recientemente incluido en nueva traducción en el catálogo de la editorial Nórdica Libros.
El manifiesto comunista
Existen frases tan estruendosas como el rugido de una cascada. Palabras que encuentran el momento exacto para unirse en una frase que hace surgir miles, quizá millones, de palabras más. Noviembre de 1847, segundo congreso de la Liga Comunista ; Marx y Engels apuntan: “La historia de todas las sociedades anteriores a la nuestra es la lucha de clases”. Es aquí donde la cascada comienza a derramar un mar de opiniones; hoy, el caudal no ha cesado aún.
Hablar del Manifiesto comunista no vuelve a nadie “rojillo” ni de ningún otro color; simplemente se trata de reconocer la importancia, como punto de inflexión, que ha tenido en el pensamiento humano durante ya casi dos centenas de años, nada menos. Su lectura resulta entonces elemental para discernir, debatir, disentir o comprender muchas de las causas de la sociedad actual. El ejercicio de la consciencia no puede hallar una expresión clara al respecto de aquello que desconoce. Así pues, dados los múltiples matices que se le han otorgado a dicho manifiesto, no viene mal volver al origen para sacar cuentas propias.
En esta edición confluyen la traducción del original a cargo de Jacobo Muñoz y las ilustraciones de Fernando Vicente –conocido por su labor en el diario El País y la revista Letras Libres–. De manera sobresaliente, este último acompaña el texto con imágenes en las que nos muestra el devenir de la relación entre el obrero y el poseedor de los medios de producción; entre el proletario y el burgués. Hombres-máquina apresurados por cumplir sus labores; hombres que son devorados por otra máquina que produce billetes y un planeta que gira sin descanso sobre un extractor de jugos, son ejemplos del trabajo de Fernando Vicente en este libro.
Tocante al contenido del texto, aparte de los cuatro capítulos que lo componen, en él se incluyen seis prólogos correspondientes a tres ediciones alemanas, la de 1872, 1883 y 1890; uno a la edición rusa de 1882; otro más a la edición polaca de 1892; así como unas líneas dedicadas a los lectores italianos. Todos ellos firmados por Engels, con excepción del primero donde también aparece la rúbrica de Marx.
El resultado es un libro perfectamente equilibrado en el que se respetan la importancia primordial del texto y el aporte oportuno de las artes gráficas. La presencia en nuestros días del Manifiesto comunista es clara muestra del eco de las palabras de sus autores, encumbradas en el centro del debate por años, el caudal de opiniones al respecto no deja de caer. La invitación a su lectura queda hecha: ¡Amantes de las lecturas esenciales de todos los países del mundo, uníos!
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