A la censura retrospectiva de Agatha Christie, la frustrada traducción de la acaso prescindible Amanda Gorman, a las recomendaciones de cancelar a Shakespeare, se suma ahora el recorte de la traductora belga Lies Lavrijsen a la aparición de Mahoma en la Divina Comedia, para no ofender a los musulmanes.
miércoles, 31 de marzo de 2021
Dante censurado por su traductora neerlandesa
martes, 30 de marzo de 2021
Las librerías, que perciben entre el 35 y el 40% del precio de tapa de los libros (o sea, bastante más que los autores) tuvieron un año difícil
El estudio se realizó a través de una encuesta enviada por correo electrónico a 140 librerías de todo el país que tomó en cuenta el período comprendido entre diciembre de 2019 y octubre de 2020 y apuntó a conocer las reacciones que tuvieron los distintos actores del sector frente a la pandemia y cómo hicieron para enfrentar las restricciones a la circulación a través de las alternativas de comercio que generaron las distintas etapas de aislamiento y distanciamiento social.
Según la encuesta, la caída de ventas fue generalizada y osciló en rango del 26% al 50%, aunque las librerías virtuales sintieron mucho menos ese descenso abrupto de la venta que afectó de lleno a aquellas librerías que solo tenían local a la calle.
“Al igual que en otras industrias y comercios, las librerías tuvieron que permanecer cerradas un largo tiempo. Por ejemplo, las dos cadenas más importantes tienen sus locales en shoppings o en avenidas que vieron restringida totalmente su circulación”, analiza Juan Pablo Pampin, coordinador de la Comisión de Comercio Interior, vicepresidente de CAL y responsable del estudio.
Pampín remarca también que los libros durante las crisis son un consumo de segundo o tercer orden: ”Los consumidores, al ver comprometidos sus ingresos, lo primero que deja de lado son los consumos que consideraban de menor importancia”.
De los negocios que respondieron el formulario, el 40% se encuentra en la Ciudad Autonóma de Buenos Aires y en el Gran Buenos Aires, seguido por las librerías del centro del país. De ese total relevado, el 51% cuenta con una librería on-line, de las cuales el 32% la abrió durante la pandemia. Fue ese cambio de modalidad el que las llevó a publicitar y generar más estrategias para redes sociales y así apuntalar el negocio. Las redes más usadas son Facebook (88%), Instagram (80%) y Whatsapp (78%) para las librerías con local a la calle, e Instagram (100%), Whatsapp (92%) y Facebook (85%) para las virtuales.
El comercio
electrónico en 2020 pasó a representar casi el 40% de la facturación de las
librerías, lo que implicó un incremento del 144% respecto a las
operaciones de de ese tipo durante 2019. En esa misma línea, Mercado Libre
también aumentó su participación en las ventas: pasó de 7% al 17%.
Al respecto, Pampin destaca que la pandemia implicó tanto para los libreros como
para los lectores un cambio de percepción sobre los costos: ”Todos
aprendimos que enviar las cosas cuesta dinero y que, más allá de lo que
paguemos, tenemos que esperarlas. En Buenos Aires, estábamos muy mal
acostumbrados a que los envíos se hacían de modo gratuito y rápido, porque sino
nos corríamos al local más cercano. Todos asimilamos ese aprendizaje que todos
tuvimos que asimilar ante la imposibilidad de poder salir de nuestras casas y
definitivamente vino para quedarse”, vaticina. Y aclara, además, que en la industria del libro el
costo logístico es muy alto en relación al precio del producto: un
libro promedio y del tamaño de un celular vale $950 y un “envío cercano” no
vale menos de $300.
Las librerías con un único local tuvieron, además, dificultades para solventar los alquileres, los sueldos y los servicios. A pesar de eso, no disminuyó la cantidad de empleados que tienen. Pampin cree que esto se debe a que la mayoría de las librerías que respondieron la encuesta son librerías medianas y pequeñas, en gran mayoría atendidas por sus dueños y por familiares directos. “El de librero es realmente un oficio muy noble y de mucha transmisión de conocimientos que se va dando naturalmente de generación en generación, cuesta mucho tiempo formar un buen librero”, sostiene el vicepresidente de CAL.
