lunes, 31 de mayo de 2010

Recuerdo de un traductor (XI)


Este mes el blog del Club de Traductores Literarios de Buenos Aires recuerda al poeta, ensayista y traductor Aldo Pellegrini (foto; 1903-1973), introductor del surrealismo en la Argentina en la década de 1920, director y animador de las revistas Que, Ciclo, Letra y Línea y A partir de cero, director de la excelente colección de poesía traducida Los Poetas en el seno de Fabril Editora y autor de una de las más importantes antologías de poesía surrealista publicadas. Justamente, de esta última obra trata la ponencia pronunciada en el marco del Primer Coloquio "Ética y Estética:  Literatura • Artes • Medios • Política”, realizado entre el 23 y el 24 de octubre de 2008, en el Centro de Estudios Avanzados de la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina, del traductor y crítico Santiago Venturini, administrador del blog http://lavidaacuatica.blogspot.com/ La parte más sustantiva de ese trabajo es lo que se reproduce a continuación, con la debida autorización del autor.

La traducción del surrealismo en Argentina:
acerca de una antología

La figura del “médico-poeta” Aldo Pellegrini se recorta como el nombre decisivo al pensar el surgimiento y la difusión del surrealismo argentino. Además de colocarse al frente de las publicaciones ya recuperadas, Pellegrini emprendió un importante trabajo como traductor, que se condensó en su ya célebre Antología de la poesía surrealista (de lengua francesa), publicada originalmente en 1961 por la Compañía General Fabril editora (y dirigida por su amigo Jacobo Muchnik). La misma antología, aunque con ciertas modificaciones, fue publicada en Barcelona veinte años después, en 1981, por el sello Argonauta, y una nueva edición apareció en nuestro país hace dos años, bajo el mismo sello editorial, que dirige ahora Mario Pellegrini, hijo del poeta.

Leer la Antología de la poesía surrealista de Pellegrini poniendo de relieve la operación de traducción, permite revisar los modos en que, desde las configuraciones de una cultura, se leen y se reconstruyen los textos producidos en otra lengua. El concepto de “estrategias de traducción” resulta efectivo para cumplir esta revisión, en la medida en que, como lo sostiene Venuti, da cuenta de dos movimientos: “la tarea básica de seleccionar el texto extranjero a traducir y el desarrollo de un método para traducirlo” (VENUTI en BAKER 1998: 240).

Las antologías de poesía traducida pueden pensarse como representaciones o imágenes cristalizadas de diferentes estados de un campo poético extranjero.Toda antología supone una operación de recorte, exhibición y puesta en valor de los materiales diversos de un campo poético extranjero y tal vez debido al espesor de tal operación, la antología constituye un caso paradigmático en el que rastrear lecturas y representaciones que una literatura construye sobre la literatura en otra lengua. Organizada por un fuerte trabajo de selección –selección, primero, de nombres considerados relevantes (un canon) y, segundo, de un corpus de textos cuya función es definir la relevancia de la poética solidaria al nombre–, las antologías delatan el peso de la figura del traductor como responsable de la manipulación y elaboración de lo extranjero.

Cada antología es diseñada, además, para servir a diferentes propósitos. A diferencia de otras recopilaciones aparecidas en Argentina y dedicadas a la poesía surrealista de lengua francesa (ver bibliografía), la antología preparada por Aldo Pellegrini tiene la pretensión de la exhaustividad, y en su desmesura intenta reflejar el “balance histórico” de un movimiento que tuvo enormes implicancias. El exceso de nombres incluidos –aparecen casi 70 poetas– tiene la intención de representar esa “multitud de seres unidos, aunque sólo transitoriamente, por un ideal colectivo” (PELLEGRINI 2006: 9). Con respecto a la conformación de su corpus, a las exclusiones e inclusiones sobre las que se organiza toda antología, Pellegrini es claro: su “apasionado interés” por el movimiento francés, lo obliga al juicio ético condenatorio que en muchas ocasiones ejerció Breton: así, al explicitar ciertas ausencias (Naville, Limbour) Pellegrini afirma que en el caso de algunos poetas “razones de conducta frente al movimiento han hecho aconsejable su exclusión” (PELLEGRINI 2006: 10). Evidencia de este juicio condenatorio es la anécdota que Pichón Rivière recupera en su artículo sobre el surrealismo argentino publicado en la revista Crisis en 1974: fue el mismo Breton quien “habría querido imponerle [a Pellegrini] la lista de poetas a incluir y hasta la cantidad de poemas”, voluntad a la que el poeta argentino se opuso con firmeza. Desde esta posición comprometida con el movimiento, entonces, pero también desde su voluntad de dar cuenta de la propagación de la técnica surrealista en poetas de diverso corte, se lee la división en dos amplios grupos que separa a los nombres en el índice de la antología, y cuyo factor de distinción es la participación activa en el movimiento: los “Poetas militantes del grupo surrealista” y los “Poetas de lenguaje surrealista”.

Se trata de una antología en la que los textos sólo se leen en su versión, no hay textos en francés (lo que la separa de una publicación especializada o académica). Y si bien casi la totalidad de las traducciones le pertenecen, Pellegrini habilita un cruce, justificado por un argumento de autoridad: se incluyen en la antología cuatro traducciones de Benjamin Péret realizadas por César Moro –poeta surrealista peruano, bilingüe– quien llevó a cabo sus versiones con la ayuda del mismo Péret; al mismo tiempo, uno de los dos poemas con los que se presenta a Moro en la antología (“Carta de amor”) es traducido por Emilio Westphalen, quien también contó con la supervisión del poeta. Este hecho, en apariencia despreciable, delata una clara representación: en la operación inestable de la traducción la vigilancia del autor es capaz de conferir una seguridad indiscutible, la de la paternidad: el autor parece ser el único capaz de instaurar, en la nueva lengua, las coordenadas precisas de su creación.

Pellegrini redacta un extenso estudio, “La poesía surrealista”, que precede a su antología. Este estudio cumple diferentes funciones: a la vez que elabora el devenir histórico del surrealismo, aporta conceptos decisivos y claves de lectura para el lector no especializado, y ensaya un ordenamiento, esto es, clasifica nombres y poéticas. Si se insiste en la lectura de estos paratextos que enmarcan a las versiones tiene es con el fin de recortar juicios o interpretaciones del traductor que no sólo afectan a la configuración final del corpus, sino que acaban por impactar en la práctica de la traducción.

Después de repasar las circunstancias que dan origen al movimiento y exponer las ideas fundamentales que lo impulsan, Pellegrini se detiene en las “técnicas surrealistas”, en la trascendencia del valor imaginación, en la elaboración del “elemento fundamental” de la poesía surrealista que es la imagen, y en el procedimiento específico del automatismo, método que “constituye el centro y la clave de la técnica poética surrealista” (PELLEGRINI 2006: 24). Un apartado después, Pellegrini se dedica a conformar conjuntos, agrupar poéticas según el predominio de elementos utilizados (la mayor parte de corte semántico), aunque previene al lector de la operatividad relativa de tal clasificación. Así se establece una taxonomía: los “poetas del automatismo” (categoría que agrupa a aquellos poetas “de dirección ortodoxa” como Breton y Péret); los “poetas de la exaltación lírica” (Éluard, parte de Desnos, Soupault); los “poetas del humor” (Picabia, Duchamp, Arp); los “poetas de lo maravilloso” (Char, Blanchard, Aragon) y los “poetas negros” (Artaud). Dentro de cada categoría, Pellegrini practica una síntesis crítica de todos sus exponentes.

Además de este acercamiento crítico, Pellegrini presenta a cada poeta a través una breve nota de corte bio-bibliográfico, que detalla las circunstancias que acercan a cada uno al surrealismo –y en algunos de ellos, las que marcan su alejamiento–. También se incluye, en todos los casos, un listado de la bibliografía de los poetas –actualizado, como lo señala el editor, en las ediciones de la antología posteriores a la original, de 1961–. Estas características ponen de relieve la dimensión informativa del proyecto de Pellegrini, en el que la construcción de un saber enciclopédico sobre el movimiento y sus exponentes tiene un alcance innegable, aunque el fin sea también, sin dudas, elaborar una imagen lo más completa posible sobre el surrealismo francés para el lector argentino. Esta cuestión se advierte, aunque de modo indirecto, en la representación dispar de los poetas: muchos de ellos sólo aparecen representados por un solo poema ( Jean-Louis Bedouin, Robert Benayoun, Leonora Carrington, Jean Ferry). La cantidad de textos asignados a cada poeta determina, no en todos los casos (ya que la calidad es un parámetro que se encuentra en proporción directa con la extensión de los textos), su trascendencia para la comprensión de la voluntad surrealista dentro de las coordenadas de la lectura de Pellegrini.

Louis Aragon aparece representado a través de cuatro poemas. “Poema de capa y espada” (Poème de cape et d’épée), un texto incluido en su libro El movimiento perpetuo (Le mouvement perpétuel), de 1926, es uno de ellos. Una lectura nos permite reparar en la operación de traducción de Pellegrini, su estrategia. Ante todo, llama la atención la elección de la forma pronombre de segunda persona plural, vosotros, ajena a la variedad de español rioplatense, y propia de la península, que Pellegrini mantendrá en todas las versiones: “Caballeros del huracán/qué habéis hecho de vuestros guantes”, se lee en el estribillo del poema Aragon. Sin dudas, esta cuestión establece una distancia entre el texto y el lector argentino (aún cuando se trate de un lector habituado a leer traducciones). Con respecto a la selección léxica, más allá de las numerosas posibilidades de traducción que presenta cada lexema, aparece en la versión de Pellegrini un término como alfeñique, también marcado por la extrañeza –lo mismo ocurre en Carlitos Místico (Charlot mystique), donde el lexema francés commis se traslada como dependiente, o en la versión de “Union Libre” de André Breton, donde aparece el lexema cerillas para allumettes.

