Verónica Zondek (Santiago de Chile, 1953) es Licenciada en Historia del Arte de la Universidad Hebrea de Jerusalén. Poeta, traductora y gestora cultural, forma parte del comité editorial de LOM, la principal editorial independiente chilena. Es asesora externa del Departamento de Extensión de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Austral de Chile, en Valdivia. Durante los últimos 25 años se ha dedicado a la traducción tanto de textos literarios como de otras materias. Escribe poesía y sus libros han sido publicados en Chile, Argentina y Colombia. Ha organizado innumerables encuentros literarios nacionales e internacionales tanto en Chile como en el extranjero. Ha publicado Entrecielo y Entrelinea (Santiago: Ediciones Minga, 1984), La Sombra tras el Muro (Santiago, Ediciones Manieristas, 1985), El Hueso de la Memoria (Buenos Aires: Editorial Ultimo Reino, 1988), Vagido (Buenos Aires: Editorial Ultimo Reino, 1991), Peregrina de mí (Santiago: Editorial Cuarto Propio, 1993), Membranza (Santiago, Ed. Cuarto Propio y Cordillera, 1995), Entre Lagartas (Santiago: Ed. Lom, 1999), El Libro de los Valles (Santiago: Ed. Lom, 2003) y Por gracia de hombre (Santiago: Ed. Lom, 2008); en co-autoría, Cartas al Azar (Zondek, Verónica; Adriasola, María Teresa. Muestra de Poesía Chilena; Santiago, Ediciones Ergo Sum, 1989). Tradujo poemas de Derek Walcott, Ann Sexton y Paul Celan.
1) ¿En qué reconoce una buena traducción? En otros términos, ¿cómo definiría una buena traducción?
–Una buena traducción es aquella en la cual lees y el lenguaje no te entorpece ni la facultad de comprensión ni el placer de la lectura. Sin embargo, esto puede ser así y la traducción puede haber inventado el texto por completo. En ese caso, esta sería una mala traducción ya no tendríamos acceso alguno a lo que el autor quizo o quería decirnos., Esto, claro, sólo en el caso de que yo lectora, maneje la otra lengua y tenga acceso a ella. Sin eso, podría pasar por buena igualmente. Pero fraudes existen en todos los oficios.
2) ¿Le molesta leer un libro traducido a otras especies del castellano? Si sí, ¿por qué?
–Muchas veces sí y por la mitad de la razón que te planteo en la primera pregunta: porque me entorpece el placer de la lectura, me hace detenerme y no me deja fluir. Me hace conciente y no deja que el texto me transporte a ese otro espacio en el que funciona y en el que a mí me place entrar.
3) ¿Quiénes, en su opinión, han sido buenos traductores en su país? ¿De qué obras?
–Pues varios. Así al vuelo te puedo hablar de Miguel Castillo Didier con sus traducciones de Kavafis y Elytis, Humberto Díaz Casanueva con su traducción de Coleridge, Uribe con su traducción de Pound y Rimbaud, Pablo Oyarzún con su traducción de Celan, Waldo Rojas con su traducción de Michaux y Ponge y otros, que dada la premura del pedimento quedarán en el tintero.