Para descargar el informe, click acá.
lunes, 29 de marzo de 2021
Agentes literarios: para los novelistas, un mal necesario. No así para la literatura artística
viernes, 26 de marzo de 2021
El silencio de la AATI: el que calla, otorga
Decíamos, entre otras cosas, que la cifra a la que se llegaba reflejaba lo que las editoriales estaban dispuestas a pagar y no lo que debieran pagar. También, que, pese a la sugerencia de que ésa debía ser la tarifa mínima de referencia, las editoriales la tomaban como máxima y que, cuando se las cuestionaba, se escudaban en que la AATI proponía eso, no queriendo advertir que hay una diferencia sustancial entre lo mínimo y lo justo. Por su parte, la institución nada dice respecto de ese abuso.
De lo dicho, también se desprende que la AATI (a diferencia de la española ACETT, que, en más de una oportunidad fue puesta como su modelo), si bien asesora a sus socios sobre contratos y brinda asesoría jurídica ante conflictos entre traductores y editoriales, no denuncia las malas prácticas (pagos por debajo de la tarifa mínima, demoras en la realización de esos pagos, etc.), con lo cual, su "defensa" de los traductores literarios se limita a cuestiones tan discretas que, puede decirse, asumen la calidad de secretas.
Desde la publicación de esas líneas, no hubo respuesta alguna ni tentativa de justificación. La política de la AATI parece consistir en esquivar las críticas y dejar todo como está, acaso especulando con que la memoria del escándalo, al menos en la Argentina, suele ser breve.
De hecho, en el tiempo transcurrido, hubo nuevos índices oficiales de inflación, pero las "tarifas mínimas de referencia" de la AATI para la traducción literaria siguen siendo las mismas y equivalen a casi un tercio de lo que ganan los traductores literarios de la región, aun cuando el precio de tapa de los libros sea prácticamente el mismo de un país a otro.
Off the record, la respuesta suele ser la misma: en la medida que haya más traductores literarios asociados a la AATI, habrá una base estadística mayor para poder dirimir cuestiones de tarifas. Cabe entonces preguntarse por qué la AATI, con independencia de lo que respondan sus socios en los cuestionarios ad hoc, no sale a buscar otras referencias, contentándose con los "valores del mercado", que son los impuestos por las editoriales.
¿No va siendo entonces hora de que los traductores literarios nos preguntemos qué representatividad tiene la AATI y para qué sirve? Luego, su manera discreta de proceder, ¿no atenta seriamente contra nuestros intereses? ¿No será que en ese comportamiento timorato hay algo así como una estrategia? ¿No se tratará de que, más que interesarse en los abusos sufridos por los traductores literarios, a la AATI le interesa vivir en armonía con las editoriales, las cuales le dan entidad porque eso las beneficia, en lugar de defender realmente a los traductores?
Jorge Fondebrider
jueves, 25 de marzo de 2021
Los rigores de la vida silvestre
El 12 de febrero pasado, Roberto Rueda Monreal, traductor literario, politólogo y escritor mexicano, publicó en El sol del México, la siguiente entrevista con Claudia Cabrera, traductora de Bambi, una vida en el bosque, del autor austríaco Felix Salten, libro para adultos sobre el que se inspiró Walt Disney para la película Bambi.
miércoles, 24 de marzo de 2021
¡Chiques, chiques: nuevo gadget inclusivo!
