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Foto: Florencia Downes |
El pasado 21 de noviembre, en el sitio de la agencia Telam, Milena Heinrich publicó un artículo cuya bajada dice: “En plazas, librerías o de modo virtual vendedores y lectores intercambian primeras ediciones, libros agotados o títulos cuyo precio de venta es mucho menor que el de una novedad editorial.” De ese mundo particular trata lo que sigue.
Libros usados, esa tradición de libreros y lectores al acecho de lo inesperado
De
las tradicionales librerías de Parque Centenario, Rivadavia o Plaza Italia, a
las de calle Corrientes, de las que atesoran ejemplares únicos hasta lectores
que ponen en venta sus libros después de una vida acumulados y crecen con
proyectos propios, el mapa de libros usados combina lo económico, lo inesperado
y lo romántico y se reconquista con el empujón del espacio virtual: ¿creció la
tendencia a consumir estos libros? ¿Cuánto del costoso acceso a la novedad
inclina a lectores?
Al
aire libre, en las principales avenidas, en calles de barrio escondidas, sobre
una manta en una céntrica peatonal porteña, en ferias, como la reciente FLU
(Feria del Libro Usado), los libros en
la Ciudad de Buenos Aires están a la vista, al punto de que en 2011 la
Unesco la declaró capital mundial del libro, mientras que antes de la pandemia
el Foro Mundial de Ciudades Culturales la ubicó como una de la ciudades con más
librerías. El cimbronazo
de la pandemia condujo al cierre de locales de libros y obligó a multiplicar
los canales de venta incorporando lo digital como una plataforma más, pero los
libros siguen.
En
el universo de librerías hay novedades, saldos, raros y también usados, esos
títulos de segunda mano que son codiciados porque permiten acceder a títulos
que ya no se editan, son más baratos, no se encuentran en todos lados o tienen
una originalidad que los vuelve únicos, como primeras ediciones, subrayados,
dedicatorias que cuentan historias. Como contracara, coleccionistas, buscadores
de joyitas, aquellos que revuelven hasta dar con alguna sorpresa, lectores y
lectoras que hacen frente a la situación financiera sin resignar el placer de
una lectura.
Para
Fernando De Luchi, fundador de Sudeste,
librería ubicada en plena calle Corrientes, “en estos tiempos un lector regular casi no tiene otro camino que
volcarse al libro usado, cuando una novedad puede significar nada menos que un
10 por ciento de su sueldo. Al margen de eso, hay también una
cuestión romántica porque siempre hubo en un público con cierta seducción por
el libro viejo, por la historia que traslada, por encontrar títulos que no se
reeditan, con encontrarse con un ejemplar dedicado por una abuela a su nieto,
por contener anotaciones pintorescas”.
Desde
el año 2006 Sudeste vende usados, saldos y novedades en un local que es un
oasis en el torbellino sonoro de la “calle que nunca duerme”, aunque su
historia arrancó un tiempo antes en las vísperas del 2001 y como ocurre en este
oficio llevó su pasión hasta la obsesión. “Las formas de acceder a los libros
usados son muy variadas y algunas se fueron transformando con el paso de los
años. Desde recorrer paños de gente que vendía todo lo que le sobraba en los
parques en aquella víspera de la crisis 2001, a poner avisos en el diario
anunciando que compramos libros. También la librería es una boca de recepción:
mucha gente de acerca allí a vender sus libros”, cuenta.
El
público de Sudeste es diverso y “fluctúa con los horarios y los días. El dólar
alto trae turistas de toda la región, al mediodía está el público ‘oficinista’
que la recorre en su hora de almuerzo, los sábados la visita gente que va al
teatro y ‘hace tiempo’ revisando bateas o chusmeando las oportunidades de las
mesas de ofertas”. Para el librero, además, aunque “en menor medida que décadas
pasadas están los
coleccionistas, aquellos que les falta un ejemplar para tener la revista Sur o El Gráfico completas. O el buscador de tesoros, con su afán de
encontrar perdida alguna ‘joyita’”, cuenta el librero.
