Es un clásico: cada dos por tres, las distribuidoras que importan libros desde España denuncian demoras en los trámites para hacer entrar los libros al país. A veces apelan a una curiosa idea de censura, a veces simplemente se quejan del ataque a la bibliodiversidad. Raramente piensan que el precio de los libros que les fijan a los libros importados es una forma de censura y un ataque a la bibliodiversidad del cual son responsables. Por su parte, el Estado invoca razones estrafalarias, que incluyen la cantidad de plomo presente en la tinta con que se imprimen los libros y otras cuestiones tan fantásticas como ésas. Lo cierto es que se trata de un problema recurrente. Es lo que se lee en la nota que Luciano Saliche publicó en InfoBAE Cultura, del 23 de marzo pasado. En su bajada se lee: “Las distribuidoras denuncian que los trámites que antes tardaban diez días, ahora llevan meses. A poco más de un mes del inicio de la Feria del Libro, los ejemplares permanecen guardados en el puerto de Buenos Aires”
Importaciones demoradas,
burocracia y desconcierto: por qué hay miles de libros retenidos en la Aduana
“No te lo puedo explicar porque no sé lo que es”. Del otro lado del teléfono, Jorge Waldhuter se rasca la cabeza. Después se ríe. Está, como varias distribuidoras de libros, atrapado en los tentáculos de la burocracia. Quienes quieran traer libros del exterior deben salir ilesos del tramiterío: formulario 453/685, facturas o proformas de los proveedores, caratula del SIRA (Sistema de importaciones de la República Argentina) e Inscripción al Registro Único de la Matriz Productiva (RUMP). Pero además, y esto es lo que desde hace semanas inquieta a la industria, es el control de tintas. ¿De qué se trata?
Para importar más de 500 ejemplares por título hay que hacer un trámite
especial: un laboratorio debe analizar muestras para determinar que no haya
plomo en la tinta. Para importar menos de 500 ejemplares por título eso no es
necesario; basta con la “Declaración Jurada de Excepción al Régimen de
Seguridad de Tintas y Papel”, que en la jerga se llama control de tintas. Lo
que hoy está fallando es ese trámite. Entonces los embarques que llegan al
puerto quedan retenidos en la Aduana porque aún no se ha aprobado esa
declaración. Miles y miles de libros, ya en suelo argentino, quedan ahí,
esperando.
“A partir de un determinado día te cobran el
estacionamiento de esa mercancía. Otro costo más que tenemos que afrontar
nosotros”, dice el gerente de la Distribuidora Waldhuter quien ahora, en este
momento, tiene 7000 libros en tono de espera. Son entre 200 y 300 títulos,
ninguno supera los cien ejemplares. Provienen de España, de ocho sellos diferentes:
mucha narrativa y algo de ensayo. El trámite se inició en enero, el barco llegó
el 9 de marzo. Desde entonces, esperan que le aprueben el control de tintas
para que la cadena del libro siga girando y concluya en las manos de los
lectores.
“El tema es que, al no superar los 500 ejemplares
por título, no se requiere que analicen el libro físico. No se entiende por qué
demoran tanto”, se pregunta. Esta normativa fue emitida por la Dirección
Nacional de Reglamentos Técnicos, que depende de la Secretaria de Comercio.
“Son libros que traemos para la Feria del Libro”, cuenta Waldhuter sobre el
megaevento que empieza 27 de abril y recuerda que este contexto, que parece
novedoso, no lo es tanto: “El año pasado había problemas con el SIRA. Este año
también: al segundo embarque que pedimos no le aprobaron el SIRA. Y ahora se
suma el control de tintas”.
Felipe Martínez, gerente de Riverside, tiene todo anotado y detallado.
El 11 de enero presentaron la Declaración Jurada. Hasta ahora no tuvieran
respuesta. “Si el trámite no se encuentra aprobado, a pesar de tener la SIRA
aprobada, la empresa no puede retirar el contenedor de aduana. Esto implica
afrontar gastos de pérdida de ‘forzoso’ (700 dólares aproximadamente más
impuestos), de almacenaje por contendor en terminal (cien por día
aproximadamente más impuestos), de devolución de contenedor (180 dólares por
día) y una multa que, pasados los 16 días hábiles, equivale al 1% de la base
imponible”, explica Martínez.
Para Tomás Lambré de Del Nuevo Extremo, el trámite es “ridículo”:
“Imaginate que ni España ni Estados Unidos van a imprimir con tintas tóxicas.
Es algo que no se hace desde años”. Del Nuevo Extremo hizo dos pedidos a
principios de enero. Son cómics. “Nos respondieron hace una semana y media. La
Afip te dice que tenés tal problema, pero lo tenés que deducir. Quizás hay un
error en una letra, lo corregís y no pasa. Ahora hay una persona que está
mirando ítem por ítem. Un error puede ser la palabra año, porque en Estados
Unidos no hay ñ entonces dice ano en vez de año. Estamos a ese nivel de
detalle”.
No todas las importadoras tienen embarques
retenidos, pero saben que les puede pasar. Por ejemplo, los libros que pidió
Del Naranjo están en viaje. Aún no llegaron a la Argentina, pero tampoco tienen
la aprobación. “El trámite está demorado pero pocos días. Nuestra situación no
es grave. Nos preocupa como sector”, dice Alejo Ávila y agrega que
“además del perjuicio económico está la cuestión de que tenés los libros en el
país y no los podés vender”. “Estamos hablando de pequeñas cantidades, mucha
variedad de título, bibliodiversidad. Por lo general, cada uno de nosotros
importa libros que otros no traen”.
“Antes, tardaba entre siete y diez días. Desde hace tres meses tarda de
treinta a sesenta días”. La que habla es Silvina Fernández de
Distribuidora Grupal. “La última importación que hicimos demoró 29 días.
Empezamos a mandar correos e inmediatamente se activó. Ahora tenemos una carga
que me está llegando el 25 de abril. Si me demora sesenta días no voy a tenerla
para la Feria del Libro. Todo este proceso tiene una lentitud enorme. Además, a
veces un buque te cambia de puerto y te tarda más. Lo que pedimos a finales de
diciembre lo estamos recibiendo en abril, si es que se alinean los planetas”,
explica.
En el fuero interno el problema está en la escasez de papel. Ahora,
en las fronteras, se suma esto que no parece ser tan nuevo. En ambos casos, el
Estado no ofrece respuestas y la industria del libro se resquebraja. “El
problema es que todos estos gastos, lamentablemente, los tenemos que trasladar
al precio del libro”, dice Fernández y concluye con una pregunta: “¿Por qué
Coldplay tiene un dólar preferencial, por qué hay beneficios para un montón de
sectores y a nosotros no, que somos cultura, que apostamos a la
bibliodiversidad, que tenemos ahora un evento multitudinario?”
Gran parte del encarecimiento del libro extranjero se debe a la devaluación del peso argentino
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