Por su parte, la versión de “Persona pálida” (Personne Pâle), otro texto de Aragon incluido en su libro Fuego de alegría (Feu de joie, 1920), marca el carácter de ejercicio de reescritura que implica toda traducción: los primeros versos son más contundentes en el poema en español que en el texto francés; Pellegrini intensifica: traduce malhereux por más mísero, maigre por escuálido, périr por aniquilarse (“le pupitre à musique aurait voulu périr” se convierte en “el atril hubiera querido aniquilarse”, un verso de mayor impacto). En este poema se presenta, además, un escollo que será frecuente en otros textos: la traducción de las locuciones, que obligan a una traducción explicada, parafrástica: así, “battre la semelle” se transforma en español en “patalear para ahuyentar el frío”.

René Char, que al igual que Aragon se incluye en el grupo de “los poetas de lo maravilloso”, aparece también representado a través de cuatro poemas. Pellegrini desconfía de Char, desconfía de ese exceso de artífico que hace que su poesía “sea bella sin contener ningún secreto destructor” (PELLEGRINI 2006: 39). Es su “afán de perfección formal”, cree Pellegrini, la que lo aleja de la “voluntaria espontaneidad de los surrealistas” (PELLEGRINI 2006: 116). El poema “La lujuria” (La Luxure), incluido en la plaqueta Poemas militantes (Poèmes militants) de 1932, nos permite confrontar la traducción de Pellegrini con la de otro poeta-traductor decisivo para la difusión de la poesía francesa en Argentina: se trata de Raúl Gustavo Aguirre quien tiempo después de aparecida la Antología surrealista publica para el sello Ediciones del Mediodía una Antología de Char. Más allá de las elecciones léxicas dispares –“herramientas temporarias”, para Aguirre, “utensilios efímeros” para Pellegrini–, el cotejo de ambas versiones nos coloca frente a dos actitudes traductoras disímiles con respecto a la lengua extranjera: mientras que Aguirre se mantiene del lado de la sintaxis francesa, y produce estructuras más oblicuas en español, oblicuidad exigida sin dudas por la impronta del valor fidelidad al texto fuente, Pellegrini opta por la reformulación en los términos de claridad enunciativa, para favorecer la lectura de la versión “argentina”: así, el verso “Où l’on tue où l’on est tué sans contrainte” se lee en Aguirre como “Donde se mata donde se es muerto sin obligación”, mientras que en Pellegrini se trata de: “Donde uno mata donde a uno lo matan libremente”. Lo mismo vuelve a ocurrir algunos versos más abajo con “Figures aussitôt évanouies que composées”, que Aguirre traslada como “Figuras tan pronto desvanecidas como compuestas”, y Pellegrini como “Figuras que se desvanecen apenas formadas”. Esta corroboración no es exclusiva de la traducción de Char, lo idéntico ocurre si nos detenemos, por ejemplo, en las versiones del poema de otro surrealista, Robert Desnos: “Tanto soñé contigo” (J’ai tant rêvé de toi), del libro Cuerpos y Bienes (Corps et biens, 1930) que Pellegrini incluye en la su antología y que Aguirre publica en su volumen Poetas franceses contemporáneos de 1974.

Así se delinean, entonces, dos éticas de traducción que actualizan estrategias diferenciadas, y cuyo resultado final es el montaje de textos que establecen con la lengua meta una relación singular. De un lado o el otro de cada uno de estas éticas, la traducción insiste, habla a través de los textos del mismo modo en que hablaron para los oídos surrealistas esos fuerzas dementes a las que alguna vez se abandonaron. Sólo es cuestión de escuchar.

Bibliografía

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BAKER, M. (comp.): Routledge Encyclopedia of Translation Studies, Routledge, New York, 1998.

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D’ORMESSON, J.: Une autre histoire de la littérature française I, NiL, Francia, 1997.

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VVAA: Antología surrealista, Centro editor de América Latina, Buenos Aires, 1970 (selección y versiones españolas de Aldo Pellegrini).

VVAA: La poesía surrealista (Bretón, Éluard, Aragon y otros), Centro editor de América Latina, Buenos Aires, 1980 (trad. de Rodolfo Alonso y Aldo Pellegrini).

VVAA.: Los arcanos mayores de la poesía surrealista, Argonauta/Alianza Francesa, Buenos Aires, 1992.

domingo, 30 de mayo de 2010

Internet permite poner las cosas en su lugar

El artículo que se transcribe fue publicado por Paula Corrotto en Público, de Madrid, el 26 de mayo pasado. Su copete decía: "Menos de 20 profesionales interpretan finés, islandés, danés, noruego y sueco a pesar de los cientos de títulos que se publican". A continuación de la nota, se reproducen numerados algunos de los muchos comentarios críticos enviados por los lectores a la edición digital del diario, donde se plantea una polémica por demás interesante, en la que menos linda, le dicen de todo a la aparentemente desinformada cronista.

El 'boom' nórdico no tiene traductores

La literatura nórdica no tiene quien la traduzca en España. El boom de la novela negra desatada por autores como el sueco Stieg Larsson provocó que las editoriales buscasen autores por las esquinas más frías de Europa. Desde Islandia a Suecia, Finlandia y Dinamarca. Pero, ¿y quién traduce a todos esos escritores? La cruda realidad es que hay tan pocos profesionales que dominen el castellano y una lengua nórdica que acumulan exceso de trabajo y disparidad de criterios lingüísticos.

Además hay otros dos grandes inconvenientes: los plazos para entregar estos trabajos son cada vez más limitados, porque los sellos quieren lanzar cuanto antes el libro al mercado. Y las tarifas económicas, que rondan los 3.500 euros por libro, no han aumentado. Pocos traductores, poco tiempo y poco dinero. El fenómeno que quiere explotar la Feria del Libro de Madrid también tiene su cara amarga.

Las noruegas Kirstin y Kristina Baggethum, madre e hija, conocen esta situación. Son las únicas que se dedican a traducir a escritores noruegos al castellano. Kristin, que empezó la tarea hace más de 20 años con los libros de Knut Hamsun, señala que "el gran boom para Noruega llegó con El mundo de Sofía, de Josteein Gaarder, que vendió un millón de ejemplares. Entonces la literatura noruega se hizo visible. Pero ahora todo ha explotado. Si hace dos años se traducían uno o dos libros al año, ahora se piden 15. Se ha desmadrado todo".

Según los profesionales de las diferentes lenguas nórdicas con los que ha hablado este periódico, la situación ha llegado a un punto que muchos trabajos son rechazados. "Antes aceptaba todo lo que me ofrecieran, pero ahora no puedo. Una traducción me lleva mucho tiempo, incluso un año, ya que muchas veces tienes que reeler lo que has traducido la noche anterior", comenta Blanca Ortiz, manchega de 40 años que traduce a los autores daneses. Sólo tres personas, incluyéndola a ella, se dedican a esta tarea en España.

Peor están las cosas para el idioma islandés y finés. Del primero, solamente una persona, Enrique Bernárdez, realiza la labor. Este catedrático de la Universidad Complutense es el que ha dado a conocer el best-seller policiaco de Arnaldur Indridasson (La mujer de verde), tras varias décadas traduciendo textos medievales, lo único que se pedía en España hasta hace un par de años. Del finés, Ursula Ojanen, que fue quien inició esta labor en los años ochenta, sigue siendo la voz a la que se remiten todas las editoriales españolas cuando necesitan una traducción de este idioma. Según el Centro Nacional de Estadística de Finlandia, el aumento de las traducciones finés-español ha sido de un 250% de 2002 a 2010.

Idiomas exóticos
¿Por qué, entonces, no hay más personas dedicadas a esta profesión? La clave está en el escaso número de habitantes de estos países "y en que el español tampoco ha sido un idioma que ha despertado demasiado interés hasta los últimos años. A la inversa, estos idiomas siempre han resultado muy exóticos", apunta Kirstin Bagghetum.

El sueco es el idioma escandinavo que cuenta con más intérpretes. Según Martin Lexell, traductor de Stieg Larsson, de Maj Swojall y Per Wähloo, hay al menos una docena. Sin embargo, son también los que más trabajo acumulan y a los que más prisa meten. "Millenium lo traduje en dos años. Es todo mercado, mercado, mercado. La faceta comercial se ha impuesto en detrimento de un trabajo más pausado que es lo que necesita la traducción", afirma.

Un obstáculo más se da con la paradoja de que la mayoría de lo que compran las editoriales españolas son sagas o trilogías. Y quieren que estén listas casi al mismo tiempo. "Eso provoca que no sea una misma persona la que traduzca toda la serie y haya problemas, porque no nos ponemos de acuerdo en la misma terminología para, por ejemplo, los cargos de la policía", apostilla Blanca Ortiz. La prisa acaba con el trabajo bien hecho.

Los traductores piden lentitud también por otra razón. Al ser idiomas procedentes de la rama germánica en el caso de la finesa casi en los márgenes del árbol de la lengua indoeuropea en la mayoría de los casos, este trabajo se hace a cuatro manos. La finlandesa Ursula Ojanen siempre trabaja con el español Rafael García Anguita: "Yo no domino todos los giros y expresiones del español".

Martin Lexell, por su parte, traduce junto a Cristina Cerezo y Juan José Ortega con un peculiar método: "Una vez que está traducido lo leemos en voz alta como si fuera un teatro".

La finalidad es captar la esencia literaria del idioma. "Son lenguas que proceden de la rama germánica, que es muy distinta al español, que es de la rama latina. Debemos cuidar las expresiones, para no tener que utilizar las notas a pie de página, que quedan fatal en una novela", dice Kirstin Baghettum.