La noticia se publicó sin firma, el pasado 11 de febrero, en el diario mexicano Excelsior. Allí se lee en la bajada: “La Ibero y la U. de Valencia presentan esta herramienta en la redacción de textos; puede detectar palabras no inclusivas y dar sugerencias para sustituirlas”.
martes, 23 de marzo de 2021
Los cuentos completos de Clarice Lispector
El pasado 17 de marzo, Mónica López Ocón publicó el siguiente artículo en el diario Tiempo Argentino. Trata sobre la edición de los cuentos completos de Clarice Lispector que, con traducción de Paula Abramo, publicó el FCE de México en 2020.
lunes, 22 de marzo de 2021
La lógica de las liberías medianas y pequeñas
viernes, 19 de marzo de 2021
Algo más sobre Amanda Gorman
En este blog ya nos hemos dedicado al caso de la joven poeta estadounidense Amanda Gorman y la impugnación a sus traductores al neerlandés y al catalán por motivos de una mala entendida corrección política (ver entradas del 9 y 12 de marzo pasados). Andrés Ehrenhaus, con argumentos sólidos, vuelve hoy a la cuestión.
El traductor, ¿nace o se hace? A la luz de los últimos eventos asociados a la traducción de textos altamente identitarios, daría la sensación de que hay que nacer, no sólo traductor, sino dotado de ciertas peculariedades para poder traducir según qué cosas. En términos de comunicación se le llama a esto discriminación positiva: te discriminamos para bien, para tu bien, para que tus hándicaps sociales sean tus virtudes traductivas, para visibilizar el valor de tu supuesta debilidad. Lo débil es fuerte y viceversa. Etc. Gracias, dice el traductor handicapeado, pero, ¿traduciré mejor o distinto por ser negro/blanco, bajo/alto, ciego/mudo, zurdo/diestro? No, no traducirás mejor ni distinto, traducirás igual de mal que todos los traductores del mundo. Podemos dignificar tus supuestos hándicaps pero no librarte de la condena inherente a la traducción. De esa condena no se libra nadie, por peculiar que sea. Peculiar se nace, traductor se trabaja y se asume con entereza. Puede decirse que, de todos tus karmas, el de traductor es el único que no se puede discriminar positivamente.
Todo lo cual viene a cuento del caso Amanda Gorman, sobre el que no voy a extenderme pues ya se habló de él hace apenas unos días en este mismo blog, y que ha vuelto a ocupar espacio en los medios a raíz de la discriminación positiva de quien iba a traducir parte de su obra al catalán. Si en el caso de su traductora al neerlandés el problema es que no era negra, aquí la inconveniencia era triple: el traductor al catalán ni es negra ni mujer ni activista. Más allá del hecho de que el concepto de “activista” pueda considerarse un hándicap o una peculiaridad minoritaria, las otras dos son francamente insoslayables. Hasta aquí, ninguna objeción… legal. Puesto que la autora o sus derechohabientes o sus fans o whatever están vivitos y coleando, pueden plantear o incluso exigir (simbólicamente, en el caso de los fans) como condición del contrato de traducción que quien lo suscriba sea así o asá y a quien no le guste pues que no traduzca y listo.
¿Por qué ninguna objeción? Porque el contrato de traducción es (o debería ser) un acuerdo privado entre partes que se reconocen mutuamente la capacidad de aceptar o rechazar todas o algunas de sus cláusulas antes de suscribirlo; un contrato, además, inscrito en la ética laboral-comercial y no, al menos no necesariamente, en la lógica literaria. Por fortuna o desgracia, la literatura suele quedar fuera del acuerdo, aún a pesar de que el objeto del mismo es la génesis de una obra literaria derivada pero nueva.Así, pues, no se pueden esgrimir objeciones legales, salvo las que correspondieren al acuerdo suscrito (por ejemplo, al hecho de haber ejercido un supuesto derecho de veto fuera de término o no previamente pactado), pero sí –y acá es donde empieza la verdadera polémica– culturales, políticas y, sobre todo, literarias o, si se quiere, estéticas. Voy a saltarme a la torera las dos primeras categorías, que volverán, lo sé, y en especial la política, porque todo vuelve (no hacer política es hacerla), y me voy a tratar de ceñir a la tercera.