A
una cuadra de Sudeste está Edipo, librería fundada en 1978 que también combina
novedades, saldos y usados. Uno de sus libreros, que trabaja hace más de
treinta años, cuenta que la circulación
cambió mucho después de la pandemia, por lo que debieron potenciar la venta a
través de Internet. Aunque traccionan a sus seguidores de siempre, esos
lectores que conocen y confían en los hallazgos de la librería y sus
elecciones, el fuerte también se ubica los fines de semana cuando la gente va
al teatro y se acerca “por el precio”. La ecuación es sencilla: una novela que pasó por otras
manos se puede conseguir por 1.000, una recién salida de imprenta vale 5.000.
Daniel Zachariah es inglés, vive en Buenos Aires hace
más de una década y tiene una librería sobre la calle Reconquista, The Book
Cellar & Henschel, a la que ahora sumó un pequeño local a metros nomás para
guardar todos los libros que va comprando y ya no entran en el espacio. “Cuando
era chico y pasaba por la librería de usados en Londres tenía miedo entrar,
como si fuera un lugar al que tenés que ir con cierto conocimiento porque no es
como las librerías de nuevos donde la gente va por autores, categorías o por
sus atractivas tapas. Entonces, el trabajo más grande que tenemos que hacer como libreros de usados, antiguos,
raros, es seguir introduciendo a la gente para que se sorprenda y encuentre lo
que no sabía que estaba buscando”, dice.
Capítulo
aparte es el detrás de escena de todos esos montones de volúmenes a la venta:
el circuito es fascinante. Los libros ya leídos, ya comprados, tienen circuitos
de accesos muy variados para libreros. Van del boca en boca, visitas a
domicilios, avisos en diarios, gente que se acerca a vender lo que tiene y
bibliotecas que necesitan despojar su volumen por traslados, muertes, anticuarios
con sus tesoros, limpiezas domésticas y también hallazgos de recicladores
urbanos. ¿Cómo se fija precio? ¿Cómo se define cuando sí y cuando no? Oficio de
librero: arte, intuición y riesgo.
Zachariah
lo define como “un fenómeno de movimiento constante” y da como ejemplo Cesar
Aira que “siempre fue muy seguido pero ahora la gente se vuelve loca por sus
primeras ediciones, lo mismo con otros escritores de culto de los 80 y 90”.
Pero lo cierto es que nadie tiene la bola de cristal:”Todo el tiempo me piden libros de Mariana Enriquez y van bien, pero lo
que no sabemos es si en 20 años ella va a ser coleccionable, si se van a pedir
sus primeras ediciones, los libros firmados. Es parte de la
diversión también”. Los libros usado bajan y suben en función de demandas,
tendencias, decisiones editoriales.
Como trasfondo de ese oficio una “obsesión” como se
define el librero, que participó de las tres ferias de libros que tomaron la
agenda editorial de la ciudad en este mes (la del usado, la del raro y la del antiguo):
“Cuando descubrís que puede ser un hobby, que te encantan los libros, te
encanta leer y puedes vivir de eso, es un placer. Yo empecé con libros en
inglés pero aprendí de todo, de arquitectura, de filosofía”, cuenta.
¿Se vende o no se vende? Zachariah dice que no tiene
quejas “en este contexto”: “Hay alta y bajas, como todos los años”. En su caso,
los feriados complican porque ajustan el mes y los bolsillos pero a diferencia
de lo esperado fin de mes puede ser una buena oportunidad porque “hay gente que
ve que le sobró un poco de plata que no se justifica ahorrar y entonces la
vuelca a los libros usados. Por el mismo precio que una novedad se puede llevar
hasta cinco más”.
Juan
Pablo Correa está detrás de Librería Mastronardi, “librería de viejo”, como se define en su Instagram que atiende de
manera virtual. Gestor y conocedor del mundo editorial, entusiasta lector,
Correa define a la ciudad de Buenos Aires como “un paraíso para quienes aman los
libros”. Él mismo, desde su 15 años,
compró tantos libros que “cada tanto hago pequeñas ferias, regalo o canjeo.