El sueco Martin Lexell ofrece un ejemplo: "Cuando traduje a Larsson, con un estilo tan periodístico y transparente, mi temor era que quedara demasiado plano en español, que perdiera su calidad".

El gran problema para todos los traductores es el dinero que cobran por su trabajo. A pesar de la enorme rentabilidad de la novela negra, la traducción no ha visto aumentadas sus tarifas. Y en estos casos parece aún más sangrante. Mientras que por la traducción del inglés al español de un ensayo de reciente éxito se pagaron 15.000 euros la edición costó 3.000 euros, una traducción de un libro escrito en sueco de más de 400 páginas sale por poco más de 3.500 euros. Si, además, la mayoría de estos trabajos se hacen entre dos personas, y se tarda casi un año en hacerlo, la rentabilidad es mínima. La consecuencia es que, prácticamente, ninguno de estos traductores vive de su profesión. La mayoría son profesores en escuelas de idiomas o en la universidad.

"Yo reconozco que soy una excepción porque sí que me dedico íntegramente a esto, pero también lo compatibilizo con otras cosas. Soy la que hace todos los subtítulos de las películas noruegas", comenta Kristina Baghettum.

Novelas con subvención
En el sentido económico, un elemento positivo son las subvenciones que otorgan los organismos lingüísticos de cada uno de estos países. Las exportaciones de sus libros están muy apoyadas, y de eso también se aprovechan las editoriales españolas. De hecho, según comenta Virginia Rodríguez, editora de la novela Las vacas de Stalin, de la finlandesa Sofi Oksanen (451 editores), "si no fuera por estas ayudas, sería imposible traer muchos de estos libros".

Sin embargo, según las cifras que han ofrecido a Público algunos de estos organismos, el monto en subvenciones tampoco es demasiado alto. El FILI finlandés ha dedicado en 2010 una partida de 9.470 euros para la traducción al español de cinco libros. Por su parte, el Centro de Literatura de Dinamarca se gasta una media de 300.000 y 350.000 euros en ayudas a las traducciones en todos los idiomas.

Entre tanto dato negativo, los traductores reconocen que el boom de la novela negra nórdica también ha provocado que los lectores "se acerquen con menos miedo a esta literatura. Eso abre la puerta a muchos autores que si no, no llegarían", apunta Martin Lexell. En este sentido, Enrique Bernárdez agradece poder dar a conocer obras islandesas "muy innovadoras, ya que son escritores que no temen a la experimentación", como Ylsa Sigurdottir. Blanca Ortiz, a quien no le entusiasma demasiado la novela negra, agradece que cada vez le ofrezcan más autores daneses de infantil.

El sueco Martin Lexell es el más optimista: "Esperemos que con todo este éxito nuestras condiciones económicas mejoren y cada vez haya más traductores, para que no se tengan que rechazar trabajos".

Comentarios de los lectores

Comentario 1 - • MtGU 26-05-2010 01:51
Lo siento, pero creo que su artículo peca de unas cuantas inexactitudes.
 
En lo referido al finés, editoriales como Anagrama recurren a la voz de Diulce Fernández Anguita,, la traductora de Arto Paasilinna entre otros.

Del noruego también traducen, por ejemplo, Francisco Úriz, Mariano González Campo o Carmen Montes.
Ninguno de los traductores citados traduce en tandem.

Si puedo permitirme indicarle algo a la autora del artículo, le diré que una buena fuente de información fidedigna es ACE Traductores, cuyo correo electrónico es lamorada@acett.org.

Otra información: los traductores Enrique Bernárdez, Carmen Montes y Dulce Fernández estarán en la Feria del Libro de Madrid el domingo 13 de junio a las siete de la tarde , en el pabellón Carmen Martín Gaite, en una mesa redonda sobre la traducción de la literatura nórdica que organiza la ya citada asociación ACE Traductores.

Comentario 2 - 17 breoghan 26-05-2010 09:45
Tirón de orejas a la autora de la noticia. Sí existen traductores del sueco, noruego, danés, islandés y finés al gallego. Así que revise el texto porque los nombres que cita no son los únicos en España (por ejemplo, Elías Portela traduce del islandés al gallego) sino únicos en España al castellano... y al catalán seguro que también hay.... incluso al euskera.

Dicho esto, al meollo: desde la periferia estamos hartos de que el castellno vale para esto, lengua mundial, 300 millones... y resulta que en gallego, con escasos tres millones de hablantes tenemos traductores para algunas lenguas que en castellano escasean... y da que pensar en que, tal vez, el interés y respeto por las demás lenguas sea el motivo. ¿Para qué aprender gallego? que dicen... pues por la misma relga de tres, para que aprender sueco, noruego... así le va a la cultura en castellano.

Comentario 3- ockham 26-05-2010 10:29
Lo mejor es leerlas en italiano, francés o inglés, que son países donde cuidan la traducción, que es lo mismo que cuidar el texto y al autor. Además de ello, la escuela de traducción española deja mucho que desear, por lo apuntado en el art;iculo, pero también por la baja capacitación profesional.

Las editoriales siguen creyendo que la traducción es algo muy fácil y por eso pagan como en Senegal.

Pues nada señores, se supone que sabemos inglés. Así que a leer más las traducciones inglesas. Al menos son decentes.

Para el alemán las mejores traducciones son las italianas o las francesas, a menos que sea Miguel Saenz quien las traduzca.

Comentario 4 - 24 Traductora 26-05-2010 10:57
Desde luego, ya os vale. Por una vez que habláis de traductores metéis la pata en casi todo. Os dejáis unos cuantos nombres en el tintero, dais voz a un tartamudo, decís que, respecto del finés, "la fonética es una de las diferencias más grandes", y os quedáis tan anchos, como si acabarais de descubrir el origen del universo, cuando la fonética de una lengua pertenece a su sistema y es tal vez lo que menos dificultades añade en una traducción. Hay lenguas africanas con fonéticas parecidas a la española de las que, os aseguro, no entenderíais ni una sola palabra.

Y a Ockham, qué decirle para bajarle esos aires de suficiencia y paletismo ("lo de fuera es siempre mejor"). Que afile la navaja. Y que si tanto ensalza las traducciones italianas o las francesas, se tome las molestias de cotejar algunas y se llevará una sorpresa.

Miguel Sáenz es un traductor extraordinario, pero se me ocurren, por lo bajo, diez o doce nombres de traductores del alemán por los que pondría la mano en el fuego.

Comentario 5 - 29 Caliopea 26-05-2010 11:53
Soy traductora del catalán y castellano al noruego. Traduje todo lo que me cayó en las manos (novelas de Jostein Gaarder incluidas) y me cansé de enviar currículos a todas las editoriales grandes y pequeñas, antes y después del boom de la literatura nórdica obteniendo el silencio por respuesta.

Las editoriales prácticamente no publican nada si no hay una subvención de por medio y hay un elevado clientelismo en el gremio que impide a otros traductores poder entrar en este mercado. Se paga poco, se paga mal, los plazos son imposibles y encima se tiene que combinar la vocación con otro trabajo para pagar las facturas.

Si las editoriales están desesperadas, que prueben a contestar a algunos currículos que les llegan de traductores de lenguas nórdicas. Escandinavia produce tanta literatura de calidad (no sólo de misterio) que puede ofrecer una carga de trabajo estable para varios traductores de las lenguas oficiales de la Península y un buen negocio para las editoriales. Los traductores estamos allí y los lectores seguro que lo apreciarán.

Comentario 6 - 18 suomi 26-05-2010 12:31
No estoy de acuerdo, y seré breve: sí hay traductores, pero no hay trabajo (mi CV, como traductora de finés a español/catalán ha llegado a muchas editoriales), y he tenido que montar mi propia editorial para traducir y editar literatura infantil finlandesa. Y la dificultad del finés no es la fonética (¡por favor! ¡pero si eso es lo más fácil!): es un idioma con 15 declinaciones!!! A ver si nos documentamos mejor.

Comentario 7 - 11 Doraemon 26-05-2010 13:17
Si el problema es económico (de prisas por traducir mientras dura el boom de la novela) que la traduzcan desde la traducción del inglés. Hablamos de best-sellers, no de la biblia ni de virgilio...

Es verdad que se perderá parte en la traducción, pero total, acabamos de decir que no hay nadie que domine ambos idiomas, por lo que ninguno nos enteraremos.

Comentario 8 - 9 Ender 26-05-2010 13:32
Estoy de acuerdo en todo lo que dice Caliopea.

Y el finés no está en el margen de la rama indoeuropea, es que directamente no es un idioma indoeuropeo. Forma parte de las llamadas lenguas urálicas, de las que las más habladas son el finés, el húngaro y el estonio.

Comentario 9 - 22 Blanca Ortiz 26-05-2010 14:00
Soy traductora de danés y ayer contesté por teléfono a algunas de las preguntas que aparecen en este artículo. Al leerlo hoy, me he encontrado con la sorpresa de que lo que se ha publicado se parece poco o nada a lo que le expliqué a la periodista que lo firma, de manera que me gustaría aclarar varios puntos:

- "Antes aceptaba todo lo que me ofrecieran, pero ahora no puedo. Una traducción me lleva mucho tiempo, incluso un año, ya que muchas veces tienes que reeler lo que has traducido la noche anterior", comenta Blanca Ortiz, manchega de 40 años que traduce a los autores daneses. Sólo tres personas, incluyéndola a ella, se dedican a esta tarea en España.