Banalizando la genial intuición benjaminiana, diríamos que ningún texto alcanza su completud hasta que no ha sido traducido por quien y como sea y zanjaríamos en un periquete la cuestión, pero aún así quedaría abierta la rendija de la discriminación suadisán positiva y volveríamos a fojas cero. O sea, por ejemplo, a que esa completud se la otorgara obligadamente alguien pícnico, ovolactovegetariano y con rulos. Porque lo que la editorial del texto original y los partidarios de esa discriminación no se niegan a la traducción en sí sino a no añadirle al producto-texto (en el soporte que sea) el valor simbólico o ideológico de una traducción hecha por alguien de características raciales, sociales y de género similares a las de la autora. El texto es, en este caso, subsidiario; lo que importa es su puesta en escena comercial, no necesariamente orquestada para vender más ejemplares o ganar más dinero sino para privilegiar sus peculariedades metaliterarias e imbuirlas de un valor del que, por sí solo, no goza. El problema de esta maniobra trascendental es que acaba devolviendo al propio texto a un terreno por demás viscoso y equívoco: la insistencia en la persona de la autora como arquetipo de un tipo de creación que exigiría la clonación de ese arquetipo en todas las etapas generativas induce al público, a los lectores, a los receptores finales, a participar de una amnesia conceptual peligrosa y empobrecedora.
No hace falta leer obra sesudas de crítica literaria, semiótica o sociología de la comunicación para entender que todo texto está habitado por una sucesión de personas desdobladas que representan la pantomima de la ficción autoral. Grosso modo, el autor físico se encomienda a la persona del narrador, que a su vez (y sobre todo en los textos poéticos o autorreferenciales) se desdobla en la persona de sí mismo o del autor como personajes que, también a su vez, actúan para un tercero, tan ficticio como ellos pero sin el cual el acto creativo no existiría. Amanda Gorman, así, está tan lejos de su poema, leído ante ¿el mundo? en la ceremonia de asunción del nuevo presidente estadounidense como quienes la escuchaban e incluso, a medida que lo iba recitando, más lejos aún que ellos. El poema no sólo ya no era del todo suyo (es decir, de la Amanda Gorman de piel y huesos) sino que había trascendido la persona del lector (o del auditorio) implícito y cobraba forma en cabeza de los receptores reales, circunstanciales, azarosos, aburridos, encantados, etc.
De ahí que ninguna discriminación, por positiva que sea, logrará más que añadir otra capa de personas desdobladas al nuevo texto que es la traducción. Y de ahí que la imposición o sugerencia de clonar el arquetipo de la autora en la persona de sus traductores no tenga la menor incidencia en la calidad, precisión o fidelidad de esas traducciones, ni garantice otra cosa que la visibilización de ese vago arquetipo (mujer joven, negra, activista) como valor ideológico per se. Ni Gorman ni su editorial o sus agentes o asesores o compañeros de militancia están hablando de traducción ni, por supuesto, de literatura; hablan de su tendencia a dejar que la ideología se enseñoree de la política, que es nuestro mago de Oz actual. Y quien dice ideología dice idealismo, narcisista si se me apura. Ya se ve, la política siempre vuelve al lugar del crimen.
Hago un último inciso incorrectísimo. Resulta muy curioso que casi nadie haya tenido el arrojo o la inconciencia de ir más allá del asunto simbólico o ético y se haya detenido a analizar el poema que leyó Gorman. Desde diversas perspectivas: la política, la técnica, la estética, la histórica… El poema en sí es un bodrio, dicho esto con todas las letras, lleno de los peores lugares comunes del discursismo americanista y orlado de rimas fáciles y retruécanos trillados, ingenuos, forzados, que ni siquiera el fraseo sinuoso y delicado o la calculada teatralidad de Gorman logran engalanar. Si eso es slam, yo me llamo Rosa Luxemburgo. Si le hubieran puesto la voz y la imagen de Biden o de Kamala Harris, nos habríamos dormido al instante; pero no, la que peroraba ahí, con admirable entereza y saber estar, era una joven poeta laureada de piel oscura y entrañable delgadez, matándonos suavemente con su sonrisa, para parafrasear a la gran Roberta Flack. En esa sonrisa había más militancia y activismo que en todo el poema, una suerte de versión ligeramente indignada del Star-Spangled Banner. A mí, sinceramente, la parafernalia ideológica estadounidense me la trae al pairo, y más si se disfraza de la sal de la tierra. ¿Dónde está el arte silvestre y amargo de los pobres en ese texto plano? Cualquier rapero callejero tiene más swing que Amanda. Pero no se puede decir, o no se debe decir, o a nadie le conviene decirlo, so pena de recibir un chirlo ideológico del tamaño de un B-52. Lo cual me apena doblemente: una, por la pusilanimidad general y genérica de los intelectuales; otra, por la ocasión perdida por Amanda Gorman. Si yo fuera su traductora, negra, joven, activista (del bien, imagino), no podría resistir la tentación de infringir la regla de oro de la traducción profesional: nunca mejores el texto original, por más que el propio texto te lo pida a gritos.