Mauricio Kartun (San Martín, Pcia. de Buenos Aires, 1946) es dramaturgo, director y maestro de dramaturgia. Creador de la Carrera de Dramaturgia de la E.A.D., Escuela de Arte Dramático de la Ciudad de Buenos Aires, es responsable allí actualmente de su Cátedra de Taller y de su Coordinación Pedagógica. Es docente de la Universidad Nacional del Centro en cuya Facultad de Arte es titular de las cátedras Creación Colectiva, y Dramaturgia; en la Carrera de Promoción Teatral de la Universidad de las Madres de Plaza de Mayo fue titular también de la materia Escritura Teatral; y dictó en la Escuela de Titiriteros del Teatro Gral. San Martín la materia Dramaturgia para títeres y objetos. De continuada actividad pedagógica en su país y en el exterior, ha dictado innumerables talleres y seminarios en España, Brasil, México, Cuba, Colombia, Chile, Venezuela, Uruguay, Bolivia y Puerto Rico. Recibió, entre muchos otros, el Premio Argentores (1983), el Premio al Mejor Autor Nacional otorgado por la Asociación de Cronistas del Espectáculo (1991), el Prensario (1993), y el Premio Konex (1994 y 2004). Su obra édita incluye Chau Misterix (Buenos Aires, Editorial Autores, 1983), La casita de los viejos (Buenos Aires, Editorial Autores, 1985 y Editorial Puntosur, 1989), Cumbia morena cumbia (Buenos Aires, Editorial Autores, 1985), Pericones (Buenos Aires, Ediciones Teatro. T.M.G.S.M., 1987), El partener (Santa Fe, Universidad Nacional del Litoral. Serie Teatro Argentino, 1989 y Girol Books, Canadá, 1993), Salto al cielo (Girol Books, Canadá, 1993), Obras completas. Tomo I (Buenos Aires, Ediciones Corregidor, 1993), Lejos de aquí (Cuba, Revista Conjunto Nº 100, 1995), Como un puñal en las carnes (Revista Teatro XXI. Año II. Nº 12, 1996 y Madrid, Ediciones Casa de América, 1999), Rápido nocturno, aire de foxtrot (Revista Teatro/CELCIT 9/10. 1998 y Madrid, Ediciones Casa de América, 1999), Diálogos Dramatúrgicos México-Argentina (México, Ed. Tablado IberoAmericano, 2000), Obras completas. Tomo II (Buenos Aires, Ediciones, Corregidor, Buenos Aires, 1999), Escritos 1975-2001 (Buenos Aires, Libros del Rojas, Universidad de Buenos Aires, 2001), Sacco y Vanzetti(Buenos Aires, Adriana Hidalgo, 2001), El Niño Argentino (Buenos Aires, Editorial Atuel, Colección Biblioteca del Espectador, 2006), Sacco y Vanzetti. Dramaturgia sumaria de documentos sobre el caso (Cuba, Nuevo Teatro Argentino: dramaturgia (s), Colección La Honda, Casa de las Américas, 2007) y Una conceptiva ordinaria para el dramaturgo criador (México, Cuadernos de Ensayo Teatral, Editorial PASODEGATO, México, 2007)
1) ¿En qué reconoce una buena traducción? En otros términos, ¿cómo definiría una buena traducción?
–Pienso exclusivamente en términos de teatro que es el género que conozco y practico. En el curioso mecanismo de poetizar lo coloquial, de estilizar esa zona berreta de la palabra que es siempre la catarata oral, el teatro se ha valido tradicionalmente de algunos procedimientos básicos. Más allá del sentido, de la letra, ha hecho formas con la palabra en tanto sonido: ha hecho música, digamos. Aun en la más cruda prosa. Y en un acto más complejo al dotar a distintos personajes de su propio lenguaje y su propio ritmo, ha hecho composición. Una buena obra es siempre una construcción polifónica. Una buena traducción teatral es aquella entonces que al sentido puede sumarle esta compleja condición musical. Creo que a diferencia de buena parte de la narrativa el teatro se escribe con la oreja. Requiere entonces de traductor afinado. O chirría.
2) ¿Le molesta leer un libro traducido a otras especies del castellano? Si sí, ¿por qué?
–Recuerdo siempre un “piélago de calamidades” que en una traducción de Astrana Marín me hizo revolear por la ventana de un segundo piso un Shakespeare hace años. El que se quema con leche cuando ve la vaca llora: me llevó largo tiempo volver a entrarle en otras versiones. Intenté con el Romeo y Julieta que tradujo Neruda y quedé convencido de que se trataba de teatro infantil. Medio grandecito ya fui descubriendo traducciones más cercanas y recién allí pude disfrutarlo. Trabajar para el oído del espectador tiene en el teatro sus bemoles: la carga afectada del tú en una punta o la vulgaridad del voseo en la otra son capaces de contaminar a cualquier clásico. Hemos llegado en nuestros escenarios al extremo de generar construcciones neutras que evitando ambas dificultades le den al público la sensación de cercanía sin que suene a colectivo 60: una pirueta de circo.
3) ¿Quiénes, en su opinión, han sido buenos traductores en tu país? ¿De qué obras?
–Buenas versiones de las de Pinter hizo Spregelburd, por ejemplo, pero sería muy injusto dar nombres porque cito de memoria (a diferencia de las traducciones literarias las de teatro solo quedan registradas en el programa de mano). Seguro que hay muchos otros. Que no los recuerde habla seguramente de cierto injusto anonimato que condena en general a los traductores. Cuando la traducción está bien no se los ve y cuando está mal se los apalea. En toda Latinoamérica todavía nos cascotean por haber edulcorado a O´Neill y a Tennessee Williams en las únicas traducciones que circularon durante décadas.
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