Sencillamente indiqué que antes del boom traducía más o menos una novela al año, no que se necesitara un año para traducir un libro. El hecho de tener que releer lo que has hecho el día anterior (y no la noche, nunca traduzco de noche) formaba parte de la respuesta a otra pregunta. No soy manchega, sino de Guadalajara. Y en ningún momento dije que solamente tres personas nos dedicáramos a traducir del danés. Afortunadamente, somos más. Nombré a cuatro traduciendo narrativa de manera continua y únicamente del danés y me refería a varios más que traducen de forma más esporádica, se han especializado en algún género concreto (poesía, por ejemplo), traducen de varias lenguas nórdicas o simplemente están empezando y por cualquiera de esos motivos trabajan algo menos.

- "Eso provoca que no sea una misma persona la que traduzca toda la serie y haya problemas, porque no nos ponemos de acuerdo en la misma terminología para, por ejemplo, los cargos de la policía", apostilla Blanca Ortiz.

El problema no es que no nos pongamos de acuerdo; simplemente que hay que ponerse de acuerdo, lo que requiere tiempo.

- Blanca Ortiz, a quien no le entusiasma demasiado la novela negra, agradece que cada vez le ofrezcan más autores daneses de infantil.

Le expliqué a la periodista que al principio había hecho más traducciones de infantil, pero que ahora ya prácticamente no hacía nada en ese terreno.

- El último problema con el que se han encontrado los traductores daneses es con el cambio de los cargos en el cuerpo de policía. "Tenemos que llamar continuamente a Dinamarca para no equivocarnos", afirma Blanca Ortiz.

En efecto, es un problema, pero jamás he llamado a Dinamarca para hacer nunguna consulta al respecto, no entiendo de dónde sale.

Espero que nadie se haya sentido molesto; en ningún momento he tenido intención de excluir a ningín compañero.

Comentario 10 - 9 Xian 26-05-2010 14:52
Interensante el artículo...pero mucho más interesantes los comentarios y toda su aportación. (Menudo repaso que le dais a la periodista ¡). Gracias por vuesto trabajo.

Comentario 11- 9 Lisandro 26-05-2010 15:19
El problema de las editoriales, como siempre, es el de la dictadura que ejerce "el mercado". Poco importan los criterios de calidad, excelencia, un trabajo bien hecho... Todo eso, para los grandes grupos multinacionales, son zarandajas que no ayudan en absoluto a la cuenta de resultados. En consonancia con esta política propia de filibusteros, los nuevos mandarines de la cultura procuran pagar lo menos posible: Correctores, traductores, redactores, negros literarios... son los nuevos esclavos a los que hay que presionar cada vez más para que unos cuantos directivos se gasten la plusvalía que genera el trabajo de "los otros" en comilonas, fiestas y puticlubs. Así de simple. Así de patético. Están jugando con la necesidad ajena y con el producto final que, si bien lo analizamos, deja mucho que desear. En esto, al menos, también España "es diferente". Sigue siendo verdad aquello que ya señalara Mariano José de Larra: "Escribir, en España, es llorar." Lo lamento, pero sobre este asunto no puedo ser optimista. Sé de lo que hablo y creo que me quedo corto. Un saludo muy cordial a todos los participantes.

Comentario 12 - 5 Loftur 26-05-2010 15:25
Aunque el artículo es interesante en términos generales al llamar la atención respecto a la situación de las letras nórdicas en nuestro país, es una lástima la cantidad de errores y omisiones que contiene: Por ejemplo, eso que de que no hay aún un diccionario decente de español-islandés es, sencillamente, falso:

http://www.forlagid.is/?p=4898

Por otra parte, resulta llamativa la omisión a cualquier referencia a la interesante literatura feroesa y su lengua, que cada vez despierta más interés:

http://cuadernoferoes.blogspot.com/

Por último, debe decirse que el hecho de que no existan más traductores de lenguas nórdicas en el Estado Español es, entre otras cosas, consecuencia de la falta de apoyo por parte de las autoridades educativas para promocionar estas lenguas como se merecen. Resulta bochornoso que en Escandinavia muestren un sincero interés por el español, pero que en España no les correspondamos debidamente pese al interés universal de su ingente producción literaria, científica, etc...Para denunciar esta situación, poco digna de un país supuestamente europeo como el nuestro, se creó el "Manifiesto por las lenguas nórdicas":

http://www.efirmas.com/2593770/index.html

Comentario 14 - 5 Enrique Ber 26-05-2010 18:13
Pues sí, como dice Blanca -y Loftur de otro modo-, la información no se ajusta del todo a lo que alguno de los citados hablamos en la entrevista telefónica de ayer. Por ejemplo: sí hay diccionario español-islandés; mi queja es que no lo hay (aún, saldrá pronto) a la inversa: islandés-español. Y somos más, para el islandés unos cinco o seis, con más o menos regularidad. Para el faroés... me temo que de momento solo uno (no yo). Comprendo que juntar toda una serie de informaciones de personas diversas es un tanto complicado, y la situación general que se presenta en el reportaje es cierta, aunque con bastantes flecos... Y claro, los nombres nórdicos bailan. No es que Yrsa sea muy innovadora; sí lo es Bergsson, al que me referí. Pero es normal: sin antecedentes críticos, sin especialistas, cada cual hace lo que puede y lo que es de agradecer es que se muestre interés por estas literaturas.

Comentario 15 - 2 Loftur 26-05-2010 19:25
De acuerdo con Enrique: al menos con estos artículos se habla del tema, que merece la pena, aunque con imprecisiones que suelen ser producto de que, por desgracia, la literatura nórdica y sus lenguas aún siguen siendo en el fondo unas desconocidas, pese al "boom" de la mano de la novela negra.

Sólo quiero añadir aquí un matiz más: La aseveración de que "no existe aún un buen diccionario de español-islandés" me consta que no ha podido salir de la boca de Enrique Bernárdez, competente especialista en islandés (y otras lenguas paganas) donde los haya. Como ha ocurrido en el caso de Blanca, es un resultado más del "bailoteo" de datos por parte de la periodista. Doy fe de que lo mismo ha ocurrido en el caso de algunas palabras puestas en boca de Kirsti Baggethun, etc. En definitiva, parodiando el poema de Mio Cid, "qué buen artículo si hubiese tenido buen señor (o señora)"...

Comentario 16 - 1 picapica 26-05-2010 21:27
Me alegra ver que un artículo como éste, temática de la que desafortunadamente escasea en la prensa general, suscite tantos comentarios.

Me apena ver que es por imprecisiones y porque, según parece, el gremio de traductores/as está bastante quemado con el mercado editorial. Poderoso caballero es don dinero...

Gracias por toda la información.

sábado, 29 de mayo de 2010

Los traductores piden poco...

Michael Hofmann, traductor del aclamado thriller de la Segunda Guerra nundial Alone in Berlin, de Hans Fallad,  argumenta  en el siguiente artículo –publicado en The Telegraph, de Gran Bretaña, el 15 de mayo pasado (http://www.telegraph.co.uk/culture/books/bookreviews/7719866/Why-Translation-Matters-by-Edith-Grossman-review.html)– a favor de la importancia de un arte que agoniza, en su reseña sobre Why Translation Matters, de Edith Grossman. La versión al castellano de este texto fue realizada por Julia Benseñor.

En este blog puede leerse otra reseña sobre el mismo libro, en la entrada correspondiente al 17 de mayo, con firma de Richard Howard y traducción de Silvia Camerotto (http://clubdetraductoresliterariosdebaires.blogspot.com/search/label/Edith%20Grossman).

"Tal vez estemos en el ocaso de la traducción"

Los libros escritos por traductores —que nada tienen que ver con las teorías sobre la traducción, verdaderas encarnaciones de la obra del demonio y que deben evitarse a toda costa— son realmente muy pocos.

El libro de Edith Grossman, Why Translation Matters, es el segundo que leí después de If This Be Treason: Translation and Its Dyscontents, de Gregory Rabassa (2005). Rabassa fue el primer gran traductor de Cortázar, Asturias, García Márquez, Vargas Llosa y de muchos de los autores del gran boom internacional de la literatura latinoamericana que comenzó en la década de 1950 (y que simplemente dimos en llamar “el boom”). Por su parte, Grossman es la sucesora de Rabassa en relación con los últimos dos autores mencionados y la principal referente en la lengua, quizás a los efectos de las traducciones al inglés, que ha reemplazado al ruso y al francés (mientras esperamos el turno del chino) en términos de idiomas de referencia: el español.

Se trata, por cierto, de un subgénero harto curioso, como los libros escritos por mimos, bateristas, dobles de escenas de riesgo o de desnudo, personas sobre las que poco o nada se oye decir y cuyos pensamientos o los que pasan por serlo se ejercen a pleno y minuto a minuto en el diario vivir de sus profesiones exigentes y riesgosas. También es un subgénero impuro, una mezcla de autojustificación, grito de guerra ahogado, recuerdos, modestias y modesto filosofar. Personas prácticas con reflejos magistrales que están fuera de su elemento cuando tienen que hablar de ello. Pero, qué duda cabe, su mejor pensamiento se manifiesta a través del papel, las escobillas o los guantes blancos. Los mejores conceptos de Edith Grossman sobre la traducción, y su mejor defensa, serán siempre sus traducciones.

Mientras leo y releo este libro corto —originalmente, una serie de tres conferencias en Yale— me pregunté para quién lo había, si no escrito (ya que la respuesta aquí es para los estudiantes y docentes), al menos publicado.

No lo hizo para sus colegas traductores, que están bien familiarizados con el cuadro de situación y las cifras que presenta (apenas un lastimoso 3 por ciento de los libros publicados en inglés son traducciones literarias cuando en la mayoría de los países europeos el porcentaje se multiplica por diez); sus semblanzas (el traductor como artista); sus lamentos (la complacencia de los editores que sólo publican libros en inglés, los desaires bárbaros de los críticos de libros cuando no parlotean tibios y a menudo ignorantes elogios); sus gustos por la indirecta y accidentada historia de la fertilización cruzada de la literatura a través de las distintas lenguas (para leer un relato más completo y divertido, recomiendo Miss Herbert, de Adam Thirlwell).