jueves, 18 de marzo de 2021
No acepten trabajar para Le Monde Diplomatique, edición cono sur, publicación de doble moral
La publicación, que es una franquicia adquirida por el Grupo Insud, de Silvia Gold y Hugo Sigman, supone ubicarse a la izquierda de otras publicaciones políticas.
miércoles, 17 de marzo de 2021
Otra forma de la estupidez triunfa en los Estados Unidos: William Shakespeare cancelado
martes, 16 de marzo de 2021
Una campaña de marketing sobre falso escándalo
El pasado 12 de marzo, Luciano Sáliche publicó la siguiente nota en InfoBAE Cultura. Al leerla, uno advierte que poco importa en definitiva lo que haya escrito el semianalfabeto gangoso que fuera presidente de Argentina Lo interesante, en todo caso, es la política que tienen las multinacionales –en este caso, el Grupo Planeta– para con las pequeñas librerías de barrio y las condiciones a las que las somete. Sin embargo, los medios, montados en la posibilidad de crear un escándalo –que, convengamos, mucho tiene de campaña publicitaria–, apelan en sus títulares a cuestiones de índole política e ideológica, como si tuvieran algo que ver con el caso.
Por qué
algunas librerías no van a vender el libro de Macri
La primera tirada de Primer tiempo, el libro de Mauricio Macri, que funciona no solo
como “crónica política”, sino también como su reinserción en la coyuntura, fue
de 25 mil ejemplares. Hoy se lanzó la preventa y fue un
verdadero éxito comercial: se agotó en un par de horas. Planeta, la editorial
que publica el libro, ya mandó a reimprimir 30 mil más. “La velocidad de la
preventa es un termómetro de lo que será la venta total”, le dicen a Infobae Cultura desde la
editorial. Son números que necesariamente tienen como referencia a Sinceramente,
el bestseller de Cristina
Fernández de Kirchner que rompió récords en 2019, publicado por el
otro gran grupo editorial y la competencia de Planeta: Penguin Random House,
bajo su sello Sudamericana. Quien rompió el mantra celebratorio fue Cecilia Fanti, escritora y dueña de la
librería Céspedes, que escribió Twitter: “Qué libre se siente poder decir ‘Por
favor no nos envíen ese libro, pues no lo pondremos a la venta’”.
Luego desarrolló su planteo:
“Esto es algo que hacemos todos los meses. Cuando envían una grilla, la
devolvemos en cero, y cuando mandan un único título, lo pedimos en particular.
El gasto logístico de la editorial y el gasto en tiempo y trabajo
administrativo que nos ahorramos redunda en beneficio para todes. ¿Por qué? Porque somos una librería
de barrio, pequeña y literaria. Consideramos que no hay nada que actualice ni
sea más actual que la literatura. A eso nos dedicamos. A cruzar libros y
lectores. A aportar nuestro conocimiento en el nacimiento y cultivo de ese
gusto. A que ese libro viva para siempre sin volverse obsoleto en una librería.
A mirar catálogos en detalle y encontrar libros olvidados en depósitos para
traerlos a las mesas. A reclamar reediciones de libros fundamentales de la literatura
que están agotados. Para todo lo demás existen Mastercard, Mercado Libre y las
grandes superficies”.