Hace unos años empecé a vender en Mercado Libre, pero se volvieron despóticos y
dejé de hacerlo a través de ellos”. Para Correa, ese comercio sirve a comercios
pero no a libreros amateurs, como él que “en cierto modo vendo para comprar”.
“Con
los años -dice- he aprendido a ser desprendido, prefiero hablar de juego no de
marketing. Me gusta que uses la palabra curaduría, yo que me he pasado la vida
riéndome de los curadores, ahora me he vuelto curador curatorial. Y lo que
pongo a la venta es lo que he leído y me gusta. A veces me cambió el gusto y ya
no me gusta más, pero puedo hablar de la impresión que me produjo en su
momento Nabokov, por ejemplo. Ahora no me gusta pero cuando lo leía me hacía vibrar”.
Esa
vibración probablemente lo aleja de pensar al libro en función de su fin
monetario: “Me resisto a pensar en el libro como valor económico, valen por el
placer que te dan. Tener una biblioteca es una felicidad, recorrés los
anaqueles buscando alguno y te encontrás con otro que te estaba esperando y
tenía algo importante para decirte”.
Libros Pampa es un emprendimiento librero de venta
online que surgió en 2008, encabezado por madre e hijo, Andrea y Agustín. La
sinergia entre quienes compran y quienes venden se sostiene en las referencias
y en el vínculo, por lo que intentan ofrecer textos que consideran de interés
para sus clientes. “Nos
contactan personas con interés en vender sus libros por diversos motivos,
mudanzas, sucesiones, problemas de espacio, donaciones, entre otros motivos”,
cuenta Agustín sobre el circuito que da forma a su catálogo.
Sobre
el interés en usado plantea que no están “viendo un aumento en ventas, observamos
un gran estancamiento hace unos años a esta parte. Para los lectores los precios de los libros
nuevos actualmente son prohibitivos y eso puede que esté haciendo que haya un
cierto interés en el libro usado. No obstante, vemos que tanto para el libro
nuevo como usado el mercado se ha achicado enormemente producto del estancamiento
económico”
En
su opinión interviene otro factor “cultural”: “la gente lee poco o directamente
no lee libros, y ello incide fuertemente en toda la industria. Asimismo, esta
problemática representa también un desafío para los libreros que tendemos a
leer mucho y querer entusiasmar a los lectores con libros fuera de catálogo,
rarezas o de autores todavía desconocidos o que se leyeron mucho en su momento
y que deben ser recuperados”, dice.
Libros
y medio ambiente ¿sustentabilidad gana novedad?
Libros Pampa se presenta como una forma de “lectura
más ecológica y sustentable”. Explica Agustín, también abogado y politólogo, que “está
claro que la reedición de cualquier obra implica en términos de
sustentabilidad, un gasto en papel que proviene del procesamiento de la pulpa
de celulosa de origen vegetal. El
libro usado permite esa circularidad y reutilización de una obra ya impresa”.
Eso, dice, potencia también la bibliodiversidad con la recuperación de obras
que ya no se reeditan.
La
propuesta de Libros Pampa con una perspectiva eco entra en diálogo con la
tendencia a la circularidad que están proponiendo otras industrias como la
moda. Para Zachariah si el motivo de inclinarse al usado fuera ecológico no le
pedirían bolsitas de plástico para cargar los libros que compran en su
librería. Y De Luchi en está línea aporta: “Me encantaría pensar que fuera por una inquietud ecológica, pero me
inclino a que responde a una cuestión económica”.
A
esa cruzada de crisis que conjuga situación económica y el precio de las
novedades, Juan Pablo Correa agrega otra: “Una crisis de la industria editorial
mainstream, publican libros que no tienen nada que ver con la literatura y
salvo en algunas librerías no encontrás novelas que no sean novedades”.