Editar contra (o a pesar) de la crisis
¿Dónde
están los lectores? ¿Qué quieren leer? Son sin duda las preguntas del
millón, las que se hacen cada vez que elaboran sus programas y ajustan sus
presupuestos los pequeños (y los grandes, por supuesto) editores. Más allá de
las leyendas urbanas acerca de la crisis permanente del libro y por tanto su
probada resistencia, las cifras cantan y muestran las contradicciones de un
sector que aparentemente necesita una reconversión cuyo rumbo, sin embargo, no
parece claro. Como en otros sectores de la cultura se trabaja con pasos
inciertos y con el método de ‘prueba y error’. Dificultades aparte, las
llamadas editoriales independientes –es decir, aquellas que se sustentan
por la vocación de sus directores, sus pequeños presupuestos y sus plantillas
mínimas– de Castilla y León (una representación ha sido consultada por La
sombra del ciprés) se muestran dispuestas a resistir, a buscar la manera de
seguir ofreciendo buena literatura contra las tempestades de la crisis
económica y los gustos que en el mercado imponen los grandes grupos, aunque sea
reduciendo títulos y tiradas.
Las cuentas de las paradojas del sector tienen que ver con el número creciente de títulos publicados año a año según los datos de la agencia del ISBN. Desde
Lo que sí baja es el nivel de riesgo no solo de los editores, sino también de las instituciones encargadas de ayudas al sector y de los propios lectores. Así lo cree José Ángel Zapatero, para quien las crisis «es cierto que pueden significar oportunidad y una cierta limpieza en un negocio con inflación de títulos, pero también es cierto que se puede llevar por delante propuestas interesantes como la nuestra». Menoscuarto, la editorial que dirige desde Palencia, se hizo un hueco nacional especializándose en narrativa breve y autores españoles jóvenes aunque con una sólida trayectoria, sin embargo la actual situación puede hacer variar en parte su rumbo. «Como cada vez se vende menos, las grandes editoriales vuelven a editar una y otra vez los mismos títulos y a los mismos autores, y los lectores no arriesgan, no parecen interesados en conocer nuevos nombres. Tampoco las ayudas a la edición se interesan por las nuevas propuestas aunque vengan avaladas ya por una calidad contrastada y, para remate, los críticos tampoco apuesta por la gente joven, probablemente agobiados por el aluvión de novedades en torno a gente muy conocida».
Zapatero pone el dedo en otra llaga: las traducciones. «Somos el país que más traduce. Todo lo que se publica en el mundo sea bueno o malo se traduce y eso causa un efecto curioso en el lector, al que el simple hecho de que alguien se haya molestado en traducir un libro al español parece darle garantía de calidad». Sin embargo, y aunque las circunstancia le obliguen a iniciar un camino de recuperación de textos extranjeros interesantes ya descatalogados o incluso inéditos (en esta línea tiene previsto publicar este año ‘Un hombre acabado’, de Giovanni Papini en su otro sello, Cálamo) no piensa renunciar ni a la calidad, «por supuesto», ni a su apuesta inicial. Así lo demuestran las novedades que anuncia la editorial para el 2013 y que en el apartado de cuentos aportará las últimas entregas de un autor ya casi de culto entre los seguidores del cuento como Ángel Olgoso con Las frutas de la luna, o 29 cadáveres, de Pepe Cervera. También sacará a la luz las novelas Murasaki de Julio Baquero y No sé quién eres, de Miguel Torre, ganador del último premio Tristana. Y entre los proyectos estrella, El devorador de hombres, la recuperación en un volumen de todas las novelas cortas de Horacio Quiroga, un clásico de la narrativa breve del que Menoscuarto publico en su día los cuentos completos.
Con el pasado
Con
las ideas muy claras y una línea ajena no ya a cualquier moda sino a cualquier
camino trillado se mantienen Fabio Rodríguez de la Flor y su editorial Delirio,
uno de esos nombres que son por sí mismos una declaración de intenciones. Esta
aún joven editorial radicada en Salamanca comenzó el año recordando la figura
de un salmantino imprescindible en el último tercio del siglo XX. En La vida dañada de Aníbal Núñez, su
autor, Fernando R. de la Flor ,
se sirve de la poética vital del autor de ‘Alzado de la ruina’ para hacer el
retrato de una época.
Delirio planea engrosar sus colecciones de ensayo –con un diccionario de términos ‘inventados’ y un estudio de sobre las Soledades de Góngora– y poesía, y fomentar la hasta ahora menos cultivada de la narrativa. En esta última tiene en cartera el libro de cuentos ‘Como el ciervo huiste’ de Yago Fernández. Pero una de las apuestas más importantes de este comienzo de año será Loca parva. Obras en la que reunirá la obra completa de Felipe Núñez, tanto la ensayística (Para escapar de la voz media) como toda su poesía que en su día editara Calambur, así como poemas inéditos, las colaboraciones periodísticas y los textos para catálogos de arte.
Delirio, como afirma su director, «no tiene tanto un compromiso con el futuro como con el pasado. Sentimos que los libros que vamos editando ‘cierran ciclos’, terminan por redondear los círculos, dan por zanjados algunos temas. Nos podríamos haber llamado Editorial La Última Palabra, pero entonces tendríamos que reeditar a Nietzsche y algún que otro manual de autoayuda», afirma con sentido del humor.