Por su parte, Rubén Acosta, de la librería En el viento, dice, en diálogo
con Infobae Cultura: “No es una cuestión ideológica, sino netamente comercial”.
Y agrega: “El problema es la no relación de las librerías independientes con el
Grupo Planeta, que no nos abre cuentas”. El punto de inflexión es junio de
2020, cuando se aliaron Planeta y Mercado
Libre. En medio de la cuarentena, cuando las librerías estaban
cerradas, el grupo editorial abrió un canal de venta directa en la plataforma
de Marcos Galperín, que aún continúa. Las librerías tienen dos formas de vender
los libros de Planeta: a consignación o “en firme”. A consignación es la forma
tradicional que manejan todas las editoriales: recibís una cantidad de
ejemplares y a los meses rendís cuenta de lo vendido, pero “Planeta no le abre
cuentas en consignación a librerías pequeñas”. Y hacerlo “en firme” significa
recibir un catálogo de novedades y comprar los libros a una distribuidora para
venderlos en el local.
La industria editorial tiene su ley de precio único,
eso significa que el “precio de tapa”, el que paga el lector, es siempre el
mismo. Comprando en consignación, explica Acosta, la ganancia de las librerías
es del 40% del valor del libro, pero “comprando ‘en firme’ el margen decrece al
25%, y si el cliente lo paga con tarjeta, baja al 15%”. Agrega: “Planeta lo que
hace es depreciar a las librerías chicas. Desde que existen las cadenas
privilegiaron las ventas ahí, y es lógico, porque tienen mayor llegada. Pero el
hecho de que abran un canal de venta minorista a las librerías pequeñas nos
perjudicó. Si un lector me pide el
libro de Macri, se lo conseguiré. Dentro de este marco de pandemia
y recesión, cada uno decide dónde apuesta el dinero, que es mínimo. La política
de la librería es que le devolvemos la confianza a los que sí confían en
nosotros. La prioridad siempre van a hacer las editoriales que quieren trabajar
con nosotros.”, sostiene el librero de En el viento.
En esa misma línea, Martin Latorraca de Sudestada
—librería ubicada en el Microcentro porteño, que también tiene su propia
editorial y su revista— le dice a Infobae
Cultura: “Nuestra librería no es una librería convencional, es la
librería oficial de la revista y de la editorial Sudestada. No tenemos
mercadería de Planeta y Random. En todo caso, de las novedades que nos mandan
en el catálogo, elegimos”. Latorraca sostiene que no vender el libro de Macri
“es una decisión editorial y también una decisión comercial”. “Como compramos
‘en firme’, tenemos que elegir. Por ejemplo, en nuestra librería no vas a
encontrar libros ni de Majul,
ni de Fernández Díaz. Son
libros que no nos interesa tener, más que nada porque nuestros lectores no vienen a buscar esos
libros. Como en la editorial publicamos los libros que nos gustaría
leer, en la librería vendemos los libros que nos gustaría tener. Para lo demás
están las cadenas”, agrega.
A poco de hablar con Infobae, la cuenta de Twitter de la
librería fue más allá en sus declaraciones y justificó con un hilo de tuits su
decisión. El primer tuit fue acompañado de la imagen violenta en la que se ve
el libro y un tomatazo que da de lleno en la cara del ex presidente. “En
Librería Sudestada elegimos qué vender y qué no. Desde hace 20 años elegimos el
camino de la autogestión, somos de la escuela de #OsvaldoBayer, de
#FabiánPolosecki, de las #Madres y #AbuelasdePlazadeMayo.”
“La política no es un juego de
primeros y segundos tiempos, es mejorar las condiciones de vida de la gente que
en nuestro país bajo el Gobierno de Macri llegó al 50 por ciento de pobreza. El
país de los Macri es un país para pocos, un modelo que arruinó a miles de
comercios y emprendimientos y cooperativas por falta de apoyo, que pensó que
con la inédita y millonaria deuda usurera del FMI iba a poder seguir jugando a
la política. No tienen nada que aportar. No vamos a difundir sus mensajes de
mentira y pose pro. Con ellos no tenemos nada que ver, no cuenten con
nosotros”, señalaron.
