duda es mucho más difícil cuando quien parte es una colega joven y tan querida como Lucila Cordone. Lucila era una excelente profesional, amaba la traducción y disfrutaba intensamente de enseñar a traducir. De su generosidad para transmitir su experiencia pueden dar fe todos sus alumnos. Sentía un gran respeto por lo que hacía y se comprometía para mejorar las condiciones de trabajo para todos. Precisamente, ese fue el espíritu con el que se volcó, también generosamente, durante mucho tiempo a concebir, redactar y discutir el proyecto de ley de traducción autoral. Ni hablar de los largos años de voluntariado dedicados junto a muchos de sus colegas más cercanos a seguir construyendo y ampliando el alcance y los objetivos de la AATI, que me atrevo a decir que era su segunda casa.
Lucila participaba en muchísimos proyectos. A mí me tocó compartir dos iniciativas importantes y controvertidas que encaramos con mucho entusiasmo: el proyecto de ley de traducción autoral y la modificación de los estatutos de AATI para incorporar como socios activos a personas que, con formación diversa, tuvieran experiencia como traductores en el campo editorial. En un plano más personal, estuve a tiro de llamada y whatsapp acompañándola a lo largo de esta dolorosa enfermedad hasta el domingo anterior a su partida.
Estoy segura de que cada uno de quienes tuvimos la suerte de conocerla y compartir momentos con Lucila, en diferentes tiempos, en diferentes proyectos y en diferentes geografías, vamos a coincidir en que ella combinaba algunas cualidades notables que, en muchos de nosotros, hasta serían antagónicas: sumamente respetuosa y a la vez firme en sus convicciones, entusiasta ya la vez muy reflexiva.
Su sonrisa y su calidez se quedarán para siempre en el recuerdo de cada uno. ¡Hasta siempre, querida Lucila!
Julia Benseñor
La dulce e inteligente Lu, su cercanía, su calidez y también su defensa en lo que creía era sorprendente. No la vamos a olvidar. Qué lindo texto, Julia. Abrazos
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