Ajenos a las prisas que impone el mercado («tanta novedad y tanto presente, y tanto ahora y tanto ya, nos dan un poco de náuseas») siente que el e-book no les compete de momento. «El libro electrónico es una de esas carreras. De repente todo el mundo sale corriendo y parece que lo que tienes que hacer es correr con ellos, sin saber, por lo menos tú, dónde vas, qué dorsal llevas o siquiera por qué vas en triciclo mientras los demás lo hacen en Porches Cayenne. Nosotros somos conscientes de que mucha de la ‘impronta’ de nuestra editorial reside en el diseño, en el formato, en su atractivo y eso es lo que hacemos».
Pocas nueces
Un
veterano de la edición, Fernando Arnaiz, de la burgalesa Dossoles coincide en
afirmar que en torno al libro electrónico hay de momento «mucho ruido y pocas
nueces. Nosotros hemos decidido no hacer ediciones digitales pues
consideramos que no existe seguridad alguna en este tipo de edición. Se copian
con mucha facilidad y por otro lado el número de terminales de
e-book vendidas en España es muy pequeña. Preferimos apostar por mejorar
la calidad de la edición impresa», asegura.
Coincide con Zapatero en que el esfuerzo que hacen las editoriales pequeñas por dar a conocer nuevos autores que difícilmente tendrían cabida en las editoriales estrictamente comerciales «no ha sido suficientemente valorado por los lectores, por los escritores ni por los organismos oficiales con responsabilidad en la cultura». Este sello que mira con especial atención a autores y temas burgaleses dará a conocer este año la obra de Ignacio Manrique ( No fue otro estúpido viaje a Koprivnica) Daniel Ortega (Berlín 1945. Diario de un infierno), entre otros.
La editorial segoviana
Al año siguiente de haberse apuntado el tanto de publicar la primera biografía en castellano de Samuel Beckett, ya tienen su vista puesta en Robert Walser (Diario de 1926), Anatole Broyard (Ebrio de enfermedad) y en el mismísimo Conrad con una serie de textos inéditos en castellano cuyo título por el momento prefiere silenciar Carlos Rod, uno de sus responsables.
Su visión del panorama no es alentador, como la del resto de sus colegas, pero quizá lo expresen con más nitidez. Por ejemplo cuando hablan de la situación del mercado en relación con los grandes grupos: «Las editoriales que más venden, y que forman parte de grandes grupos de comunicación (con distribuidora propia), se preocupan, en detrimento de la calidad del libro, por copar (y saturar) las mesas de novedades al coste que sea: además de publicar y reimprimir su fondo a mansalva, al margen de la demanda, juegan con los porcentajes, sirven a librerías que no pagan los depósitos y alquilan escaparates y espacios importantes en las librerías y grandes superficies. Mientras, las distribuidoras de editoriales pequeñas se las ven y se las desean para colocar sus novedades y hacerlos visibles de cara al cliente-lector».
Creen que las editoriales pequeñas son las que deberían liderar un cambio de modelo que prime «la búsqueda de un canal que llegue y nos comunique con el lector interesado en los libros que publicamos. Porque no cabe duda de que el lector está ahí. Y donde hay un lector hay una comunidad de lectores. Y para ellos trabajamos».
El vallisoletano César Sanz, director de Difácil, es otro de los que apostó por descubrir nuevos valores y otro que ha comprobado «no sin desconcierto, la verdad» y cierta ironía que lo que más valoran la crítica, los libreros y el público en general son las editoriales «que han redescubierto el siglo XIX o hacen una nueva edición de los clásicos de toda la vida, en buena parte de los casos con hermosos ‘santos’, eso sí, que hay que darle valor al libro (porque parece que por sí mismo ya no lo tiene) o tratan de demostrar que los autores finlandeses son interesantes por ser finlandeses».
Un rockero en catálogo
Su
catálogo incorporará en fechas próximas a un rockero: Igor Paskual, quien fuera
líder de Babylon Chat y actual guitarrista de Loquillo. Y Loquillo será el
prologuista de esta obra miscelánea en torno al mundo de la música y más. En
Poesía, una de las claves editoriales de Difácil, publicará el último libro de
Leopoldo María Panero y el cierre de la Trilogía de Nueva York de Fernando del Val.
Antes de acabar el semestre también habrá visto la luz la última novela de
Ángel Vallecillo, Ban, bang, Wilco
Wallace. La apertura de una serie de estudios sobre los archivos de Juan Ramón
Jiménez completa los proyectos para la primera parte del año.
Para Rafael Vega, director de Multiversa, «el volumen de libros editados es fruto de una burbuja que aún continúa estallando en el mundo editorial». A su juicio la crisis económica se suma a la crisis de negocio y confía en las redes sociales y el comercio electrónico, como vías para establecer un contacto directo con el lector. De su horno saldrán este año títulos de Alfredo Sanjuán Ferrer, David Rodríguez Gómez, Mª Rosa Navarro y Juan Manuel de
Mención aparte merecen dos editoriales que por su forma de editar mantienen una relación directa con los lectores a través de suscripciones. Son El Gato Gris y Tansonville, ambas especialmente centradas en la poesía y hacer de los libros objetos de arte. José Noriega, director de la primera, anuncia para este año el cierre de su célebre colección ‘Manuscritos de poesía’ con la que ha llegado a museos de España y de Europa. Y no porque haya tirado la toalla, sino porque quiere emprender nuevos caminos aún más ambiciosos.
Eduardo Fraile, director de Tansonville, mira la situación desde la distancia de quien financia el libro siguiente con las ventas del anterior y contando «con la paciencia de los fieles suscriptores». Entre sus planes figura reeditar una pequeña joya La caja de plata de Luis Alberto de Cuenca, un libro importante y significativo de la época de los ochenta en España.
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