Aunque no tiene alianza con
Mercado Libre como Planeta, el otro gran grupo editorial, Penguin Random House,
también se niega a abrirle cuentas en consignación a librerías de barrio. Así
lo cuenta Rubén Acosta:
Random es diferente. En su página, cuando ingresás tus datos, te manda a
comprar el libro a la librería de tu barrio. No tiene canal de venta minorista,
como sí tiene Planeta. Aunque hay una particularidad: las librerías que
aparecen en esa página como recomendadas son las que tienen cuenta con ellos.
Es decir, a Random también hay que comprarle ‘en firme’. No nos queda otra
opción”.
Ya sea por una decisión ideológica o comercial, son
varias las librerías que no van a vender el libro. Otras, como Hernández,
Arcadia, Guadalquivir y De la Mancha, lo venderán, pero no lo pondrán en la
vidriera. Sandro Barrella de
librería Norte, habló con Infobae
Cultura: “Estamos en un terreno absurdo de rencillas y polémicas
permanentes. Con lo de Sarlo, Carlos Díaz, un gran editor y una gran
persona, Soledad Quereilhac y
el gobernador Kicillof, por
ejemplo” dijo en referencia al episodio de “la vacuna por debajo de la mesa”.
“Todo es un radio pasillo constante y agotador en Argentina. Y me temo que el
libro de Macri puede abonar un capítulo más”, reflexionó. Luego manifestó la
posición de la librería Norte: “Nosotros lo venderemos. No es Mi lucha de Hitler... ese es un límite. Esto no
tiene nada que ver con lo que yo opine de Macri y de su construcción política.
Esto es una librería. Después, sobre Macri estarán las urnas, en el caso de que
quiera volver a postularse”.
En ese
sentido, siempre aparece la pregunta por la censura. ¿Las librerías pequeñas
tienen la responsabilidad de vender todos los libros, incluso los que, como el
de Macri, puede conseguirse en cualquier librería de cadena, pero sobre todo en
Mercado Libre? Algunas voces en las redes sociales cuestionaron e ironizaron
sobre estas decisiones, como el escritor Andrés Hatum, que dijo: “Voy a empezar a ir a las librerías
y preguntar si tienen el libro de Mauricio Macri. Si no lo tienen, voy a
preguntar el porqué. Si lo censuran, meto en las redes el nombre de los
censuradores, y hago campaña en contra de esas librerías. Ya me parezco a los pibis de La Cámpora”. Otro autor, Osvaldo Bazán, tuiteó que “lo
interesante de la curaduría de los libreros”, a la que más adelante llamó
“curaduría fascista” es “que se excluyen de vender algo que todavía ni vieron.
Hablame de prejuicio”.
Hoy, Mauricio Macri, desde su cuenta de
Twitter, anunció “muy contento” que Primer tiempo salía a la
preventa. “Desde hoy en Mercado Libre”, escribió y etiquetó al dueño de la
plataforma de venta online, Marcos
Galperín. En junio de 2020, cuando se concretó la alianza entre
Mercado Libre y Planeta, hubo un gran debate. Para la mayoría del sector
editorial, esa unión perjudicaba a las librerías. En ese entonces, editores,
libreros y especialistas conversaron con Infobae Cultura y plantearon, en medio del escenario
apocalíptico que proponía los inicios de la pandemia, una fuerte necesidad de
organizar mejor el sector. “O es el Far West y cada uno hace lo que se le canta
o pensamos todos juntos cuáles son las mejores reglas de juego para que a todos
nos vaya bien”, había dicho el editor de Siglo XXI Carlos Díaz. “Debemos pensar cuidadosamente qué tipo de mercado
editorial queremos construir y aprender de las experiencias en otros países”,
dijo entonces Víctor Malumián,
de Ediciones Godot.