Pero tampoco está dirigido adecuada o imperiosamente a los detractores de la traducción (esos editores timoratos y lectores poco intrépidos) ni al público en general, tan cabalmente ajeno a su existencia, problemas y goces.

Trucos sacados de la galera de todo conferencista traicionan al escritor: preguntas retóricas, fragmentos de jerga y cháchara académica, demasiadas citas de demasiadas “voces autorizadas”, listados estériles de atributos léxicos, cualidades estilísticas, glorias de autores.

Edith Grossman se mantiene firme con su puntería de mediano alcance, cuando pienso que habría sido más gratificante para el lector que usara una lente más minuciosa o adoptara un gran angular para ofrecer una perspectiva más amplia. (El libro de Rabassa, por obra y gracia de un milagro menor, maneja ambos). Su defensa apasionada de la literatura me resultó fatigosa, desconcertante e innecesaria: “la carga lingüística, los ritmos estructurales, las implicaciones sutiles, las complejidades semánticas y sugerencias léxicas, las inferencias culturales y ambientales, las conclusiones”, etc., etc. Es como una descripción tan anodina como inútil del arco iris.

Es en las raras ocasiones en que se ocupa de lo esencial que el aire cargado de estudio y sudor impersonal se disipan, como cuando recuerda el momento en que dio con la bella frase inicial que abre su aclamada traducción del Don Quijote: “Somewhere in La Mancha, in a place whose name I do not care to remember…”

Los traductores piden muy poco… sólo ser leídos, incluidos, entendidos… y no lo consiguen. No creo que nadie que lea un libro extranjero en inglés sea capaz de nombrar a la persona que lo tradujo. Y sin embargo todos decimos que ésta es una era global. Los signos son auspiciosos. Comemos en restaurantes etíopes y cocinamos recetas tailandesas, escuchamos música senegalesa, nos vamos de vacaciones a Perú o a la Gran Barrera de Coral de Australia, y sabemos acerca de los haitianos, uigures y kirguistanos. Pero no podemos encontrar la manera de que unos pocos seres inofensivos e infortunados que se desloman como esclavos se sientan valorados (con excepción del Dr. Johnson).

Creo que tal vez estemos en el ocaso de la traducción; cada vez que acepto una, una parte de mí está convencida de que será la última que me ofrezcan. La curiosidad bien informada sobre otras personas tal como lo expresan en su literatura ya casi no existe. Los departamentos de lenguas extranjeras de las universidades se fusionan y acaban cerrando… ¿y de qué otro lugar provienen los traductores (una suerte de azaroso subproducto) o, por caso, los lectores?

Sorprende pensar que la última gran generación de traductores —los Weaver, Manheim y Rabassa— fueron producto de la generación de la Segunda Guerra, la Guerra Fría y el servicio militar obligatorio. Mis hijos adolescentes, como la mayoría de sus pares, no hablan ningún idioma extranjero. En menos de cien años, hemos pasado de Virginia y Leonard Woolf que decidieron no publicar una traducción de Proust porque los lectores interesados habrían optado por leer directamente la obra original a libros estúpidos sobre cómo fingir exitosamente ante tus amigos que leíste a Proust.

La defensa de los traductores es inmensamente obvia y dolorosamente verdadera, lo que no la convierte en absoluto en una tarea más fácil: es el típico y banal “salvo por” o “y si”. Y sin embargo, a nadie le importan demasiado los traductores: ni a los autores, ni a los editores, ni a los críticos, ni a los lectores. No sé qué se puede hacer para remediarlo. Están muy solos frente a su secreta vanidad y su humillación pública, sus mezquinos contratos de trabajo eventual y sus magras regalías que nunca llegan siquiera a ser tales y su perpetua y vana inquietud por las cuentas y monedas.

La traducción, aunque parezca una cuestión técnica, es cualquier cosa menos… (Ningún fragmento puede ser clonado en otro idioma, apenas imitado”, dice Gregory Rabassa). Es un tipo de lectura tan empática y transitiva que el resultado es una obra completamente nueva; es intuición, nervio e impaciencia (en mi caso, mi verdadera musa). Es acercarse a un imposible confeso, un encogerse de hombros y luego, simplemente, seguir adelante.

Quizás habría sido mejor si Grossman se hubiera parado frente a su joven público de Yale más a la manera del decano Swift y modestamente hubiera propuesto eliminar la traducción: ¿quién la extrañaría? ¿Quién necesita de esos traidores (des)escritores del inglés y parásitos sin talento de nuestra literatura vernácula en inglés, esos habilitadores de escritores con nombres impronunciables que terminan en vocales:¡abajo esos traficantes de acentos y tildes y diacríticos y umlauts!; la literatura debe atenerse a lo conocido; queremos autoría única y transparente y no ese pseudo-dúo fantasmagórico que incluye un traductor; queremos un solo nombre en la solapa de nuestro libro y en las páginas de créditos; el Nobel es un territorio extranjero y oscuro que existe para hacernos sentir inferiores al menos una vez al año y por lo tanto debe ser ignorado o, como diría un berlinés: “ni siquiera ignorado”.

viernes, 28 de mayo de 2010

"Ni una pela, coño, joder"

Carlos Rehermann  (foto; Montevideo, 1961) es dramaturgo, novelista y periodista. Publicó las novelas Los días de la luz deshilachada (1991), El robo del cero Wharton (1995), El canto del pato (2000) y Dodecamerón (2008). Asimismo, escribió seis obras de teatro (Congreso de sexología, Minotauros, A la guerra en taxi, Prometeo y la jarra de Pandora, Basura, El examen) de las cuales dos fueron publicadas en libros. Todas fueron estrenadas. Entre 1993 y 2008, publicó alrededor de 600 artículos de cultura en diversos medios de prensa. En la actualidad publica regularmente artículos en El País Cultural, suplemento del diario uruguayo El País. Dirige el Centro de Escritura, unidad docente dedicada a la enseñanza de la escritura en niveles introductorios, profesionales y terciarios. Coordina la Cátedra de Guión en la Escuela de Cine del Uruguay. Desde fines de 2008 es Coordinador del área Dramaturgia del Centro Nacional de Creación e Investigación del Ministerio de Cultura en Dramaturgia, Dirección y Coreografía (Laboratorio). Con todo eso, no ejerce su profesión de arquitecto. El texto que se transcribe a continuación nos fue enviado por Maria Iruzurmendi (cfr. la etiqueta ¿Elena Rius? en la columna de la derecha), quien lo halló casualmente  en el blog Henciclopedia (http://www.henciclopedia.org.uy/autores/Rehermann/Traducciones.htm), el cual a su vez lo ha levantado de la revista Insomnia, Nº 16.

¡Que me aspen!

Nadie habrá dejado de observar que si un tipo se llama Jordi, es mejor que se dedique a otra cosa, en lugar de traducir libros al castellano.
Para empezar, se llama Jordi por escrito, pero oralmente es un tal Yordi. ¿Es posible tolerar semejante atropello fonético? Así pues, si un traductor se llama Jordi (o sea, Yordi) pondrá un "¡Anda!" donde un ser plausible colocaría un "¡Que lo parió!"
Con todo, hay quienes se alegran de que Yordi (Jordi) ponga "¡Anda!" y no "¡Chispas!", "¡Hostia!", "¡Rayos!" o "¡Repámpanos!". En fin, que el caso aquí es el de la joven pareja que anheló siempre tener un hijo traductor. Logrado su objetivo se apropincuan al mostrador del Registro y dicen:
–Yordi –que significa: Jordi
Jordi crece y se desquita: escribe "¡Anda!" sobre cuantas páginas vírgenes puede.
De modo que llamarse Jordi (pronúnciese "YORDI") y simultáneamente dedicarse a traducir libros al castellano no resulta conveniente.
Pero el Universo tiene unas reglas que desconocemos. La abundancia de Jordis en las planillas de traductores de las editoriales españolas es un oscuro signo del final del milenio, imagen fatídica de alguna maléfica constelación del nadir.
Hay que decir, pese a todo, que vale más un Yordi (léase "JORDI") que diez Jesuses (un Jesús, dos Jesuses, etc.) Aunque en este caso la jota goza de buena emisión, los Jesuses propalan sin vergüenza abundantes "¡Hala!", "¡Merluzo!", "¿Vale?", "Ni una pela, coño, joder", etc. Pero lo peor es el amor.
Es lo peor, porque antes no se sabe qué hacía la gente, pero de ningún modo, "hacían el amor". ¿Cómo es posible "hacer el amor"? En Historia de un amor turbio, los personajes de Horacio Quiroga hacían el amor, es decir, cortejaban. Pero luego vinieron los hippies y los traductores y ahora "hacemos el amor". No sé que hacemos, porque el idioma castellano tiene quince sinónimos para "trabajar" pero ninguno para "copular", al menos razonablemente paralelo a lo lindo, sano y entusiasmante que resulta tal contacto humano.
Pero bueno, viene Jesús, conduciendo a Raymond Carver y dice "magrearse", "follar" y otras eructaciones góticas. Y los adolescentes hablan de "hacer el amor", los escritores uruguayos escriben en serio "su chica" en lugar de su novia, y ya esta aldea global tiene montaña de basura que no sé. Ya que no somos casi nada, qué más da ponerse a hablar como si fuéramos escolares de Aragón, universitarios de la Rábida o pasotas de Alcudia. ¡Hala!


jueves, 27 de mayo de 2010

Final de la encuesta para editores

Durante los últimos ocho días se ha subido una encuesta destinada a editores, con el objeto de saber con la mayor claridad posible sus puntos de vista a propósito de la traducción y los traductores.
No todos aquéllos a quienes se les envió el cuestionario lo contestaron. Muchos simplemente no respondieron. Otros, como ya fue dicho en el primer posteo, prefirieron no exponerse públicamente y a modo de justificación señalaron que se trataba de un tema sensible.
Como sin lugar a dudas la sensibilidad en estas cuestiones se manifiesta en primer lugar en el bolsillo del que paga o en el del que recibe la paga, corresponde aquí agradecer muy especialmente a quienes sí respondieron más allá de lo simpáticos o antipáticos que puedan resultar sus puntos de vista y las razones esgrimidas. Es, tal vez, un primer paso para una mejor comprensión entre las partes o al menos la excusa para comenzar un debate que en todas lados debe darse para el mutuo provecho.
En este último sentido, se invita cordialmente a los lectores de este blog a que manifiesten, de la manera más educada, qué les suscitan las opiniones vertidas por los editores, planteando a su vez todo aquello que les parece podría mejorarse. Se recuerda, como siempre, que acá no se publican opiniones anónimas.

