A pesar de la
verbosidad habitual, en la columna de Damián Tabarovsky publicada en el diario
Perfil, el 28 de mayo pasado, se da cuenta de la publicación de un libro sobre
la editorial chilena Nascimento, acaso uno de los más interesante proyectos
editoriales trasandinos del siglo XX. Por eso vale la pena leerla.
Un proyecto loco y genial
La escena fue así,
y casi que podría interpretarse como un pedido de disculpas (de paso aprovecho
y serán dos): estaba caminando por un pasillo en la reciente Feria del Libro,
apurado, tenía una cita en El Galeón a la que estaba llegando irremediablemente
tarde. Doblé luego en ese pasillo y me encontré en medio de un gentío, vasos en
mano, celebrando algo en algún stand, que agravaba aún más mi retraso. De
repente, del medio de la masa obstaculizante, apareció Guido Arroyo,
poeta y editor de las buenas ediciones Alquimia, en Chile. Reparé entonces en
que estaba en medio de un brindis ofrecido por el stand de aquel país. No tuve
tiempo de explicarle a Guido que estaba apurado cuando él ya había sacado de su
mochila un libro para regalarme, me dio alguna explicación sobre su contenido,
yo respondí algo balbuceante, guardé el libro y me fui, de un modo bastante
descortés. Aprovecho entonces esta ocasión que tan gentilmente me otorga el
grupo Perfil (ahora que Perfil compró
una radio, ya me siento dentro de un grupo: de aquí a poner y sacar ministros y
jueces de la Corte Suprema como Clarín,
sólo un paso) para pedirle disculpas a Guido. Y ya que estoy, también a Marcela
Fuentealba, editora y crítica, con quien en octubre, en Santiago de Chile, me
ocurrió una situación similar (saliendo yo de una librería de viejo en la calle
Merced, apurado por llegar a una cita, siempre retrasado, casi me la llevé por
delante, y apenas si mantuve conversación, con una descortesía que, lo juro, no
me caracteriza).
Volviendo a Guido,
apenas alcancé a escuchar algo sobre no sé qué editor chileno y seguí raudo a
mi destino. Cuando llegué al café, mi cita arribó con media hora de retraso,
tiempo ideal para sacar de la mochila el libro que me había regalado. Era Nascimento. El editor de los chilenos,
de Felipe Reyes F. con prólogo de Roberto Merino, Ventana Abierta Editores,
Santiago de Chile, 2014 (ahora que me doy cuenta, mezclé la anécdota de Guido
con la de Marcela porque en aquella librería de viejo de Santiago yo había
comprado una edición algo enmohecida de El
chileno en Madrid, de Joaquín Edwards Bello, publicado precisamente por
Nascimento). El libro de Reyes F. narra la historia de esa editorial, clave en
la cultura chilena de la primera mitad del siglo XX (aunque continuó editando
hasta principios de los 70), en la que publicaron, entre otros, Neruda,
Gabriela Mistral, Pablo de Rokha, Manuel Rojas, Nicanor Parra, Teresa Wilms
Montt y Eduardo Barrios, quien funcionó de hecho como editor en las sombras o
como recomendador de una gran influencia sobre Carlos George-Nascimento, editor
y propietario de la casa. Primero librería, luego imprenta y finalmente
editorial, Nascimento fue uno de esos proyectos locos y geniales que ocurrían
en América Latina en esos años (la autodenominada edición independiente actual
no le llega a los talones a proyectos como ese, o como aquí Santiago Rueda,
editorial de la que sé que Lucas Petersen –autor de la gran biografía de la
traducción de Ulises de Joyce por
Salas Subirat– se haya investigando su historia).
El libro de Reyes F., estructurado a partir de minibiografías de los autores de Nascimento y su relación con la editorial, es una impecable descripción de la vida literaria y cultural chilena de esa época.
El libro de Reyes F., estructurado a partir de minibiografías de los autores de Nascimento y su relación con la editorial, es una impecable descripción de la vida literaria y cultural chilena de esa época.
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