El Administrador

miércoles, 26 de mayo de 2010

Una encuesta para editores (VIII) Larraguibel / Solano/ Indij

Octavo día de la encuesta para editores. Las preguntas son éstas:

1. ¿Cómo elige a sus traductores? ¿Cuáles son los criterios de selección?

2. ¿En base a qué cálculo se les paga? ¿Le parece que la remuneración que estos reciben es justa?

3. ¿En qué medida la edición posterior considera a los lectores de uno y otro lado del océano?


Ediciones Ekaré
Pablo Larraguibel
Cargo: Director en España desde hace 7 años.

1) Ante todo hay que aclarar que Ediciones Ekaré publica, básicamente, libros álbum donde los textos no suelen pasar de 3000 o 4000 caracteres.
El criterio básico es que nos guste su trabajo y, desde que tenemos oficinas en España, que entienda que nuestros libros se distribuyen a un lado y otros del Atlántico, por lo tanto, que esté abierto a aceptar sugerencias para que el texto final no quede muy "americano" para los españoles ni muy "gallego" para los latinoamericanos.

2) Ekaré, por el hecho de que son textos, en general, muy cortos, no se puede guiar por las tarifas habituales de traducción y se acuerda, en cada ocasión, un pago en relación con la dificultad del texto. Los honorarios de traducción no suelen ser un problema a la hora de escoger un traductor.

3) Es fundamental tenerlo en cuenta. Nos interesa el mercado español, pero para Ekaré es más importante el mercado latinoamericano, donde tenemos distribución desde hace más de 25 años. Por lo tanto los textos deben tener el punto adecuado pero que éste no lo convierta en un texto neutro, desabrido. Además, intentamos tener en consideración los diferentes variantes americanas del español. Lo que no podemos incorporar es el voseo.


Libros del Asteroide
Luis Solano
Cargo: director desde enero de 2005

1) La elección de los traductores depende de cada caso: cuando traducimos de idiomas raros hay muy pocas opciones para elegir, en otros casos hay más. Para cada libro intentamos buscar el traductor que nos parezca más adecuado para ese texto, por su experiencia, formación, trabajo previo, etc.. ¿Cuáles son los criterios de selección? Obras traducidas anteriormente por el traductor en cuestión, referencias de otros traductores o editores, traducciones de ese traductor que hayamos leído, etc. Algunos traductores han trabajado antes con nosotros como correctores.

2) Yo diría que la de traductor no es una profesión muy bien pagada, y también que en algunos casos los traductores reciben compensaciones claramente injustas. ¿En base a qué cálculo se les paga? Depende del idioma y dificultad del texto. Pero intentamos pagar mejor que la media del mercado y en línea con lo que pagan las editoriales literarias más prestigiosas.

3) En nuestro caso creo que poco, que más bien hacemos las ediciones teniendo en cuenta al lector de aquí. Pero es que la gran mayoría de nuestros mercado están a este lado del océano, aunque supongo que a medida que vayamos creciendo en América las cosas irán cambiando.

+
la marca editora / Interzona
Guido Indij

Cargo: propietario, editor
Experiencia: 18 años

1) Somos fieles a nuestros traductores. Pero tenemos más de uno por lengua, debido a que a veces se nos acumulan varias obras que deben traducirse de manera simultanea. Así, tenemos dos traductores nativos para nuestras extraducciones al inglés. Dependiendo del titulo elegimos que este sea norteamericano o británico. Y para las traducciones del inglés, francés, italiano, portugués apelamos a traductores profesionales.
Publicamos ensayo y por lo general estan capacitados para estos discursos. Pero eventualmente, para temas específicos (filosofía, técnica fotográfica o cinematográfica) debemos buscar a especialistas.

2) Algunos de nuestros traductores lo son también de otras editoras. Habitualmente es el mismo traductor quien nos orienta sobre cuánto esta cobrando en FCE, Siglo XXI, Katz, etc. Otros traductores que no trabajan con otras empresas sino que traducen eventualmente para nosotros, se adaptan a las tarifas de los primeros. Lo mismo para otros rubros que tercerizamos: corrección, armado...

3) En tanto nuestra producción no es “literaria“, la cuestión de las variables idiomáticas no resulta fundamental a nuestras obras. Prestamos atención a evitar los argentinismos. Pero cuando por ejemplo traducimos un libro sobre cine, del francés, citamos la película con su titulo original (francés, inglés, por ej.) y luego anotamos al pie, o construímos un índice específico con los titulos con los que fue estrenada en Argentina (nuestro mercado natural) y España (nuestro mercado aspiracional). No cuidamos especialmente los otros espacios latinoamericanos.


martes, 25 de mayo de 2010

Una encuesta para editores (VII) Borrás/ Divinsky

Séptimo día de la encuesta para editores. Las preguntas son éstas:

1. ¿Cómo elige a sus traductores? ¿Cuáles son los criterios de selección?

2. ¿En base a qué cálculo se les paga? ¿Le parece que la remuneración que estos reciben es justa?

3. ¿En qué medida la edición posterior considera a los lectores de uno y otro lado del océano?


Pre-Textos
Manuel Borrás
Cargo: director literario de la editorial desde 35 años.

1) Los elegimos en base a su solvencia intelectual y a la calidad del trabajo presentado. Por fortuna la editorial cuenta con un número de colaboradores habituales que gozan de nuestra máxima confianza.

2) La traducción es un trabajo en gran medida vocacional que requiere en ocasiones ímprobos esfuerzos y una dedicación atenta y exhaustiva. Tengo para mí que este tipo de trabajos, si rozan la máxima excelencia, nunca estarán suficientemente remunerados. Con todo, procuramos que las traducciones que encargamos o nos confían estén justamente pagadas, atendiendo a las tarifas habituales del mercado editorial.

3) Nuestra editorial, a contrario de la tendencia habitual en España, suele contemplar el español de ambas orillas. Sólo habría que invitar al interesado a que se asomase a nuestro catálogo; así comprobará el considerable número de traductores argentinos, venezolanos, colombianos, etc., además, claro está, de españoles, con el que cuenta nuestro catálogo.


Ediciones de la Flor
Daniel Divinsky
Cargo: co-propietario y director editorial
Experiencia: al frente de la empresa desde 1966.

1) Elijo a los traductores por conocimiento personal y por sus antecedentes. Por recomendación de editores colegas.

2) Como no encomendamos muchas traducciones cada año, consulto con colegas lo que se está pagando por cada 1.000 palabras y promedio entre el precio más bajo y el más alto. Agregamos un porcentaje cuando se trata de un libro particularmente difícil. No es justa la retribución de ningún trabajador en este país (ni en otros muchos): hay una tarifa "de mercado", perdonando la palabra, que es la determnada por el costo que se puede incorporar al precio de un libro sin hacer imposible su compra.

3) Si se trata de un libro de non fiction lo consideramos enormemente, al punto que traducciones hechas en la Argentina para nosotros luego fueron utilizadas en ediciones españolas de los mismos títulos. En narrativa eso es mucho más difícil y se elige el castellano a utilizar por el traductor de acuerdo con lo esencial que sea lo coloquial para el libro de que se trate.

lunes, 24 de mayo de 2010

Una encuesta para editores (VI) Farràs González/ Obedman

Sexto día de la encuesta para editores. Las preguntas son éstas:

1. ¿Cómo elige a sus traductores? ¿Cuáles son los criterios de selección?

2. ¿En base a qué cálculo se les paga? ¿Le parece que la remuneración que estos reciben es justa?

3. ¿En qué medida la edición posterior considera a los lectores de uno y otro lado del océano?


Galaxia Gutenberg
/Círculo de Lectores
Francesc Farràs González
Cargo: coordinador y editor de mesa
Experiencia: ocupa el cargo desde 2004. Anteriormente, desde 1999, trabajó en el departamento de producción y corrección ortotipográfica.

1) La elección de un traductor siempre supone un esfuerzo por la implicación que conlleva. Un esfuerzo por ambas partes. En nuestra editorial (Galaxia Gutenberg/ Círculo de lectores) siempre nos hemos propuesto que el traductor se sienta a gusto trabajando con nosotros, que la relación sea fluida y exista una correspondencia afín. Últimamente, apostamos por gente joven y entusiasta, de quienes valoramos ante todo su profesionalidad, buen conocimiento del idioma y seriedad en el trabajo. Antes de contactar con alguien para proponerle un proyecto (de cualquier tipo, ficción, no ficción, ensayo, divulgación), leemos y revisamos algunas traducciones que tengan publicadas (preferentemente del género que tengamos previsto publicar), o, en caso contrario, solicitamos una prueba de corta extensión; a cambio, intentamos que su trabajo sea reconocido, vaya, que se sientan como en su casa. No sé si lo conseguimos plenamente, pero al menos ésa es nuestra intención.

2) ¡Con la iglesia hemos topado! Sé de buena tinta que nos movemos en un terreno peliagudo. Siguiendo la línea marcada a partir de lo que ya he dicho antes, nuestra tarifas se ajustan en la banda alta del mercado editorial. El cálculo de base son los espacios en una plantilla de 30 x 70.

3) No sé exactamente a qué te refieres con esta pregunta. Si es a si hacemos dos versiones, negativo; sólo publicamos en España, y en alguna ocasión se ha exportado la edición a países de habla hispana.


Suma de Letras / Punto de Lectura (del Grupo Santillana)
Julieta Obedman
Cargo: directora editorial

Experiencia: fue editora general en Eudeba y editora en Emecé, antes de pasar al grupo Planeta y, posteriormente, al Grupo Santillana

1) Elijo a los traductores que escriben bien. Que además de conocer exhaustivamente la lengua extranjera, escriban bien en castellano. Los criterios de selección varían de libro a libro, puedo enumerar algunos: que tengan experiencia previa en la traducción de libros completos, que sean personas confiables en cuanto a los tiempos de entrega (que muchas veces son muy apretados), que tengan una "teoría de la traducción" que coincida con criterios de excelencia en cuanto al resultado, no necesariamente trabajo con traductores profesionales (me refiero a títulos o acreditaciones académicas) ya que como trabajo con libros de ficción, suelo preferir a escritores (que hayan publicado o no), personas con buena formación literaria y con habilidades probadas a la hora de recrear un texto que proviene de otro idioma.

2) No, en absoluto, ni en los países donde mejor se paga a los traductores (en Europa en general se paga mejor que en América latina) es justa la remuneración. En realidad, es incalculable el valor de una traducción, porque no solo es una tarea muy difícil sino que sabemos que para entregar una traducción bien hecha, la cantidad de horas de revisión, auto corrección, edición incluso es desmesurada. El traductor reescribe un libro entero, algo que considero hasta más difícil a veces que escribirlo. Y están siempre en la sombra, en un lugar extraño y excéntrico para el público, pero central para que el libro pueda publicarse. Es más que un oficio o profesión, es un placer solitario que muy pocos pueden hacer bien y que muchos hacen mal. Sin embargo, creo que en Argentina hay una buena cantidad de traductores de enorme calidad.
El cálculo para pagar la traducción en Argentina suele basarse en la cantidad de palabras a traducir; se establece un precio determinado por cada 1.000 palabras. En otros países se calcula por caracteres. Otras veces se establece un precio total por el trabajo terminado, según dificultades técnicas, extensión del texto y plazos de entrega.

3) Es sabido que la actitud de los editores y traductores españoles no coincide en casi nada con la de los editores y traductores latinoamericanos. Por su parte, en España simplemente no se tiene en cuenta al lector americano, y en América se tiene demasiado en cuenta al lector español. Esta desigualdad ha ido sufriendo cambios con los años, según las coyunturas económicas a ambos lados del océano. Actualmente, en América Latina algunos editores ponemos el máximo cuidado a la hora de publicar libros traducidos en España, haciendo algunas correcciones básicas y mínimas para que el lenguaje más castizo no espante a los lectores. No ocurre lo mismo a la inversa; los editores españoles suelen modificar profundamente las traducciones locales, por considerarlas simplemente erróneas. Como resultado, el lenguaje que se publica ya no se sabe qué es, de dónde es...los localismos, el vocabulario coloquial en los diálogos, muchas veces se pierde por torpezas editoriales que no parecieran estar en remisión. Sin embargo, considero que la gran calidad de los traductores argentinos lentamente empieza a ser reconocida y espero que en algunos años lo sea plenamente, sin necesidad de pasar por la variable económica que ha determinado este oficio en las últimas décadas.

domingo, 23 de mayo de 2010

Una encuesta para editores (V) Balaguer/ Mendiola/García Sánchez Visor

Quinto día de la encuesta para editores. Las preguntas son éstas:

1. ¿Cómo elige a sus traductores? ¿Cuáles son los criterios de selección?

2. ¿En base a qué cálculo se les paga? ¿Le parece que la remuneración que estos reciben es justa?

3. ¿En qué medida la edición posterior considera a los lectores de uno y otro lado del océano?


Bajo la luna
Miguel Balaguer
Cargo: director editorial
Experiencia: se desempeñó como diseñador, ilustrador, asistente de edición y editor en proyectos editoriales universitarios, institucionales y comerciales desde 1993. Desde 2003 es co-propietario, con Valentina Rabassa, de Bajo la luna.

1) En el caso de las traducciones de prosa, valoramos la experiencia previa del traductor, o pedimos una muestra o prueba de la traducción.
Para los libros de poesía priorizamos el hecho de que los traductores sean poetas además de traductores.
La selección es fundamental, porque consideramos al traductor como co-autor de la obra a traducir y un partícipe fundamental de la puesta en valor del libro en la nueva lengua. Tenemos en los contratos una serie de pautas editoriales que apuntan en este sentido: incluimos siempre a los traductores en las portadas, en los libros de poesía incluimos el currículum del traductor junto al del poeta traducido, firmamos contratos por un tiempo limitado y por un volumen de ejemplares, acordamos cláusulas de derechos de traducción, entre otras.

2) ¿En base a qué cálculo se les paga? ¿Le parece que la remuneración que estos reciben es justa?
Evaluamos proyecto por proyecto. Por lo general ¬–tanto en poesía como en prosa– ofrecemos una tarifa inicial a modo de anticipo a cuenta hasta cubrir determinada tirada (la tirada varía en relación a las expectativas que se tenga con cada libro, no hay un cálculo fijo porque no todos los libros presentan a priori las mismas oportunidades, pero casi siempre consideramos una primera edición y una reimpresión, el volumen necesario para cubrir los costos editoriales) y, a partir de allí, pagamos un porcentaje complementario al derecho de autor como “derecho del traductor”.
En cuanto a la unidad de cálculo, en prosa calculamos por caracteres o por palabras; en poesía, en cambio, buscamos acuerdos con los traductores, hacemos un cálculo por poema o acordamos una suma cerrada por libro.
Intentamos que la remuneración que reciban no sólo sea justa, sino que sea la mejor posible. Tratamos de contar con subsidios que mejoren las tarifas de los traductores o, cuando esto no es posible, buscamos compensar una tarifa inicial baja con un mayor porcentaje de regalías.

3) ¿En qué medida la edición posterior considera a los lectores de uno y otro lado del océano?
No nos interesa demasiado la neutralidad. Nos parece imposible pensar en un castellano neutro, del mismo modo en que nos parece un poco ridículo pensar en un castellano “bueno” y un castellano “malo”. Preferimos que en las traducciones aparezca un castellano vivo, que los traductores conserven sus matices, sus tonos, de la misma manera en que nos interesa que, hasta donde sea posible, se conserve de una lengua a otra la gracia o el estilo originales del autor. En buena medida creemos que la edición posterior se trata de controlar el equilibrio entre estas dos variables (estilo del autor/ tono del traductor).
A partir de allí, la cosa sucede al revés de como está enunciada en la pregunta: son los lectores de uno y otro lado del océano los que consideran (o no) una edición.


El Tucán de Virginia
Víctor Manuel Mendiola
Cargo: propietario y director editorial
Experiencia: treinta años al frente del sello.

1) En algunos casos acudo a los traductores que ya conozco y en otros acepto el trabajo de nuevos traductores que me proponen nuevos proyectos, previa consulta de su experiencia y trabajos anteriores. En la traducción de libros de poesía, los mejores trabajos son casi siempre aquellos que fueron realizados por interés personal y sin límite de tiempo. Las traducciones por encargo suelen fallar, incluso en los casos de traductores muy avezados. Por esta razón casi nunca encargo una traducción. Publico las que me ofrecen y que han sido resultado de una vocación.

2) En general, la remuneración no es justa y, en mi caso, como publico libros de poesía muchas veces no hay remuneración. En necesario aclarar que yo, como editor de libros de poesía, tampoco gano prácticamente nada, aunque la satisfacción intelectual de publicar poesía es muy grande y la considera una actividad de investigación.

3) Como pequeño editor de autores muy importantes o que representan alguna novedad más que satisfacer una demanda, he creado una oferta. He publicado muchos autores que el público lector, incluso el culto, no tenía noticias de su existencia. Ahora mismo estoy interesado en publicar a la poeta mística Hadewijch, que sólo los lectores especializados conocen.


Visor Libros
Jesús (Chus) García Sánchez Visor
Cargo: propietario y director editorial
Experiencia: está al frente de Visor desde 1968, año de su fundación

1) La mayoría de los traductores con los que trabajamos son poetas y eso me facilita bastante la elección. Y los que no son poetas sí son buenos lectores de poesía. Esto significa que los traductores que colaboran en la colección Visor de Poesía son conocedores solventes y a mi sólo me queda encargar el trabajo al que considero más cercano en sus gustos literarios. Que el poeta a traducir y el traductor tenga cierta afinidad.

2) En poesía no se suele pagar como se hace en otras materias por páginas. Es imposible. Tampoco hay una asignación fija porque depende de mucho del idioma, de la dificultad del texto, etc. Es difícil calcularlo y la única manera es llegar a un acuerdo con el traductor. Acuerdo que es indudablemente bastante menor del que merece el trabajo que realiza. No tengo ninguna duda ni ningún reparo en reconocer que la traducción poética es uno de los trabajos peor remunerados en el comercio del libro, y quizás diría que el peor si tenemos en cuenta el trabajo que conlleva y el tiempo que se emplea.

3) Creo que ningún traductor ni de aquí ni de allá, tiene en cuenta en sus trabajos a los lectores del otro lado del océano, como tampoco en la propia Hispanoamérica el resto de los países.

sábado, 22 de mayo de 2010

Una encuesta para editores (IV) Prieto/ Rey

Cuarto día de la encuesta para editores. Las preguntas son éstas:

1. ¿Cómo elige a sus traductores? ¿Cuáles son los criterios de selección?

2. ¿En base a qué cálculo se les paga? ¿Le parece que la remuneración que estos reciben es justa?

3. ¿En qué medida la edición posterior considera a los lectores de uno y otro lado del océano?


Random House Mondadori S.A. (Barcelona)
Anna Prieto
Cargo: responsable del departamento de Redacción
Experiencia: 10 años en el cargo actual (23 encargando traducciones).

1) Escojo a los traductores en función de la experiencia, las afinidades con el libro que les estoy proponiendo y la actitud, es decir, el nivel de compromiso y responsabilidad para cumplir con los plazos, etc. En el caso de los traductores noveles, el entusiasmo y la capacidad de aprender son valores que también tengo muy en cuenta, aunque deba invertir algo más en tiempo y trabajo en los textos.

2) La remuneración no siempre compensa el esfuerzo del traductor, es cierto, aunque también depende de la experiencia y otros factores. Como sucede en muchos otros ámbitos, la renumeración obedece a las leyes de la oferta y la demanda, aunque intentamos tener en cuenta la dificultad de la obra traducida.

3) Este es un tema sobre el que debatimos a menudo. Algunos lectores nos piden un “español universal”, y a pesar de que parece tarea fácil no lo es. Si bien intentamos no usar expresiones que puedan resultar ofensivas a los lectores americanos, asumimos que nuestros libros llevarán forzosamente el sesgo del país en el se realizaron.

Fondo de Cultura Económica de Argentina
Mariana Rey

Cargo: gerenta de edición y producción
Experiencia: siete años

1) Las traducciones representan el 50% de las novedades anuales que edita la filial argentina del Fondo de Cultura Económica y todas las traducicones son de ensayos de ciencias sociales y humanas (fundamentalmente sociología, historia, filosofía, ciencia política, economía, crítica literaria y teoría del arte). En general se trata de obras eruditas o complejas, con vocabulario específico, cuyos lectores conocen los temas y los autores en cuestión. Llevamos a cabo también, pero en menor medida, traducciones de obras de divulgación. Hacemos traducciones del inglés, el francés, el alemán y el italiano.
Tenemos un equipo bastante estable de aproximadamente diez traductores que realizan uno o dos libros por año. Algunos de ellos colaboran con la editorial desde hace muchos años y otros se han incorporado durante los últimos años. Considero que todos ellos son excelentes traductores, con diferentes características, formación y afinidades temáticas. Tenemos en cuenta estas tres cuestiones en el momento de elegir un traductor para un libro. La calidad del trabajo es el factor decisivo para la elección. Es fundamental que se trate de un traductor profesional, con más o con menos traducciones publicadas pero tiene que ser un traductor. No trabajamos, por ejemplo, con personas que conocen mucho de cierto tema y la lengua en cuestión sino con traductores, aunque conozcan menos el tema. Cuando sumamos un nuevo traductor tomamos en cuenta su trayectoria, recomendaciones de colegas o sus propios trabajos anteriores.
En cuanto a los criterios de selección, cuando recibimos un nuevo libro, luego de revisarlo minuciosamente, ofrecemos la traducción a quien nos parece que tiene mayor afinidad con el tema y su forma de trabajo se adecua a las características del libro. También consideramos el cumplimiento de las fechas de entrega pactadas (pues tenemos un programa anual que tenemos que cumplir), la atención prestada a nuestras pautas para traductores y la posibilidad de seguir conversando con el traductor acerca de las dudas o problemas que surjan durante el proceso de edición del libro. En general tenemos bastante intercambio con nuestros traductores una vez que han entragado las traducciones.

2) Me parece que la remuneración no es justa en la medida en que la tarea del traductor implica un trabajo de una enorme responsabilidad y con una gran cantidad de exigencias en términos de calidad y de la cantidad de habilidades y conocimientos necesarios para poder llevarla a cabo. Sin embargo, es la remuneración posible, teniendo en cuenta que nuestras tiradas raramente superan los 3.000 ejemplares y tenemos que asegurar un costo para el libro que sea accesible para los lectores. Entre lo justo y lo posible, creo que nuestras tarifas son buenas y los traductores cobran sus honorarios en cuanto entregan los libros. Tenemos tambien cierta flexibilidad en las tarifas, de modo que podemos pagar más aquellas que ofrecen dificultades adicionales. Cada dos o tres meses nos ponemos en contacto con colegas de cuatro o cinco editoriales como para para verificar cómo están ubicadas nuestras tarifas en el mercado. Teniendo en cuenta esto y las características de nuestro mercado (pequeño para este tipo de libros) creo que la tarifa es buena, aunque no diría que justa.
¿En base a qué cálculo se les paga? Las tarifas de traducción están armadas por cantidad de palabras traducidas al español (no desde el libro en lengua original).

3) En el caso de esta editorial, los libros se distribuyen inmediatamente en todos los países de América latina y buena parte de ellos también en España. (en algunos casos no tenemos los derechos para comercializarlos en España), de modo que durante el proceso de edición se tiene esto muy en cuenta.

viernes, 21 de mayo de 2010

Una encuesta para editores (III) Harari/Espinasa/Pampín

Tercer día de la encuesta para editores. Las preguntas son éstas:

1. ¿Cómo elige a sus traductores? ¿Cuáles son los criterios de selección?

2. ¿En base a qué cálculo se les paga? ¿Le parece que la remuneración que estos reciben es justa?

3. ¿En qué medida la edición posterior considera a los lectores de uno y otro lado del océano?



Ediciones Trilce
Pablo Harari
Cargo: Propietario y director
Experiencia: 24 años

1) Muchas veces los traductores se eligen solos... me refiero a los casos en que ellos traen obras pero, incluso en esos casos casi siempre pasa por un fragmento traducido. Debo decir que hemos publicado poco más de sesenta obras traducidas –todas ellas del francés– y hemos tratado sólo con profesionales, y con muy buenos resultados. De todos modos siempre revisamos la traducción con una lectura en paralelo de ambas versiones por alguien que maneja la lengua con solvencia.

2) El cálculo se hace en razón de la extensión puramente (con lo cual se agrega injusticia a la injusticia).
Y no, la remuneración de ninguna manera es justa en relación con el esfuerzo, conocimientos que requiere y habilidad. El traductor hace un trabajo en alguna medida invaluable, como el de un autor. Pero hay que remunerarlo y valorarlo. Por otro lado hay que tener en cuenta el costo agregado que supone la traducción que las hace inviables –en nuestro pequeño país– al menos que haya apoyos. En alguna medida, en países donde no hay asociaciones de traductores que puedan imponer tarifas, lo que marca lo que se paga son los límites que ponen quienes subvencionan. (Muchas veces los autores tampoco salen bien parados: en más de un caso el traductor –a pesar de lo mal pagado– ha recibido mucho más que el autor.)

3) Nosotros hacemos las traducciones pensando en "nuestros" lectores. Las veces que hemos ofrecido traducciones a editoriales de España las han rechazado sin leerlas, por vicio de origen. (Está el caso de la editorial mexicana Sexto Piso que edita también en España, pensaban utilizar la misma traducción para ambos públicos lectores y no les fue posible.)


Ediciones Sin Nombre
José María Espinasa
Cargo: Director editorial
Experiencia: 15 años

1) Hay tres maneras de elegir a los traductores: la primera, que es la más común, el traductor nos elige a nosotros, se presenta con un trabajo ya hecho que miramos y si nos interesa buscamos la manera de financiarlo. Una variante de esta es que el traductor nos pida apoyo para solicitar financiamiento para realizar una traducción que aún no tiene y que nosotros, cuando la tenga, nos comprometemos a publicar. La segunda es que nos interese algún autor y busquemos un traductor nosotros, entre los que son cercanos a la editorial, cuyo trabajo ya conocemos y según la lengua de la que se trate, y veamos con él qué posibilidad hay de que lo haga. La tercera, cuando se trata de una coedición, es que venga ya con traductor asignado. Se revisa el trabajo del propuesto y se decide si se acepta o no.
De todos modos, para hacer la selección normalmente se considera el conocimiento del trabajo anterior del traductor, su disponibilidad de tiempo y su disposición hacia el texto propuesto.

2) Pagamos dependiendo de los apoyos que podamos conseguir y como la traducción que requerimos es casi siempre literaria, se negocia con el traductor. El trabajo de traductor está muy mal pagado y tratamos de pagarlo bien cuando podemos. No tenemos un tabulador fijo.

3) Prácticamente no se toma en cuenta otro castellano que el que se emplea aquí, nuestra distribución es mínima en otros países y –además– los textos se discuten con el traductor como creación y no necesariamente como eficiencia en la comunicación.


Ediciones Corregidor
María Fernanda Pampín
Cargo: Editora y responsable de derechos

1) En el caso del inglés, francés, alemán, ruso, italiano, etc. se elige por los trabajos anteriores y prestigio del traductor. Diferente fue el caso de la colección Vereda Brasil, en que no existían prácticamente traducciones literarias en el país cuando comenzamos.

2)  Les pagamos cada 1000 palabras. Normalmente, cuando se trata de poesía o de una obra especialmente complicada, se suele agregar un plus. Lo que ganan nos parece justo.

3) Por medio de los ensayos críticos. Todas nuestras traducciones llevan prólogos, ensayos, bibliografías, etc.